15 de febrero de 2011

Cubrir Gerencia Los Andes con Sede Mérida

Una vez establecida la creación de la Unidad de Inspectoría General, la dotación de una Secretaria Ejecutiva y un Asistente Administrativo, procedí a organizar la Oficina y un programa sobre los distintos tópicos que debía revisar en las siete Gerencias del País y las Oficinas adscritas a cada una de ellas. Elaboré un folleto, separado por materias, mediante el cual podía uniformar los datos de las distintas unidades, producir las copias que me fueran necesarias y mantener un control de las unidades. Todo iba muy bien y me preparé para el primer viaje de inspección a la Sucursal Nª 1 Maracaibo. En una de mis visitas por las unidades de la Oficina Central, me encontré con el Dr. José Miguel Monagas, Gerente de la Sucursal Nª 5 Los Andes, nos saludamos deferentemente, ya que hacía años éramos amigos. Me fui a mi oficina pensando en otras cosas, ya que el pan de cada día era la división de Acción Democrática y la fundación del MEP. Las medidas de cambios de personeros importantes de los cargos, bien sea por renuncia de los mismos o por despido. Yo estaba en mi oficina redactando un Memorando y preparándome para ir a almorzar, cuando entró el Dr. Monagas y me preguntó directamente: ¿Enrique, cuando piensas irte? Como quiera que él tenía una hermana que vivía en la Urb. San Luis y algunas veces yo le daba la cola para ir donde ella, le contesté enseguida, viendo el reloj, “Yo creo que en media hora José Miguel “. El se extrañó de la respuesta y me la repitió: Enrique, creo que estás confundido, te estoy preguntando cuando te vas para Mérida, ya que acabo de hablar con el Dr. Padilla y él me informó que tu me vas a sustituir provisionalmente en la Sucursal, ya que yo renuncié irrevocablemente.. ¿Tú no sabes nada, no te han informado? José Miguel le dije yo, primera noticia que oigo al respecto. Bueno, no digas nada, pero no tardarán en llamarte para darte instrucciones, y se fue de mi Despacho. Yo me quedé cavilando sobre la situación, para mí impensada y haciéndome, conjeturas sobre la actitud que debía tomar sobre los despidos de personal, ya que el Dr. Monagas era, además de Gerente de la Sucursal, Profesor en la ULA y Decano de la Facultad de Derecho, por lo que gozaba de un bien ganado prestigio y el aprecio de la Comunidad. Era un adeco furibundo y Directivo de esa Organización, tanto a nivel local como nacional y uno de los primeros que se fue de Acción Democrática para el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP) y como la mayoría del personal, era adeco y vinculado a él, se pensaba que yo llegaría a Mérida con ordenes de cortar cabezas e igualmente lo haría en San Cristóbal, Valera y Barinas, que eran Agencias adscritas a la Sucursal. No habían transcurrido veinte minutos cuando me avisaron que el Dr., Roberto Pasilla, Sub Director del Instituto me estaba llamando. Subí a su Oficina y de inmediato me pasaron a su Despacho. Al entrar me mandó a sentar en la silla de visitantes y me informó que el Directorio había decidido enviarme a Mérida como Gerente encargado de la Sucursal Los Andes, en sustitución del Dr. José Miguel Monagas, quien había renunciado al cargo por razones políticas y que estaría allí hasta tanto se encontrara un sustituto, que tuviera el respaldo de los 4 Gobernadores de Estados y de los 4 CES de Acción Democrática. Que entretanto no hiciera ningún despido ni cambio en el personal, salvo aquellos casos de militantes recalcitrantes que pudieran dañar el normal desenvolvimiento de las actividades. Que confiaban en mi reconocida equidad en el cargo y que tratarían de que pronto se encontrara mi sustituto. Me despidió deseándome el mayor éxito en mi gestión. Al bajar a mi oficina le dicté el Memorando a Janet Girier, mi eficiente Secretaria, para tramitar el boleto aéreo con retorno para Mérida viáticos correspondientes para 10 días y llamé por teléfono a mi esposa para contarle todo y para que me fuera preparando la maleta. A Janet le pedí también a un taxista para que me fuera a buscar a las 4:00 AM, ya que el avión salía a las 6:00 AM. Todo esto sucedió el 16 de Enero de 1.968 y al día siguiente llegué al Aeropuerto “Alberto Adriani” de Mérida y ya me estaban esperando el chofer Ramón Becerra y el Dr. Carraciolo Lobo, el Asesor Económico de la Sucursal. Ya el Dr. Monagas había anunciado mi llegada y había una gran expectativa entre el personal. Menos mal que gran parte del personal me conocía y se imaginaban que yo no tenía intención de hacerle daño. Cuando la expectativa se calmó un poco, hice reunir al personal en la Sala de la Gerencia, que era bastante amplia, dirigiéndoles un cordial saludo y les expliqué el motivo de mi llegada, exaltando en primer lugar, la figura del Dr. Monagas y la información de que mi estadía en la ciudad sería muy breve, terminando con pedirle su colaboración en mi labor y ratificándole la intención de la Junta Directiva de garantizar la permanencia del personal en sus respectivos cargos. Terminé mandando a cada quien a sus puestos y yo me quedé con el Dr. Monagas recibiéndole la información sobre los asuntos pendientes. A mediodía salí con el chofer para alojarme en el Hotel Prado Río, cambiarme de ropa y descansar un poco. A las 2:00 de la tarde vino el chofer a buscarme y al llegar al Edificio Sede, pasé por cada uno de los Departamentos para saludar a todo el personal y ponerme a la orden por cualquier problema que tuvieran. Luego me senté en mi escritorio y llamé a Iraida Barone, la Secretaria, para que me informara en detalles cuales eran los problemas más importantes que quedaban pendientes, me consiguiera las llaves de las puertas y del escritorio y que el día siguiente hablaríamos, ya que debía esperar el Informe del Auditor Régulo Betancourt junto con al Acta de Entrega firmado por el Dr. Monagas y por mí, para poder actuar y enseguida tramitar ante los Bancos los cambios de firma de las cuentas. Para ganar tiempo llamé al chofer Becerra para que me llevara a dar una vuelta por la ciudad. Para ese entonces, Mérida era una ciudad pequeña, construida desde hace más de 400 años sobre una meseta ligeramente inclinada de Norte a Sur, con casas coloniales habitadas originalmente por los conquistadores españoles en los sitios vecinos a la Catedral y la Plaza Principal, al igual que la Casa de Gobierno. Su vida gira alrededor de la Universidad de los Andes y los Organismos Oficiales. Había crecido bastante, a la par de cómo aumentaba la población y principalmente la cantidad de estudiantes universitarios. Cuando llegué, en Enero de 1.968 había unos 4.500 estudiantes y cuando me vine, en Noviembre de 1.969 la población estudiantil había aumentado a 9.300 alumnos universitarios. Habían establecido numerosos establecimientos comerciales y la vecina ciudad de Ejido había duplicado su población. El clima había cambiado un poco, ya no se sentía el frío intenso, sino que en algunas horas del día, hacía calor. Recorrí en breve plazo las dos avenidas y pocas calles de la ciudad, ingresé a la Catedral para oír la Misa de 5:00 PM y luego me fui definitivamente al Hotel Prado Río. Al día siguiente me fui temprano a mi Oficina ubicada en el Antiguo Edificio del Seminario, di una vuelta a la Edificación y mandé a Becerra al Mercado para que me comprara unos pastelitos y café con leche para desayunarme. Cuando me trajeron el encargo, me desayuné con toda calma y me puse a pensar sobre la situación planteada y cual sería la actitud que adoptaría. Como dije antes, Mérida era una ciudad pequeña, con un sector aristócrata que solo trataba a sus iguales, pero ni se acercan al pueblo y solo de lejitos trataba a la clase media. Mucha gente son familiares de sangre o por afinidad, que llevan su vida en compartimientos estancos. Mi llegada no causó ningún revuelo, ya que todos estaban enterados que iba con carácter transitorio mientras nombraran al Gerente definitivo. Siendo una ciudad importante y con mucha historia, no tenía servicio telefónico y para cualquier comunicación tenías que ir hasta la Oficina de la CANTV, hacer una cola para obtener un cupo, el cual era difícil debido a que para entonces vivían en Mérida unos 4.000 estudiantes que tenían necesidad de comunicarse con sus familiares. Había unos 5 cines, todos ellos de mediana calidad, que pasaban la misma película por los 7 días de la semana, lo más bonito e impresionante era la Catedral. Había pocos hoteles al igual que Restaurantes de categoría. El Centro de la Ciudad era la Universidad, nervio y alma de Mérida, que marca el ritmo de la ciudad. Los estudiantes son el corazón y la vida de la población. El turismo es una fuente de ingresos, y los merideños son trabajadores, sinceros, respetuosos, alegres y como todo pueblo pequeño, el chisme y la maledicencia no dejan de estar presente. El clima es el más benigno del País. Por los alrededores de la Meseta discurren siete ríos, siendo el más importante El Albarregas. Entre las ventajas de la ciudad podemos citar al Aeropuerto Alberto Carnevalli, ubicado prácticamente en el Centro de la ciudad, pero como era muy pequeño y muchas veces el clima, la neblina o el viento impedían el aterrizaje, en muchas oportunidades el avión debía desviarse al Aeropuerto de Valera, a Maracaibo y hasta a San Cristóbal., donde uno se quedaba y tenía que completar el viaje trasladándose por tierra. Muy rápidamente me hice cliente habitual del Viejo Mercado Municipal, donde compraba las frutas frescas del Sector y todas las cosas típicas y sabrosas de la Región, especialmente las torticas andinas, el mute, las sopas y las tortillas. Después de revisar con los ingenieros, las obras que estaban en ejecución y haber encontrado que había un notable retraso en la ejecución, ya que los contratistas alegaban que no se le estaba pagando a tiempo, se decidió, de acuerdo a instrucciones de Caracas, rescindir todos los contratos de obra y asumir directamente la responsabilidad de terminar las construcciones, ya que existía el deseo de inaugurar todas esas Urbanizaciones, antes de la fecha de elecciones, las cuales estaban en pleno furor. En virtud del problema de que no existía comunicación telefónica entre las unidades del Interior y Caracas, desde hace algún tiempo se instalaron en todas las oficinas, estaciones de radio, pero solo para comunicarse con Caracas y las Sucursales. Yo me mantenía en contacto con Caracas y con todas las unidades por medio de la radio y cuando rescindí los contratos de obras, pedí me mandaran como colaboración sendos ingenieros: Uno, el más veterano, para dirigir el programa de obras a realizar en las cuatro ciudades, además de las Urbanizaciones que se construían en Mérida, otro para Valera, otro para San Cristóbal y finalmente, uno para las obras de Barinas. Una vez que llegaron los cuatro ingenieros, nos sentamos conjuntamente con el Arquitecto de la Sucursal, para elaborar el programa a cumplir para terminar en Mérida a las Urbanizaciones “Campo de Oro”, “La Pedregosa” y “ Santa Juana”, “La Beatriz” en Valera, “Manuel Palacios Fajardo” en Barinas y “La Unidad Vecinal” de San Cristóbal. Como las obras estaban en distintas fases de construcción y se necesitaba contar con los materiales, seguros y a tiempo, estuvimos toda una semana determinando las cantidades de los mismos, así como sus costos, para pedir a Caracas nos fueran depositando semanalmente en las cuentas corrientes, las cantidades necesarias, incluyendo el monto de las nóminas del personal y los gastos administrativos. Para cumplir el programa de obras, había que trabajar las 24 horas del día y prever el rendimiento con el hecho de que las lluvias eran incesantes y eso dificultaba las entregas de materiales y el suministro de alimentación. Cuando todo estuvo organizado, comenzamos los trabajos en forma intensiva en las cuatro ciudades y recibíamos diariamente, vía radio, los informes sobre el progreso de la construcción y nosotros a nuestra vez, remitíamos nuestro informe conjunto al Departamento Técnico de Caracas, quien nos había dado 8 meses para concluir todas las obras. Pero por órdenes superiores nos acortaron ese plazo en dos meses, por lo que tuvimos que revisar la programación y cumplir con el friso y pintura solo de la parte más visible. El problema más serio que yo confrontaba, era de tipo económico y personal, ya que de acuerdo a las normas del Instituto, el viático más elevado era de Bs. 45.oo diarios y solamente el Hotel Prado Río me cobraba la tarifa especial de Bs. 40.oo diarios, quedándome solo Bs. 5.oo para alimentación. Naturalmente, yo no podía vivir con esa cantidad y opté por hablar con el Gerente del Hotel La Sierra, quien convino en cobrarme Bs. 20.oo por la habitación y Bs. 20.oo por el almuerzo y cena, ya que me desayunaba en la calle y solo comía los días lunes a jueves, ya que desde el viernes hasta el domingo yo tenía permiso para venirme a Caracas. Con esa medida nivelé la situación, pero me incitó a movilizarme para encontrar el sustituto, ya que el problema económico era muy serio, porque tanto en Mérida, como en todas las capitales de estados, se realizaban actos del partido Acción Democrática para recoger dinero destinado a la Campaña Electoral, que como dije antes, estaba en pleno apogeo y por supuesto, llegaban delegaciones vendiendo tarjetas para bailes, fiestas, banquetes y colaboraciones, las cuales no podía hacer, por no tener disponibilidades. Estas delegaciones eran presididas por la esposa del Gobernador del Estado o personeros del partido o del Gobierno. Otra presión fuerte que recibía por la Campaña Electoral era, que diariamente se levantaban tarimas y templetes para los actos y venían a la Gerencia, en busca de maderos y demás materiales para ese fin y como yo no tenía facultades para esas donaciones, me tildaban de pichirre y falto de colaboración. Por último, tenía el problema de que la mayor parte del personal en las cuatro agencias, estaba integrado por mujeres, que por ley natural, cumplían años, contraían matrimonios, le nacían hijos o eran reinas de festividades y con la esperanza de conseguir buenos regalos o contribuciones generosas, me mandaban mi correspondiente tarjeta de invitación. A ninguna de esas invitaciones podía hacerle frente, ya que mis ingresos eran mínimos y el presupuesto no contemplaba gasto alguno por ese concepto. Finalmente confrontaba el problema de que siendo Mérida una ciudad turística, que es visitada por una numerosa cantidad de turistas que desean disfrutar de los dones de la ciudad y sus alrededores. Dentro de esa cantidad de turistas, semanalmente me llegaban familiares, amigos, compañeros de trabajo, que a sabiendas de que yo estaba en Mérida iban a visitarme a mi oficina y lo menos que podía hacer por ellos, era invitarlos a almorzar o cenar a un restaurant. Con frecuencia eran familias numerosas y esas invitaciones me costaban cifras elevadas. Por último, como debía ir a presentar cuentas, por separado, con los miembros del Directorio, en Caracas, debía llevarle al grupo de secretarias, los diferentes tipos de dulces que se elaboraban en la Región y ese obsequio me costaba una cantidad importante. Ante el déficit que presentaba, me vi obligado a la acumulación de deudas, que luego de mi regreso, tardé más de dos años en cancelarla. Por seis oportunidades fueron presentados candidatos para la Gerencia, que yo apoyé con todo mi entusiasmo, pero por una u otra razón no eran aceptados por el Directorio y eso me obligaba a permanecer en el cargo. Transcurrieron los primeros 6 meses de esa situación. Tenía trabajo en cantidad y los ingresos eran insuficientes para cubrir mis gastos, cuando un día me avisaron que debía trasladarme a Caracas para hacer los preparativos necesarios, ya que había sido escogido para asistir conjuntamente con la Ing. Luisa Figueroa de Brazzarola, representando a Venezuela, a un simposio en la ciudad de Washington en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El Banco Obrero resolvió rápidamente lo concerniente a Pasaporte Especial, viáticos, visas y demás. Así que a los dos días ya estaba en la ciudad de Washington, en las reuniones correspondientes, vinculándome con los mejores especialistas en vivienda de Latinoamérica y formando parte de algunas de las comisiones creadas al efecto. Iniciamos el viaje desde Maiquetía directamente a Nueva York y nos alojaron en el Hotel Park, vecino al Parque Central. Era un Edificio de 32 pisos donde vi una de las cosas más raras de mi vida. En efecto, tanto en el Lobby del Hotel, como en los Ascensores, Comedores y Salones, todas las personas que encontraba, eran iguales o muy parecidas, lo que me obligó a preguntar la causa de ese raro fenómeno, hasta que me informaron que en casi todos los Hoteles de USA, se celebran convenciones de diferentes tipos y en este caso, se trataba de una convención de mongólicos, razón por la cual se parecían tanto. Como salíamos el día siguiente, muy temprano, para Washington, aprovechamos el fin de la tarde y principio de la noche, para salir por los alrededores del Hotel, en le 5ª Avenida de Nueva York, para hacer unas compras de las cosas que queríamos traer a Caracas, ya que al regreso no tendríamos tiempo. Yo me compré 6 camisas Arrow blancas, de nylon, que estaban de moda, porque no necesitaban plancha, un par de zapatos Florshein y algunas cositas baratas para la casa. En el Hotel Pensilvania, donde estábamos alojados en Washington, no había Restaurant, pero a la vuelta de la esquina había un Self you Self, donde podíamos comer. Cuando entré a ese Restaurant, este estaba lleno y de repente alguien gritó mi nombre y cuando se levantó, era una persona a quien no conocía. Se me acercó y se identificó como Alexis Fettisoff, amigo de mi hermano Cheche, que asistía en representación de Fondo Común EAP. Me hizo sitio en su mesa y allí cené junto con él. El tipo era simpático, hablaba inglés y le gustaba el béisbol. Para entonces estaba jugando en el Minnesota nuestro paisano César Tovar y el jonronero más famoso era Frank Howward de los Senadores de Washington. En uno de los días de semana se anuncio un doble juego entre Washington y Minnesota y por supuesto, hicimos nuestros preparativos par irnos a ese juego. Ya a las 4:00 estábamos en el Estadio, ya que el primer juego comenzaba a las 5:00 PM. Había un lleno total y la mayoría llevaba su paquete con comida y bebida, pero los vendedores de perros calientes, refrescos, cervezas y otras menudencias, eran llamados con frecuencia para comprarles. Había gritos, alegría, alharacas y tensiones, hasta que empezó el juego. Mi amigo Alexis, que estudió en USA, se vanagloriaba de conocer a las muchachas y su comportamiento. Cerca de nosotros estaban dos jovencitas entusiasmadas que gritaban continuamente y en varias oportunidades Alexis se les acercó y yo supongo que algo les propuso, porque al rato regresó y me dijo: Ya estamos listos, al terminar el juego las seguimos. Continuamos viendo los dos juegos y al terminar el último, las niñas se pararon y más atrás íbamos nosotros, yo sin pronunciar palabra y Alexis con toda la iniciativa. Ellas se ubicaron junto con un montón de gente en el punto de salida de los jugadores, para pedirles autógrafos. La salida se retrasó y a medida que pasaba el tiempo.se iban apagando las luces del Estacionamiento y de las tribunas. Al fin salieron los jugadores, firmaron algunos autógrafos, buscaron sus respectivos carros y se fueron. Ya el Estacionamiento estaba solo y los autobuses de transporte se habían ido. Igual hicieron los autobuses y equipos de transporte público. Las muchachas tomaron su carro, se despidieron moviendo los dedos de las manos y nos dejaron viendo el cielo y sin ningún medio de transporte para llegar al centro de la ciudad. El stadium quedaba a una distancia equivalente a Caracas y Guatire y la única arma que llevábamos, era unos batecitos que venden como souvenir. Sin pensarlo mucho, arrancamos a pié, pensando que en el camino podíamos encontrar un taxi. Agarramos carretera y atravesamos por sitios despoblados y veíamos a lo lejos un área alumbrada. Seguimos el camino hasta que llegamos a un barrio de casas iguales, habitadas por personas, que a todas luces eran adictos al licor y a las drogas y se identicaban como Barrio de Negros. Apuramos el paso, pero a medida que avanzamos la situación era más tétrica, ya que aparecían personas borrachas y drogadictos tirados en el piso. Llegó un momento que a mi me dio miedo y le dije a Alexis que yo no seguía. A los pocos metros se veía un poste con un reflejo de luz y un teléfono publico. Allí obligue a Alexis que llamara una línea de taxis y si estos no venían a esos barrios, llamara al 911 o la Policía. Después de varios intentos, contestó la Policía y luego de un largo interrogatorio, dio orden de no movernos de allí y que en 15 minutos estarían en el lugar. Nos quedamos en el sitio y efectivamente, a los 15 minutos se presentó una patrulla a toda velocidad y se paró como a los seis metros, armados los 3 policías con armas largas y pistolas, nos puso manos arriba y nos pidió que le lanzáramos los pasaportes. Así lo hicimos, contestamos las preguntas que hicieron, hasta que finalmente nos mandaron a subir a la patrulla, donde nos esposaron y nos trasladaron hasta el Hotel, donde nos desposaron y después de hablar con el Gerente, allí nos dejaron, no sin antes echarnos un regaño y advertirnos que tuvimos una gran suerte de que no nos atracaran o hasta nos mataran, ya que allí amanecen cada día por lo menos, siete muertos y que la Policía tiene orden de no acudir a esos sitios, salvo que vayan en una caravana de 6 patrullas bien armadas. Todavía con el susto encima, advertimos que teníamos hambre y como vimos cerca, un local de comida al aire libre, donde pedimos un plato especial de un tibon gigante, que no cabía en el plato, con papas fritas y una Coca-Cola, Todo por el precio oferta de $ 12.oo. Una vez pasado el susto, lo que hacíamos era reírnos del suceso, pero desde entonces no acepté ninguna otra invitación, porque en esa época estaban de moda los hippies que se desplazaban por las ciudades descalzas, sucias y despeinadas. Al día siguiente, nos reincorporamos a nuestras respectivas comisiones, donde ya estábamos en la fase final de nuestras deliberaciones y enseguida comenzaríamos a redactar nuestro informe, que luego se ensamblaría con los otros informes y sería la base para la redacción del Documento definitivo. El simposio se prolongó hasta el martes de la semana siguiente y se programó el retorno a Venezuela para el miércoles en la tarde, haciendo escala en Nueva York. Llegamos a Maiquetía a las 11:20 PM y luego de convenir con la Ing. Figueroa la hora en la cual nos presentaríamos ante el Directorio del Banco Obrero, regresamos por separado a nuestras casas. El día jueves fuimos recibidos por el Directorio en pleno, les participamos de nuestra actuación y les dejamos copias del Informe General presentado por el BID, que contenía los informes parciales de cada Comisión. Nos fijaron el día lunes para reintegrarnos a nuestras labores y yo preparé pasajes y viáticos para trasladarme a Mérida. Me reintegré el lunes y encontré las obras bastante adelantadas, con algunos problemas, que debí arreglar sobre la marcha. Me encontré con la novedad de que la Oficina de Personal por su cuenta tramitó mi nombramiento definitivo como Gerente de Sucursal, con lo cual cesó el cobro de viáticos mientras estuviera en Mérida y solo me sería reconocido cuando viajara a cualquiera de las Agencias adscritas. Eso me agarro por sorpresa por lo que tuve que organizar más viajes a las Agencias para nivelar los ingresos y seguir insistiendo para conseguir mi sustituto. La Campaña Electoral estaba fuerte, principalmente dirigida por los Partidos AD y COPEI, pero con una variación, mientras Caldera quería ser Presidente y empleaba todo su esfuerzo con ese fin, el candidato de AD se mostraba apático y falto de entusiasmo. El candidato de COPEI repartía su tiempo en visitas diarias tanto a las ciudades grandes como a los pueblos pequeños, con un verbo encendido y un manifiesto fervor para lograr la Primera Magistratura, pero la organización de AD era determinante y poco a poco iba venciendo la desventaja de la división habida en el Partido. Me mantuve en la Sucursal No. 5 Los Andes todo el fin del año y principios del año 1.968, siempre buscando el sustituto. La Universidad estaba encendida, las Facultades se estremecían por la situación política. Entraron de moda los hippies y los estudiantes los perseguían para cortarles el pelo y cada rato se oía el ruido de una persecución. En esos días llegó a la Universidad un profesor joven que estaba haciendo un curso de post grado en Francia y por consiguiente, se presentó con una cabellera larga y rizada que le llegaba al fin de la espalda. Apenas lo veían. Se formaban hordas que iniciaban la persecución enconada del profesor y este a defenderse a pura carrera por las calles de la ciudad. Aquello ere un show diario, escandaloso y popular, que paralizaba el tránsito y el desarrollo normal de la ciudad. Cuando arribé a la ciudad de Mérida, el personal estaba viviendo un período de incertidumbre, porque se temía hubiera una ola de despidos debido a la situación política, pero cuando el tiempo fue pasando, volvió poco a poco la confianza y la tranquilidad. Cuando habían transcurrido 15 días, me sorprendió el aviso de la Secretaria Iraida Barone, que una delegación de unos 20 empleados querían hablar conmigo. Inmediatamente los mandé a pasar, cerramos la puerta de la Oficina y les pregunté el motivo de la cita. El Arq. Aníbal Massini, que era el mas atrevido, tomo la palabra y me dijo que ellos estaban muy agradecidos de mi actitud y que ellos trabajarían con el mayor denuedo y sinceridad, pero el motivo principal era para decirme que en Mérida, por ancestro y tradición celebran todos los años, una fiesta navideña que identificaban como “Paradura de Niño” que tiene su origen en que después de los Reyes Magos, hay un robo secreto del niño de un “nacimiento” y simultáneamente hay otro robo del niño del nacimiento de otra institución y en una fecha posterior al 21 de Enero, Día de Santa Inés, se organiza una procesión con sus correspondientes padrinos, que llevan la imagen robada del otro nacimiento, colocada en un gran pañolón y se inicia la procesión tomando cada padrino y madrina una punta del pañolón y al compás de la música de banda integrada por tiple, guitarra, cuatro, maracas y saxofón, se desplazan por las calles llevando velas prendidas y quemando cohetes y cohetones y de vez en cuando se echan tragos de anís, chingirito, mistela y miche criollo. Para mi fue sorpresiva la existencia de esa fiesta tradicional e inmediatamente le dí me aprobación, pidiéndole que fuera esa la mejor fiesta de “paradura” que se hubiera realizado allí. En una semana se organizaron los preparativos, se contrató la música, se mandaron a hacer las meriendas, dulces y licores. Llegado el día, se preparó la fiesta, se recogieron contribuciones y con profusión de fuegos artificiales, arrancó la procesión, que yo presidía. Legados a la Sede de Mérida Entidad de Ahorro y Préstamos, donde estaba nuestro “niño”, intercambiamos imágenes, se juntaron las dos orquestas y empezó el baile con toda pompa, música, comidas y bebidas. La juerga duró hasta las 4:00 de la mañana. Para Junio de 1.968 se formó un zafarrancho en la ULA, con golpes, destrucción de locales, expulsión de alumnos, renuncia de las autoridades y cierre de aulas y Facultades. Entre los renunciantes estaba el Decano de la Facultad de Economía, Dr. Román Eduardo Sandia, un profesional joven, muy querido de la Comunidad, militante de Acción Democrática y reputado como un profesional competente. Apenas supe de su renuncia, hablé con el Prof. Alberto López, Gobernador del Estado, con el Presidente de AD y otras personas para que lo convencieran de aceptar el cargo de Gerente de la Sucursal, Pero el hombre no quería aceptar y solamente cuando varios amigos suyos lo convencieron, vino a mi Oficina y aceptó la designación. Se corrió la voz, todos estábamos contentos y un amigo suyo, que tenía una avioneta, lo invitó a ir a Caracas para recibir el nombramiento y hacer el juramento de Ley. Se organizó el viaje de retorno para el día jueves y yo empecé a recoger mis macundales para viajar el lunes siguiente a Caracas. Los empleados de la Sucursal, sus alumnos de la Sucursal y cientos de personas se dirigieron al Aeropuerto para recibir al viajero. Esa llegada estaba pautada para las 12:30 del mediodía. Pasó la hora y nada que llegaba el viajero. Se llamó por radio a La Carlota y allí ratificaron que Sandia había salido para Mérida alrededor de las 10:00 AM. Se llamó a Valera, a San Cristóbal y Maracaibo, Pero en ninguna parte había noticias del avión. Nos dieron las 3:00 PM y todo estaba silente. Surgió la duda sobre el destino de la nave. Seguimos averiguando en los aeropuertos grandes y pequeños sin ningún resultado, hasta que nos dieron las 7:00 de la noche y tuve que quedarme en mi cargo, esperando el resultado. Naturalmente avisé al Directorio del Banco Obrero lo que estaba pasando y me dieron orden de permanecer en Mérida hasta nueva orden.