28 de septiembre de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS - Continuar los estudios

Una vez reubicado en mi cargo en el Banco Obrero, en Junio de 1.958, me tocó reorganizar mi casa de Coche. Compré un juego de pantry con 4 sillas, lavadora, licuadora, pulidora y una serie de cosas menudas. Estuve esperando por varias semanas el carro Vauxall que compré al Maestre Técnico, pero cuando llegó no satisfizo mis aspiraciones y después de solventar la serie de escollos que encontré para su nacionalización, lo vendí por un precio irrisorio y quedé conforme de quitarme ese fardo de encima. Como me hacía falta un carro, le compré a la Jefe del Dpto. de Créditos, un automóvil Buick del año 1.954, que no le daba ni siquiera por la mitad al carro Bick Roadmaster año 1953 que vendí al marcharme a Italia. Me puse como norte realizar dos cosas fundamentales: Terminar el Bachillerato para luego seguir una carrera universitaria y buscar la ayuda médica para lograr tener mis hijos, ya que teníamos 7 años visitando médicos y cumpliendo tratamientos sin poder tener éxito. En nuestro deseo de tener descendencia, acudimos a consulta y exámenes de unos siete médicos ginecólogos e internistas y ninguno encontraba la causa, no obstante que nos sometimos a pruebas tanto mi señora como yo y todos nos encontraban aptos y lo que me mandaban a mí, era tomar Evión por la Vitamina E y a ella otra serie de vitaminas para aumentar su fertilidad. Todos esos exámenes y medicinas costaban dinero y tiempo, por lo que nos proponíamos usar, hasta donde fuera posible, el Servicio Médico que en fecha reciente, había instalado el Banco Obrero y que estaba dirigido por el Dr. Francisco Soto Rosas, quien nos refirió ante el Dr. Hermán Malaret, un ginecólogo joven, recién llegado de un curso de especialización. El Dr. Malaret estudió con detenimiento nuestro caso y le puso especial énfasis en la revisión de las radiografías que le habían practicado a ella en varias fechas y decidió pedir unas nuevas radiografías en otras posiciones y mediante ellas determinó que el problema consistía en que las trompas de Falopio estaban obstruidas y había que practicar una operación quirúrgica para determinar la situación real y actuar en consecuencia. Estaba entusiasmado el Dr. Malaret en completar su diagnóstico practicando él mismo la operación, cuando a los pocos días venía manejando por Roca Tarpeya y repentinamente le dio un ataque cardíaco y murió casi enseguida. Lamentando la situación, acudimos de nuevo a la consulta con el Dr. Soto Rosas, quien decidió que él mismo realizaría la operación y todo se preparó para una fecha inmediata para intervenirla en la Clínica Panamericana, en Catia. En la operación se determinó que la Trompa izquierda estaba totalmente dañada y hubo que eliminarla, dejando solo la Derecha, que estaba obstruida y se liberó completamente. Según su opinión, la operación fue un éxito y que todo estaba a punto para lograr la concepción. Pasaron dos meses y nada de embarazo, por lo que se ordenaron nuevas radiografías, las cuales determinaron que la Trompa que quedaba, se había obstruido nuevamente y la remitieron a consulta con el Dr. Jiménez en la Clínica Cajigal de San Bernardino. Allí le hicieron la Primera sesión de Insuflación, de las cinco que necesitaba. Por cierto que al salir de la Clínica fuimos a almorzar casa de mi tía Paela en Los Magallanes de Catia y cuando entró al baño, mi esposa perdió el conocimiento y se produjo un golpe feo en la boca. Se cumplieron las 5 sesiones de Insuflación y nos quedamos a la espera del resultado y cuando transcurrió el primer mes y no hubo regla, nuestra alegría fue infinita, pero según previo convenio, no dijimos nada, esperando el resultado del segundo mes. Contábamos las horas y los días y al cumplir los dos meses, fuimos a consulta con el Dr. Jiménez, quien confirmó el embarazo y ordenó un reposo parcial. Todos nos alegramos y hacíamos lo indecible para ayudar en ese reposo. Contábamos con la ayuda de una muchacha para las labores de cocina y de limpieza de la casa y eso permitía un mayor descanso de la señora. Una vecina que contrajo matrimonio ya entrada en años, nos recomendó a un médico de la Clínica Centro Obstétrico, de apellido Taborda, quien no obstante lo delicado de su caso, la atendió con gran dedicación y tuvo felizmente un niño lleno de vida y una salud perfecta. Como quiera que nosotros no habíamos tomado ninguna decisión sobre quién sería el galeno que la atendería, acogimos la recomendación de la vecina y la llevamos a control del citado Dr., Taborda, quien gozaba de mucha fama y contaba con una numerosa cantidad de clientes. No tuvimos queja de la atención del Dr. Taborda mientras estuvo bajo su control mensual y como quiera que para entonces no existiera la prueba del ecosonograma para saber el sexo del niño, yo predije con gran énfasis que el parto tendría lugar el día 12 de Octubre, día de la raza y que sería hembra. Cuando se presentaron los dolores de parto, la llevamos inmediatamente al Centro Obstétrico y le avisamos al Dr.Taborda, quien se presentó de inmediato y nos calmó a todos, especialmente a mí, que estaba sumamente nervioso, diciéndonos que ese parto no tenía problemas, ya que se llevó un desarrollo normal. Eso fue como a las 5.00 PM del día 11 de Octubre de 1.952. Empezó el parto y el médico y las enfermeras estaban pendientes de la dilatación y subían a la habitación con frecuencia. El galeno para matar el tiempo, empezó a escanciar sus tragos de whisky y cuando el parto se iba retardando al bajar la velocidad de las dilataciones, corrí a avisarle al médico, quien bajó todo preocupado y ordenó el traslado de la parturienta al pabellón, para practicarle una cesárea, la cual se realizó con todo éxito y la niña nació a la 1.40 AM del día 12 de Octubre de 1.962, Día de la Raza. A partir de allí todo fueron celebraciones, brindis, regalos, ramos de flores, telegramas de felicitación, pasillos llenos de gente y un desfile de amigos y familiares que aspiraban apadrinar a la recién nacida. Cumplida parcialmente mi primera aspiración, le dediqué tiempo y preocupación a los estudios. Preparé una carpeta con todos mis recaudos y los presenté en el Ministerio de Educación para la revalidación de los estudios efectuados en la Escuela Naval de Venezuela. Me dieron como totalmente aprobado el Primer Año de Bachillerato, así como materias del Segundo y Tercer Año, por lo que debía presentar por Libre Escolaridad varias materias de Segundo y Tercer Año. Comenzó entonces mi odisea de ir preparando materias de Segundo y Tercer Año, Estudiando algunas por mi cuenta y otras con ayuda de Profesores, que tuve que pagar por mi cuenta. Transcurrido un año, tenía todas las materias del Tercer Año de Bachillerato aprobadas, con excepción de Física y Química y la Dirección del Liceo José Gregorio Hernández (Nocturno del Liceo Fermín Toro) accedió a inscribirme en el Cuarto Año, pero con el compromiso de presentar la constancia de aprobación de esas materias, antes de comenzar los exámenes finales del año siguiente. Así lo hice, mis días transcurrían de un trajín a otro. Desde la mañana comenzaba mi labor con preparar la comida del mediodía, que se llevaba en un termo de compartimientos separados y luego salir para el trabajo en el Banco Obrero, pero antes debía comprobar el estado de la niña, cuya salud era precaria y su madre debía trasnocharse para atenderla de la presunta enfermedad de asma. Me tranquilizaba un poco, el hecho de que en la casa vecina, vivía mi hermana Juanita, que es enfermera y mi cuñado, que era médico, pero no pediatra. Muchas veces me iba preocupado, dejando a la niña con fiebre y la mamá también quebrantada de salud con otros achaques. En el Banco Obrero me tocaba trabajar duro para hacerle frente a las diversas actividades que se presentaban. El Instituto fue mudado desde el Bloque 1 de El Silencio, donde estábamos cómodos, a la Torre Sur del Centro Simón Bolívar y por supuesto, nuestra nueva ubicación nos ocasionaba retardos en las comunicaciones, por estar a expensas de los ascensores, que se usaban, conjuntamente con otros Organismos Oficiales. Duramos como 8 años en esas oficinas del Centro Simón Bolívar, con sus más y sus menos, pero en el entretanto, se produjeron acontecimientos importantes en el ámbito político del País. El más importante fue el derrocamiento del Gral. Marcos Pérez Jiménez y su Gobierno, que ocasionó la sustitución de funcionarios por nuevas figuras. El gobierno emergente, presidido por el Almirante Wolfang Larrazábal no tenía experiencia burocrática y se coló mucha gente desconocida. A la Dirección del Banco Obrero llegó un ingeniero joven, de nombre Raúl Hernández, con buenas intenciones y sin ánimo de propiciar despidos masivos, ni daños al personal. Gracias a Dios que fue así, porque eso permitió mi reingreso a la Institución, en Junio de 1.948. Para entonces el Banco Obrero trabajaba a horario corrido, por lo cual a mediodía solo teníamos media hora para almorzar, por lo cual nos reuníamos un grupo de personal de nuestro Departamento y hacíamos una mesa común, compartiendo en algunos casos, los platos que llevábamos. Inmediatamente de almorzar seguíamos trabajando hasta las 4.30 PM. A esa hora salía para el Liceo Fermín Toro, para asistir a las clases de Bachillerato, que se prolongaban hasta las 11.00 PM. Apenas terminaba la clase, salía para la Esquina de Pajaritos, donde estaba el Estacionamiento, donde guardaba mi carro todo el día. Llegaba a mi casa a medianoche, cuando mi esposa me tenía guardada la cena, que comía con voracidad, después de tanta hambre. Con el escaso sueldo que ganaba, no podía comer en Restaurantes. Esa rutina la cumplía diariamente, salvo los días viernes, cuando ya teníamos pactada para la noche, una sesión de truco en la casa de mi compadre Perucho Cedeño en la Urb, Urdaneta de Catia, acompañada de un suculento sancocho de pescado, gallina o cruzado. Esos viernes yo trataba de jubilarme las últimas horas de clase, a sabiendas de que mis amigos me estaban esperando. Esas reuniones eran para mí un aliciente a mi avasallante trabajo, problemas familiares y permanente limpieza de bolsillo. Éramos un grupo de paisanos y amigos, la mayoría muertos, que gozábamos con los juegos de truco y dominó, además de los cuentos y anécdotas que allí se llevaban. Todos los gastos los compartíamos los participantes y generalmente nuestros ingresos eran muy limitados, por lo que las bebidas eran, ron Cacique con Pepsi Cola, que nosotros llamábamos “Súper Shell con Ica” y las comidas eran “sancochos” de pescado con bastante verduras. Era un ambiente grato, acogedor, con mucho ruido por la calidad del juego y los frecuentes chistes, así como anécdotas del pueblo, viejas y nuevas que se presentaban en la mesa, con gracia y donaire. Allí durábamos horas y no era raro que nos agarrara el amanecer en pleno juego. El grupo era como de 20 personas y cazábamos un día feriado para prolongar la celebración. Trascurrido un año, aprobé mi Cuarto Año de Bachillerato y las dos materias pendientes de la Reválida, me inscribí de una vez para el Quinto Año y preparé mi viaje para pasar las vacaciones en Río Caribe, junto con la esposa y la hija, que estaba bien bonita y crecida. El carro que compré me salió malo y eso me llevó a comprar por medio de la Caja de Ahorros, un carrito escarabajo Volkswagen, que fue la mejor compra de mi vida, ya que me costó Bs. 6.500.oo y por comprarlo al contado me rebajaron el 10 %, o sea que pagué Bs. 5.900.oo.Compré una parrilla para el el techo del carrito y allí colocábamos, además de los equipajes, el corral, el coche y la cuna portátil de la niña. Adentro llevábamos los teteros, el agua destilada, las medicinas y las compotas de la niña. Se entusiasmó con el viaje, mi sobrino y ahijado, el hoy flamante ingeniero Eriberto Echezuría, que tenía entonces 8 años para acompañarnos en el viaje. Salimos a las 8.00 de la mañana con rumbo a Puerto La Cruz, para tomar el Ferry que nos llevaría a la Isla de Margarita. En Puerto La Cruz hicimos nuestra cola y nos embarcamos en el Ferry, que apenas contaba con los servicios esenciales, llegando a Porlamar como a las 8:00 PM, donde no encontrábamos hotel para alojarnos, hasta que un billete de Bs. 50.oo hizo el milagro de conseguirnos una habitación en el Hotel Porlamar, debiendo esperar una media hora, mientras la desalojaba el huésped que la ocupaba y la camarera la limpiara. Finalmente nos ubicamos, bajamos a comer al Restaurant y luego nos fuimos a dormir hasta las 9.00 de la mañana del otro día. En la mañana nos despertó Ana Isabel con unos gritos desesperados y era de hambre. Mi esposa le dio sus alimentos y después bajamos al Restaurant a desayunarnos. Ya vestidos y desayunados salimos en el carro a recorrer la isla, teniendo como principal destino a la Iglesia de El Valle, a objeto de cumplirle a la Virgen una promesa que había hecho mi esposa. Viendo las diferentes calles y avenidas que ya para entonces vislumbraba un emporio turístico, casi sin darnos cuenta llegamos al Valle, un pequeño pueblo con una Iglesia Mínima, donde se aloja una bella virgen que es la Patrona de Oriente y con gran arraigo nacional. Para entonces, se había celebrado el mes anterior la Fiesta de la Virgen, con una numerosa afluencia de feligreses. Estuvimos un buen rato en la Iglesia, mi señora cumplió la promesa, llevó la niña a la presencia de la Virgen y rezó con gran fervor teniéndola en sus brazos. Después tomamos de nuevo el carro y los llevé al pequeño poblado de Las Piedras, un caserío situado a unos 5 Km. de El Valle, donde tuvimos la oportunidad de ir con nuestra abuela Carmen Olimpia en varios viajes de la Fiesta de La Virgen y de gozar de sus sabrosos lugares de recreo y degustar las frutas más deliciosas del mundo, esos baños en el tanque de “La Balcón” y en las pozas del Río San Pedro, son inolvidables y en el camino nos cansábamos de comer guayabas, guamas, riñones, catuches y nísperos. Separados por el Río San Pedro había un grupo de unas 20 casas, organizadas en lo que hoy se llaman fincas vacacionales, con distintos grados de instalaciones, donde además de la o las casas donde vivían los trabajadores, existían sembradíos de nísperos, caña de azúcar, maíz, maya, mamones, tocoperís, naranjas, mandarinas y las joyas de la corona, unos mangos grandes sin ser mangas, dulces como la miel, de pepa larga y delgada. Eran conocidos como “mangos biriteños”, pero después me enteré que eran “mangos piriteños”. Igualmente había mangos chiquitos, que eran más pequeños y con sabor alcanforado, mango Tin, que eran de concha roja, redondos y de carne pulposa. Mis hermanas y yo vivíamos comiendo, con la baca amarilla de mango maduro, con una cachapa en la mano o un balde de nísperos, dulces y pulposos, que no maduraban en el árbol, sino que se cogían pintones y se ponían a madurar. Las fincas tenían una separación de paredes de piedras que se sacaban del río y se ponían unas sobre otras y en cada una de las fincas había dos o tres burros y a escondidas, nos los llevábamos para hacer carreras. Por supuesto, loa codos y rodillas mostraban las huellas de esas carreras. El propietario de la finca donde nosotros llegábamos se llamaba Antonio Pereira y guardaba un lejano parentesco con mi abuela. La casa de él era una quintica con porche y corredores que nos dejaba a nuestra disposición durante los días de fiesta. Los cuidadores de la finca tenían sus casitas de paredes de barro y techo de paja, que cuando llegaba mi abuela veían a Dios con la ayuda de alimentos que ella les traía y la correspondiente ayuda de plata. Recuerdo que entonces vivía la matrona, Nicolasa, madre de las mujeres y abuela de los muchachos. Era cocinera y nos malcriaba con cachapas, arepitas y bollos, La hija Ángela la suplantó en la cocina y la Jefatura de la casa. Su hijo Ángel, que era mi contemporáneo, me acompañaba en las carreras de burro y en los baños de “La Balcón”. Completaba la familia un tío amanerado que hablaba como mujer llamado “Cola”. Cuando salimos de la Iglesia, tomé la vía hacia Las Piedras y al llegar encontré el sitio cambiado, pero preguntando a los pocos vecinos que encontré, logré localizar a los sobrevivientes, que eran Ángela, una hija menor y Colá que estaba viejito, pero aún vivía. Le presenté a la familia y ellos apenas se acordaban, les dejé una ayuda y regresé a Porlamar. Almorzamos en un buen Restaurant y luego fuimos a descansar al Hotel. El siguiente día mi esposa alimentó a la niña y la preparó para salir, buscamos el carro y salimos sin rumbo fijo. Quise ir al Mercado, que recordaba como un sitio alegre y muy margariteño. Entramos al Mercado con la niña en brazos y nos sentamos en un sitio de comida que vimos limpio y con poca gente. Pedimos empanadas de casón, un batido de guanábana y después un café con leche. En ese Marcado se conseguía de todo, pero nosotros no hicimos sino ver, ya que no íbamos a comprar nada, sin embargo, nos llevamos un kilo de dátiles pasados, unos dulces caseros, que incluían piñonates, turrones, cocorrones y suspiros. Decidí llevarlos para que conocieran la Península de Macanao. La carretera estaba un poco mala porque hubo lluvias en la noche. Pasamos por el pueblo de Boca del Río, un típico pueblo pesquero con sus peñeros y lanchas fondeadas, la cantidad de pescado que estaban escalando para el proceso de salado. Las mujeres que gritaban o que sostenían una conversación procaz a todo volumen. Seguimos viendo ese bello paisaje de la Península, sus largas playas y esas planicies yermas y con muy poca vegetación. Llegamos hasta donde era posible con el carrito, dimos la vuelta y regresamos a Porlamar, pasando por San Juan Bautista y los pueblitos intermedios de La Vecindad, El Norte, El Espinal y otros caseríos donde todavía no había llegado el desarrollo turístico y los productos tenían precios asequibles. Almorzamos en un buen Restaurant de la carretera, comimos pescado frito con tostones y ensalada con tomates, cebollas y pepinos. Regresamos a Porlamar, por buena carretera y llegamos al Hotel como a las 5.00 PM con la niña dormida, pero como hacía mucho calor, nos echamos un baño y acomodamos a la menor para su descanso. Yo salí a dar una vuelta a pié y me llevé a Heriberto José para enseñarle el Boulevard, las tiendas y las ventas de buhoneros. Después de ese almuerzo que nos echamos en la carretera, no teníamos hambre, nos tomamos unas cocadas y a las 9:00 nos acostamos. El tercer día en Margarita, volvimos a desayunarnos al Mercado y compramos algunos regalitos para llevarlos a la gente de Río Caribe, entramos a la Catedral de Porlamar, que es bien bonita, emprendimos viaje a Playa del Agua, Pedro González, Guarame, El Tirano y otros pueblos. Lulú no quiso bañarse y eso me quitó a mí el deseo y por consiguiente, Heriberto tuvo que conformarse con la idea de desquitarse en las playas de Río Caribe. Nos llegamos hasta Juan Griego, que ha crecido mucho y tiene variedad de tiendas y ventas de mercancías que no envidian a Porlamar. Almorzamos en un Restaurant con Aire Acondicionado y nos sirvieron un Hervido de Gallina criolla que me supo a gloria y de segundo plato gallina guisada con arroz y plátano frito. De allí salimos al Hotel para que la niña descansara y nosotros prepararnos para el viaje de regreso en Ferry a Puerto La Cruz. Nos levantamos temprano, ya habíamos pagado la habitación y a las 7:00 AM, salimos para Juan Griego a tomar el Ferry, que salía a las 9:00 AM. Nos preparamos para el viaje, que duraba 4 horas, llegamos a Pto. La Cruz como a la 1:30 PM. Comimos algo rápido en el Terminal y seguimos para Río Caribe, pasando por Cumaná y Carúpano. La niña tenía su comida asegurada con sus teteros y sus compotas, así como una carga de pañales y agua para lavarla cuando hubiera necesidad, en cuyo caso yo me paraba en una sombra protegida. Pasamos por Cumaná, Mariguitar, San Antonio del Golfo, Ceresal, Cariaco, Guiria de la Costa, Guaca y Carúpano. Llegamos a Río Caribe como a las 5:30 PM. y allí nos esperaban con la mayor alegría. Mamá agarro a Ana Isabel y la despertó a fuerza de arrumacos, sobraron manos que nos ayudaran a bajar los equipajes y las cosas del carro y nos la llevaran al cuarto que ya teníamos arreglado. Mamá nos tenía preparada una cena pantagruélica con sierra frita, arepas, tajadas, jugos, café con leche y turrón de coco. Yo comí con hambre, Lulú, como de costumbre, apenas picó la comida y mi sobrino y ahijado Heriberto José, comió como un bendito y se le salían los ojos al ver la playa y el mar. No se lanzó al agua, porque era tarde, casi de noche. Nuestra estadía en Río Caribe fue una felicidad. Ana Isabel iba de brazo en brazo. Mi esposa comía como nunca la había visto. Estaba haciendo bastante calor y decidí salir a unos pueblos vecinos para que mi señora los conociera. Preparé el carrito con los alimentos de la niña y salimos hacia Guiria, pasando por Yaguaraparo e Irapa. Tuvimos un nuevo ayudante, ya que Heriberto José no quiso salir del mar y la playa que estaba al frente y allí se forman unos grupos de muchachos que inventan distintos juegos y como Saúl lo está cuidando, estaba feliz. Jugaba béisbol de playa, jugaba trompo y elevaba papagayos. Mi ahijado Manuel el loco, asumió su lugar y nos acompañó en los 8 días que duramos en Río Caribe, a todas las excursiones que hicimos. Como a las 9:00 AM dimos una vuelta por el pueblo para que Lulú lo conociera todo y después tomamos carretera, pasando primero por Guayaberos, donde se fabrican los fuegos artificiales, seguimos a Churupal, Patucutal y otros pueblitos pequeños y grandes, hasta llegar a Yaguaraparo, que entonces era Municipio y ahora es Distrito, darle una vuelta al pueblo, comer patilla, beber coco tierno y seguir a Irapa, ya entrados en el Golfo de Paria y donde el paisaje es distinto, ya que las casas son de estilo inglés por su influencia de la Isla de Trinidad. Las calles se ven solas porque había un sol reluciente y fuerte. No encontramos nada que ver salvo el puerto, cuyas aguas son amarillas, con pocas olas. Hay otros caseríos llamados Yoco y Soro, con sus siembras de coco y una invasión de palometas, que al menor descuido, dejan caer sus desagradables pelos. Buscando otros ambientes seguimos a Guiria, una ciudad más grande, pero más antipática. Allí buscamos un Restaurant, una posada o sitio para almorzar, ya que eran las dos de la tarde. Nos metimos en el mejor y único Restaurant del Puerto, donde escogí un menú en base a camarones, que allí los traen los barcos pescadores que se asientan en el Puerto Libre. Tuvimos que esperar que prepararan los camarones, incluyendo su descongelación. Al fin comimos unos platos no agradables del todo, bebimos café y nos devolvimos a Río Caribe, viendo en las orillas de la carretera, arbustos florecidos de rosas de diferentes colores y en los árboles grandes de jabillos, guamos y otras especies, unos grandes helechos, que por su altura eran inaccesibles. Como estábamos en tiempos lluviosos, las aguas de los ríos discurrían por las quebradas vecinas. Las casas aparecían cerradas por la lluvia y ya la oscuridad se venía acercando. Regresamos a Río Caribe cargados de frutas, cansados del viaje, pero contentos de admirar los paisajes de la angosta Península de Paria y su exuberante vegetación. El tercer día descansamos en Río Caribe. El mar amaneció radiante, con pocas olas y un azul profundo que permitía ver el fondo. Mi esposa se entusiasmó y decidió bañarse en la playa. Naturalmente, yo la acompañé y cuando el sol brillaba esplendoroso, metimos a la niña al mar y después de tenerla un rato adentro y ella pataleaba de alegría, la hundimos en el mar, de donde emergió asustada y rompió a llorar. Se calló cuando la sacamos y la sentamos en la arena sobre una toalla. Cuando el sol y el baño fueron suficientes, la trajimos a la casa, le sacamos el agua marina con varias totumazos de agua, se secó con toalla nueva y se armó el corral para ponerla en la puerta de la casa para que viera el mar y sintiera las caricias de la brisa marina. Al rato se le dio el tetero que le tocaba, una compota Gerber y la acostamos en su cama cuna protegida con su tapa de malla. Durmió sabroso hasta la tarde. Dejamos a la niña al cuidado de Melba y nosotros regresamos a la playa por unas dos horas más, cuando el hambre nos venció, vinimos a sacarnos el agua y después de vestirnos de sport nos sentamos a la mesa a almorzar. Mamá preparó ese día un sancocho de sierra fresca con sus ruedas, pepino criollo, cola y cabeza, además de bola de plátano, aguacate redondo de San Juan, aceite de castilla y picante criollo. Estaba tan sabroso que repetimos por varias veces, hasta que no pudimos más. Nos lavamos los dientes y a dormir en una hamaca sabrosa que teníamos en el cuarto. El cuarto día, primero salimos para Carúpano, pasando primero por el Caserío de El Morro que, como siempre, se presenta sucio y con olores desagradables. Decidimos seguir a Carúpano, pasando por Puerto Santo. Llegamos al Mercado de Carúpano, recién inaugurando, que presentaba un buen estado. Me impresionó la Sección de Venta de Pescado Fresco, con todas las variedades de pescados locales, pescados grandes y variedades de mariscos y animales de mar que provocaba comérselos. En otra Sección están los pescados fritos que se comen con arepas terminadas de hacer y también otras variedades de comidas que incluyen hervidos de pescado, de carne y de gallina, aguacates y unos batidos de frutas criollas. Todo esto viene acompañado de gritos, cantos, llamados y adornos de flores en los cabellos. En el área adyacente está la Sección de Frutas y Verduras con sus numerosos puestos que compiten en la presentación de los productos. En la parte de atrás de esa Sección hay los puestos de pescado salado y de los pescados frescos de tamaño gigante. Todos los pasillos tienen concesionarios simpáticos, alegres y bien surtidos. Visitar este Mercado es dedicarle tiempo y aprender a vivir con humor y buen carácter. No sigo describiéndolo porque el tiempo se me iría cuando menos quería. En la parte central encuentras las carnicerías, las ventas de chorizo y morcilla, mariscos recién sacados, caracoles, mejillones, chipichipis e intercalados, puestos de venta de ropa, lencería y todo género de mercancía. El Patio Inferior cuenta con la venta y matanza de aves criollas y todo género de verduras y frutas, tanto al mayor como al detal, A la salida se ubican las vendedoras de arepas criollas y peladas, cachapas y meriendas de todo tipo. Visitar al Mercado de Carúpano es revivir el espíritu y renacer la esperanza de perdurar. De Carúpano fuimos a bañarnos en las aguas termales de Poza Azul, con sus distintos pozos de baño, tanques e instalaciones, que con sus aguas cristalinas invitan a sumergirse en sus profundidades. Almorzamos en Poza Cristal y luego regresamos a Río Caribe, pasando por el Rancho que vende cachapas con queso recién hecho. Nos llevamos un poco para la casa y al llegar pasamos directo a dormir. En la noche nos trajeron: turrón de coco, suspiros, dulce de jobo, torrejas y arroz con coco que yo había encargado. Los tres días siguientes los dedicamos al descanso para estar bien cuando saliéramos a la carretera. Fui con mi esposa a la Iglesia y le encantó la disposición de las naves y las imágenes que estaban en su interior. Igualmente quiso conocer el Cementerio y la urna del Santo Sepúlcro que lo mantienen en la casa de Sallito Flores. Alguien le habló de la imagen de Santa Rita y quiso conocerla. En Carúpano compramos la leche de la niña y las compotas que no se conseguían en Rio Caribe. Dediqué el tiempo a hablar largamente con papá, le manifesté mi programa futuro, enfatizando en que me mantendría en mis treces de no inscribirme en ningún partido político y si por eso debía perder el cargo, que no importaba. Le expliqué mi plan sobre proseguir el Bachillerato y emprender luego una carrera universitaria, me alentó al respecto y me recordó sobre el futuro de los hermanos menores. En víspera de mi viaje de regreso preparé las cajas de alimentos que me iba a traer, pero no quise divulgar la fecha de retorno, porque es costumbre en el pueblo, pedir colas para Caracas o preparar cajas y encomiendas para sus familiares. El día siguiente me levanté de madrugada, cargué mis cosas y mis pasajeros y emprendí mi viaje, encomendándome a Dios y la Virgen. Tuvimos un buen recorrido y a las 7:30 de la noche llegué a mi casa, guardé mis cosas, le entregué mi sobrino a Juanita y me acosté a dormir. Mi señora si se quedó un poco más tarde, mientras preparaba los alimentos y las medicinas de la niña y le echaba una limpiadita a la casa, sobre todo al baño, que es su obsesión.

24 de septiembre de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS-La Autopista Caracas La Guaira y el Banco Obrero.

En mis narraciones anteriores, totalmente escritas de memoria, olvidé, sin querer, hacer referencia a unos hechos ocurridos en el Banco Obrero, que en algo me rozaron, cuando trabajaba allá. En efecto, cuando nombraron al Dr. Julio Bacalao Lara como Director Gerente del Instituto, cumplió una labor aceptable y se mantuvo en el mismo durante pocos años. Era época de Dictadura, pero no se notaba mucho la represión, ya que el personal tenía muchos años de servicio y salvo pocas excepciones, no afloraba la cuestión política, hubo progreso. El personal se mantenía tranquilo por cuanto al asumir el cargo, el Director aprobó un aumento lineal del 10 % para todos. Fue tan inteligente, que se aprendió los nombres de casi todos los trabajadores y cuando nos veía, nos saludaba con nuestro primer nombre. En Venezuela, algunas personas se apegan a los cargos para los cuales han sido designados, que se mantienen pendientes de sus obras. Tal es el caso de Pepito González Lander, que se echó sobre los hombros el Metro de Caracas, desde su inicio hasta su conclusión y cuando entró en servicio, estaba pendiente de su mantenimiento y conservación y aquí todo el mundo se hacía lenguas sobre el buen funcionamiento del Metro. El mismo caso se vivió con la Autopista Caracas La Guaira, cuando designaron como Director de Obra, al Ing. Marco Antonio Casanova, un profesional joven que se metió de cabeza en la realización de las obras, tanto las que se ejecutaban por contrato con Empresas Extranjeras, como las que se efectuaban por administración directa o con Empresas Nacionales. Presionaba para que las obras se terminaran para el día 2 de Diciembre, según lo ordenaba la Presidencia y debido a su dedicación todo salió de maravilla y Pérez Jiménez quedó contento con su actuación. Se supone que en el curso de le ejecución de la obra, él usaba sus días de descanso en viajes cortos a La Habana, México, Aruba y Santo Domingo. En esos viajes se vinculó con una señora muy bonita, cuyo hermano estaba casada con una cubana, por lo que, de repente, el señor se ligó con varias familias cubiches. El Ing. Pedro Emilio Herrera era el Director Gerente para la fecha del magnicidio del Cnel. Carlos Delgado Chalbaud y en ese maremágnum de reorganización del gabinete, nombraron al Ing. Herrera como Ministro de Obras Públicas y para sustituirlo en el Banco Obrero, designaron al Ing. Julio Bacalao Lara. A los pocos meses, el Ing. Pedro Emilio Herrera renunció al cargo de Ministro de Obras Públicas y entonces para reemplazarlo, nombraron al Ing. Julio Bacalao Lara, quien duró varios años en ese Despacho y rindió una buena labor, según palabras del Presidente de la República. En virtud de la buena actuación que tuvo en la Autopista Caracas La Guaira, designaron al Ing. Marco Antonio Casanova como Director del Banco Obrero. Para nosotros era una noticia esperada, pero nos quedó la incógnita sobre el recién llegado. El hombre tomo inmediata posesión de su cargo y seguidamente designó su equipo de gobierno. Nuestro Gerente fue mantenido en su cargo, pero fue cambiado todo el equipo técnico del Instituto. De repente se fue llenando aquello de cubanos, que llegaron mandando y dando muestras de nuevos ricos. Trajeron a la novia como Secretaria del Directorio y a su hermano como Comisionado de la Dirección. En aquella fecha se estaba realizando el Campeonato Mundial de Beisbol Amateur y Cuba competía con un buen equipo, que bajo la dirección del Manager Cubano Oswaldo Castellanos, ganó invicto el Campeonato. Mundial. El equipo cubano fue objeto de varios homenajes en el Instituto y de inmediato nació la idea de que el Banco Obrero reorganizara su equipo de Beisbol Amateur bajo la dirección del Manager Castellanos. El mentor de la idea fue el cuñado y se puso en práctica de inmediato. Para entonces había en Caracas la Liga de Beisbol Amateur, con varias categorías y en la Doble A estaba un equipo modesto del Banco Obrero, que conjuntamente con el INOS , la Intendencia Naval, los Sapos, y otros equipos, realizaban sus campeonatos anuales, siendo el sempiterno Campeón el equipo de la Intendencia Naval. Cuando surgió el nuevo equipo del Banco Obrero, tenía en sus filas a tres jugadores del Equipo de Cuba que se quedaron aquí, incluyendo entre ellos al Campeón Pitcher y dos jonroneros. No conforme con esto, se dedicaron a piratear a los mejores jugadores de otros equipos, ofreciéndoles cargos en la Institución y buenos sueldos. En los tres campeonatos siguientes no hubo quien le ganara al Banco Obrero, hasta que terminó su hegemonía., Simultáneamente, llegó la época de Carnaval y el Banco Obrero se hizo presente con una preciosa carroza de dos pisos, bellamente decorada, que engalanaba una bella muchacha llamada Virginia Márquez, que con su sola presencia encandilaba con su iluminación. Quedó como Reina del Municipio y posteriormente como Reina de Caracas. Con su triunfo en el ámbito deportivo y luego en la competencia de belleza, el Banco Obrero era enaltecido en las páginas de la prensa y con la llegada de Casanova, las Relaciones Públicas se dispararon favorablemente. En los salones del Club del Banco Obrero en Coche, se efectuaban unas fiestas bailables de tronío, con dos orquestas y una selecta concurrencia. Siguieron llegando cubanos. Se incorporaron unas secretarias bonitas y con buen cuerpo, que con su sonsonete caribeño, embelesaba a los compañeros de trabajo y al bailar, se desataba todo el ritmo. Trajeron a un fotógrafo que al parecer era una estrella en su profesión, que se paseaba por los pisos y pasillos del Instituto, fumando un tremendo tabaco marca Cohíbas, que valía entonces Bs. 15,oo y dejaba su aroma en el ambiente. Se coló la especie de que el Banco iba a editar primeramente una Revista lujosa, con circulación trimestral, que se llamaría Revista del Banco Obrero, donde un conjunto de reporteros, escritores y periodistas, tanto criollos como extranjeros, abordarían los temas más álgidos e interesantes de la Nación, especialmente los relativos a la vivienda y su entorno. Se tramitó la compra de un equipo de impresión a colores, de última generación y se organizó una distribución, a nivel nacional, para todas las ciudades y urbanizaciones del Banco Obrero y la punta de lanza fue el envío de fotógrafos y reporteros que adelantaran el material. No había limitación en el gasto, todo estaba justificado. En el Instituto había movimiento, desfile de gente rara, algunos criollos estaban hablando cubano, siempre había un cubano cobrando en la Caja, por cualquier concepto. Se envió una Comisión a Estados Unidos para seleccionar la imprenta y demás equipos para la Revista, el cual arribó al País en un plazo breve, se nombró al Director, el cuerpo de redacción y el resto del personal, que inmediatamente empezó a trabajar para la edición del número de prueba y el Primer Número. Pero se les presentó el primer problema y era grave. ¿Donde ubicarían ese equipo, que en algunos casos era voluminoso? Se pensó entonces en mudar a la Unidad de mantenimiento y conservación, que estaba en la Planta Baja del Bloque 4, pero al ver el numeroso equipo de trabajo y la cantidad de material que allí se acumulaba, tuvieron que descartarlo. Pero les quedó como alternativa, los locales interiores del Bloque Nª 1 , donde funcionaba, debidamente organizado, el Archivo del Banco Obrero, contentivo de toda la documentación, planos, estudios de suelos, informes, documentación oficial y en general, todos los documentos importantes del Instituto, desde su creación en el año 1.928, hasta el año 1.957, es decir, 29 años de historia, que ya resultaban pequeños para lo voluminoso de los recaudos y que obligaba más bien, en estudiar algún sistema de microfilmación, ya que estaba aumentando exponencialmente y en poco tiempo, rebasaría su capacidad. Encontraron ese espacio ideal para sus fines y rápidamente propusieron al sótano del Bloque 3 de El Silencio, para ubicar al Archivo y lo que no cupiera, fuera llevado al Taller de Carpintería de Catia. Fue aprobado por el Directorio el traslado, procediendo a la mudanza, sin orden ni concierto y sin pensar en los daños que sufrirían los documentos, con la humedad, los hongos, los insectos y el moho que atacaría al papel. A nadie le importó el grave daño que se causó a la Institución, ni se pensó en restaurar los documentos dañados, ni en reponer los extraviados. Al llegar la imprenta y los equipos de Estados Unidos y resuelto el problema que se les presentó con la energía eléctrica, se instaló el Equipo y entraron a trabajar con la Edición de Prueba. Siempre se pensó en usar papel satinado y con profusión de color. La edición de prueba fue todo un éxito, la revista tenía un tamaño mediano y el diseño guardaba relación con el objeto propuesto. No faltaron los reportajes sobre las Urbanizaciones emblemáticas del Instituto, los logros alcanzados y el futuro provisor que se esperaba. Los reportajes sobre Pérez Jiménez eran un dechado de exaltación y la “jaladora de mecate” abierta o disimulada, dejó muy atrás a las que le hacían los mismos personajes a Fulgencio Batista en Cuba. En materia de papel, el uso indiscriminado del color y el empastado de los ejemplares, su calidad era extraordinaria. El Dictador le dio el Visto Bueno a la Revista y ordenó la profusión de la publicación a todo el País. Si la prueba fue buena, el Primer Número fue mejor. Hubo un coctel de presentación, con asistencia de las más altas autoridades del Gobierno e invitados especiales de Venezuela y del Exterior. Los cubanos mandaban, gastaban, cobraban y algunos, como el fotógrafo de marras, trató de enamorar a Virginia, pero se encontró con una mujer virtuosa, de dignidad y decencia, que a las primeras de cambio lo puso en su puesto y la largó con cajas destempladas, hasta que tuvo que largarse a Cuba, ordenado por la Presidencia de la República. Los gastos por la edición de la Revista fueron cuantiosos, hasta el punto que solo se editaron 4 ó 5 números y obligó a descartar la idea de crear una Revista Mensual, para todo público y a los dos años, la idea fracasó, debiendo liquidar el aparato armado. Allí empecé yo a hacer mis diligencias para lograr la beca para el estudio en Europa o Estados Unidos. La Junta Administradora del Instituto decidió eliminar la Revista del Banco Obrero y sacar a la venta la imprenta y todos los equipos, produciéndose una puja que ganó un financista marabino, que empezó a editar la Revista “MOMENTO”, que duró varios años circulando, hasta que sucumbió.
En sustitución de Casanova, designaron a un Ing. Civil veterano, amigo del Régimen y miembro de la godarria tachirense, de nombre Alberto Díaz González, a quien le tocó recoger las velas desplegadas que dejó su antecesor, pero muy amigo de los chismes y con tendencia a exigir la adulancia por parte de los hombres y la simpatía y facilidad, por parte de las mujeres. Yo sabía que él me tenía ojeriza porque me iba del Instituto por propia voluntad y se vengó negándome las prestaciones sociales, cuando presenté mi renuncia al cargo.

23 de septiembre de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS - Regreso a Venezuela

A nuestro regreso a Venezuela por Maiquetía, nos esperaba una numerosa concurrencia, muy contenta de nuestro arribo. Pasamos rápidamente por la Aduana, tomamos nuestro equipaje y seguimos a Caracas, donde nos reunimos en nuestra casa de Coche. Allí estaban viviendo papá y mamá, deseando que volviéramos pronto, ya que no se acostumbraban a Caracas y estaban locos por regresar a Río Caribe. En efecto, cuando decidimos irnos a Italia, se vio la oportunidad de que mis padres se vinieran a Caracas, para acompañar a los hermanos menores, que estaban dispersos en distintos hogares. El problema era que se haría con la casa de Río Caribe, que no podía quedar sola. Surgió una solución con un amigo de mis hermanos que decidió montar un negocio en La Logia y residir en el inmueble. Apenas nos fuimos nosotros de la casa, se mudaron mis padres a Coche con Beto, Salvador y Saúl. Ellos aceptaron a regañadientes la venida a Caracas, pero nunca se sintieron a gusto, sobre todo mamá y cuando le hablaron de la posibilidad de nuestro regreso, vio a Dios y les dijo a los hermanos, que hablaran con el inquilino de La Logia, para lograr la desocupación de la casa. Después de largas conversaciones y el compromiso de resarcirlo de algunos gastos, el inquilino convino en desocupar la casa. Así que cuando nosotros llegamos, todo estaba arreglado. Se mantuvieron en Coche unos días más y luego emprendieron jubilosos el retorno a Río Caribe. Nos acomodamos de nuevo en nuestro hogar, recibimos múltiples llamadas telefónicas de bienvenida y algunas visitas de familiares y amigos, sobre todo de vecinos. Hicimos nuestro primer mercado y empezamos a llevar vida normal. El lunes siguiente me presenté en la Oficina de Estudios Especiales de la Presidencia, que había instalado una dependencia en Puente Hierro, para atender a los becarios. Ellos no tenían hasta entonces ninguna decisión sobre lo que iban a hacer con el conjunto de becarios que habían regresado, si unos iban de nuevo a Italia o Estados Unidos, y quienes se quedaban definitivamente en Venezuela. Por mis conocimientos, me asignaron al área administrativa y allí me encontré con el Sr. César Morazzani, a quien conocía hace tiempo y me pidió colaborara con él para resolver la carencia de personal. Con gusto le contesté afirmativamente y empecé a realizar las labores que me asignaron. En la primera oportunidad que tuve, fui a visitar a mis amigos del Banco Obrero, quienes me recibieron con muestras de simpatía y cariño. Tuve un saludo especial para Víctor Rojas, mi viejo amigo, quien me dijo que había la oportunidad de reintegrarme a mi cargo, ya que por los acontecimientos ocurridos, se estaba realizando una reorganización. En el Instituto se habían removido todos los altos directivos, así que estaba al frente de la Dirección el Ing. Raúl Hernández y mi llegada era providencial. Inmediatamente le dije a Rojas que sí, ya que no podía negar mi regreso a lo que siempre consideré mi casa paterna. Rojas me dijo que inmediatamente iba a redactar el Punto de Cuenta y que para el lunes o martes, estaba aprobado mi reingreso. Morazzani me ofreció un cargo en la Oficina de Estudios Especiales de la Presidencia, pero yo le expliqué el argumento que tenía para volver al Banco Obrero por lo que le agradecí el gesto y tuve oportunidad de hablar con su esposa Panchita Morazzani, quien trabajó conmigo durante varios años. La semana siguiente me reintegré al Banco Obrero y hasta una torta de Bienvenida me pusieron en la tarde. Había mucho trabajo atrasado e inmediatamente me aboqué a la reorganización de la Sección y además me asignaron la Supervisión de las Gerencias del Interior del País. Estaba muy contento y solo recibí demostraciones de aprecio y amistad. Era época de elecciones internas y me incluyeron en una plancha para Vice-Presidente de la Caja de Ahorros y dicha Plancha arrasó y ganamos de calle. A los 4 meses hubo elecciones para el Club Social del Banco Obrero y nuevamente me incluyeron en una Plancha, esta vez como Vocal y también gané. Para todos los compañeros del Banco, era como si yo no me hubiera ido nunca de mi cargo. Rápidamente me ambienté y el viaje a Italia me quedó como una aventura mal vivida, pero siempre me quedaban reminiscencias. En efecto, mi compañero de alquiler del apto. de Terni, me quedó debiendo plata de un carrito que compró, pero no podía apurarlo porque a él también le llego la orden de regreso de improviso y tenía obligaciones pendientes por cubrir. Dejé en suspenso cualquier gestión perentoria, pero cuando yo tenía todo listo para mi retorno, fueron a mi casa a plantearme un problema que confrontaba el Maestro Técnico del Ejército, quien siempre fue buena gente y buen amigo. Se trataba que cuando el militar fue becado para Italia, se llevó de aquí un carrito inglés marca Vauxall, que le sirvió maravillosamente en su estadía en Europa, pero cuando fue a la Questura a tramitar el permiso para regresar a Venezuela, la autoridad le impuso la obligación de sacar su carro del País y eso le impedía viajar y él no tenía plata para pagar al Barco transportista, el flete y el seguro obligatorio y como sabían que yo tenía algunos ahorros, me pedían como favor que yo pagara esos gastos y que al llegar a Venezuela ese carro sería mío. A mí, en principio, no me gustó el negocio, ya que no quería ninguna clase de problema, pero como llegaría a Caracas sin carro, era una oportunidad para obtener de una vez un vehículo. De nuevo me embarcó mi co-inquilino del apto. de Terni. Exigí la firma de un documento de traspaso, pagué mis $ 210 y a esperar el resultado .Cuando llegamos aquí tuve que conminar al Mestre Técnico para que sacara el carro de la Aduana y me lo entregara, pero se hacía el loco, hasta que tuve necesidad de apelar a un compadre y amigo, que estaba trabajando con el Ministro de Transporte y Comunicaciones para que me hiciera los trámites de renacionalización y pago de gastos pendientes, para recibir el carro con un poder que me dio el Maestre Técnico y salir de ese problema. Apenas pude, vendí el cacharro, recibí parte de los gastos y no quise saber más del asunto, sobre todo cuando supe que el militar se había matado descerrajándose un tiro en la sien. En mi casa todo iba bien, esperando el desenlace de la campaña electoral, que estaba reñida entre el candidato oficialista, el Contralmirante Wolfang Larrazábal y el dirigente de Acción Democrática, Rómulo Betancourt, ya que los demás no contaron. Fueron 4 meses de mítines, marchas, propagandas, escándalos, peleas, hasta que llegó la fecha de elección y ganó la Presidencia, Rómulo Betancourt y empezó a nueva etapa para Venezuela.

22 de septiembre de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS - Navidad en Terni

Regresamos a Terni de nuestro viaje a Nápoles y visita a sitios turísticos. A las 12.00 M del día 24 de Diciembre del año 1.957 nos incorporamos a nuestra vivienda y nos dieron la noticia de que mi tía Paela me había enviado por Aeropostal un paquete con seis hallacas y un dulce de lechosa sin melao. De las hallacas se perdieron dos porque la Aduana del Aeropuerto le metió un punzón para ver que era. Hicimos un trámite rápido y le pedimos el favor de enviarnos el paquete con un taxista mensajero con pago en destino. Encontramos la ciudad con sus avenidas principales adornadas con guirnaldas y flores artificiales. Se notaba alegría en el ambiente. Las autoridades permitieron en ese día la venta en la calle de mercancía navideña: licores, regalos, dulces, bufandas, suéteres, galletas, frutas, fuegos artificiales y variedades en juguetes y regalos infantiles. Se hicieron las compras de última hora, ya que algunos becarios solteros o casados sin pareja, manifestaron el deseo de acompañarnos en Navidad. Nuestro problema era la falta de asientos suficientes para los invitados, pero eso se le advirtió a los involucrados. Las cenas navideñas en Italia son en horas tempranas de la noche, así que las reuniones comienzan por lo regular, entre 7.00 y 8.00 PM y terminan antes de la medianoche. Los paisanos se presentaron con regalos, algunos licores, galletas, frutas confitadas, más periódicos y revistas venezolanas. La reunión fue muy agradable, intercambiamos regalos, brindamos con champaña, cenamos tipo buffett, con lechón horneado, jamón de varios tipos, salchichón, quesos y panes largos. Se brindó con vino tinto y finalmente se dio por terminada a las 12.00 PM. La tradición navideña italiana es que las fiestas y celebraciones se realizan el día 25 de Diciembre y no tienen, como nosotros, cenas el día 24. Así que en el día vimos y oímos las celebraciones que se hacían en los apartamentos vecinos y no faltaron algunos de ellos que nos mandaron dulces y granjerías caseras. Los días transcurridos entre Navidad y Año Nuevo los dedicamos a visitar los pueblitos cercanos, con más holgura y tranquilidad, ya que el compañero de apartamento consiguió por fin, con el proveedor de Accuaesparta, un carrito Fiat Topolino, viejito, pero conservado, cuyo valor fue pagado en parte, con una cantidad que le presté. La Navidad es una fiesta bonita en todo el mundo y nosotros nos sentíamos apegados a ese pueblo tan alegre y acogedor. Había en los alrededores, pueblos pequeños de escasa población, entre 600 y 2.000. habitantes, que nunca habían visto un extranjero y menos a un “negro”, vestido con ropa extraña y hablando italiano. Todos los pueblitos tenían la misma estructura, la placita al centro, las casas alrededor de ella, un Bar Posada, donde los hombres jugaban por horas “el tute”, similar al dominó pero con barajas. Cuando yo entraba al pueblo y me bajaba para entrar al Bar, los pocos clientes me veían con asombro, extrañados por el color y cuando saludaba con un “Buon Giorno” o “Buena Sera” la extrañeza era mayor e iban saliendo disimuladamente para llamar a la gente de su casa para que vieran al “Nero Extraño” y salía ese gentío a vernos. Eso se repetía en todos los pueblos. Ahora salíamos en caravana los dos carritos y alguna vez se nos colaba un becario diferente. Nos dedicamos a organizar la reunión para el Día de Año Nuevo. Mandamos decenas de Tarjetas de Navidad y recibimos otro tanto. Las noticias de Venezuela eran buenas. Muchas esperanzas para el nuevo año y esperando los resultados de nuestras gestiones sobre reubicación. La reunión de Año Nuevo fue distinta a la de Navidad. Todos los asistentes sentíamos nostalgia por nuestra familia y amigos en Venezuela. Para muchos era la primera vez que estaban fuera de casa y de sus familiares. La mayoría se refugió en la religión y asistieron masivamente a la Misa Especial de Fin de Año que se celebró en la Iglesia ubicada frente a nuestro Edificio. Se invitó a nuestros paisanos para las 8.00 PM del día 31 de Diciembre, para recibir el nuevo año a la hora que se efectuaría en Venezuela, por la diferencia del huso horario. A medida que iban llegando a nuestro apartamento, nos saludábamos con efusión, cruzábamos noticias de Venezuela, incorporábamos al buffet lo que trajeran para comer o beber y nos sentábamos a tomar un trago para alegrar el ambiente. Poníamos los pocos discos y LP que teníamos y poco a poco, con la ayuda de los tragos nos distendíamos y hacíamos grato el encuentro. A la hora de Año Nuevo italiano, contamos los segundos con el consumo de uvas y en el momento indicado dimos, nuestros gritos de Feliz Año y empezó el jolgorio de canciones, bailes y felicitaciones, sin que faltaran los llantos por la lejanía. Ya nos habían contado que en las fiestas de Año Nuevo, inclusive en todo el día, es tradición que las familias se deshagan de los cachivaches, muebles viejos, ropa usada, cosas inservibles y en general, todo lo que no se necesite, arrojándolos por las ventanas, así que todo el mundo toma sus precauciones y no estacionan los vehículos bajo las ventanas, ni en los alrededores de los edificios y por un día toman la vía central de la calle, como estacionamiento provisional, así que mientras nosotros celebrábamos, oíamos el ruido de las cosas al caer y los gritos que emitían los vecinos en su euforia. Nosotros, en nuestra alegría del encuentro, no paramos de cantar, bailar, comer y brindar. Cuando estábamos preparados para recibir el nuevo año venezolano, que sería como a las 6.00 de la mañana de allá, se presentó una vecina del piso de arriba, que nos pedía termináramos la fiesta y la bulla, ya que su familia no podía dormir. Nosotros no le hicimos caso y seguimos nuestra celebración como si estuviéramos en Venezuela y al rato se presentó una Brigada de la Policía y en términos perentorios nos conminó a que apagáramos el aparato de sonido y cesaran la bulla, so pena de llevar a todos los concurrentes, detenidos a la Policía. Ante esa orden terminante, procedimos a apagar el equipo de sonido y dar por terminada la fiesta. Ya eran como las 2:00 de la madrugada y nos fuimos a dormir. Como a las 10:00 de la mañana del día de Año Nuevo, nos despertamos por los golpes a la puerta en forma reiterada y contundente. Ante la alarma nos paramos y abrimos la puerta, encontrando a seis de nuestros paisanos becarios que venían a avisarnos que en Venezuela había habido un alzamiento de la Aviación y habían bombardeado a Caracas. Que había ocurrido un cambio de Gabinete y que la población estaba consternada. Como no teníamos medios de comunicación con Venezuela y solo había información por medio de una Radio Rebelde que trasmitía desde España les hicimos la sugerencia de que buscaran por allí la información y si sabían algo nos avisaran. Ya no pudimos dormir más, nos quedamos a esperar nuevas noticias, pero los que nos visitaban venían más bien a buscar información. El día 2 de Enero de 1.958 compramos todos los periódicos para ver que noticias incluían en sus páginas, pero no había mayor cosa, sino preocupación por los italianos que estaban en Venezuela. Nosotros éramos conocidos en Terni y la comunidad, en general, mostraba simpatía hacia nuestras familias. Las noticias nos llegaban intermitentes, sin confirmación y filtrando las cosas que nos decían, llegamos a la conclusión que un grupo de militares de la Aviación se habían levantado el día de Año Nuevo y con el armamento que le permitió la Dictadura, bombardearon algunas bases de Caracas, pensando que los cuarteles y la población se sumarían al golpe, pero no hubo nada de eso y vista la indiferencia, se asilaron en Perú, sin haber logrado su objetivo. En virtud a esa asonada, Pérez Jiménez dominó la situación e hizo cambios en las Guarniciones, en el Gabinete y en los cargos importantes, amainando el temporal, pero no resolviéndolo, ya que el malestar continuó y culminó con el posterior golpe de Estado. El día 7 de Enero de 1.958 nos reincorporamos en nuestra actividad en la Siderúrgica y los trabajadores se mostraban inquietos con nuestra situación y muchos no vacilaron en ponerse a la orden bajo cualquier circunstancia que se presentara, lo cual agradecimos sinceramente. Recibimos la visita de un Ing. de apellido Freire, que hablaba el castellano como un musiú y el inglés como un trinitario, quien nos informó que se estaba revisando la situación nuestra y posiblemente recibiríamos un cambio para Genova. Que siguiéramos como estábamos, esperando las nuevas noticias. La situación era tensa, ya la prensa le prestaba más atención a las noticias venezolanas, hasta que reventó la presión y el General Pérez Jiménez se vio obligado a abandonar el País en un avión llamado “La Vaca Sagrada”. Asumió el mando una Junta de Gobierno presidida por el Contralmirante Wolfang Larrazabal e integrada además por otros militares, de los cuales hubo el repudio de dos de ellos y fueron cambiados por dos civiles. En Italia, las noticias eran alarmantes. Se publicaba en Primera Página que en Venezuela estaban matando italianos, como venganza por la actuación de un italiano llamado Gagliardi, que era socio y constructor de Pérez Jiménez. Ante esa noticia y otras más alarmantes, algunos italianos nos veían con aprensión, pero la gran mayoría estaba con nosotros. Con los días la situación se mantuvo confusa, hasta que nos visito un Ing. de apellido Giménez, quien nos ratificó nuestro cambio para Génova a recibir entrenamiento en la Siderúrgica Cornigliano en Génova, mucho más moderna y actualizada. Preguntamos si ese cambio era definitivo y podría uno asumir el compromiso de alquilar un apartamento, comprar un carro o asumir otro tipo de obligaciones. Nos ratificaron el cambio definitivo, para recibir entrenamiento durante dos años y luego se definiría si debía ir a Estados Unidos o a otro País de Europa. Ya con esa aprobación de cambio a Génova, comencé a desmantelar mi estructura personal de bienes, que estaba constituida por el carrito Fiat 600 y los muebles de casa que había comprado, procedí a dejarle el carrito Fiat a un compadre que se iba a quedar en Terni y asumiría la deuda con el acreedor, que era el hombre de Acquesparta y que él me pagaría lo que yo había cancelado a cuenta del precio, mediante cuotas mensuales. Los muebles que yo había pagado en efectivo, se los vendí a otro becario, que conjuntamente con otros paisanos, se quedaría con el arrendamiento del apartamento. Quedó en pagármelos en los próximos meses. Por supuesto, cuando yo regresé a Venezuela junto con mi familia, ninguno de los dos deudores me pagó nada, eso fue para mí una pérdida total, así como también lo fue el préstamo que le hice a mi co-arrendatario del apartamento de Terni para comprar el carrito Fiat Topolino y la mitad del depósito en garantía que le dimos al arrendador. Total, que fue un negocio fallido para mí, visto por donde lo veas. Resueltos todos mis asuntos en Terni, me fui para Génova y llegué en un hotel en Pegli, donde decidiría si alquilaba un apartamento pequeño o tomaba otra decisión. En Génova estaban muchos becarios que llegaron primero y entre ellos se destacaba un Sargento Mayor del Ejército, a quien conocimos en el curso y era un bromista de primera, quien ante la noticia de nuestra llegada, dejo correr la especie de que en este grupo venía un cacique indiano verdadero y le dijo a su barbero que al nomás llegar, me llevaría donde él para que me cortara el pelo, pero debía tener cuidado, porque el cabello era como un alambre. A otros italianos les dijo otras cosas, así que había expectativas con mi llegada, sin nosotros saber nada. Al día siguiente de nuestro arribo, nos presentamos en la Siderúrgica Cornigliano con nuestros documentos y allí nos recibieron muy bien y después de una larga entrevista, me enviaron al Dpto. Técnico, Recursos Humanos, donde me establecieron un programa de entrenamiento por el lapso de 20 meses, que comenzaría el lunes siguiente. Yo quedé muy contento por la forma como se arreglaba mi caso y ante la indecisión sobre la vivienda, acepté la oferta de un paisano que alquiló un bello apartamento localizado en pleno Boulevard, con la mitad internada en el mar y que él alquiló junto con otro venezolano, quien se marchó y lo dejó en la estacada con esa obligación, ya que la renta era alta. Yo acepté porque el tipo era buena gente y su mujer también y estaban en una situación difícil. Resuelto el caso del entrenamiento, fundamental para mí, con posibilidad de arreglar el problema de vivienda, solo me quedaba la compra de un automóvil nuevo y al efecto me acerqué hasta la Agencia Principal de la firma Mercedes Benz, donde les manifesté el deseo de comprar al contado un carro 1.958, tipo 180. Al efecto, me dijeron que no tenían carros disponibles, pero como yo iba a comprar al contado, podíamos hacer el documento de venta, encargarlo a la Fábrica y dentro de dos meses ir a buscarlo a Sttutgard en Alemania. Acepté la proposición y les entregué un cheque por Un Mil Quinientos Dólares ($ 1.500.oo). Pasamos a escoger los detalles del carro. Ellos tenían un folleto integrado por hojas de plástico grueso con el cual se iba armando el carro. Lo primero que se ponía era el chasis de un carro tipo 180. Seguidamente le montaban el motor y la carrocería. Después le agregaban el radiador, los parafangos, parachoques, protector de parachoques, batería y finalmente el volante, con el emblema de la Mercedes Benz u otro especial con las iniciales del nombre del comprador, que se repetía en las tapas de los neumáticos. Después de armar el carro en plástico, se firmó el contrato y se estableció la fecha de entrega, que en mi caso fue el 17 de Mayo de 1.958 en la ciudad de Sttutgard en Alemania. Yo me sentía contento, mi mujer le agradaba el lugar, al lado teníamos un balneario de playa, que se veía desde mi habitación en el apartamento, la esposa del becario resultó una persona agradable, al igual que sus hijos, aunque no tenía mucha instrucción y dejaba ver su procedencia humilde. Hicimos buena amistad, hasta el punto de pedirnos que le bautizáramos el último hijo, lo cual hicimos, pero más nunca hemos visto al muchacho, que ahora debe tener 52 años. Estábamos en el mes de Abril, en plena primavera, pero ese año llovió mucho y había frío, los carros italianos eran viejos y los que se habían consolidado después de la guerra y pudieron comprar un carrito nuevo, lo cuidaban como la niña de sus ojos y le pulían la carrocería hasta dejarlos relucientes. Dentro de lo que cabe, nosotros hablábamos más o menos el italiano y el documento de identidad era nuestro pasaporte, que era especial y cuando debíamos identificarnos, las autoridades nos guardaban la debida consideración y hasta la impunidad, cuando nos hablaban y nosotros simulábamos que no entendíamos nada. Como vivíamos en Pegli, un paraíso turístico cercano a Génova, teníamos que ir en el carrito, porque llovía mucho y como había muchas líneas férreas, debíamos tener cuidado al frenar, porque los carros se coleaban. Un día iba con mi esposa por la vía entre Pegli y Sestri Levante y estaba cayendo un palo de agua e iba delante de mí una camionetita Fiat 1100 que frenó de repente y yo no pude detenerme y le llegué en un parafango. Cuando el italiano se bajó de su vehículo en pleno chaparrón y corriéndole el agua por la cara, me echó la culpa de la colisión, a lo cual le contesté, sin salirme del carro, que el culpable era él y que debía pagarme los desperfectos. Seguimos discutiendo y al ver el pobre italiano, que conmigo no iba a lograr nada, salió corriendo para la esquina anterior, para poner la queja ante el policía de tránsito que allí estaba. Volvió corriendo el italiano a decirme que el policía me mandaba a llamar. Yo le reiteré que no iba un cipote y me quedé en el carro. Seguía lloviendo y el italiano, destilando agua, regresó a darle mi respuesta al policía, el cual con la rabia que es de pensar, vino hasta mí, como un Mussolini bravo, y de mala manera me pidió mi documentación. Yo le di las buenas tardes en español y le mostré mi pasaporte, agregándole que yo no entendía italiano, a lo cual respondió el policía formándole un zaperoco al italiano, diciéndole ¡No ves que ese señor es un diplomático: que no habla italiano y Ud. lo está ofendiendo! A lo cual el italiano no le quedó más remedio que aceptar el regaño, mientras le decía: ¡Sí parla! ¡Si parla! ¡Sí parla! Todo marchaba bien y así se lo hicimos saber a nuestra familia en Venezuela, que estaba preocupada por lo indefinido de nuestra situación. El apartamento donde estábamos viviendo era un inmueble de lujo, que formaba parte de un Edificio construido entre el mar y la playa con vista hacia ambos lados de la orilla. Era probable que nosotros nos quedáramos solos en el apartamento, ya que el compadre estaba confrontando problemas económicos y además tenía el suegro enfermo con cáncer y la familia estaba requiriendo su presencia. Empezamos a notar una cosa rara y era que la señora que iba semanalmente a limpiar el apartamento, pagándola las dos familias, no entraba a limpiar nuestra habitación y mi esposa tenía que asearla. Hasta que un día la señora no volvió más. Después fue que me enteré que el Maestre Técnico del Ejército, a quien la misma señora le limpiaba su apartamento, le dijo que yo era un cacique indiano, que “ manyaba serpente “ y que dentro de una maleta que tenía en la habitación, tenía una “serpente grossa cosí” y le enseñaba con las manos como era la culebra. Por supuesto, esa señora no entró más nunca a nuestra habitación y a las primeras de cambio dejó el pelero y no volvió más. La ciudad de Génova es una urbe monumental, con una historia antiquísima cuya data se pierde en los velos del tiempo. No es tan grande como otras del País, pero más vieja, por su carácter de Puerto Marítimo, con un movimiento comercial importante. Tiene un núcleo central de alta densidad, edificios bellísimos y comunicación por tren y tranvía. Tiene además un considerable número de Barrios, que por el Oeste se prolonga siguiendo la orilla del mar. En esos Barrios vive una población numerosa que aparte la parte plana del valle, se extiende por las colinas y cerros de la ciudad. En el Este de la ciudad están, en orden de importancia, el puerto y sus depósitos, con sus terminales de pasajeros, áreas recreativas portuarias. Cuenta con varias industrias destacadas, recordando ahora las poblaciones de Sestri Levante y Sestri Poniente, donde están ubicados los principales astilleros, que por lo estrecho de la playa, casi invaden la carretera. Allí tenía que detenerme con frecuencia, para ver detenidamente el proceso de construcción simultánea de varios buques transatlánticos, donde se veía un enjambre de trabajadores, ocupados en las distintas fases de la construcción, cascos, motores, puentes, dormitorios, salones lujosos de recreamiento, ascensores, casinos, tiendas, chimeneas, equipos electrónicos, escaleras, piscinas, salones de baile, comedores y en fin, unas verdaderas ciudades flotantes que, lamentablemente, no podíamos subir a conocerlos. Parados frente a los barcos, parecíamos insectos ante la majestad de las naves. Había otras localidades, pero es este momento no recuerdo sus nombres, pero sí recuerdo que viniendo solo en mi carro, un día muy claro, por curiosidad quise conocer las interioridades de un barrio europeo. Paré el carrito y emprendí la subida a uno de los Barrios que se iba desarrollando por las sinuosidades del cerro. Eso eran casas y casas, con gente en cantidad ocupando las viviendas, que eran antiquísimas y que terminaban en un recodo y se abría otro y las casas eran construidas unas sobre otras, muchas mujeres mal vestidas, que hablaban en dialecto genovés. Cada cierto espacio se ubicaba lavanderías al aire libre, donde aprovechaban el agua y golpeaban la ropa sobre unas piedras. Toda la gente me veía con extrañeza, yo los saludaba y ellos no me entendían, pero no, me arredré y seguía subiendo y bajando, hasta que llegó un momento que me perdí y subía por una callejuela y volvía a caer donde estaba. Me asusté, pero no perdí el ánimo y le ofrecí una propina a un muchacho para que me sacara de allí a la carretera. Más nunca se me ocurrió subir a barrios. Después que tu pasabas los dos Sestri, tanto el Levante como el Poniente, el Terminal de Pasajeros y otros Barrios llegabas a una Comunidad Nueva, donde existía el Museo Naval, varios Parques y Jardines, Edificios Residenciales, Plazas, Zonas Comerciales, Balnearios y otros lujos de sus pobladores. Ese pueblo se llamaba Pegli, con una buena organización, un ayuntamiento celoso con el cumplimiento de las Leyes y que como ciudad turística mantenía un Censo de todos los pobladores, con mayor celo con los extranjeros. Naturalmente, para vivir allí había que pagar impuestos de estadía, de estricto cumplimiento y al llegar a la ciudad, recibías una cita obligatoria para asistir a la Questura, llevando tus documentos, para registrarte y establecer el monto de tu impuesto. Todo eso lo habíamos hecho mi esposa y yo. No teniendo por lo tanto, ningún problema en esa materia. Entre los años 1.957 y 1.958 se desató en el mundo un movimiento hippie y como Pegli y concretamente por la Avenida donde vivíamos, que era la ruta para la ciudad de San Remo, Niza y Montecarlo y más adelante, la frontera con Suiza por la ciudad de Lugano, se veía plagado de estos hippies, hombres y mujeres, descalzos y con vestidos extravagantes, que viajaban valiéndose del dedo pulgar. Igualmente el balneario libre, en la orilla de la playa, por donde varaban los barcos de pesca, allí se echaban estos extravagantes y duraban día y noche en ese plan, hasta que venía la policía y los sacaba. Para esa fecha anochecía a las 10:00 de la noche y amanecía a las 4:00 AM. En la Siderúrgica todo iba bien para mí, ya que al conocernos más, los técnicos se dieron cuenta que yo tenía una buena preparación, ya que era bachiller y además tenía aprobados cursos de Contabilidad y Auditoría. Se vieron obligados a cambiar mi programa de entrenamiento, para hacerlo más intenso y con mayor intensidad en el entrenamiento. Por supuesto, yo estaba contento y haciendo planes para hacer más productiva mi estadía y entre otras cosas, traer un familiar para que acompañara a mi esposa y ayudara en la casa. Naturalmente, esto es cuando quedemos solos en el apartamento. Dábamos gracias a Dios porque todos los problemas se hubieran resuelto, cuando me llaman de la Gerencia de la Siderurgia y me participan que según orden de la Oficina de Control de Becarios, con sede en Milano, debo regresar a Venezuela en un plazo de un mes y presentarme ante la Oficina de Estudios Especiales de la Presidencia de la República en Caracas. Aquello me cayó como un baño de agua helada, porque fue inesperado y me obligaba a desbaratar todos mis planes. A mi esposa le causó igual sorpresa, pero no le cayó mal. Como no teníamos mucha plata, ya que pagamos el carro Mercedes al contado, le expliqué que había dos alternativas: 1) Esperar que me entregaran el carro y tramitar su envío a Caracas. Regresaríamos con carro a Venezuela, pero no conoceríamos nada de Europa ó 2) Suspender la compra del carro y pedirle a la Mercedes nos devolviera parte de la plata, que luego se la enviaríamos de Venezuela, para que nos pusieran el carro en Caracas. En ese caso regresaríamos sin carro, pero habiendo conocido ciudades importantes de Europa. Le hicimos el planteamiento a la Mercedes y nos pidieron un día para consultar con la Casa Matriz en Alemania. Efectivamente, al día siguiente nos dijeron que me aprobaban el reintegro de $ 1.300.oo y la retención de $ 200.oo para la negociación final. Hicieron el papeleo, me dieron un cheque y con él nos fuimos a Génova a la Agencia de Viajes Danza, la de más prestigio en Europa, para que nos programaron un viaje con duración de un mes por las siguientes ciudades: Milano y Venecia en Italia, Zúrich, Berna y Ginebra en Suiza, París y Niza en Francia, regresando a Italia por San Remo. Dejamos allí todos nuestros documentos para que ellos prepararan el viaje y nosotros recibiríamos los recaudos, pasajes en tren, pasajes en avión, distintivos, reservaciones y pagos en todos los hoteles. Efectivamente, el día siguiente regresamos a la Agencia y nos tenían todo organizado para emprender el viaje el día siguiente, para lo cual un representante de la Agencia nos esperaría, con los asientos de tren ya reservados en la Estación Ferroviaria de Génova a las 8:00 AM para emprender nuestro periplo. Allí, a la hora convenida nos esperaba el ejecutivo de la Empresa, con un maletín contentivo de los recibos y documentos, debidamente ordenados. Me quedé maravillado de lo bien organizado del servicio. Todo estaba detallado en un documento. Saldríamos de Génova a Milano y allí nos esperaba un empleado de la Agencia, quien nos llevaría al hotel reservado y pagado, donde almorzaríamos. En la tarde emprenderíamos con él la visita a las cosas importantes: El Duomo de Milano, la Feria Exposición Anual, la Galería Emanuelli y otras cosas difíciles de recordar. A las 7:00 PM, regresaríamos al Hotel donde cenaríamos a la hora que quisiéramos y para la noche, nos quedaba el tiempo libre para lo que deseáramos hacer, de un programa largo que tenía el Hotel. Íbamos a estar dos días en Milano, así que al día siguiente pasaría un empleado de la Agencia a las 9:00 AM para seguir mostrándonos la ciudad por un tiempo que se prolongaría hasta las 2:00 PM cuando nos dejaría en el Hotel para almorzar y dispusiéramos libremente de la tarde y la noche, ya que al día siguiente seguiríamos a Venecia en tren, para lo cual vendrían a buscarnos, ya comidos, para ir a la Estación y embarcarnos en el tren de lujo y despedirse de nosotros. En Venecia nos esperaba otro empleado, quien empezaría por llevarnos a nuestro Hotel y luego seguir con el programa de conocer las Galería y Palacios Venecianos, la Catedral, la Plaza, el Palacio Ducal y sus dependencias. Ya cansados tendríamos la alternativa de almorzar en uno de los famosos Restaurantes Venecianos y luego retirarnos a descansar a nuestro Hotel, quedando la noche libre para lo que nos agradara de los sitios de la ciudad. Al día siguiente, a las 9:00 AM vendría a buscarnos otro empleado para acompañarnos a conocer la ciudad y sus islas, incluyendo paseos en góndola por los canales y canaletos. Esto lo haríamos solos ya que él, prudentemente, nos esperaría en el mismo sitio. Así fue todo programado en ese inolvidable viaje que abarcó a Suiza y Francia. Es más caro pero vale la pena. No quiero seguir narrando el mismo, para no hacerlo muy largo. Regresamos desde Mónaco a Italia el día 1ª de Mayo, para preparar las maletas para el vuelo de retorno por Aeropostal, a Maiquetía, dispuestos a que si me proponían de nuevo regresar a Italia, lo haríamos con gran placer, ya que nos gustó ese gran País .Llegamos a Maiquetía el día 2 de Mayo de 1.958 y nos esperaban nuestros familiares y amigos, deseando abrazarnos todos al mismo tiempo y darnos muestra del inmenso cariño que nos tenían y aún nos tienen. Guardo mucho que contar, pero no quisiera hacerme monótono.

16 de septiembre de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS-Visita a Nápoles

Una vez que me dieron mis vacaciones navideñas, nos preparamos Lulú y yo emprender viaje al Sur de Italia para cumplir los dos compromisos que teníamos con la Familia Rufa en Frosinone y con Italo Pizzolante en Nápoles, nos fuimos el 16 de Diciembre en nuestro carrito Fiat 600, sin mucha velocidad para ir conociendo el paisaje. La carretera era muy angosta y al pasar los camiones y gandolas solo nos dejaban oír el sonido del viento. Llegamos a Nápoles como a las 9.30 PM y dejamos la visita a Frosinone a nuestro regreso. Preguntando llegamos a nuestro Hotel, ubicado en el Boulevard del Puerto. Teníamos la habitación reservada y por eso le dedicamos un tiempo a dar una vuelta por la ciudad, especialmente por la Avenida Principal, para admirar los adornos navideños que colocaron en todas las calles, escogiendo para ello, un motivo tropical, simbolizado con matas de plátano, debidamente iluminadas y colocados en las islas divisorias. Llegamos casi a medianoche al Hotel, nos registramos, un empleado nos bajó las maletas, guardamos el carro en el Estacionamiento del Hotel y nos fuimos a dormir. En la mañana le dimos un vistazo al Hotel, observando que tenía sus años de vida, pero estaba bien conservado, con sus ocho pisos y un viejo ascensor con puerta de tijera. Toda la gente muy atenta. Pasamos al Restaurant a desayunarnos y después fuimos a la Oficina de Turismo a recibir la información sobre las excursiones y paseos que ofrecían. De las disponibilidades, optamos por irnos ese primer día a la Isla de Capri, que era la más famosa. El embarque quedaba al frente del Hotel y enseguida nos montamos en el buque, que se llenó rápido. En el Puerto de Nápoles estaba fondeada la flota de la Nasa y como complemento del viaje a Capri o a Iskia, le permitían a los barcos pequeños de pasajeros, darle unas vueltas a los barcos de guerra. para ver su magnificencia. Al primero que bordeamos, fue un tremendo portaviones, que cuando tú pasabas al lado, lo veías como un Edificio de 12 pisos. Continuamos y le dimos la vuelta a un crucero, un submarino y otro portaviones, este más pequeño. Una hora después llegamos a la Isla de Capri. Es un promontorio de tierra que emerge en el mar. Es de tamaño pequeño, con una rada mínima, donde llegan barcos de poco calado. Nuestro barco se aseguró con amarres en el muelle y los pasajeros bajamos al sitio de arribo y luego subimos a un área plana, preparada para instalar negocios en la planta baja, que incluían: restaurantes, fuentes de soda, ventas de souvenirs, venta de flores, pastelerías, frutas, vestidos, franelas, sweaters, bufandas y demás objetos típicos. Los italianos han convertido a Capri y otras islas, en verdaderos santuarios para los turistas, no obstante que por su tamaño y topografía, no se prestan para atender grandes masas humanas, lo poco que tienen lo aprovechan en grado sumo. De los pasajeros que bajan a la isla, un grupo se detiene en la meseta para comer, comprar cosas o sentarse a ver ese panorama magnifico, con un mar excesivamente azul, una vegetación azotada por los vientos y unas flores típicas en las laderas, de color rojo, morado, anaranjado, blanco o moteado. Son las famosas trinitarias, que se pegan a los cerros y laderas. Otros grupos que gocen de buena salud y puedan caminar por estrechos pasadizos en pendiente, se unirán para conocer el célebre Sant Michelle, un castillo fabricado por un noble, que se dio el lujo de vivir por años en ese castillo especial. La isla solo tiene acceso por esa pequeña playa, ya que el resto del litoral está formado por pendientes que se sumergen en el mar. Todas esas islas pequeñas tienen igual característica, inclusive las más grandes, las cuales tuve el gusto de conocer, como Corcega, Cerdeña y hasta Sicilia y los grupos de Islas Griegas. El grupo más numeroso de turistas, se agolpaban para tomar el lanchón que los llevaría a la Gruta Azul. Es una pendiente que cae a pico en el mar, pero por su formación calcárea, este ha logrado penetrar en el cerro y formado una gruta o cueva con una pequeña abertura por donde entran pequeñas lanchitas con 4 pasajeros, que bajan la cabeza para poder pasar y penetrar a un recinto donde se proyecta el sol y deja ver un fondo de mar bellísimo y único en el mundo. El mar, el fondo y las paredes son azules o verde intensos y los barqueros le fijan a los turistas unos 15 minutos para que admiren aquella maravilla, tomen fotografías, introduzcan las manos en el agua iluminada por el sol y finalmente salgan, para que entren los demás turistas, que esperan en el barco nodriza. En horas de la tarde nos embarcamos de nuevo al barco grande, para regresar al Puerto de Nápoles, cansados del ajetreo y con ganas de acostarnos a descansar. Hablamos con la Oficina de Turismo para cambiar el itinerario del día siguiente. Nosotros habíamos reservado cupo para conocer la Isla de Ischia, que queda más lejos y es más bonita, pero decidimos cambiar, para tomar un tour por todos los sitios de interés de la Ciudad de Nápoles y dejar para el tercer día un viaje, en mi carro, a las ruinas de Pompeya y los pies del Volcán Vesubio. Para el día siguiente quedaba el viaje por los sitios interesantes de Nápoles, para lo cual iríamos en Auto Pullman, acompañado de guía y sin la preocupación de Estacionamiento y del manejo. El primer punto a conocer fue la Santa Catedral de Nápoles, de tamaño majestuoso, historia antiquísima y criptas de santos que tienen siglos de vigencia. Caminar el interior y oír la historia de cada recinto nos ocupa bastante tiempo. De allí pasamos al Boulevard del Puerto, con su isla y castillo ubicado en el mar cercano. Había muchas cosas que ver y tuvimos la oportunidad de hacer un recorrido interesante y del cual no me arrepentiré nunca, ya que en otras oportunidades en que quise hacer en otras ciudades, las visitas por mi cuenta, he terminado no conociendo nada y gastando 3 veces más. En la noche, después de cenar, nos fuimos a ver la ciudad y los espectáculos populares que se efectuaban en las distintas calles, había bandas de música, conjuntos de disfraces típicos, artistas populares y una variedad de espectáculos, que con la iluminación que se le daba y el jolgorio de los napolitanos, convertían las calles en un corredor de fiestas. Regresamos a media noche al hotel para descansar del ajetreo. Al día siguiente, ya era 21 de Diciembre y después de desayunarnos, llamamos al Ing. Pizzolante para concretar la invitación que nos hizo a principio de mes. Nos atendió, como siempre, amablemente y nos ratificó la invitación para el día 23 a las 7.00 de la noche. Verificamos la dirección y nos marchamos hasta Pompeya en nuestro carro. La carretera estaba en buenas condiciones y viendo el panorama del volcán Vesubio y la cantidad de piedras dispuestas en los alrededores y el humillo que de él salía, llegamos a Pompeya. Por supuesto, este es un sitio turístico y en la cercanía había un Estacionamiento grande, repleto de autobuses y automóviles que venían de casi todas las ciudades italianas, cargados de turistas. La mayoría venía con guías y otros los contrataban en sitio. Nosotros nos unimos a un guía libre, quien nos llevó junto con otros visitantes a los sitios de interés, que para entonces eran bastantes, que iban aflorando, a medida que las cuadrillas de obreros especializados, iban descubriendo las salas, paredes, pisos y baños de los inmuebles que quedaron tapiados por la erupción del Volcán. Se veían obras de arte, pinturas, estatuas y personas que no tuvieron tiempo de guarecerse y quedaron en la posición en que las encontró la erupción. Son figuras estrambóticas convertidas en estatuas de cal. Caminando toda la ciudad destruida y hasta lo que faltaba por descubrir, uno se imagina la dimensión del desastre y los tremendos daños que sufrieron los sectores de Pompeya y Herculano cuando les llegó de improviso la erupción. Salimos de la zona de Pompeya y seguimos conociendo el sector y como a las 2:00 P.M. encontramos a la vera de la carretera, un Restaurant típico italiano, con vista hacia el volcán, donde almorzamos con un menú que contenía una enorme variedad de ensaladas, cabritos asados, pastas al gusto y un vino espumante, con cuerpo y sabor. Nos detuvimos allí hasta las 4:30 P.M. aproximadamente y regresamos a Nápoles, contentos del viaje, de la comida y del paisaje. Al llegar de regreso al Hotel, tomamos un baño reparador y más tarde nos vestimos para recorrer a pié parte del Boulevard y sus plazas, donde a intervalos había locales cubiertos de árboles, con grupos musicales que en esta oportunidad le daban preferencia a la música navideña. Aprovechamos que en esos locales se conseguía whisky con hielo y yo me tome dos tragos de dicha bebida, lamentando que mi esposa no me acompañara en los brindis. Con el deseo de ver la variedad de espectáculos que había en los locales, continuamos el recorrido, entrando en los que nos gustaba, hasta que regresamos por el camino paralelo hasta el Hotel y nos acostamos como a las 2:00 A.M. Al ver que teníamos un día libre, el día 22 de Diciembre, nos armamos de un nuevo plano y un libro, viendo que la ciudad de Salerno quedaba más o menos cerca de Nápoles, nos fuimos por carretera en nuestro carrito y a la hora y media, bordeando el mar, llegamos a la ciudad. Para entonces era una comunidad pequeña, muy bonita, con un largo boulevard y un puerto borrascoso, con oleaje fuerte, que en parte es protegido con una especie de atolón de cemento, colocado a unos 100 metros de la orilla. Las construcciones eran en su mayoría, edificios de 4 plantas, que en su frente tenían comercios dotados de mesas y sillas. Yo me sentí atraído por esta ciudad, porque era el lugar de nacimiento de la familia Cardinale, que vivía hacía años en Río Caribe. El abra del Puerto no era muy ancha y por eso las construcciones se ubicaban horizontalmente y en paralelo Por casualidad pregunté en Salerno por la familia Cardinale, al igual que los Cestari, pero me informaban que esas familias eran muy conocidas en la ciudad, algunos no eran ni siquiera parientes y que eran originarios de los pueblitos de montañas que tanto abundan en Salerno, Sicilia, Corcega y Cerdeña. Me llamó a curiosidad que el puerto utilizara para la carga, a unos “bombotes” o barcos sin cubierta, similares a los que usaban en Río Caribe en mi época de infancia. Comimos en dos Restaurantes distintos y los dos se especializaban en comidas basadas en pescados y mariscos. Regresamos a Nápoles en horas de la tarde y nos fuimos a dormir temprano. El día 23 después de desayuno, fuimos a un área comercial para que mi esposa comprara los regalos que le faltaban para llevarlos a Terni. Había mucha gente comprando, sobre todo, juguetes y recuerdos. Estuvimos en esa actividad por espacio de 4 horas, aproximadamente, y como no pensaba manejar en la noche, almorzamos en el Hotel y nos fuimos a descansar para asistir a la invitación de Pizzolante. Como a las 6:00 P.M. mi esposa empezó a arreglarse y yo me metí al baño a ducharme. A un cuarto para las 7:00 P.M. bajamos al lobby y pedimos un taxi para que nos llevara al Edificio del anfitrión. Nos tocó un taxista simpático, a quien le dimos un papel con la dirección. El taxista empezó a dar vueltas por el Sector, hasta que llegamos al Edificio, donde yo toqué el timbre del apartamento y salió el Ing. en el momento en que el taxista me estaba cobrando 10.000 liras por la carrera y al darse cuenta que el Hotel quedaba cerca, no quiso que le pagara al taxista la cantidad que pedía, a lo cual este no aceptó ninguna rebaja y como el Ing. habla el dialecto napolitano, se puso muy bravo y me dijo que no le pagara nada. Yo quedé entonces como un convidado de piedra y Pizzolante me tomo del brazo y subimos a su apartamento. Ya había allí como 15 personas y con la presentación y demás preámbulos de la reunión, yo me olvidé del asunto y seguimos conversando con los nuevos amigos. Como a las 9:00 de la noche llegó un italiano amigo de Italo y habitante del Edificio vecino, también invitado a la reunión y le preguntó al anfitrión, si él había tenido algún percance con un taxista, porque allá abajo estaba el tipo en una actitud pasiva pero rencorosa y no había aceptado moverse de allí. El italiano aconsejó a Italo que mejor bajara adonde estaba el taxista y tratara de resolver el problema con plata, ya que todos los taxistas de Napoles, pertenecen a la Mafia, no fuera a ser que ese tipo estuviera esperando tanto tiempo, con fines aviesos y fue entonces cuando Pizzolante me llamó e invitó a bajar a la entrada del Edificio para solucionar el problema, acompañados del italiano recién llegado. Ellos trataron de hablar con el taxista en un tono conciliador, pero el tipo se mostró huraño y no contestaba nada. Siguieron insistiendo con el taxista, alegando que yo no le había entendido y por eso le pedían excusas, pero que dijera el monto que el aspiraba por su tiempo perdido para cancelárselo de inmediato y a regañadientes dijo que le pagaran 120.000 liras. Yo no las tenía en ese momento, ya que cargaba 8 billetes grandes de 10.000 liras, que son del tamaño de una sabana, por lo cual le ofrecí un billete de $ 20.oo, que al cambio de 630 liras por $ significaba 12.600 liras, más lo que tenía en moneda italiana, total que tuve que pagar 92.600 liras y la humillación de pedirle perdón al taxista, ya que para entonces nombrar la Mafia eran palabras mayores. Menos mal, que el incidente fue olvidado rápidamente, al calor de los tragos y que estuve mucho tiempo hablando con el suegro de Italo, que era el celebre Profesor Negrón y mi mujer compartió con la esposa y la hija, que resultaron unas personas muy simpáticas, al igual que todos los asistentes, con quienes compartimos una sopa de lentejas y pernil horneado con pan al olio. Terminado el ágape como a las 12 de la noche, me llamaron un taxi y se convino previamente el valor de la carrera en 20.000 liras que tenía mi mujer en la cartera. Así que para emprender el viaje de regreso a Terni, tuve que cambiar $ 50.oo que tenía guardado. El Hotel lo había pagado desde temprano, así que no tuve inconveniente, pero me dio miedo andar por las carreteras italianas sin plata suficiente y suspendí la visita a Frosinone y me vine directo a Terni, adonde llegamos como a las 12:00 M del día 24 de Diciembre, encontrando a una ciudad adornada con guirnaldas y flores en todas las calles, ventas en las calles de mercancía navideña, licores, tortas, juguetes, velas, figuras, nacimientos y artículos de pastelería. Lo más resaltante era la alegría del pueblo. Nos dieron la noticia que Aeropostal nos llamó por intermedio de la Policía, para informarnos que desde Caracas nos había mandado mi tía, un paquete con unos pasteles, de los cuales se habían dañado dos porque la Aduana Aérea los perforó con un punzón para conocer el contenido. Le pedimos al representante de Aeropostal, que por favor nos enviara con un transporte rápido, lo que quedara del paquete y le dimos la dirección del apartamento. El paisano, ya que era caraqueño, nos envió el paquete, que llegó a la casa como a las 7:00 P.M. y le pagamos 50.000 liras al taxista mensajero. Después de nuestra llegada, se organizó la mesa para le cena, se compraron las cosas que faltaban y nos acomodamos para recibir la Navidad en compañía de un grupo de becarios que solicitaron el encuentro.

15 de septiembre de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS. - Breves sobre la ciudad de Terni en Italia

Ya ubicados en la ciudad de Terni y asistiendo a la Siderúrgica, de acuerdo con el programa, viviendo en el apartamento alquilado junto con el matrimonio venezolano, me quedé en espera de las respuestas a mis reclamos ante la Oficina General de Milano y también a las correspondencias dirigidas a Caracas. Como ya tenía medio de movilización con el carrito Fiat 600 recientemente comprado a crédito y que se acercaban las vacaciones de fin de año, tenía que pensar para donde íbamos en Diciembre. La ciudad de Terni es viejísima y así se evidencia en los monumentos que aún le quedaban en pie. Para el año 1.957 apenas habían transcurrido 12 años del término de la Segunda Guerra Mundial y se estaba cumpliendo un programa del Régimen Municipal, el Gobierno Nacional y los Representantes del Plan Marshall, para la reconstrucción de la ciudad, incluyendo sus calles, Edificios, casas y zonas sanitarias y recreativas. Todas las ciudades italianas tienen una vía principal que se identifica como Corso Italia, donde la calle es más ancha, las aceras son amplias y los negocios que allí se instalan, son lujosos y de categoría. Esa vía fue la primera que reconstruyó el Municipio y para la época de nuestra llegada, era el sitio obligado para el paseo vespertino de las familias, principalmente las muchachas ternanas. El Edificio donde alquilamos el apartamento, estaba localizado en una Avenida en construcción, que fue hecha expresamente ancha, para soportar los cambios del futuro. Al frente del Edificio se construyó la Iglesia, atendida por 4 sacerdotes, que impartían la Santa Misa 4 veces al día. Aunque tenía tiempo en servicio, el templo se iba adornando y dotando con las imágenes, muebles y retablos de la Iglesia antigua, que fue derribada en un bombardeo. La Avenida estaba todavía sin pavimento, apenas engranzonado, porque el Municipio es sumamente cuidadoso de la calidad de las construcciones y rígido en el cumplimiento de las Leyes. Casi todas las calles estaban en igual situación, pero paulatinamente y con denuedo, iban realizando las obras. La iniciativa privada iba construyendo poco a poco las nuevas edificaciones, bajo la mirada vigilante del Municipio en el acabado exterior e interior. Nuestro apartamento tenía puertas, zaguanes y ventanas hechas de madera de buena calidad e igualmente la herrería, los techos, paredes y piso de pasillos eran lujosos, Su propietario era un obrero de la Siderúrgica que después de construir la obra, prefirió quedarse en la modesta casa en la campiña y alquilar los apartamentos para pagar rápidamente el crédito. Tenía piso de mármol de carrara, al igual que el mesón de la cocina, los baños eran de porcelana fina y todo el piso, escaleras y pasillos también era de mármol. Las piezas de baño igualmente eran de primera calidad, con tres habitaciones, recibo, comedor, cocina y dos baños. Una de las condiciones del alquiler, era que el dueño podía revisar su inmueble cuantas veces quisiera. Nos fuimos acostumbrarnos al inmueble y yo a soportar a los compañeros de habitación, hasta el punto de llegar a apreciarlos, pero por la influencia de la esposa, que como dije antes era un amor de mujer, que con su educación demostraba que venía de buena cuna, todo lo contrario del marido. Nuestra casa se convirtió en el refugio y visita obligada de todo el grupo de becarios, para intercambiar noticias, prestarnos los periódicos y revistas de Venezuela y a oír la música patria. Nosotros paseábamos por las calles principales, admirábamos la educación de la gente y especialmente a la mujer de Terni, que tenían la fama de ser unas de las más bellas de Italia. Desde las cinco de la tarde se iniciaba el paseo por las calzadas de la Avenida. Las jóvenes se agarraban de brazos e iban conversando y contándose anécdotas interminables, saludando a las amigas dándose sendos besos en las mejillas y sonriendo maravillosamente. La ternana media, es una mujer de regular tamaño, con buena figura, pero no delgada, con una elegancia bien llevada, vestidos nuevos en apariencia, buen calzado, con un abrigo o capoto fino y muy limpio, con gorro de piel o lana en combinación con el resto del atuendo. Posteriormente nos explicaban el rígido sistema que usan los italianos, en general, para mantener su ropa y calzado. En efecto, las estaciones se dan inflexiblemente y al terminar el invierno y se acerca la primavera, con una disciplina extraordinaria, van limpiando la ropa, cepillándola, colocando la protección y en seguida proceder a guardarla con minuciosa atención en envases o baúles especiales. A medida que van guardando lo de invierno, van sacando lo de primavera y en un proceso sin fin, van sustituyendo ropa y calzado de una estación a otra, complementando su elegancia con la adaptación de los peinados y adornos complementarios que las mantiene elegantes, finas y provocativas, destacándose en el Verano, cuando lucen sueltas, vaporosas, provocativas. Los hombres siguen un programa similar y lucen siempre distinguidos y educados. Éramos conocidos en el pueblo, donde se sabía perfectamente quien era quien y qué papel jugaba. Había familias aristócratas y arrogantes, otras de clase media y finalmente, las clases modestas, que eran las más numerosas. Nosotros nos codeábamos con todos los estamentos. Las fuentes de empleo eran muy restringidas, las principales eran la siderúrgica y la fábrica de armas, el comercio, los servicios públicos, la educación, las comunicaciones, el ferrocarril y los guardianes del orden. En el comercio se destacaba una Tienda por Departamentos similar a Sears, llamada UPIM, un almacén donde se conseguía de todo, y donde la Oficina de Recursos Humanos se especializó en escoger sus empleadas, entre las mujeres más bonitas, elegantes y distinguidas, que lo atendían a uno con la mayor educación, desvelo y devoción, que uno quedaba enamorado aunque no comprara nada. Todos los negocios eran así La ciudad era moderna, limpia, con una población educada y trabajadora. El trato siempre era afable y nosotros correspondíamos con la misma moneda. Nuestros cheques mensuales llegaban puntualmente y el pueblo se daba cuenta, porque el dinero circulaba con mayor velocidad. Los fines de semana o días festivos los aprovechábamos conociendo los pueblos vecinos y hasta las ciudades más lejanas. Todos los pueblos, aun los más pequeños son orgullosos de los vinos y de su gastronomía. y su población gozaba cuando nos veía ingiriendo sus productos. Los pueblos de Tody, Orvietto, La Cassetta, nos recibía a cuerpo de Reyes. Nosotros nos tuvimos que habituar a los socios de habitación y salíamos juntos en el carrito, repartiendo los espacios. A mí que no me gusta manejar, le dejaba a él como chofer y atrás se acomodaban, las dos señoras, la niña mayor y el varón menor, quedándome a mí el segundo hijo, que era el más gordo y pesado, para llevarlo en las piernas. Así convivíamos, los primeros viajes los hicimos a Assisi, para conocer la ciudad y a San Francisco. Pernoctamos en Peruggia, la ciudad del dulce, donde el aroma se percibe desde 15 Kilómetros a la redonda. En otras semanas nos fuimos a Piediluco, un pueblo turístico con un lago de regular tamaño, con playas y sitios de picnic. Varias veces fuimos a Rama a ver el Papa cuando impartía la bendición desde el balcón de la Plaza del Vaticano. El 14 de Febrero, día de San Valentín, nos fuimos al pueblo del mismo nombre, que está construido sobre una colina, donde se celebra en la única calle de la localidad, una venta al área libre de raciones de “porquetta”, pedazos de cochino asado con leña, acompañados de pan casero y refresco de frutas de la región. Cuando el invierno se acentúo y empezaron a caer copos de nieve, nos fuimos a esquiar, patinar y descender en tablas, al Campamento Invernal de Quisandal, donde mirábamos con envidia a los esquiadores deslizarse por las lomas en largas distancias, los veteranos haciendo acrobacias y los neófitos novatos como nosotros, dando tumbos y resbalones en toda la superficie, pero que de todos modos, gozábamos de un paisaje nunca visto. Ya para Noviembre empezaban a aparecer los juguetes, flores, caramelos y adornos, que ya presagiaba lo alegre de la Navidad y Año Nuevo. El pueblo se iba adornando con guirnaldas, flores y figuras navideñas. Los licores dulces aparecieron en todos los tipos y colores. Las tortas, dulces, pastelería y meriendas eran provocativas para el público y mucho más para nosotros, que habíamos adoptado a la ciudad como la propia y ya alentábamos al equipo de futbol local, como si fuera el Caracas o el Magallanes. Por separado nos llegaban noticias de las diligencias que se hacían en Caracas y algunos hacían preparativos para el regreso a Venezuela. Había revuelo y las autoridades de acá nos daban esperanzas. Nuestras diligencias para conseguir Whisky dieron resultado. Ni los bares ni las licorerías las tenían en existencia, pero surgió una señora, familiar de uno de los obreros, que quedó viuda de un señor que tenía una licorería y cuando el edificio quedó destruido en un ataque aéreo y dentro de las ruinas, se encontraban restos de licores y a ella le parecía que allí había whisky y no tenía inconveniente en que moviéramos esas ruinas y si encontrábamos algo, ella nos lo vendía a buen precio. Un sábado nos pusimos de acuerdo y nos acercamos a jurungar pisos y paredes y encontramos buenas y sanas, a tres cajas de whisky marca CAT. Que en seguida rescatamos y le pagamos a la señora cien dólares en billetes, lo cual nos agradeció mucho. Lavamos las botellas, que estaban protegidas por restos de madera y nos fuimos en comisión al Automóvil Club para pedirle nos vendiera un poquito de hielo y así probamos el licor, que no era una gran cosa, pero era pasable. Antes de mudarme al apartamento, viviendo todavía en la habitación, llegó a Terni una pareja joven que no había podido incorporarse por males de embarazo. La recibimos con toda alegría y sin acordarme que estaba tomando unas pastillas llamadas IRGAPIRINA, recetada para la artritis, me tomé unos cuantos tragos y en la noche, al acostarme, noté que me estaba hinchando en forma desmedida. La dueña del apartamento llamó inmediatamente a un sobrino, que era médico y este ordenó mi hospitalización en el nosocomio, que aún estaba en reconstrucción y así se hizo, luego que cuatro de nuestros compañeros me bajaron del PH a la PB en una camilla de lona. En el hospital me hicieron un lavado de estómago y me sometieron a un tratamiento con inyecciones intravenosas. Ya el otro día estaba mejor y en la tarde me dieron de alta, pero quedaron los chistes por la bajada de los cinco pisos en una camilla de lona y la forma como yo llamaba a las enfermeras. Cuando cobramos los cheques de las becas personales y de los correspondientes aguinaldos y nos dieron vacaciones desde el 15 de Diciembre hasta el 7 de Enero del año 1.958, todos compramos nuestros correspondientes regalos y unánimemente decidimos hacerle un regalo al Sr. Barbarrossa y luego de discutir sobre el tipo de obsequio, alguien propuso que le compráramos una bicicleta nueva, marca Benotto que estaba en exhibición y todos dimos nuestra aceptación. Averiguamos el precio, incluyendo la placa que le daríamos y cada quien dio su aporte y compramos el día siguiente la bicicleta lujosa, de color verde, con dinamo y luces, sillín de cuero y bomba de aire. Al convocarle al Salón para hacerle entrega de su regalo y la placa, no se imaginó nunca ese señor, que nosotros le diéramos esa sorpresa y sin poder aguantar la emoción, las lágrimas le brotaron voluntariamente y no pudo pronunciar palabra y solo al otro día pudo reaccionar y nos invitó a su casa, donde nos brindó un cordial agasajo en unión de su hija. Yo tenía dos compromisos contraídos para Diciembre. Uno era en Frosinone, una ciudad grande localizada cerca de Roma, donde vivían los padres de Quico y Fernando Rufa, así como otros familiares a quienes conocíamos y teníamos una cercana amistad. Ellos nos estaban esperando desde hace varios meses y nosotros le avisamos que iríamos en Diciembre. Organicé mi viaje en compañía de mi esposa y salimos hacia el Sur, rumbo a Nápoles, dejando la visita a Frosinone a nuestro regreso. Compramos en Terni los regalos que les llevaríamos a los anfitriones. Los campos que atravesábamos eran bonitos, sembrados en su totalidad. El heno se recogía y se guardaban en pacas que quedaban al aire libre para cuando se necesitara, los árboles de olivo quedaban en los campos cargados de frutos. La carretera Roma Nápoles está sembrada a la izquierda con árboles de pino y frutales y a la derecha y hacia el mar, hay que detenerse para admirar las hileras de árboles de mandarina, con su típico color amarillo, totalmente cargados y a punto de recoger la cosecha, los árboles de durazno, naranjas California, cakies, melocotones, limones, limas y otros cítricos. Las filas se pierden hasta lontananza, los campesinos con sus cajas iban descargando los frutos y cuando probé una mandarina que me regalaron, junto con dos naranjas de pulpa morada, quedé extasiado con esos campos, su productividad y el dulzor de los frutos. Me desplazaba por la carretera un poco asustado, debido a que los italianos con sus grandes camiones, se desplazan a altas velocidades y casi lo atropellan a uno por la escasa separación que dejan entre los vehículos y los carros pequeños. Cuando llegué al cruce de la carretera, señalando la vía hacia Sorrento, no me pude aguantar y bajé hacia el puerto, aunque no estaba en el programa. Me tuve que parar en la bajada para darle un vistazo al Puerto y la Ciudad, tan llena de sabor y de ritmo. Las calles son limpias y alegres. La bajada desde la carretera al Puerto, me recordó mucho a Mochima, por el paisaje, pero no por su elegancia y facilidades al viajero. Nos bajamos a almorzar, en un bello Restaurant con vista al mar y degustamos frutos del mar y un postre sensacional. A la salida dimos un paseo por la ciudad, que ya estaba adornada con motivos navideños y seguimos nuestro viaje a la cercana Nápoles, donde ya teníamos Hotel reservado. Como el recorrido lo hicimos de noche, tuvimos oportunidad de ver, desde la carretera, los pueblitos costeros iluminados, que nos parecieron atrayentes.