Se hace difícil la integración de los recién llegados y los cadetes de años superiores. Hay una separación marcada entre ellos, fomentados sin querer por las autoridades de la Escuela y hasta por los altos directivos de la Comandancia de la Fuerza. En efecto, los Oficiales pregonan la preeminencia de los marinos de todos los países sobre los demás profesionales y en cuanto respecta en la comparación de los cadetes de la Escuela Naval con los cadetes de otros Centros de Enseñanza Militar hay una diferencia que comienza con la duración de 5 años para la Escuela Naval y los 4 años que cumplen los demás planteles. El marino es y debe serlo siempre, más distinguido, más educado y mejor preparado intelectualmente El blanco de su uniforme significa la pureza, la rectitud de conducta. Esa falacia, a fuerza de repetirla, debe ser creída por nuestros cadetes y aplicarla en todos los aspectos de nuestra existencia. .Por eso los requisitos de ingreso son tan rígidos y la disciplina muy estricta y cualquier contravención origina la desincorporación inmediata del alumno y en algunos casos, deben pagar los representantes al Estado, los gastos incurridos por su permanencia.
Nosotros éramos los últimos en el escalafón y todos los ubicados por encima tenían el derecho de impartir ordenes, aplicar castigos, emitir notas que iban al expediente de cada quien y que pueden impedir salidas a la calle y retrasar cualquier ascenso. No había derecho a queja ni reclamo y para hablar con cualquier superior tenías que ubicarte a 3 pasos y pedirle permiso para dirigirle la palabra, lo cual era potestativo de dicho superior concederla o no. El uso del Casino y de las áreas recreativas era privativo de los cadetes y los aspirantes no podían ni asomarse por esas zonas. A mi manera de ver, ahora que ha pasado el tiempo, creo que estas eran algunas de las causas por las cuales llegaban tan pocos estudiantes a la etapa final de graduación y en los últimos años de entonces, las promociones eran de 10 ó 12 oficiales, lo cual dificultaba cubrir las vacantes. .Mi promoción que era de 150 que ingresamos, apenas se graduaron 13. Los de la Promoción anterior apenas egresaron 7 y los Guardiamarinas que ese año salían graduados de Alféreces de Navío, solamente eran 14. Los cadetes de Tercer Año, casi todos fueron ascendidos a Brigadieres para asistir a los numerosos aspirantes que ingresamos. Unos eran buenos y otros déspotas y pichones de dictadores, Yo tuve la suerte que con el tiempo y cuando estaba fuera de la Escuela, casi todos se convirtieron en mis amigos. Entre ellos recuerdo a Mendoza, Sandoval, Antich, Sánchez, Luces, Bello, González, Mencías, Lira Hidalgo, el Mono Reyes, que fue expulsado por robarse unos fusiles.
También creo que los estudios y programaciones realizadas por los analistas determinaron que ante la necesidad de oficiales para los cargos que se crearían en los nuevos barcos y submarinos, la nueva Escuela Naval, las nuevas dependencias de la Infantería de Marina, obligaban a dar los pasos para facilitar la formación de nuevos oficiales y comenzó con el llamamiento de estudiantes para los exámenes de ingreso de 150 personas y que ese año se estaba cristalizando.
Con estas premisas comenzamos el lunes 11 de Octubre de 1.948, nuestro año escolar y militar con el mismo ejercicio mañanero antes descrito, pero con dos cambios fundamentales, la organización por grupos y la asignación del color gris en nuestras camisas de uniforme, mientras que los cadetes tenían camisas blancas y la formación en el Batallón empezaba con los Guardiamarinas, que ocupaban sitios privilegiados y estaban exentos de efectuar ejercicios. Continuaba con las filas de cadetes de Tercer Año y de seguidas, las filas de cadetes de Segundo y Primer Año. Más atrás y separados del grupo, estábamos nosotros, con nuestro humilde uniforme gris y para todas las identificaciones nos distinguían como “los aspirantes” con un dejo de mordacidad o como “los nuevos” en el mejor de los casos.
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