24 de junio de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS - Comienzo de actividades y estudios en la Escuela Naval de Venezuela III

En los pocos días de nuestra permanencia en la Escuela, habíamos hecho amistad con un número considerable de aspirantes. El día viernes nos informaron sobre la organización que se le había hecho al Cuerpo de Aspirantes. En efecto, como éramos 150 aspirantes, decidieron dividirlos en seis grupos de 25 estudiantes cada uno, identificando cada grupo con las primeras letras del abecedario y como jefes de cada uno de ellos, a los seis primeros en el Orden de Mérito que se publicó en la prensa nacional. Yo estaba en esa Lista con el Nª 13, pero como algunos de los que tenía adelante no se presentaron, yo pasé a ocupar el Nª 6 y por lo tanto fui distinguido como Comandante de Curso del Grupo F y de inmediato pasamos a asumir los respectivos cargos.

El grupo de muchachos tenía diferente actitud y estado de ánimo, unos estaban alegres, otros resignados, algunos preparados para irse y la mayoría optimistas y dispuestos para superar las circunstancias adversas. Yo estaba entre estos últimos y cada día me vinculaba con los compañeros, los aconsejaba y les daba ánimos. Un alto porcentaje de los ingresados eran de Caracas, otros de Valencia, el Llano y los Andes. De Río Caribe estaba Ricardo Hernández Hernández , Yoel Farías Barazarte y yo. Todos estábamos residenciados en Caracas.. También estaban en la Escuela, ya con grados superiores, los hermanos Jesús y Juan José Molina Villegas y entre los civiles, el barbero Ramón Morao. De Carúpano solo estaba un representante, Fortunato Levy Bittán. La mayoría estaba optimista y con ganas de comerse el mundo.

Los apellidos eran una muestra de la dispersión del País. Habían: Bolaños, Díaz, Rodríguez, Mier y Terán, Sánchez, Croes, Castillo, Alvarez, Lira, Armas, Gamarra, Zambrano, Chalbaud, Rizzo, Rojas, Guada, Sarmiento, Cadenas, Pérez, Guerra, Arraiz, Guevara, Durán, Fernández, Pulgar, Parejo, Márquez, Mottola y en general, un mosaico de nombres con los cuales hice amistad y algunas se prolongaron en el tiempo, salvo los que han muerto en el camino.

Como los aspirantes no teníamos acceso al Casino, nos reuníamos a conversar en las escaleras del dormitorio, en los pasillos y en la pequeña quincallería que funcionaba al final de un pasillo. Yo hablaba con todos y percibía la ascendencia que ejercía sobre ellos. Notaba la ansiedad y el nerviosismo que los embargaba a la espera de la primera visita de sus familiares.

Por fin llegó el domingo, día de la Primera Visita para los Aspirantes, quienes desde muy temprano esperaban el asomo de sus seres queridos y no se cansaban de pulir los zapatos, peinarse los escasos pelos que le habían crecido, acomodarse la gorra, enseñar un porte militar y en fin, pavonearse en el patio de la Escuela. A las 10.00 AM. se abrió el portalón principal y entró una tromba de personas, hombres, mujeres y niños, que buscaban su familiar para darle ese beso y abrazo que ambos esperaban ansiosos. Fueron momentos muy emocionantes que ellos vivían, pero mucho más inquietante era la situación nuestra, que no esperábamos a nadie y veíamos aquellos llantos, besos, caricias y amapuches que recibían esos compañeros, los paquetes, dulces, regalitos que le traían gustosos a esos niños, que repentinamente querían irse con ellos. Se confunden los abrazos, todos se pelean el privilegio de abrazarlos y besarlos.

Las mujeres lloran, los varones simulan hacerse los fuertes, pero no pueden evitar que se le humedecen los ojos. Después de esa recepción inicial y que se calmó el ambiente, los grupos se compactan y se dirigen al Casino, donde le han permitido su acceso por el día domingo. Hay música, hay bailes, hay fotografías, los manjares y golosinas deben comerse en sitio porque las autoridades no permiten la retención de ellas en los dormitorios. Hay el intercambio y presentaciones de los familiares entre sí. Llegan otros familiares que por distintas razones no pudieron llegar temprano, causando desazón a los aspirantes, pero tienen que aprovechar el tiempo porque la visita es hasta las 12.00 M.

Terminó la visita, los ánimos se exaltan, pero con menor intensidad, los aspirantes se ufanan, los familiares se van contentos prometiendo la próxima visita y nosotros nos quedamos tristes y resignados a esperar el paso del tiempo y trabajar duro para lograr nuestro éxito futuro.

23 de junio de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS - Comienzo de actividades y estudios en la Escuela Naval de Venezuela II

Ese acto fue similar al que me habían hecho los cadetes rebeldes en días pasados, pero mucho más fuertes, porque había un número mayor de cadetes y la intensidad de los castigos aumentó sensiblemente. Con la alegría que me embargaba al haber superado todos los escollos sin ayuda de ningún familiar ni de nadie y logrado la Primera Parte de mi deseo tanto tiempo anhelado de ser Oficial de la Marina de Guerra de Venezuela.

Se llevó casi una semana asentarnos en nuestra misión y nos señalaron la rutina a seguir según las normas de la Institución. Debíamos habituarnos a despertarnos apenas sonara el primer timbre a las 5.30 AM. e inmediatamente levantarnos de la litera, correr al baño común, cepillarse la boca y el cabello y volar hasta el locker para cambiarse el piyama por el short, calzarse con los zapatos deportivos y bajar las escaleras en carrera para incorporarse a la formación. Para todo eso teníamos un máximo de 10 minutos.

Una vez formados nos contábamos gritando nuestros números a viva voz y seguidamente el superior del grupo, junto con los otros del mismo rango, se presentaban ante el Oficial de Guardia y rendían su informe. Cuando todo estaba en regla, el Oficial ordenaba a los Brigadieres para que dirigieran los ejercicios físicos de esa hora, que comenzaban con el movimiento combinado de brazos y piernas, que era el calentamiento. Venían luego flexiones de brazos y piernas, saltos de rana, unas 100 flexiones de cuerpo y finalmente una sesión de trote de 15 minutos. Al terminar los ejercicios, el Oficial levantaba la sesión y daba un plazo de 30 minutos para que subiéramos a los baños para un aseo mayor, afeitado de barba, y ducha rápida para luego volver al dormitorio o “sollado” a uniformarnos, calzarnos con botas y bajar corriendo a la formación para asistir al desayuno. Siempre había el conteo a viva voz, la presentación de informes de unos supervisores a otros siguiendo un orden piramidal y de estos al Oficial de Guardia. Había una revisión somera mediante recorrido por las filas, de afeitadas, peinados, zapatos lustrosos, uniformes limpios, llegando a castigar y devolver a los que no aprueben esa revisión. Luego seguíamos al Comedor, dirigidos por los Brigadieres. Era obligatorio el silencio y mover las sillas sin producir ruido. La comida era abundante y nutritiva, supervisada por una Nutricionista. El tiempo para ello era de media hora improrrogable y consistía en avena, huevos, jugos de frutas, pan y café con leche. Claro es que diariamente se alternaban con otros alimentos.

Del desayuno salíamos nuevamente a formación y de allí, ordenadamente a las aulas para comenzar las clases, que se prolongaban hasta las 11.30 AM, solo interrumpidas a las 10.30 para un pequeño refrigerio de jugo, torticas y café.

Naturalmente era la rutina anunciada para la semana siguiente, ya que en los días que faltaban de la semana de ingreso, se dedicarían a los ajustes que se presentaran y a preparar la primera visita de familiares.

El ambiente en la Escuela se tornó pesado. El universo de aspirantes no era homogéneo en sus opiniones. Había muchos estudiantes de cortas edades, no acostumbrados a desprenderse del seno materno, que se sentían insatisfechos y solo esperaban a sus familiares para formalizar la baja. No era fácil adaptarse a la disciplina militar y la humillación a que sometían a los recién llegados. La comida de cuartel no era soportada por un alto porcentaje de los aspirantes. Los castigos injustos y el trato despótico de los superiores no era aceptada. El mismo día de ingreso un maracucho de apellido Montiel saltó una ventana y no se le vio más la cara . Era una situación pesada producto de una mala política militar que consideraba el ingreso a cualquiera Escuela de las Fuerzas Armadas como un privilegio y que los cadetes estaban obligados a soportar todos los vejámenes que se le infringieran.

22 de junio de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS - Comienzo de actividades y estudios en la Escuela Naval de Venezuela I

Una vez cumplidas las formalidades de identificación y verificación en el listado correspondiente y ya sin la presencia de los familiares y amigos, se envió a los aspirantes a su ubicación provisional en los dormitorios del primer piso y la asignación de los lockers para que cada quien guardara sus enseres y en un lapso de media hora bajaran al patio de ejercicios, vestidos con camiseta blanca, zapatos de goma y short también blanco, que trajimos en nuestro equipo obligatorio de ingreso.

Todos cumplimos la orden y nos presentamos en el patio de ejercicio, donde nos colocamos en formación según el orden de tamaño. De una vez nos dieron la orden militar de “a discreción”, “atención firme” y finalmente “a discreción” . Luego de que un Tte. de Fragata presentó informe al Director de la Escuela, Capitán de Corbeta Pablo Bonilla Chacón, este asumió el mando, ordenó al batallón las mismos movimientos de “atención firme” y luego “a discreción” para acercarse al micrófono y saludarnos con un “Buenas Tardes” y seguidamente darnos la Bienvenida y a continuación felicitarnos por haber escogido la carrera naval, la cual es muy noble y atrayente, pero llena de sacrificios, trabajos y sinsabores que se deben superar. Terminó repitiendo el saludo de Bienvenida y nos informó que seguidamente comenzaría el proceso final de ingreso, el cual era el examen médico exhaustivo que practicarían los médicos navales que ya estaban ubicados en un salón destinado para ello.

Estaban dos médicos del Centro de Adiestramiento Naval, que con el grado de Tte. de Fragata asimilado, ayudarían al médico titular Dr. Héctor Valdivieso Montaño, que con el grado de Tte. de Navío asimilado, dirigía el Servicio Médico de la Academia. Empezaron a llamar en el orden signado en la lista, le revisaban ojos, oídos, gargantas y pies y a medida que terminaban los ayudantes, pasaban a los aspirantes al examen final del Dr. Valdivieso, quien daba la aprobación definitiva y los remitía a la Administración para que le entregaran los uniformes y equipos correspondientes.

Uno de los médicos ayudantes me auscultó y al mandarme a abrir la boca me dijo inmediatamente que no podía ingresar, porque presentaba 3 caries, una grande y dos pequeñas, dando un plazo perentorio para su arreglo y someterme a nuevo examen. Este contratiempo inesperado y debido a lo corto de plata en que me encontraba, me produjo gran preocupación y no sabía como hacer. Dejé la decisión para el otro día y en la noche recordé que todavía tenia vigente la afiliación al Seguro Social Obligatorio y que en La Pastora existía un Centro que aparte de servicios de laboratorio y de especialidades médicas, tenía el servicio de odontología.y previo el permiso del Oficial de Guardia, me dirigí bien temprano al citado Centro en Caracas. Con mis documentos me presenté ante le recepcionista, una señora gorda y fea, a quien le conté mi situación y le pedí me diera una cita inmediata para el odontólogo. Fuera de sí me contestó que eso era imposible, ya que el cupo estaba comprometido y solo podía darme cita para la semana siguiente, lo cual a mí no me servía. Al rato, el portero que oyó mi alegato y el nerviosismo en que estaba, me llamó aparte y me dijo que él me acompañaría hasta el Estacionamiento para esperar al Odontólogo de guardia, quien estaba al llegar y por su calidad profesional y humana, oiría mi petición y me ayudaría. Efectivamente, a los pocos minutos llegó el odontólogo y de inmediato lo abordé y le conté mi penuria y la actitud de la recepcionista. El leyó mis documentos y repentinamente me tomó del brazo y subió la escalera conmigo y me llevó directamente al Consultorio, donde me revisó e identificó las caries. Empezó a trabajar con el taladro para limpiar las áreas y luego me colocó las amalgamas correspondientes en un lapso que no duró media hora.

Le dí las gracias al Odontólogo y al Portero, expresándole que nunca tendría como pagarles su ayuda y en seguida busqué el autobús para regresar a Maiquetía. A la 1.20 PM me le presenté al médico con las caries resueltas y entonces este me mandó a la consulta final con el Dr. Valdivieso, que era quien firmaba el ingreso. Este médico, paisano de Río Caribe, de mala gana ordenó que me desnudara para hacerme un examen minucioso y como estaba bien de todo, vio al fin una cicatriz de una llaga vieja que tuve cuando muchacho en Río Caribe. Inmediatamente me dijo que con esa cicatriz no podía ingresar porque estaba en un sitio muy peligroso para volverse a abrir y no le valió que le dije que esa herida fue hace doce años y nunca se había vuelto a abrir. Renuentemente negó el ingreso, por lo que tuve que acudir al Alférez de Navío Alvaro Del Castillo, a quien había adoptado como paño de lágrimas y le conté mi problema. No valió la intervención del Alférez y el galeno se mantuvo en sus treces. El caso fue llevado a la Dirección y el Capitán Bonilla Chacón le propuso a Valdivieso remitieran al aspirante al Hospital Militar y Naval para que allí emitieran su opinión al respecto. Valdivieso estaba seguro que ningún médico iba a aprobar el ingreso, con los alegatos que señaló en el informe.

El otro día hice el mismo recorrido que en el día anterior, pero ahora al Hospital Militar y Naval de la Esquina de Plaza en La Pastora. Llegué allí como a las 10 AM y busqué a mi compadre, el enfermero Contreras y le dije lo que pasaba. Me invitó a que subiera con mi informe donde el Dr. Baldó, el Director del Centro, quien amablemente y por insinuación de mi compadre, revisó personalmente la cicatriz, comprobó que no comportaba peligro y emitió su informe aprobatorio.

Con mi informe en la mano, di las gracias a mi compadre Contreras y al Dr. Baldó por su atención y de nuevo regresé a Maiquetía por la vía más rápida, llegando a la Escuela a las 11.30 AM. Esperé un rato para entregar el informe al Dr. Valdivieso, quien a regañadientes ordenó por fin mi ingreso definitivo.

Con infinita alegría recibí las felicitaciones de los compañeros y me dirigí a la Administración a recibir mis uniformes y equipos que guardé en mi locket y me informé con los demás aspirantes sobre lo que se había hecho en mi ausencia. Ya equiparado con los demás, entré de lleno en mis asuntos y comencé por marcar con tinta negra que me fue entregada, todos los uniformes y equipos con el número 260 que me tocó y prepararme para “el bautizo “ que se efectuaría. el día siguiente.

18 de junio de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS Ingreso a la Escuela Naval. II

El día siguiente me presenté en la Escuela con mis escasas pertenencias, encontrándome con que la misma estaba casi sola, ya que los cadetes estaban de vacaciones y lo que había era obreros haciendo reparaciones y trabajos de ampliación, debido a que por primera vez la Escuela iba a recibir un número tan alto de aspirantes y hubo que adaptar las instalaciones y equipos para ese acontecimiento.

Solo permanecían en la Escuela unos 15 cadetes de diferentes cursos que esperaban el regreso de las autoridades para determinar si se iban de baja o repetían año, ya que la mayoría estaban aplazados. Estaban castigados por causas disciplinarias y muy pocos, por retiro voluntarios.

Al no tener superiores que los supervisaran, estos cadetes rebeldes hacían de las suyas en la Institución, no cumplían horario, se divertían en la piscina y en el Casino, dormían hasta tarde y en general, estaban de su cuenta, solo refrenados por los Oficiales de Guardia. Cuando yo llegué se alegraron de recibir a una víctima y entonces decidieron hacerme un “bautizo”, tal como estaba programado para los “nuevos”.

Al día siguiente de mi llegada, en horas de la mañana, tres de los sin ley me sometieron a un Consejo de Guerra que empezó con la simulación de un examen médico por uno de ellos y me recetó 5 cucharadas de aceite de ricino, unas gárgaras de limón y unas pastillas purgantes de acción rápida.

De seguidas vino la parte física de subir una cuerda de 8 metros, trote con 4 fusiles al hombro, salto de rana y finalmente lanzamiento del trampolín de la piscina y hundimiento de cabeza hasta que tragara agua. Yo aguanté todo esto con estoicismo, pero me gané un enemigo que me duró todo el tiempo que estuve en la Institución. En efecto, un cadete de apellido Yánez, mofletudo y pesadote era quien más insistía en hundirme en la piscina, pretendiendo ahogarme y cuando yo me lancé , me agarró por los hombros y me hundió en la parte más honda de la alberca. Yo me hice el loco y aguanté que me hundiera, pero al llegar a la parte más profunda, me fui al fondo, que tenía 4 metros, pero me lo llevé conmigo agarrándole por los pies y me quedé abajo aguantando la respiración, como hacía en la playa de Río Caribe y cuando transcurrieron dos minutos aproximadamente, el hombre empezó a patalear para que lo soltara, pero yo me mantuve firme y solo lo aflojé cuando calculé que había tragado bastante liquido. Hubo que sacarlo y ponerlo boca abajo para que botara el agua. El hombre se declaró mi enemigo y como él era cadete de tercer año, por cualquier cosa me imponía un castigo severo. Después de la piscina me mandaron a la Barbería y me dejaron pelón completamente..

A partir de esa fecha, yo me convertí en uno de ellos y como el cadete de mayor antigüedad era el carupanero Humberto Angrisano, yo era su ayudante de campo y lo acompañaba en sus correrías. incluyendo en incursiones a la bodega de la cocina para rapiñar potes de dulces de durazno, manzanas y otras frutas, debiendo comerlas en su totalidad para no dejar huellas. Así pasó el tiempo, hasta llegar a la fecha señalada para el ingreso general.

Ese 4 de Octubre de 1.948 fue un día de gran actividad en el Instituto, dándole los toques finales para recibir los aspirantes, quienes venían, en su mayoría, acompañados por sus padres, quienes querían ver su ingreso y como los incorporaban al batallón de cadetes. Eran 150 aspirantes, pero los acompañantes triplicaban con creces esa cantidad, pero como la capacidad del patio de formación era insuficiente para recibir a tantas personas, no se permitió la entrada de los familiares, quienes coparon la calle Los Baños y durante varias horas se oían los llamados de atención a los hijos para despedirse de ellos y lanzarle besos y mensajes. Como en el grupo abundaban los participantes de 15 ó 16 años, que nunca habían salido de sus casas y se cobijaban con los padres, el estallido de llantos de madres e hijos era lastimero y a las 2 de la tarde se cerraron las puertas y comenzó para nosotros una nueva vida, con sus alegrías y sinsabores.

17 de junio de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS Ingreso a la Escuela Naval. I

En la Segunda Quincena de Mayo de 1.948 salió en la prensa el Listado de los Aspirantes a Cadetes de la Escuela Naval y las fechas y lugares donde se realizarían los exámenes correspondientes. Me dio una gran alegría aparecer en dicha lista, pero me bajó el entusiasmo el hecho de que el número de Aspirantes era de 700, para aceptar 150 y en las conversaciones de grupos me decían que eran familiares de políticos, militares y personas encumbradas. Eramos muy pocos los que como yo, no teníamos a ningún conocido, ni ascendencia militar. Pero ya la decisión estaba tomada y yo confiaba en mis conocimientos y aptitudes.

Los exámenes se realizaron en tres días seguidos en el Centro de Adiestramiento Naval en Catia La Mar y se nos informó que los resultados se publicarían por la prensa en la Primera Quincena del mes de Julio.

Yo me reincorporé a mi trabajo y quedé a la espera de la publicación, que efectivamente, salió en “El Nacional” y “El Universal” el día 14 de Julio y mi emoción fue inmensa, al ver mi nombre en la Lista de 150, con el número 13 entre los aceptados.

En la noche fue la celebración por el hecho de haber sido seleccionado y yo tenía una gran amistad cultivada en las diligencias, con el paisano Yoel Farías Barazarte, hermano de mi amigo Emilio y sobrino de los hermanos Barazarte, que tenían el Laboratorio Farmacéutico Tropical que funcionaba frente a la Fábrica y también con Enrique Zambrano Rincones, hijo de un TTe. Coronel del Ejército. Los tres fuimos aprobados y los Zambrano nos hicieron una bonita fiesta que incluyó una cena. El grupo de amigos nos acompañaron y entre ellos un enfermero del Hospital Militar y Naval, que me nombró padrino de un hijo que acababa de nacer, al cual no he visto más nunca y ahora debe tener 58 años. Estábamos muy contentos y por mi parte me aboqué a cuadrar la forma de cubrir mis gastos hasta la fecha de ingreso, ya que había renunciado al empleo y con las prestaciones sociales, cuyo monto era exiguo, debía pagar la pensión y comprar algunas cosas del equipo que me faltaban. Regalé ropa, zapatos, libros, trajes, camisas, ropa interior y todo lo que no necesitara en la Escuela.

Los números no me cuadraron, porque debía cancelar Bs. 70.oo semanales de pensión y cubrir otros gastos personales y como el ingreso a la Escuela era en fechas establecidas en días seguidos, según el sitio de procedencia, y ya se había fijado como fecha límite el 4 de Octubre para la incorporación de mi grupo, se me ocurrió irme a la Escuela, con el periódico donde figuraba mi nombre, para pedirle al Oficial de Guardia, aceptara mi ingreso adelantado en tres semanas, sincerándome sobre la carencia de recursos para pagar la pensión por ese lapso. Me atendió el Alférez de Navío Alvaro Del Castillo, quien analizó el caso y después de pensar bien al asunto, autorizó el ingreso adelantado.

16 de junio de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS Transporte Público de Caracas. I

Cuando llegué a Caracas en Abril de 1.947 estaba en pleno auge el proceso de descentralización de la población del casco central hacia la periferia. Las familias pudientes se trasladaban hacia las urbanizaciones lujosas que entonces se levantaban hacia el Este de la ciudad, dejando el casco central como zona comercial. La clase obrera y marginal, que llegaba en gran volumen del interior del País y aún de países vecinos, obligaba a buscar medios de transporte para esa masa abigarrada de personas que aumentaba diariamente. Ni el tranvía ni el trolebús eran suficientes para le demanda de los habitantes del Centro y antes por el contrario, se les acusaba de ser causa de obstrucción del tráfico y terminaron siendo eliminados el año siguiente.

El servicio de transporte era prestado, por concesión del Municipio, por empresarios particulares que cubrían diferentes rutas, con mediana eficiencia, pero que por lo neurálgico e importante de dicho servicio, se creó una Empresa Oficial que con unidades nuevas, asumió la responsabilidad del transporte de pasajeros comenzó en toda Caracas. Recuerdo que eran autobuses pintados de verde, muy modernos para entonces, que eliminaron los colectores y emplearon un sistema de tickets o cartón de 10 pasajes, que iban perforando los choferes, a medida que se usaban

Para entonces gobernaba el País una Junta de Gobierno presidida por Rómulo Betancourt, producto de un movimiento subversivo de civiles y militares que derrocaron al General Isaías Medina Angarita, el 18 de Octubre de 1.945. Los civiles estaban representados por el Partido Acción Democrática, a quien le tocó un gobierno difícil, ya que el pueblo confrontaba múltiples necesidades y no había suficientes ingresos para afrontarlos, no obstante que se intensificaron las actividades petroleras y se aumentaron los impuestos y participaciones por ese concepto.

Los partidos políticos que hacían vida activa y otros que se crearon, estaban preparándose para realizar sus respectivas campañas electorales para un proceso popular de elección directa que se efectuaría en Diciembre de 1.947 con los candidatos que ya se conocían de Don Rómulo Gallegos por Acción Democrática, Dr. Rafael Caldera por Copei y y el Dr. Gustavo Machado por el Partido Comunista, aparte de otros candidatos folklóricos que se lanzaban sin esperanza de ganar.

Caracas bullía de actividad, de alegría, de gente que buscaba posicionarse. El caraqueño tenía un dejo en el tono de voz que lo identificaba rápidamente e igualmente los marabinos con su sonsonete, los orientales con su hablar veloz y su pronunciación, confundiendo las eles y las erres y los llaneros desenvueltos e igualitarios, más el habla serio y respetuoso de los andinos y los colombianos, dio a los nuevos caraqueños una entonación difícil de reconocer y si se suman los gestos, actitudes y carácter de los españoles de distintas provincias, los portugueses huraños y poco comunicativos y los alegres italianos, que se expresan tanto con las manos como con la lengua, se formó una amalgama de idiomas y surgió uno nuevo que todavía se conoce por sus características especiales

La población seguía aumentando y las familias de escasos recursos se ubicaban en los espacios vacíos, al pie de los cerros y muy pronto se subieron a ellos como si estuvieran reptando hacia arriba. Las viviendas improvisadas se establecían guardando ciertas distancias unas de otras, pero al poco tiempo se densificaban y nacían barrios compactos que crecían cada día más creando graves problemas de servicios y gobernabilidad.

Yo me desenvolvía en el área central dejando pasar el tiempo para que se me diera el tan ansiado ingreso a la Escuela Naval, preparándome al efecto para los exámenes correspondientes y ahorrando para adquirir el equipo que se exigía llevar. De mi trabajo venía a la pensión a estudiar y como ya había hecho amistad con otros aspirantes, nos reuníamos con frecuencia en las casas de ellos para intercambiar noticias.

15 de junio de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS. Las nuevas construcciones y avenidas.

Cuando yo llegué a Caracas en el año 1.947, la ciudad contaba con una población considerable, pero no llegaba al millón de habitantes, pero estaba en pleno auge de expansión y remodelación de áreas. Ya se había construido la Reurbanización El Silencio, obra de envergadura, realizada con todas las limitaciones de la Segunda Guerra Mundial, que ameritó la erradicación de un barrio sórdido compuesto por ranchos y viviendas improvisadas. Igualmente la construcción de los liceos “Fermín Toro” y Andrés Bello”, Aplicación y Luis Espelozín, así como varios Grupos Escolares identificados con los nombres de Repúblicas Latinoamericanas.

Recuerdo que el proceso se inició con la construcción de la Avda. “Andrés Bello”, que va desde la Florida hasta las inmediaciones de San Bernardino. Hubo que demoler viviendas, barrios enteros, construir drenajes, dotar de los servicios esenciales y propiciar la aparición de nuevas Urbanizaciones. Así aparecieron: Guaicaipuro, Las Palmas y Santa Rosa, el Mercado de Guaicaipuro, el Hospital Ortopédico Infantil y otras obras más.

Después vino la construcción de Avda. San Martín, que motivó la demolición de ranchos y antiguas viviendas que presentaban graves deficiencias. Dieron paso a la Maternidad Concepción Palacios, los Edificios del Banco Obrero, la Plaza Gervasio Artigas y desarrollos diversos y vino a comunicar a Caracas con las Urbanizaciones aledañas de Bella Vista y Artigas, Vista Alegre y El Atlántico. La Avenida Nueva Granada, unió Puente Hierro y el Cementerio con Los Rosales, la Avda. Victoria, la Avda. Roosevelt, Los Chaguaramos y Santa Mónica. Igualmente estaba en construcción, la Avda. España en Catia, la Avda. Sucre, también en Catia, la Intercomunal de El Valle, la Avda. Intercomunal de Antimano, la Avda. Fuerzas Armadas, la Avda. O! Higgins o La Paz, La Cota Mil, la Cota Novecientos Cinco y otras vías imprescindibles para el desarrollo de la ciudad. La Avda. Urdaneta, en el Centro de Caracas, se prolonga desde el Palacio de Miraflores hasta la entrada de la Urbanización San Bernardino. La construcción de esta vía afectó una cantidad de inmuebles antiguos del Casco Colonial de Caracas. Se salvaron muchos, tales como la Casa del Correo, la Escuela de Música, la Iglesia de Santa Capilla, el Banco Central, el Edificio Karam y muchos más, pero, lamentablemente, sucumbieron bajo la picota, casas que eran reminiscencia del pasado colonial de Caracas, tales como el Colegio Chávez y otras.

En muy poco tiempo la población alcanzó el millón de habitantes y se hizo un acto en la Plaza Diego Ibarra, celebrando ese acontecimiento. El crecimiento de Caracas fue vertiginoso. La inmigración interna como la externa atrajo una enorme cantidad de personas, las nuevas construcciones emergían por doquier, se demolían casas antiguas, se acabaron rápidamente las famosas “casas de vecindad”, las viejas construcciones y las casas ruinosas de los aledaños. Las familias de clase alta y de buenos ingresos, fueron emigrando a Urbanizaciones lujosas como El Paraíso, la Florida La Castellana, Country Club, la Floresta y los integrantes la clase media alta se mudaron a las Urbanizaciones emergentes de San Bernardino, el Conde, las Acacias, la prestigiosa Altamira, los Chaguaramas, Santa Mónica, los Palos Grandes, Vista Alegre, Prados del Este, la Trinidad, Las Fuentes, los Rosales, el Prado de María, Los Dos Caminos, la Avenida Victoria, El Pinar, Santa Eduvigis, los Caobos y numerosos Edificios diseminados por toda la ciudad.

La ciudad bullía de actividad, cada día aumentaba su población, la oferta de trabajo crecía en forma desmedida, aumentaba el nivel de vida de la gente, mejoraba la calidad de la alimentación, la salud, la educación y el vestido, pero un gran porcentaje de los habitantes de Caracas no podía gozar de los beneficios que le ofrecía la ciudad emergente, muy especialmente en materia de vivienda y se veían obligados a recurrir a la ocupación de los espacios vacíos en las zonas aledañas, creando así núcleos de población marginal, carentes de todos los servicios y propiciando su crecimiento en forma desmedida. El primero de esos Barrios fue el 18 de Octubre, que ocupó todo el cerro de Los Flores de Catia y vino a unirse con la Cañada de la Iglesia, Monte Piedad y el Observatorio.

Hacia el Oeste se desarrolló una cadena de viviendas improvisadas o ranchos, que se extendían desde Gramoven hasta Pro Patria, ocupando desde el piedemonte hasta cerro arriba que se fueron densificando hasta formar un abigarrado conjunto de ranchos que carecen de servicios de agua, cloacas, calles, aseo urbano y otros servicios esenciales.

Igualmente se extendieron estos barrios a los cerros de El Atlántico, el Valle, Artigas, Gramovén, Carretera Caracas-La Guaira, Los Flores de Catia, Cútira, Altavista, Lídice, Agua Salud, Las Mallas y un sin número de Barrios más, incluyendo entre ellos a las decenas de aglomeraciones de personas que invadieron las áreas de terrenos de Petare.

El crecimiento de estos barrios no se ha detenido nunca y con ello se han fomentado los vicios, carencias, deficiencias y problemas que sería largo de enumerar y desglosar en un aparte.

11 de junio de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS-El Casco Central II

La cuadra de Monjas a Principal, paralela a la Plaza Bolívar contaba con el Edificio Rialto, donde existía el cine del mismo nombre y el Edificio de la Cancillería, famoso por haber servido de cárcel, hospital y lugar desde cuya ventana se arrojó el Presidente Cipriano Castro a raíz de un temblor.

En la esquina funcionaba el Cine Principal, especializado en la presentación, en vivo y en películas, de artistas mexicanos, siendo de destacar: Jorge Negrete, Tito Guizar, Tony Aguilar, Pedro Infante y muchos más.

El terreno donde está la Plaza Bolívar, fue utilizado, después de la fundación de la ciudad, como Plaza Mayor y posteriormente, como Mercado, remodelado muchas veces y en la última de ellas fueron construidas unas arcadas con pretensión de obra de arte. Este Mercado duró muchos años, hasta cuando se decidió destinarlo para Plaza Bolívar, para darle lustre al héroe. Previamente se construyó el Mercado de San Jacinto, un recinto muy concurrido, que contaba con un buen abastecimiento de productos de la alimentación diaria.

Igualmente en la manzana delimitada por las esquinas de San Francisco, Monjas, Bolsa y Padre Sierra existía un convento de monjas carmelitas, que fue demolido para construir en su lugar el Capitolio Federal, que ya existía en la fecha de mi llegada y que fue escenario de las festividades de la toma de posesión del Presidente Rómulo Gallegos, quien había sido electo en unas consultas populares realizadas el año 1.947. Yo, como habitante de Caracas, no podía perder la oportunidad de ver cerca un acontecimiento como ese y muy temprano fui a ubicarme en la acera de Bolsa a Padre Sierra, donde colocaron en toda la orilla, obstáculos para contener al público y evitar el acceso al Capitolio, donde estaban presentes las altas autoridades y los representantes de países extranjeros. Cuando habían transcurridos unas 4 horas y el sol empezó a pegar de frente, surgieron los desmayos y caídas. Entre los caídos estaba yo y dos forzudos policías militares me sacaron en vilo y en un vehículo oficial me llevaron al Puesto de Socorro, donde me desperté sobre una camilla y gracias a una pastillita roja que me colocaron bajo la lengua. Esperé un rato y en un descuido del personal, me bajé de la camilla y volví a pie a reclamar mi lugar de observación hasta tanto terminó el acto.

Estos sitios citados a toda prisa y en forma somera constituía el casco de la ciudad y el nervio vital de la misma. Para entonces daba gusto recorrer Caracas a pié, viendo y admirando sus sitios más interesantes, sus paisajes, sus monumentos y reliquias históricas. El tiempo se me hacía corto para recorrer sus calles, sus iglesias, monumentos y sitios recreativos y cada vez me entusiasmaba más con ella y la sentía como mía.

9 de junio de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS-El Casco Central I

Inicio mi descripción del Centro de Caracas para Octubre de 1.947, cuando ya me asenté en el trabajo localizado en La Pastora, entre las esquinas de Paraíso a Poleo, y en la habitación de la Pensión Marina ubicada de Pedrera y Marcos Parra. Al salir de la pensión te encontrabas de frente con la famosa Ferretería “Restrepo”, teniendo en la izquierda una Sastrería. En ruta hacia el Este existía una casa colonial con zaguán, donde funcionaba un Consultorio Médico muy concurrido, ya que lo atendía un ginecólogo llamado Alvarenga, quien cobraba barato y era acertado en sus diagnósticos. A continuación estaba un galpón, producto de 3 casas demolidas, donde funcionaba el Diario “El Nacional” desde Agosto de 1.943. Durante horas de la tarde y parte de la noche, ese local bullía con el revuelo de los periodistas y operarios que preparaban la edición del día siguiente y el reparto del Diario a nivel nacional. Recuerdo los nombres de periodistas de fuste, muy conocidos en todo el País. Como eran; Miguel Otero Silva, Abelardo Raidi, el Chato Candela, Guillermo Tell Troconis, Federico Pacheco Soublette, Rafael Pineda, Morrocofin, Franklin Whaite y muchos más Los veía con envidia, ya que siempre tuve aspiraciones de pertenecer a un staff de periodistas de un diario tan importante, con ese dinamismo y tendencia izquierdizante.

En ambos lados de la cuadra existía una variedad de negocios, pequeños y medianos que culminaban con un Bar Restaurant. Al cruzar a la cuadra se empalmaba con una callecita que daba a la Esquina de Mercaderes, donde también se ubicaban pequeños negocios, resaltando el Edificio del Hotel “Guimera”, un establecimiento que vino a suplir en algo al Hotel Majestic, recientemente demolido y al fondo se divisaba las edificaciones de “El Silencio”.

Entre Bolsa y Pedrera se construyó un Cine, llamado El Imperial, también utilizado para espectáculos y allí recuerdo que se presentó un fakir llamado Urbano, que duró 40 días sin ingerir liquido ni alimentos acompañado de una culebra en una caja de vidrio. Al frente había un estacionamiento de vehículos donde alquilaban carros con y sin chofer y además una famosa Sastrería llamada Ramírez, En la esquina funcionaban las oficinas de las empresas: Electricidad de Caracas y Luz Eléctrica de Venezuela, respectivamente. Estaba una ceiba y desde la Avenida Bolívar remataba un túnel.

La cuadra siguiente, estaba formada por la Universidad Central de Venezuela y colindaba con la Iglesia de San Francisco, con la célebre Ceiba del mismo nombre y en toda la manzana del frente se construyó el Capitolio Nacional, donde funcionaban las cámaras legislativas de Diputados y Senadores.

Desde la Esquina de la Bolsa hacia el norte venía la cuadra de los Cines, comenzando con el Cine Continental y luego El Ayacucho. En la Esquina de Padre Sierra, donde se decía que había nacido el Generalísimo Francisco de Miranda, se construyó un Edificio, donde funcionaba entre otras cosas, la Estación de Radio “Continente” que presentaba shows de artístas extranjeros que atraían un numeroso público, ya que era gratuito. En todo este sector y en la cuadra diagonal siguiente existían bastante joyerías y talleres de orfebrería, igualmente funcionaba un cine muy famoso llamado Capitol, el Restaurant Petit Pelayo y en toda la esquina de Las Monjas se encontraba el Edificio La Francia, dedicado íntegramente a la venta de joyas y piedras preciosas. Casi en la esquina de Padre Sierra había un Pasaje identificado como Pasaje Capitolio con numerosos negocios y que remataba en la cuadra siguiente, donde funcionaba el Hotel El Conde.

Entre las esquinas de Gradillas, La Torre, Monjas y Principal, formando una manzana, se encuentra la Plaza Bolívar, eje y centro de la fundación de Caracas, ya que allí se realizó el 25 de Julio de 1.565 el acto protocolar que dio al sitio la conformación de ciudad, de parte de su fundador, Don Diego de Lozada.

7 de junio de 2010

QUE ME HÁ DADO CARACAS Buscando Casa y Trabajo

Continuábamos buscando casa, viendo diferentes ofertas, hasta que Jesús Alemán, un paisano y viejo conocido, nos consiguió una ubicada en Monte Piedad, que satisfizo nuestras aspiraciones, pero que tenía el problema de que estaba ocupada y los dueños pedían un plazo de tres meses para desocupar. Aceptamos la condición, pero yo sabía que mi tía lograría la desocupación en menos tiempo. Firmamos el documento de compra, entregamos la mitad del valor y constituimos una hipoteca especial de primer grado, con vencimiento a un año y uno de prórroga por la otra mitad.

Resuelto parcialmente el problema de vivienda y ya definido que debía esperar un año para mi ingreso a la Escuela Naval, decidí continuar en la Pensión Marina, para lo cual pagué dos meses adelantados y me acomodé en mi habitual dormitorio. Tenía que empezar a hacer diligencias para buscar trabajo y todos los días, bien temprano, me compraba el periódico Ultimas Noticias para revisar las ofertas de empleo y a la semana conseguí una colocación en la “Zapatería Curamichate”, en la esquina del mismo nombre, como cortador y costurero de zapatos para niños. Aunque el sueldo era bueno para entonces, el horario era extenuante y la zona era sucia y abandonada

Encontré una mejor oferta en la Zapatería “Pepito”, localizada entre las esquinas de Gradillas a Sociedad que para mí tenía la ventaja de que en la esquina de Sociedad había varias Academias y yo me había inscrito en la Academia de Dibujo Técnico “Mimó Mena” y simultáneamente en la Academia Espada, donde estudiaba Contabilidad y Auditoría.

Con toda la limitación de ingresos, me sentía bien, salvo en un lapso en que acepté una invitación de mi paisano Rafael “Cristeta” Salazar, quien me invitó a que me abriera por mi cuenta, contratando con él los cortes de su zapatería y recibiendo los trabajos que me llegaran y que el producto de ese trabajo era mío. Que por el dormitorio no me preocupara, ya que el local era grande y podía colgar una hamaca. Como quiera que en esos días había tenido un disgusto con mi tía y la familia, me gustó la proposición y me vine.

La zapatería estaba ubicada entre Esmeralda a Brisas de Gamboa en San José y por allí había de todo: abastos, carnicería, panadería, restaurantes, bares, fruterías y por la calle pasaban diversos vendedores que voceaban sus mercancías. Había un panadero que repartía el pan a domicilio, los periódicos y la leche, que venía en frascos de vidrio con un contenido de medio litro y un litro. No sé porqué, esa leche me parecía más sabrosa.

Como las familias no tenían carro, el medio de transporte era el autobús. Por cuya causa el tránsito era fluido. Las diligencias cercanas se hacían a pié y si acaso algo molestaba al caminante era los chaparrones de agua que caían de manera imprevista y copiosa.

El asunto empezó a marchar de maravilla. Diariamente me quedaban mis Bs. 20.oo ó 30.oo y almorzaba en un Restaurant de Portugueses llamado Coimbra, donde se almorzaba bien con 4 o 5.oo bolívares y cuando no tenía plata, comía de fiado, dejándole como garantía, mi titulo de manejar, que era la única propiedad que tenía. Menos mal que siempre pagaba y recuperaba mi documento.

En el local de zapatería trabajábamos en el día y en la noche, cada quien quedaba en libertad para hacer diligencias personales. Yo me iba a la Academia de Dibujo y a la Escuela de Contabilidad del Profesor Espada. Para eso me trasladaba usando el autobús o si había tiempo me iba a pié. El trabajo de zapatería en principio fue remunerativo, pero irregular, debido a que dependía de los encargos que me llegaban y a veces escaseaba. En la Plaza de Candelaria estaba en construcción un Edificio propiedad de la Familia París y permanentemente tenía un aviso solicitando obreros y un día que pasé por allí y estaba escaso de dinero y que ya estaba descontento del trabajo, me acerqué a la Oficina de Administración para recabar información sobre la obra, la remuneración y el horario de trabajo. Me entrevistó un señor que posteriormente fue mi amigo, de nombre Américo Segovia, con quien me puse de acuerdo para el ingreso el día siguiente. Me fue muy bien en esa actividad, ya que debía ayudar al Sr, Segovia en la elaboración de nómina y reportes al Gobierno sobre la aplicación de la nueva Ley del Seguro Social Obligatorio. Como a los dos meses vi un aviso en el Diario “Ultimas Noticias” donde solicitaban un costurero en la Fábrica de Carteras Princesa. Asistí al aviso y me dieron el empleo, con sueldo de Bs. 11.oo diarios, lo cual me permitió mudarme de nuevo a la Pensión Marina, donde gozaba del aprecio de los dueños y los empleados. Me volvió la confianza, la fábrica quedaba cerca, tenía asegurada la alimentación, el trabajo era fácil, me vinculé rápidamente con el personal, que llegaba a 60 personas, comencé a asistir a reuniones y fiestas particulares que con frecuencia organizaban las muchachas que cumplían años o tenían cualquier motivo para celebrar.

4 de junio de 2010

QUE ME HÁ DADO CARACAS Entrega de documentos

Regresé a mi pensión para almorzar y prepararme para llevar mis documentos a la Comandancia de la Marina, que estaba ubicada en el primer piso del Bloque No. 3 de El Silencio, en la entrada de Doña Francisquita. Bien temprano me fui a la Comandancia y tuve que esperar un rato y luego me pasaron a la oficina de un Oficial, quien revisó los papeles y me dijo que me faltaban varios documentos y que debía apurarme porque quedaban muy pocos días para cerrar la inscripción.
Inmediatamente escribí a Río Caribe para solicitar los documentos que me faltaban y buscar aquí en Caracas los recaudos que podía lograr. Conseguí muchos de ellos, pero no todos y entre tanto iban pasando los días hasta que se venció el plazo y el mismo Oficial de la Comandancia, en una de mis visitas me dijo que era mejor esperar el siguiente año y que fuera recopilando todos los documentos y equipos que debía aportar en el ingreso.
Seguí recorriendo los alrededores de la Pensión donde estaba alojado. En mi incursión anterior llegué hasta la Esquina de Solís, donde me detuve un rato viendo el movimiento de la Panadería Solís y de los negocios instalados en sus alrededores. Me dirigí hasta la esquina siguiente en la vía hacia la Plaza Bolívar y que era identificada como Esquina de Muñoz. Pasé por el Diario La Esfera y llegué hasta el final de la cuadra, donde funcionaba un negocio de Heladería llamado Alaska y a mitad de cuadra había un Bar y Restaurant identificado como Bar Muñoz, donde todas las noches se reunían grupos de jugadores de dominó que gozaban de la fama de ser los mejores de toda Caracas y me gustó acercarme allí para ver los juegos y las discusiones entre los jugadores.
En la esquina de Muñoz crucé a la derecha para no alejarme mucho de la pensión. Como es normal, en ese tramo de vía, habían bastantes negocios de diferentes tamaños y al final de la cuadra estaban: la Farmacia Muñoz, el Bar Pedrera, un Abasto grande y en la esquina transversal estaba instalado un negocio de Fotografía llamado Sol y Sombra, donde en la semana acudía un público normal, pero los domingos en la mañana se llenaba con los niños y sus familiares que tomaban la Primera Comunión o recibían el Bautismo.
Una vez resuelto este asunto y mi resignación a la espera, fui a buscar a mi tía Paela para iniciar los trámites de compra de una casa para alojarnos todos, incluyendo a mi hermana Juanita, que salía graduada de la Escuela Nacional de Enfermeras. Ella me informó las diligencias que estaba haciendo por intermedio de nuestro paisano Jesús Alemán, quien estaba trabajando provisionalmente en el negocio inmobiliario. Ella estaba viviendo mientras tanto en una habitación alquilada a Luisa Carmen Martínez en Los Flores de Catia. Le entregué los Bs. 5.000.oo que traje de Caripito y al informarle que estaba alojado en una pensión, fue de opinión que nos mudáramos todos a la habitación y ahorráramos el pago de la pensión. Estuvimos así unas tres semanas, revisando El Universal y Ultimas Noticias para ver si salía alguna casa. En ese ínterin salió un aviso de un señor que solicitaba a una familia o una señora para que le cuidara la casa y especialmente una jauría de 4 perros y una cuerda de gallos de pelea, ya que él debía de salir muy temprano para abrir una carnicería que tenía en el Este. Paela se entrevistó con el señor y nos aceptó en la casa, donde teníamos la comida segura y un alojamiento sin pago alguno.

3 de junio de 2010

QUE ME HÁ DADO CARACAS Mi primer recorrido

Me levanté temprano y me bañé y afeite, pasando a recorrer los alrededores para ver el entorno de mi localización. La pensión quedaba entre las esquinas de Pedrera a Marcos Parra y hacia esa esquina me dirigí, sin cruzar la calle.
Al lado de la pensión estaba una casa de chinos, utilizada como lavandería y muy cerca de la entrada pusieron una cafetería y venta de arepitas y frituras. Seguidamente había un edificio de 4 pisos y en la planta baja montaron un negocio de Fuente de Soda con venta de arepas, empanadas, tortillas, huevos fritos, café y demás artículos. Era una Cafetería de categoría y tenía por nombre; Fuente de Soda Limongi. Tenía dos frentes: Uno que daba a la Calle Norte Sur y el otro a la calle que la separaba del Liceo “Fermín Toro”.
Me detuve un rato en la esquina, viendo el entorno, que incluía las escalinatas del Calvario, la Farmacia Latina, la Urbanización El Silencio y la gente que pasaba, autobuses en circulación, vendedores de periódicos, estudiantes que entraban y salían al Liceo “Fermín Toro” y en general, me gustó la ciudad, no obstante el ruido y la cantidad de gente en circulación. Me dio curiosidad por conocer la cuadra siguiente y por la misma acera enfilé mi camino con paso lento y ojos inquisidores.
Donde terminaba la Fuente de Soda Limongi, había un recodo que marcaba un ensanche de la calle. En un local viejo funcionaba una zapatería donde se vendían zapatos de hombre, mujer y niños. A continuación me encuentro con un Edificio de unos 4 pisos, denominado Edificio Meyer, recién terminado, donde la Planta Baja y el Primer Piso tenía un uso comercial y los otros pisos eran apartamentos para alquilar como vivienda. Tenía una entrada ancha y una redoma interior, con un pasillo techado, donde se ubicaban negocios de diferentes tipos. El local más grande, que daba a la calle, se denominaba Almacenes Meyer y vendía toda clase de telas, casimires, sábanas, toallas y en general, telas y mercadería.
Al lado del Edificio Meyer, existía un local con techo de zinc, donde funcionaba un mercado para la venta de artículos de consumo diario: Carnes, pescados, verduras, frutas, aceites, caraotas, arroz, pastas y azúcar, papelón y en general todo lo necesario para la comida diaria. Igualmente había un Restaurant de venta de Comida Popular. Ese local estaba identificado como “El Mercadito de Solís”. Funcionaba solamente en las mañanas y se abarrotaba de gente del pueblo que allí se abastecía. El renglón más solicitado era el pescado fresco, ya que era renovado diariamente y los precios eran populares. Así, el más caro era el mero a Bs. 5.00, el kilo, seguían el pargo y el carite sierra a Bs. 4.oo y de acuerdo con la calidad, el precio bajaba consecuencialmente. El más solicitado era el corocoro que se vendía a Bs. 1.oo el Kilo y si no madrugabas, era imposible conseguirlo.
Al lado del Mercadito de Solis había un Edificio grande, con mucha clientela, ya que era conocido en todo Caracas y allí funcionaba la Panadería Solis, con pan caliente a toda hora y con exquisiteces de pastelería. Para recorrer todos esos inmuebles e identificar los negocios que en ellos existían, seguí caminando por la fachada norte y me detuve en toda la esquina de Solís para ver el panorama. En el frente estaba el local del Diario “El Heraldo” y más adelante. pero en la misma acera, funcionaba el Diario “La Esfera” y muy cerca, las oficinas del Diario “Ahora”. De esa esquina, hacia abajo, comenzaba el barrio llamado Caño Amarillo y en la otra divisé un local donde funcionaba una venta de bicicletas y sus repuestos, propiedad de José Antonio Gil, mejor conocido como “El Mocho Gil”, muy nombrado por su propaganda en radio. Al final de la cuadra se vislumbraba una calle en subida, que daba al Palacio de Miraflores.

2 de junio de 2010

QUE ME HÁ DADO CARACAS La llegada

En el desembarco se formó el acostumbrado revuelo para que cada quien identificara sus pertenencias y luego soportar el acoso de los taxistas, que competían entre sí, para lograr pasajeros para transportarlos a Caracas. Finalmente convine con uno de ellos el viaje expreso, pero sin poder evitar la pérdida de algunos paquetes y encomiendas.
Enfrentamos las, para mi, peligrosas e interminables curvas de la carretera, hasta que llegamos a Catia, donde decidimos en que Hotel o Posada me iba a quedar.
En Caripito me habían recomendado mucho a la Pensión Marina, ubicada entre Pedrera y Marcos Parra, que quedaba céntrica, era barata y sus dueños eran muy buenas personas.
Allí arribamos, pero no había habitaciones desocupadas, por lo cual los dueños me ofrecieron alojarme en una sala común con otros pasajeros, hasta que quedara una habitación disponible. Ajustamos el precio a Bs. 10.oo diarios incluyendo la comida.
Quedé conforme por la solución que me fue propuesta, saqué de las maletas, la ropa y los utensilios más indispensables y cansado del ajetreo, cené y me acosté a dormir, para iniciar el otro día las diligencias que me trajeron a Caracas. Eso fue el día 27 de Abril de 1.947

1 de junio de 2010

QUE ME HÁ DADO CARACAS Viaje hacia La Guaira

A los pocos días los supervisores se enteraron que yo no solo sabía leer y escribir, como sucedía con la mayoría de los obreros, sino que tenía el 6ª grado aprobado y por eso, me cambiaron a otro departamento, donde mi rendimiento aumentó y hasta me dieron un incremento de sueldo.

En ningún momento desmayé en mi propósito de ingresar a la Escuela Naval para ser un digno oficial de la Marina de Guerra de Venezuela y por supuesto, tenía que venirme a Caracas.

El ambiente en Caripito era acogedor. Ya tenía vivienda, asistía al Club de la Compañía, me vinculé con la comunidad, tanto del Campo como del pueblo, participando en actividades sociales y culturales.

Cuando leí en la prensa el aviso llamando a la inscripción en la Escuela Naval, hablé con el Superintendente de la Empresa y le hice conocer mis propósitos y la necesidad de renunciar al cargo. Me felicitó por mi decisión y aceptó la renuncia, ordenando mi liquidación. Con mis ahorros y prestaciones sociales, reuní unos Bs. 6.000.oo y preparé mi viaje a Caracas, pasando primero por Río Caribe.

Compré mi pasaje para La Guaira en primera clase, pagando por él, Bs. 59.oo, le dejé Bs. 400.oo a mi mamá y estuve esperando 18 días que regresara “el vapor” “Guayana”, que ya había hecho escala en el puerto y continuado su viaje hasta Ciudad Bolívar, haciendo escala en Guiria, Pedernales, Tucupita y San Félix y que debía regresar en 8 días.

En ese entonces cuando alguien venía para Caracas, la gente que tenía algún familiar en esta ciudad, aprovechaba la ocasión para mandarle paquetes de dulces, chorizos, regalos y todo género de cosas, a dichos familiares; de allí que en esos 18 días de espera me fui llenando de peroles y cachivaches que no me cabían en el equipaje.

Cuando al fín llegó el barco de regreso, empaqué lo que pude y salí lleno de optimismo, en compañía de un grupo de pasajeros, para seguir ese viaje para La Guaira, haciendo sus respectivas escalas, puerto por puerto, donde la nave tenía que embarcar y desembarcar carga y pasajeros. De Río Caribe fuimos a Carúpano, luego a Porlamar, la Salina de Araya, donde estuvimos 5 días cargando sal, seguidamente Guanta y finalmente a La Guaira.