Las clases se iniciaban a las 7.30 AM con las diferentes materias del Pensum, dictadas por profesores del Instituto Pedagógico y terminaban a las 11.30, con un ligero intervalo de 10 minutos para un pequeño refrigerio a las 10.30 AM. y luego proseguir en las aulas hasta la hora de salida de clases. Nos daban una tregua de 10 minutos para subir al baño, lavarse las manos y la cara, bajando en seguida y en carrera para formarse en el patio para después de los trámites de rigor, pasar al Comedor, donde estábamos organizados en mesas largas y sillas que no podían rodarse con ruido, así como tampoco se permitía hablar y cuando había una falta leve, el Brigadier Mencías, quien era responsable de mi mesa, ordenaba comer en “escuadra”, que consistía en llenar la cuchara de sopa y para llevarla había a la boca debía subirse verticalmente hasta el nivel bucal, detenerse y luego introducirla en la cavidad bucal y al vaciarse debía seguirse el camino inverso. Este era un castigo colectivo, válidos para todos los alimentos y en la mayoría de los casos no podíamos ingerir la comidas por falta de tiempo. Si la infracción era más grave, tal como hablar con algún compañero, dejar caer un cubierto o derramar la comida, el castigo era mayor, porque nos ordenaban pararnos de la mesa y salir al patio a trotar por el tiempo en que el Batallón terminaba de comer.
Esta era la rutina diaria que se completaba con el ritmo similar para la cena y previamente había un horario de dos horas en la tarde para practicar deportes en las disciplinas que se practicaban a esa hora, según la escogencia que había hecho cada cadete o aspirante. Cuando terminaba la actividad deportiva subíamos de nuevo a los baños del Primer Piso para tomar un baño y uniformarnos de nuevo con ropa limpia, para formarnos y posteriormente dirigirnos al Comedor para la cena. Terminada esta quedábamos en libertad para asistir a las aulas para estudiar las materias y hacer las tareas asignadas para el día siguiente o escribir la correspondencia personal y si quedaba tiempo nos dedicábamos a lavar las medias sucias, los pañuelos, la gorra y ropa interior, remendar lo que teníamos roto, pegar botones y pulir las botas de uso diario. A 8.55 PM, se daban por terminadas las actividades diarias y en un plazo de 5 minutos sonaba el timbre de silencio y todo el mundo tenía que cepillarse los dientes, empiyamarse y a dormir se ha dicho. No se permitían radios ni ningún equipo de comunicación.