Una vez establecida la creación de la Unidad de Inspectoría General, la dotación de una Secretaria Ejecutiva y un Asistente Administrativo, procedí a organizar la Oficina y un programa sobre los distintos tópicos que debía revisar en las siete Gerencias del País y las Oficinas adscritas a cada una de ellas. Elaboré un folleto, separado por materias, mediante el cual podía uniformar los datos de las distintas unidades, producir las copias que me fueran necesarias y mantener un control de las unidades. Todo iba muy bien y me preparé para el primer viaje de inspección a la Sucursal Nª 1 Maracaibo. En una de mis visitas por las unidades de la Oficina Central, me encontré con el Dr. José Miguel Monagas, Gerente de la Sucursal Nª 5 Los Andes, nos saludamos deferentemente, ya que hacía años éramos amigos. Me fui a mi oficina pensando en otras cosas, ya que el pan de cada día era la división de Acción Democrática y la fundación del MEP. Las medidas de cambios de personeros importantes de los cargos, bien sea por renuncia de los mismos o por despido. Yo estaba en mi oficina redactando un Memorando y preparándome para ir a almorzar, cuando entró el Dr. Monagas y me preguntó directamente: ¿Enrique, cuando piensas irte? Como quiera que él tenía una hermana que vivía en la Urb. San Luis y algunas veces yo le daba la cola para ir donde ella, le contesté enseguida, viendo el reloj, “Yo creo que en media hora José Miguel “. El se extrañó de la respuesta y me la repitió: Enrique, creo que estás confundido, te estoy preguntando cuando te vas para Mérida, ya que acabo de hablar con el Dr. Padilla y él me informó que tu me vas a sustituir provisionalmente en la Sucursal, ya que yo renuncié irrevocablemente.. ¿Tú no sabes nada, no te han informado? José Miguel le dije yo, primera noticia que oigo al respecto. Bueno, no digas nada, pero no tardarán en llamarte para darte instrucciones, y se fue de mi Despacho.
Yo me quedé cavilando sobre la situación, para mí impensada y haciéndome, conjeturas sobre la actitud que debía tomar sobre los despidos de personal, ya que el Dr. Monagas era, además de Gerente de la Sucursal, Profesor en la ULA y Decano de la Facultad de Derecho, por lo que gozaba de un bien ganado prestigio y el aprecio de la Comunidad. Era un adeco furibundo y Directivo de esa Organización, tanto a nivel local como nacional y uno de los primeros que se fue de Acción Democrática para el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP) y como la mayoría del personal, era adeco y vinculado a él, se pensaba que yo llegaría a Mérida con ordenes de cortar cabezas e igualmente lo haría en San Cristóbal, Valera y Barinas, que eran Agencias adscritas a la Sucursal.
No habían transcurrido veinte minutos cuando me avisaron que el Dr., Roberto Pasilla, Sub Director del Instituto me estaba llamando. Subí a su Oficina y de inmediato me pasaron a su Despacho. Al entrar me mandó a sentar en la silla de visitantes y me informó que el Directorio había decidido enviarme a Mérida como Gerente encargado de la Sucursal Los Andes, en sustitución del Dr. José Miguel Monagas, quien había renunciado al cargo por razones políticas y que estaría allí hasta tanto se encontrara un sustituto, que tuviera el respaldo de los 4 Gobernadores de Estados y de los 4 CES de Acción Democrática. Que entretanto no hiciera ningún despido ni cambio en el personal, salvo aquellos casos de militantes recalcitrantes que pudieran dañar el normal desenvolvimiento de las actividades. Que confiaban en mi reconocida equidad en el cargo y que tratarían de que pronto se encontrara mi sustituto. Me despidió deseándome el mayor éxito en mi gestión.
Al bajar a mi oficina le dicté el Memorando a Janet Girier, mi eficiente Secretaria, para tramitar el boleto aéreo con retorno para Mérida viáticos correspondientes para 10 días y llamé por teléfono a mi esposa para contarle todo y para que me fuera preparando la maleta. A Janet le pedí también a un taxista para que me fuera a buscar a las 4:00 AM, ya que el avión salía a las 6:00 AM. Todo esto sucedió el 16 de Enero de 1.968 y al día siguiente llegué al Aeropuerto “Alberto Adriani” de Mérida y ya me estaban esperando el chofer Ramón Becerra y el Dr. Carraciolo Lobo, el Asesor Económico de la Sucursal. Ya el Dr. Monagas había anunciado mi llegada y había una gran expectativa entre el personal. Menos mal que gran parte del personal me conocía y se imaginaban que yo no tenía intención de hacerle daño. Cuando la expectativa se calmó un poco, hice reunir al personal en la Sala de la Gerencia, que era bastante amplia, dirigiéndoles un cordial saludo y les expliqué el motivo de mi llegada, exaltando en primer lugar, la figura del Dr. Monagas y la información de que mi estadía en la ciudad sería muy breve, terminando con pedirle su colaboración en mi labor y ratificándole la intención de la Junta Directiva de garantizar la permanencia del personal en sus respectivos cargos. Terminé mandando a cada quien a sus puestos y yo me quedé con el Dr. Monagas recibiéndole la información sobre los asuntos pendientes. A mediodía salí con el chofer para alojarme en el Hotel Prado Río, cambiarme de ropa y descansar un poco. A las 2:00 de la tarde vino el chofer a buscarme y al llegar al Edificio Sede, pasé por cada uno de los Departamentos para saludar a todo el personal y ponerme a la orden por cualquier problema que tuvieran. Luego me senté en mi escritorio y llamé a Iraida Barone, la Secretaria, para que me informara en detalles cuales eran los problemas más importantes que quedaban pendientes, me consiguiera las llaves de las puertas y del escritorio y que el día siguiente hablaríamos, ya que debía esperar el Informe del Auditor Régulo Betancourt junto con al Acta de Entrega firmado por el Dr. Monagas y por mí, para poder actuar y enseguida tramitar ante los Bancos los cambios de firma de las cuentas. Para ganar tiempo llamé al chofer Becerra para que me llevara a dar una vuelta por la ciudad. Para ese entonces, Mérida era una ciudad pequeña, construida desde hace más de 400 años sobre una meseta ligeramente inclinada de Norte a Sur, con casas coloniales habitadas originalmente por los conquistadores españoles en los sitios vecinos a la Catedral y la Plaza Principal, al igual que la Casa de Gobierno. Su vida gira alrededor de la Universidad de los Andes y los Organismos Oficiales. Había crecido bastante, a la par de cómo aumentaba la población y principalmente la cantidad de estudiantes universitarios. Cuando llegué, en Enero de 1.968 había unos 4.500 estudiantes y cuando me vine, en Noviembre de 1.969 la población estudiantil había aumentado a 9.300 alumnos universitarios. Habían establecido numerosos establecimientos comerciales y la vecina ciudad de Ejido había duplicado su población. El clima había cambiado un poco, ya no se sentía el frío intenso, sino que en algunas horas del día, hacía calor. Recorrí en breve plazo las dos avenidas y pocas calles de la ciudad, ingresé a la Catedral para oír la Misa de 5:00 PM y luego me fui definitivamente al Hotel Prado Río.
Al día siguiente me fui temprano a mi Oficina ubicada en el Antiguo Edificio del Seminario, di una vuelta a la Edificación y mandé a Becerra al Mercado para que me comprara unos pastelitos y café con leche para desayunarme. Cuando me trajeron el encargo, me desayuné con toda calma y me puse a pensar sobre la situación planteada y cual sería la actitud que adoptaría.
Como dije antes, Mérida era una ciudad pequeña, con un sector aristócrata que solo trataba a sus iguales, pero ni se acercan al pueblo y solo de lejitos trataba a la clase media. Mucha gente son familiares de sangre o por afinidad, que llevan su vida en compartimientos estancos. Mi llegada no causó ningún revuelo, ya que todos estaban enterados que iba con carácter transitorio mientras nombraran al Gerente definitivo. Siendo una ciudad importante y con mucha historia, no tenía servicio telefónico y para cualquier comunicación tenías que ir hasta la Oficina de la CANTV, hacer una cola para obtener un cupo, el cual era difícil debido a que para entonces vivían en Mérida unos 4.000 estudiantes que tenían necesidad de comunicarse con sus familiares. Había unos 5 cines, todos ellos de mediana calidad, que pasaban la misma película por los 7 días de la semana, lo más bonito e impresionante era la Catedral. Había pocos hoteles al igual que Restaurantes de categoría. El Centro de la Ciudad era la Universidad, nervio y alma de Mérida, que marca el ritmo de la ciudad. Los estudiantes son el corazón y la vida de la población. El turismo es una fuente de ingresos, y los merideños son trabajadores, sinceros, respetuosos, alegres y como todo pueblo pequeño, el chisme y la maledicencia no dejan de estar presente. El clima es el más benigno del País. Por los alrededores de la Meseta discurren siete ríos, siendo el más importante El Albarregas. Entre las ventajas de la ciudad podemos citar al Aeropuerto Alberto Carnevalli, ubicado prácticamente en el Centro de la ciudad, pero como era muy pequeño y muchas veces el clima, la neblina o el viento impedían el aterrizaje, en muchas oportunidades el avión debía desviarse al Aeropuerto de Valera, a Maracaibo y hasta a San Cristóbal., donde uno se quedaba y tenía que completar el viaje trasladándose por tierra. Muy rápidamente me hice cliente habitual del Viejo Mercado Municipal, donde compraba las frutas frescas del Sector y todas las cosas típicas y sabrosas de la Región, especialmente las torticas andinas, el mute, las sopas y las tortillas.
Después de revisar con los ingenieros, las obras que estaban en ejecución y haber encontrado que había un notable retraso en la ejecución, ya que los contratistas alegaban que no se le estaba pagando a tiempo, se decidió, de acuerdo a instrucciones de Caracas, rescindir todos los contratos de obra y asumir directamente la responsabilidad de terminar las construcciones, ya que existía el deseo de inaugurar todas esas Urbanizaciones, antes de la fecha de elecciones, las cuales estaban en pleno furor. En virtud del problema de que no existía comunicación telefónica entre las unidades del Interior y Caracas, desde hace algún tiempo se instalaron en todas las oficinas, estaciones de radio, pero solo para comunicarse con Caracas y las Sucursales. Yo me mantenía en contacto con Caracas y con todas las unidades por medio de la radio y cuando rescindí los contratos de obras, pedí me mandaran como colaboración sendos ingenieros: Uno, el más veterano, para dirigir el programa de obras a realizar en las cuatro ciudades, además de las Urbanizaciones que se construían en Mérida, otro para Valera, otro para San Cristóbal y finalmente, uno para las obras de Barinas.
Una vez que llegaron los cuatro ingenieros, nos sentamos conjuntamente con el Arquitecto de la Sucursal, para elaborar el programa a cumplir para terminar en Mérida a las Urbanizaciones “Campo de Oro”, “La Pedregosa” y “ Santa Juana”, “La Beatriz” en Valera, “Manuel Palacios Fajardo” en Barinas y “La Unidad Vecinal” de San Cristóbal. Como las obras estaban en distintas fases de construcción y se necesitaba contar con los materiales, seguros y a tiempo, estuvimos toda una semana determinando las cantidades de los mismos, así como sus costos, para pedir a Caracas nos fueran depositando semanalmente en las cuentas corrientes, las cantidades necesarias, incluyendo el monto de las nóminas del personal y los gastos administrativos.
Para cumplir el programa de obras, había que trabajar las 24 horas del día y prever el rendimiento con el hecho de que las lluvias eran incesantes y eso dificultaba las entregas de materiales y el suministro de alimentación. Cuando todo estuvo organizado, comenzamos los trabajos en forma intensiva en las cuatro ciudades y recibíamos diariamente, vía radio, los informes sobre el progreso de la construcción y nosotros a nuestra vez, remitíamos nuestro informe conjunto al Departamento Técnico de Caracas, quien nos había dado 8 meses para concluir todas las obras. Pero por órdenes superiores nos acortaron ese plazo en dos meses, por lo que tuvimos que revisar la programación y cumplir con el friso y pintura solo de la parte más visible.
El problema más serio que yo confrontaba, era de tipo económico y personal, ya que de acuerdo a las normas del Instituto, el viático más elevado era de Bs. 45.oo diarios y solamente el Hotel Prado Río me cobraba la tarifa especial de Bs. 40.oo diarios, quedándome solo Bs. 5.oo para alimentación. Naturalmente, yo no podía vivir con esa cantidad y opté por hablar con el Gerente del Hotel La Sierra, quien convino en cobrarme Bs. 20.oo por la habitación y Bs. 20.oo por el almuerzo y cena, ya que me desayunaba en la calle y solo comía los días lunes a jueves, ya que desde el viernes hasta el domingo yo tenía permiso para venirme a Caracas. Con esa medida nivelé la situación, pero me incitó a movilizarme para encontrar el sustituto, ya que el problema económico era muy serio, porque tanto en Mérida, como en todas las capitales de estados, se realizaban actos del partido Acción Democrática para recoger dinero destinado a la Campaña Electoral, que como dije antes, estaba en pleno apogeo y por supuesto, llegaban delegaciones vendiendo tarjetas para bailes, fiestas, banquetes y colaboraciones, las cuales no podía hacer, por no tener disponibilidades. Estas delegaciones eran presididas por la esposa del Gobernador del Estado o personeros del partido o del Gobierno. Otra presión fuerte que recibía por la Campaña Electoral era, que diariamente se levantaban tarimas y templetes para los actos y venían a la Gerencia, en busca de maderos y demás materiales para ese fin y como yo no tenía facultades para esas donaciones, me tildaban de pichirre y falto de colaboración. Por último, tenía el problema de que la mayor parte del personal en las cuatro agencias, estaba integrado por mujeres, que por ley natural, cumplían años, contraían matrimonios, le nacían hijos o eran reinas de festividades y con la esperanza de conseguir buenos regalos o contribuciones generosas, me mandaban mi correspondiente tarjeta de invitación. A ninguna de esas invitaciones podía hacerle frente, ya que mis ingresos eran mínimos y el presupuesto no contemplaba gasto alguno por ese concepto. Finalmente confrontaba el problema de que siendo Mérida una ciudad turística, que es visitada por una numerosa cantidad de turistas que desean disfrutar de los dones de la ciudad y sus alrededores. Dentro de esa cantidad de turistas, semanalmente me llegaban familiares, amigos, compañeros de trabajo, que a sabiendas de que yo estaba en Mérida iban a visitarme a mi oficina y lo menos que podía hacer por ellos, era invitarlos a almorzar o cenar a un restaurant. Con frecuencia eran familias numerosas y esas invitaciones me costaban cifras elevadas. Por último, como debía ir a presentar cuentas, por separado, con los miembros del Directorio, en Caracas, debía llevarle al grupo de secretarias, los diferentes tipos de dulces que se elaboraban en la Región y ese obsequio me costaba una cantidad importante. Ante el déficit que presentaba, me vi obligado a la acumulación de deudas, que luego de mi regreso, tardé más de dos años en cancelarla.
Por seis oportunidades fueron presentados candidatos para la Gerencia, que yo apoyé con todo mi entusiasmo, pero por una u otra razón no eran aceptados por el Directorio y eso me obligaba a permanecer en el cargo. Transcurrieron los primeros 6 meses de esa situación. Tenía trabajo en cantidad y los ingresos eran insuficientes para cubrir mis gastos, cuando un día me avisaron que debía trasladarme a Caracas para hacer los preparativos necesarios, ya que había sido escogido para asistir conjuntamente con la Ing. Luisa Figueroa de Brazzarola, representando a Venezuela, a un simposio en la ciudad de Washington en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El Banco Obrero resolvió rápidamente lo concerniente a Pasaporte Especial, viáticos, visas y demás. Así que a los dos días ya estaba en la ciudad de Washington, en las reuniones correspondientes, vinculándome con los mejores especialistas en vivienda de Latinoamérica y formando parte de algunas de las comisiones creadas al efecto. Iniciamos el viaje desde Maiquetía directamente a Nueva York y nos alojaron en el Hotel Park, vecino al Parque Central. Era un Edificio de 32 pisos donde vi una de las cosas más raras de mi vida. En efecto, tanto en el Lobby del Hotel, como en los Ascensores, Comedores y Salones, todas las personas que encontraba, eran iguales o muy parecidas, lo que me obligó a preguntar la causa de ese raro fenómeno, hasta que me informaron que en casi todos los Hoteles de USA, se celebran convenciones de diferentes tipos y en este caso, se trataba de una convención de mongólicos, razón por la cual se parecían tanto.
Como salíamos el día siguiente, muy temprano, para Washington, aprovechamos el fin de la tarde y principio de la noche, para salir por los alrededores del Hotel, en le 5ª Avenida de Nueva York, para hacer unas compras de las cosas que queríamos traer a Caracas, ya que al regreso no tendríamos tiempo. Yo me compré 6 camisas Arrow blancas, de nylon, que estaban de moda, porque no necesitaban plancha, un par de zapatos Florshein y algunas cositas baratas para la casa. En el Hotel Pensilvania, donde estábamos alojados en Washington, no había Restaurant, pero a la vuelta de la esquina había un Self you Self, donde podíamos comer. Cuando entré a ese Restaurant, este estaba lleno y de repente alguien gritó mi nombre y cuando se levantó, era una persona a quien no conocía. Se me acercó y se identificó como Alexis Fettisoff, amigo de mi hermano Cheche, que asistía en representación de Fondo Común EAP. Me hizo sitio en su mesa y allí cené junto con él. El tipo era simpático, hablaba inglés y le gustaba el béisbol. Para entonces estaba jugando en el Minnesota nuestro paisano César Tovar y el jonronero más famoso era Frank Howward de los Senadores de Washington. En uno de los días de semana se anuncio un doble juego entre Washington y Minnesota y por supuesto, hicimos nuestros preparativos par irnos a ese juego. Ya a las 4:00 estábamos en el Estadio, ya que el primer juego comenzaba a las 5:00 PM. Había un lleno total y la mayoría llevaba su paquete con comida y bebida, pero los vendedores de perros calientes, refrescos, cervezas y otras menudencias, eran llamados con frecuencia para comprarles. Había gritos, alegría, alharacas y tensiones, hasta que empezó el juego. Mi amigo Alexis, que estudió en USA, se vanagloriaba de conocer a las muchachas y su comportamiento. Cerca de nosotros estaban dos jovencitas entusiasmadas que gritaban continuamente y en varias oportunidades Alexis se les acercó y yo supongo que algo les propuso, porque al rato regresó y me dijo: Ya estamos listos, al terminar el juego las seguimos.
Continuamos viendo los dos juegos y al terminar el último, las niñas se pararon y más atrás íbamos nosotros, yo sin pronunciar palabra y Alexis con toda la iniciativa. Ellas se ubicaron junto con un montón de gente en el punto de salida de los jugadores, para pedirles autógrafos. La salida se retrasó y a medida que pasaba el tiempo.se iban apagando las luces del Estacionamiento y de las tribunas. Al fin salieron los jugadores, firmaron algunos autógrafos, buscaron sus respectivos carros y se fueron. Ya el Estacionamiento estaba solo y los autobuses de transporte se habían ido. Igual hicieron los autobuses y equipos de transporte público. Las muchachas tomaron su carro, se despidieron moviendo los dedos de las manos y nos dejaron viendo el cielo y sin ningún medio de transporte para llegar al centro de la ciudad. El stadium quedaba a una distancia equivalente a Caracas y Guatire y la única arma que llevábamos, era unos batecitos que venden como souvenir.
Sin pensarlo mucho, arrancamos a pié, pensando que en el camino podíamos encontrar un taxi. Agarramos carretera y atravesamos por sitios despoblados y veíamos a lo lejos un área alumbrada. Seguimos el camino hasta que llegamos a un barrio de casas iguales, habitadas por personas, que a todas luces eran adictos al licor y a las drogas y se identicaban como Barrio de Negros. Apuramos el paso, pero a medida que avanzamos la situación era más tétrica, ya que aparecían personas borrachas y drogadictos tirados en el piso. Llegó un momento que a mi me dio miedo y le dije a Alexis que yo no seguía. A los pocos metros se veía un poste con un reflejo de luz y un teléfono publico. Allí obligue a Alexis que llamara una línea de taxis y si estos no venían a esos barrios, llamara al 911 o la Policía. Después de varios intentos, contestó la Policía y luego de un largo interrogatorio, dio orden de no movernos de allí y que en 15 minutos estarían en el lugar. Nos quedamos en el sitio y efectivamente, a los 15 minutos se presentó una patrulla a toda velocidad y se paró como a los seis metros, armados los 3 policías con armas largas y pistolas, nos puso manos arriba y nos pidió que le lanzáramos los pasaportes. Así lo hicimos, contestamos las preguntas que hicieron, hasta que finalmente nos mandaron a subir a la patrulla, donde nos esposaron y nos trasladaron hasta el Hotel, donde nos desposaron y después de hablar con el Gerente, allí nos dejaron, no sin antes echarnos un regaño y advertirnos que tuvimos una gran suerte de que no nos atracaran o hasta nos mataran, ya que allí amanecen cada día por lo menos, siete muertos y que la Policía tiene orden de no acudir a esos sitios, salvo que vayan en una caravana de 6 patrullas bien armadas.
Todavía con el susto encima, advertimos que teníamos hambre y como vimos cerca, un local de comida al aire libre, donde pedimos un plato especial de un tibon gigante, que no cabía en el plato, con papas fritas y una Coca-Cola, Todo por el precio oferta de $ 12.oo. Una vez pasado el susto, lo que hacíamos era reírnos del suceso, pero desde entonces no acepté ninguna otra invitación, porque en esa época estaban de moda los hippies que se desplazaban por las ciudades descalzas, sucias y despeinadas.
Al día siguiente, nos reincorporamos a nuestras respectivas comisiones, donde ya estábamos en la fase final de nuestras deliberaciones y enseguida comenzaríamos a redactar nuestro informe, que luego se ensamblaría con los otros informes y sería la base para la redacción del Documento definitivo.
El simposio se prolongó hasta el martes de la semana siguiente y se programó el retorno a Venezuela para el miércoles en la tarde, haciendo escala en Nueva York.
Llegamos a Maiquetía a las 11:20 PM y luego de convenir con la Ing. Figueroa la hora en la cual nos presentaríamos ante el Directorio del Banco Obrero, regresamos por separado a nuestras casas.
El día jueves fuimos recibidos por el Directorio en pleno, les participamos de nuestra actuación y les dejamos copias del Informe General presentado por el BID, que contenía los informes parciales de cada Comisión. Nos fijaron el día lunes para reintegrarnos a nuestras labores y yo preparé pasajes y viáticos para trasladarme a Mérida.
Me reintegré el lunes y encontré las obras bastante adelantadas, con algunos problemas, que debí arreglar sobre la marcha. Me encontré con la novedad de que la Oficina de Personal por su cuenta tramitó mi nombramiento definitivo como Gerente de Sucursal, con lo cual cesó el cobro de viáticos mientras estuviera en Mérida y solo me sería reconocido cuando viajara a cualquiera de las Agencias adscritas. Eso me agarro por sorpresa por lo que tuve que organizar más viajes a las Agencias para nivelar los ingresos y seguir insistiendo para conseguir mi sustituto.
La Campaña Electoral estaba fuerte, principalmente dirigida por los Partidos AD y COPEI, pero con una variación, mientras Caldera quería ser Presidente y empleaba todo su esfuerzo con ese fin, el candidato de AD se mostraba apático y falto de entusiasmo. El candidato de COPEI repartía su tiempo en visitas diarias tanto a las ciudades grandes como a los pueblos pequeños, con un verbo encendido y un manifiesto fervor para lograr la Primera Magistratura, pero la organización de AD era determinante y poco a poco iba venciendo la desventaja de la división habida en el Partido. Me mantuve en la Sucursal No. 5 Los Andes todo el fin del año y principios del año 1.968, siempre buscando el sustituto. La Universidad estaba encendida, las Facultades se estremecían por la situación política. Entraron de moda los hippies y los estudiantes los perseguían para cortarles el pelo y cada rato se oía el ruido de una persecución. En esos días llegó a la Universidad un profesor joven que estaba haciendo un curso de post grado en Francia y por consiguiente, se presentó con una cabellera larga y rizada que le llegaba al fin de la espalda. Apenas lo veían. Se formaban hordas que iniciaban la persecución enconada del profesor y este a defenderse a pura carrera por las calles de la ciudad. Aquello ere un show diario, escandaloso y popular, que paralizaba el tránsito y el desarrollo normal de la ciudad.
Cuando arribé a la ciudad de Mérida, el personal estaba viviendo un período de incertidumbre, porque se temía hubiera una ola de despidos debido a la situación política, pero cuando el tiempo fue pasando, volvió poco a poco la confianza y la tranquilidad. Cuando habían transcurrido 15 días, me sorprendió el aviso de la Secretaria Iraida Barone, que una delegación de unos 20 empleados querían hablar conmigo. Inmediatamente los mandé a pasar, cerramos la puerta de la Oficina y les pregunté el motivo de la cita. El Arq. Aníbal Massini, que era el mas atrevido, tomo la palabra y me dijo que ellos estaban muy agradecidos de mi actitud y que ellos trabajarían con el mayor denuedo y sinceridad, pero el motivo principal era para decirme que en Mérida, por ancestro y tradición celebran todos los años, una fiesta navideña que identificaban como “Paradura de Niño” que tiene su origen en que después de los Reyes Magos, hay un robo secreto del niño de un “nacimiento” y simultáneamente hay otro robo del niño del nacimiento de otra institución y en una fecha posterior al 21 de Enero, Día de Santa Inés, se organiza una procesión con sus correspondientes padrinos, que llevan la imagen robada del otro nacimiento, colocada en un gran pañolón y se inicia la procesión tomando cada padrino y madrina una punta del pañolón y al compás de la música de banda integrada por tiple, guitarra, cuatro, maracas y saxofón, se desplazan por las calles llevando velas prendidas y quemando cohetes y cohetones y de vez en cuando se echan tragos de anís, chingirito, mistela y miche criollo. Para mi fue sorpresiva la existencia de esa fiesta tradicional e inmediatamente le dí me aprobación, pidiéndole que fuera esa la mejor fiesta de “paradura” que se hubiera realizado allí. En una semana se organizaron los preparativos, se contrató la música, se mandaron a hacer las meriendas, dulces y licores. Llegado el día, se preparó la fiesta, se recogieron contribuciones y con profusión de fuegos artificiales, arrancó la procesión, que yo presidía. Legados a la Sede de Mérida Entidad de Ahorro y Préstamos, donde estaba nuestro “niño”, intercambiamos imágenes, se juntaron las dos orquestas y empezó el baile con toda pompa, música, comidas y bebidas. La juerga duró hasta las 4:00 de la mañana.
Para Junio de 1.968 se formó un zafarrancho en la ULA, con golpes, destrucción de locales, expulsión de alumnos, renuncia de las autoridades y cierre de aulas y Facultades. Entre los renunciantes estaba el Decano de la Facultad de Economía, Dr. Román Eduardo Sandia, un profesional joven, muy querido de la Comunidad, militante de Acción Democrática y reputado como un profesional competente. Apenas supe de su renuncia, hablé con el Prof. Alberto López, Gobernador del Estado, con el Presidente de AD y otras personas para que lo convencieran de aceptar el cargo de Gerente de la Sucursal, Pero el hombre no quería aceptar y solamente cuando varios amigos suyos lo convencieron, vino a mi Oficina y aceptó la designación. Se corrió la voz, todos estábamos contentos y un amigo suyo, que tenía una avioneta, lo invitó a ir a Caracas para recibir el nombramiento y hacer el juramento de Ley.
Se organizó el viaje de retorno para el día jueves y yo empecé a recoger mis macundales para viajar el lunes siguiente a Caracas. Los empleados de la Sucursal, sus alumnos de la Sucursal y cientos de personas se dirigieron al Aeropuerto para recibir al viajero. Esa llegada estaba pautada para las 12:30 del mediodía. Pasó la hora y nada que llegaba el viajero. Se llamó por radio a La Carlota y allí ratificaron que Sandia había salido para Mérida alrededor de las 10:00 AM. Se llamó a Valera, a San Cristóbal y Maracaibo, Pero en ninguna parte había noticias del avión. Nos dieron las 3:00 PM y todo estaba silente. Surgió la duda sobre el destino de la nave. Seguimos averiguando en los aeropuertos grandes y pequeños sin ningún resultado, hasta que nos dieron las 7:00 de la noche y tuve que quedarme en mi cargo, esperando el resultado. Naturalmente avisé al Directorio del Banco Obrero lo que estaba pasando y me dieron orden de permanecer en Mérida hasta nueva orden.
15 de febrero de 2011
11 de octubre de 2010
QUE ME HA DADO CARACAS - Una nueva casa
Desde Abril de 1.959, cuando asumió el Poder el nuevo Gobierno Electo, comenzó una etapa de incertidumbre para los empleados públicos, ya que surgieron adecos por todos lados, unos fundadores del Partido, otros perseguidos políticos y la mayoría, víctimas del Régimen caído el 18 de Octubre que buscaban ingresar al Gobierno como diera lugar y el medio más usado era acusar a los empleados antiguos de perejimenistas, tumbagobiernos o de cualquier cosa que se les ocurriera. Mi carguito era muy buscado, me salieron enemigos gratuitos, pero todos reconocían mi capacidad y eficiencia, además de que daban por reconocida mi honradez a carta cabal. Los nuevos jefes eran adecos reconocidos, a quienes adulaban una serie de jaladores viejos y nuevos. Desde que llegaron a los cargos, inventaron una serie de reorganizaciones y despedida de empleados honestos que no comulgaban con sus ideas. Eso sucedía en todos los Organismos del Estado, tanto los asignados a AD en la repartición signada en el Pacto de Punto Fijo, como los de COPEI o de URD.
No obstante la ojeriza que se me tenía y que no me tomaban en cuenta para actividades importantes, ni para ascensos o mejoría en la remuneración, yo me mantuve incólume, pendiente solo en mis estudios y mi familia, justificando con ello mi ausencia a actos proselitistas. Con el tiempo se fue disipando esa situación, los jefes me conocieron y terminaron siendo mis amigos. Mi trabajo se destacaba ante el universo de empleados y en el entretanto yo iba bien en mis estudios, tanto en el Bachillerato como en la Universidad
La vida en la Universidad era totalmente distinta al Bachillerato. Mi oficina del Banco Obrero estaba ubicada en el Quinto Piso del Edificio Altagracia, en la Esquina del mismo nombre, adonde se había mudado el Instituto desde el año anterior y de allí salía a las 4:30 PM para la UCAB, que quedaba en la Esquina de Mijares, a una cuadra del Banco Obrero. La primera clase comenzaba a las 5:00 PM. y era precisamente Análisis Matemático, que la dictaba un profesor español de apellido Burgos, que se distinguía por su seriedad y justicia en las calificaciones. Las clases se prolongaban hasta las 10:30 PM. y era muy raro cuando faltaba algún profesor. Con los días y las semanas nos fuimos conociendo los alumnos y algunos formamos grupos para estudiar juntos algunas materias. Primero, Segundo y Tercer Año lo cursamos casi la misma gente. Se estrecharon lazos de amistad que perduraron mucho tiempo y se extendieron hasta los profesores y empleados administrativos de la Escuela. Cuando comenzamos a cursar el Cuarto Año, se nos incorporaron los alumnos y alumnas del Curso Diurno, que al principio, mantuvieron su coherencia de grupos que se conocían desde hacía 3 años. Pero al poco tiempo nos compenetramos de manera formidable y formamos una unidad compacta que aún perdura y durante muchos años nos reunamos alumnos, familiares y profesores para celebrar las fechas aniversarias en alguna de las casas de cualquiera de los graduados o cualquier club o salas de fiesta. La última se celebró el día 25 de Julio de 2.010 con un regio almuerzo en el Club La Lagunita, para conmemorar los 45 años de graduados.
Retomando el hilo de mi narración, que se suspendió en el año 1958, cuando regresé de Italia y por colaboración de mi amigo Víctor Rojas Cardozo, me reincorporé a mi antiguo cargo, donde fui recibido con gran cariño. Como todavía estaba en funciones el Gobierno Provisorio y encontré bastante trabajo atrasado, organicé mis cuadros para ponernos al día y hacerle frente a las ausencias que se producían cuando algunos personajes pedían permisos para incorporarse a la campaña electoral, unos por parte de AD y otros con el Grupo de Larrazabal.
Cuando por fin ganó Betancourt las elecciones, llegaron las huestes adecas a ocupar los cargos. Los empleados que no teníamos cargos relevantes, prácticamente no fuimos tocados, pero nos exigieron más rendimiento y aunque no tuvimos aumentos de sueldo, no faltaban las tarjetas de fiestas y reuniones pagadas que debíamos comprar. Yo empecé a hacer diligencias para otros cargos, pero no conseguí y por el contario, Betancourt lanzó un Decreto, mediante el cual se les rebajaba el sueldo a los empleados públicos en un 10 %. Lo que me aguantaba un poco era que ya el Banco Obrero estaba construyendo la casa en mi terreno de la Redoma de Coche.
Mi casa fue terminada en Mayo de 1.959 y aunque el sitio no era muy bueno, la casa si llenaba todos mis requerimientos. Celebré mi negociación y empecé a dotarla de los implementos que le faltaban, sacando plata de mi hígado. En efecto, tuve que construir las paredes divisorias, montar la cocina americana, colocar las persianas, levantar las paredes del jardín, colocar las puertas del garaje y enrejar puertas y ventanas. Nos mudamos allí de lo más contentos, ya que por fin, tenía mi casa propia y como yo quería. La casa de mi esposa en la Vereda se la alquilamos a una familia amiga, para no mantenerla desocupada. A los pocos meses comenzó a funcionar el chisme y a llegar denuncias de viviendas que no estaban ocupadas por sus propietarios y se creó una Sección con el objeto de abrir expedientes de cada caso y someterlos a la Consultoría Jurídica. Yo estaba entre los casos denunciados y más de uno extremó su deseo de ponerse en la casa de la Vereda, alegando que yo tenía casa propia. Me tocó defenderme con uñas y dientes, hasta que decidí devolver la casa de la Redoma y devolverme a la casita de la Vereda, que ya había sido desocupada por la familia amiga. Así lo hice y apenas logre reunir el saldo deudor, cancelamos dicha suma y así nos aseguramos para cualquier contingencia. Los gastos que realicé en la casa de La Redoma, convine con la nueva propietaria en que me lo pagaría en 6 meses, pero pasó el tiempo y no me pagó nada. De nuevo perdí la inversión. Estuvimos viviendo en nuestra casa durante largos meses, hasta que surgió la posibilidad del viaje a Italia, narrado en párrafos anteriores, cuando renuncié al cargo y quise aprovechar la oportunidad que se me ofrecía y en esta ocasión dejé la casa al cuido de mis padres y mis hermanos.
Volviendo a la narración suspendida con la fecha de mi graduación de Economista en Julio de 1.965, diré que Caracas seguía su ritmo de crecimiento desorganizado. En las calles y avenidas del Centro de la Ciudad se demolían diariamente las viejas casas coloniales y se sustituían por Edificios de Alta y Baja altura en los cuales se instalaban o reinstalaban negocios ancestrales. En las afueras se construían nuevas urbanizaciones con casas, apartamentos y Edificios de todo tipo. El Este tuvo siempre un atractivo especial y con la construcción de la Autopista del Este y la Avenida Francisco de Miranda, proliferaron las edificaciones lujosas y de clase media. Son tantas que el enumerarlas corres el riego de olvidarte varias: Altamira, Bello Campo, Campo Alegre, La Castellana, La Florida, Los Cortijos, San Bernardino, Santa Eduvigis, Santa María, El Marques, La California Norte, La California Sur, Macaracuay, Boleíta, Chacao, Chacaíto, La Lagunita, Country Club, Santa Cecilia, La Carlota, Los Dos Caminos, Sebucán, Don Bosco, Boleíta y varias más. Con la construcción de la Ciudad Universitaria con todos sus aditamentos, las Escuela Militar y de la Guardia Nacional, El Círculo Militar y Fuerte Tiuna, obligó a la construcción de una Avenida de Acceso a las Urbanizaciones de Santa Mónica, Los Chaguaramos, Bello Monte, Las Acacias. San Pedro y que se prolongó a la Avenida Victoria, la Avenida Roosevelt, Los Rosales, el Prado de María, el Cementerio y los Castaños.
Por los lados del Suroeste, Caracas se extiende por la Avenida San Martín, con las construcciones de Edificios de Densificación de San Juan, Los Palos Grandes, San Martín, Bella Vista, Antimano y Artigas, la Urbanización Vista Alegre, El Paraíso, La Vega, Loira, Montalbán y Velódromo
Por su parte, el Banco Obrero enfrentó la necesidad de vivienda construyendo conjuntos residenciales de clase obrera en toda la ciudad, comenzando con el impresionante 2 de Diciembre, que después se llamó 23 de Enero, con sus 10.000 apartamentos, 80 locales comerciales, escuelas, parques, iglesias, automercados y servicios generales. Igualmente la Urbanización Caricuao con sus numerosos apartamentos construidos en diferentes etapas, la Urbanización Simón Rodríguez, que se une a Pinto Salinas y Pedro Camejo en Sarría, Coche con sus conjuntos de casas y apartamentos, los Edificios Multifamiliares de Las Lomas de Urdaneta y Pro Patria, Las Torres de Petare y muchos más construidos en diferentes sitios de la ciudad, contribuyó a la expansión de misma y sus crecientes problemas económicos y sociales.
De manera paulatina, pero constante, la población obrera y la marginal, se fue instalando en todas las áreas libres que encontraron en los alrededores de la ciudad, con predilección por algunas que le proporcionaban ventajas y es así como toda la zona de Catia, desde Los Frailes a las Lomas de Pro Patria se poblaron masivamente y cada día van creciendo a medida que las familias crecen y forman nuevas parejas. Todos los alrededores de los Edificios del 23 de Enero están poblados de ranchos, donde las familias aprovechan los servicios de la Urbanización, La Zona de El Cementerio y la parte alta de Los Rosales, que se unen al Barrio San Andrés y la parte alta del Valle, que se prolongan hasta el Barrio Gas Valdes e intermitentemente se unen con la parte alta de Cochecito hasta llegar al Mercado de Mersifrica. Toda la parte Alta de Antimano se une a los Barrios de El Cementerio y algunos han ocupado el Camposanto. La Zona de la Carretera Vieja de La Guaira es ya una comunidad numerosa en crecimiento y finalmente, para no cansarlos le diré que la parte más poblada es la de Petare, con sus arremolinados Barrios cuyo número sobrepasa a los 2000, que albergan una población superior a las 100.000 personas y se prolongan hasta unirse con Turumo y los diferentes Barrios de la Carretera de Guarenas.
Solamente con enumerar los Barrios de Caracas e imaginar los problemas que confrontan sus habitantes, imaginamos la inmensa labor que deben efectuar las próximas autoridades para afrontar dichos problemas, asumiendo sus costos monetarios y de vidas humanas
Después que me gradué de Economista en Julio de 1.965, empecé a efectuar diligencia a ver si lograba una vacante, tanto en el Banco, como en otra parte, pero me encontré con el problema de que no había ningún cargo disponible y por lo tanto, tuve que quedarme en mi puesto y seguir hablando con la gente de la Oficina de Programación y Presupuesto para ver si los convencía de la necesidad de crear un cargo de Inspector General del Departamento de Vivienda, que tendría bajo su responsabilidad inspeccionar el funcionamiento de las distintas unidades, cubrir las vacantes de los Gerentes de Sucursales, recibir las cuentas mensuales de los Gerentes y preparar un informe mensual para la Junta Directiva. Toda mi argumentación era fallida ante la orden de no crear nuevos cargos, a menos de que fuera de estricta necesidad. Después de tres meses de estira y encoja, al fin aceptaron la creación del cargo, pero no con el sueldo que aspiraba, sino con una remuneración menor. Yo acepté la propuesta y empecé a organizar mi oficina para empezar mis actividades.
7 de octubre de 2010
QUE ME HA DADO CARACAS - Un salto atrás.
Sin querer, me adelanté a narrarles el viaje a Río Caribe con la niña, dejando por detrás, el viaje que hice con mi señora en Agosto de 1.960, a raíz de la culminación del curso del Quinto Año de Bachillerato y consecuentemente, la graduación de Bachiller, formando parte de la Primera Promoción del Liceo “José Gregorio Hernández”, nocturno del Liceo Fermín Toro.
Cuando decidí proseguir los estudios para obtener, en Primer Lugar, el título que me permitiera acceder a la Universidad, mi hermano menor Humberto, estaba estudiando Bachillerato en el Liceo Los Jardines, ubicado en la Calle 14 de Los Jardines de El Valle, propiedad de los Profesores Antonio y Blanca Moreno, con quien mantenía vínculos de amistad. Humberto vino de Río Caribe a continuar los estudios de Bachillerato, ya que allá no había sino Primer Año. Estaba conmigo, mientras Salvador estaba con Aura y su marido, también preparándose para estudiar Odontología en la UCV. Mientras yo iba sacando las materias pendientes de la Escuela Naval, Humberto estaba en Tercer Año normal, así que hubo la oportunidad de cursar junto conmigo, los dos años de Bachillerato que nos faltaba, en el Liceo José Gregorio Hernández, aparte de que Humberto quería trabajar para obtener ingresos, ya que debía mantener una situación de iliquidez insuperable, puesto que, empezando por mí, siempre estaba limpio y con compromisos económicos que cumplir.
La situación política del País estaba complicada. Después de una campaña electoral virulenta, que debía decidirse entre Rómulo Betancourt y el Almirante Wolfang Larrazábal, ganó la Presidencia de la República, Rómulo Betancourt, del partido Acción Democrática, quien asumió la Presidencia en Abril de 1.959. Se coparon todos los Ministerios, Empresas e Institutos oficiales, Gobernaciones y todos los Organismos Oficiales con gente del Partido triunfante, como es lógico. En mi familia no hubo ninguna persona que obtuviera cargo o prebenda alguna en la nueva situación y por consiguiente, era muy difícil lograr un cargo en la nueva administración, así que al pobre Humberto se le estaba poniendo dura la consecución de un empleo, pero Dios es más grande que una mata de coco. Resulta que aquí se firmó una coalición de partidos políticos para ejercer el Poder y a Copei le tocó, entre otras cosas, el Ministerio de Agricultura y Cría. Conmigo trabajaba una señora llamada Carmencita Rodríguez, que antes fue de Yéspica, una mujer joven, simpática, inteligente, boca suelta, trujillana y buena gente, con quien gozábamos un puyero con sus locuras y ocurrencias. Nunca hablamos de política, ni hacía falta. Total, que por Copei nombraron Ministro de Agricultura y Cría al Dr. Victor Jiménez Landinez, pero antes que a él, ya habían nombrado a Carmencita como Secretaria General del Despacho y fue quien lo recibió. Desde el primer día Carmencita, loca como era, empezó a mandar y fue por ella que se le consiguió a Beto su cargo en el Ministerio, donde duró años y no progresó más, porque no era militante de ningún partido. Me contaba Carmencita que cuando llegó Jiménez Landínez al Ministerio, como hombre inteligente y de partido empezó a tomar decisiones y ella era su persona de confianza y secretaria. Era muy nervioso, almorzaba en su Despacho la comida que le preparaba su cocinera y luego, indefectiblemente, se ponía su piyama y se iba a dormir la siesta, que era sagrada y le decía a Carmencita que lo llamara a las 2.30 PM. El primer día ella no conocía sus reacciones y cuando lo fue a llamar a la hora convenida, ese hombre pegó un salto parejo, tirando golpes y manotazos, llagándole con un golpe en la cara. Imagina la pena que le dio. Pidió toda clase de excusas y le explicó que él era muy nervioso y que la próxima vez que lo llamara, no se quedara cerca. Al día siguiente se presentó igual situación y Carmencita cogió la escoba y lo puyó con el mango por la costilla y ahora no solo brincó, sino que gritó, pero sin consecuencias para ella. Después compró un pito de policía y lo despertaba a fuerza de pitazos.
En Octubre de 1.959 se iniciaron las clases en el Liceo, con varios contratiempos fomentados por los grupos de izquierda que querían emular a Fidel Castro, entusiasmando a los muchachos para que se incorporaran a los revoltosos, que cometían desmanes tales como robo a Bancos, ataque y robo como el de Sears. El Secuestro de Nihaus y el de Fangio, la toma del Barco de Pasajeros y muchos más y los adoctrinaban tanto que muchos se iban a las guerrillas y servían de carne de cañón de los fusiles. Durante el día en el Liceo Fermín Toro decidían cuando se dictaban clases o no y cuando se repudiaba a uno o varios profesores. Esa actividad muchas veces se extendía hasta el Liceo José Gregorio Hernández en la noche, pero había menos gente y los asistentes eran más adultos y con posiciones tomadas, sin embargo, no obstante ser un grupito pequeño, aprovechaban cualquier oportunidad de elecciones de reinas, delegados de curso o lo que fuera, para crear desordenes, que muchas veces tomaban ribetes graves, como la quema del automóvil de nuestro profesor de química, por haber aplazado a tres de ellos por inasistencia a clases. A nosotros apenas nos rozó esa situación, por estar empezando el movimiento subversivo y que muchos de los presuntos guerrilleros, se devolvieron a sus casas y a otros los liquidó el ejército. Con todo, terminamos nuestro año con buenas calificaciones y nos faltaba escoger que carrera universitaria íbamos a cursar. Beto no tenía problemas porque desde el principio se decidió por la carrera de Derecho y que la iba a cursar en la Universidad Santa María, pero yo que tenía afinidad con la Ingeniería Civil, no había donde estudiar de noche. La UCV tenía cursos de Derecho, Economía, Administración, Contaduría, Sociología y Psicología. La SM tenía solo Derecho, Economía, Contaduría y Administración. La UCAB tenía cursos de: Derecho, Economía, Administración y Contaduría. Ante ese panorama me decidí por estudiar Economía en la UCAB ayudándome en la decisión, el hecho de que el Banco Obrero se había mudado nuevamente y ahora estaba en el Edificio Altagracia, a una cuadra de la Esquina de Mijares, Sede de la UCAB.
Antes de comenzar la Universidad, quise cumplir la promesa que me había hecho, pedí mis vacaciones en el BO y fui a una Agencia de Viajes para que me confeccionara un paquete de viaje, que no fuera muy caro, para ir con mi señora. La Agencia me preparó un viaje a Méjico, con escala en Curazao por una noche, unas horas en Barranquilla, otras escalas en San José de Costa Rica y Guatemala, llegando finalmente a Ciudad de Méjico para pasar 8 días, entre los cuales quedaba en libertad para ir a Acapulco y Taxco.
Agarramos nuestro viaje por Avensa hasta Curazao, alojándonos por esa noche en el Hotel Curazao, pequeño pero lujoso, situado en el centro de la ciudad. Aprovechamos la tarde y la noche para visitar el área comercial, hacer unas compras, ver los espectáculos diarios de apertura del puente para el paso de los barcos, bailes folklóricos en las plazas y regresamos al hotel para ver otras atracciones que allí celebraban.
En la mañana del otro día salimos temprano para el Aeropuerto para tomar el vuelo de escalas hasta llegar a Méjico. Llegamos al Hotel Madero, donde nos había reservado la Agencia de Viajes. Era un Edificio mediano, de unos 8 pisos, reconocido por su gastronomía. Las habitaciones eran grandes y las camas confortables. Cuando bajábamos al Comedor, generalmente era tarde y algunas veces encontrábamos a una pareja que se sentaba en el sitio más escondido. Ella era sumamente bonita y elegante. Después salió en la prensa el escándalo que ella estaba suscitando, cuando abandonó a su esposo, el Conde Hokensen para irse con el Playboy brasileño Baby Pignataro, alojándose a escondidas en el Hotel Madero. Ella era la Princesa Cristina Faintebleu, una de las mujeres más bellas y ricas del mundo. En la primera noche en Ciudad de Méjico, tomamos un taxi y nos fuimos a la Plaza Garibaldi, para ver y oír a los mariachis. Cuando llegamos era muy temprano y nos metimos por una puerta adyacente, al Comedor Típico del lugar, lleno de gente comiendo las diferentes comidas del País, con chile a reventar, las clásicas tortillas, el mole poblano y cuanta mezcla pueden imaginar. Dimos una vuelta larga viendo todo, pero no compramos nada. Ya la Plaza estaba lleno de mariachis que cazaban a los turistas para cantarle lo que pidieran, pero que a esa hora estaban sin plata y necesitaban hacer caja .Le hicimos 3 pedidos a razón de $ 1.oo cada uno y como había mucha concurrencia, entramos al Bar Tacuba, que está en el otro frente y es el sitio de preferencia de todos los aficionados a las rancheras. Duramos allí como hasta las 10.30 PM y salimos a pié hasta el Hotel, ya que viendo el plano, estaba cerca. Todo lo que se ve en Méjico está relacionado con su música, la gastronomía, los tacos, los mariachis, su historia y la forma de hacerle gastar a los turistas los dólares que llevan. En el camino comimos algo, sobre todo una cosa que llaman “carnita”, que es una tortilla de maíz rellena de una carne que estando originalmente colocada, frita, en una varilla de metal, se va cortando perpendicularmente, en pedazos pequeños, con un cuchillo cortante, formando una pirámide, que bulle de insectos, pero que como todo el mundo lo come y es barato, no le hicimos caso y nos comimos nuestras carnitas, que estaban bien sabrosas.
El día siguiente salimos sin rumbo fijo, reconocimos el Teatro de Bellas Artes, la Plaza Juárez y la Plaza de la República y el muy conocido Zócalo”. Caminando llegamos a una gran área descubierta que alberga al fondo, dos iglesias. Una que es la más vieja, aparece con su fachada hundida varios metros y la otra un poco menos, pero las dos tienen riquezas y vírgenes que son veneradas y motivan la formación de largas colas de penitentes que cumplen promesas de andar grandes distancias de rodillas o llevando pesos o piedras hasta llegar a los respectivos altares, sangrantes, sudorosos y casi exánimes. Cerca de allí tomamos un bus que se anunciaba por altavoz, que iba a Xochimilco. Recorrimos una larga distancia por unas calles llenas de gente, hasta que salimos de ellas y tomamos un camino para Xochimilco. Es un llegadero de gente hasta la orilla de un angosto y largo lago, con un embarcadero donde están unas lanchas de bajo fondo, descubiertas, identificadas con nombres de mujeres: Margarita, la Lupe, Florinda, Margot, Gertrudis, Fedora y muchos nombres más. Uno toma una de esas lanchas y se sienta en un banco de madera y arranca un batelero con una pértiga, deslizándose, junto con otras lanchas, por el angosto sendero de agua, rodeado de árboles, donde recibe ofertas de comida, bebidas, sombreros, huaraches, zarapes, canciones, fotografías y de todo. Seguimos viendo los paisajes hasta llegar a una isla donde hay viviendas de los trabajadores y ventas de todos los productos típicos, que incluyen, además de ropa de mujer, sarapes de diferentes dibujos, artículos de plata y madera, pinturas, sombreros y todo género de souvenirs. En la noche fuimos a una visita a la nueva Catedral de la Virgen de Guadalupe, que es imponente por su grandeza y esplendor.
Al siguiente día nos fuimos muy temprano en una carrera al Bosque de Chapultepec, con su Castillo de Maximiliano, el inmenso Bosque de Coníferas y su Museo Antropomórfico. Terminamos viendo los distintos Edificios de la Ciudad Universitaria, que individualmente son unas joyas arquitectónicas del arte precolombino y predominado por los aztecas y en conjunto son irrepetibles y de una magnificencia impresionante. De momento terminamos nuestra visita a Ciudad de Méjico y al siguiente día nos fuimos en una carrera al terminal de autobuses para emprender nuestro viaje al Puerto de Acapulco, con escala de un día en Taxco para comprar regalitos de plata, ya que allí son baratos, por estar asentadas las fábricas y muy cerca las Minas de Plata de Guanajuato.
Llegamos a un Hotel ubicado en una casa colonial de una planta con un magnifico jardín interior. Nos levantamos temprano el día siguiente y nos fuimos a visitar fábricas. Con un dólar a Bs. 4.30 se podían hacer maravillas y hasta traer regalitos a los familiares y conocidos. Había Secciones de regalitos de $ 1.oo, 2.oo, 3.oo, con los cuales salir del paso y también de mayor precio. Así que con un billete de $ 20.oo es mucho lo que podía hacerse. A mi señora se le salín los ojos, pero, lamentablemente, teníamos que ser comedidos. Ese mismo día seguimos para Acapulco, donde enfatizó la Agencia de Viajes en buscarnos un buen alojamiento. Nos tocó una habitación del piso 8, del Hotel Presidente, con vista al mar y terraza cubierta. Lástima que estaba lloviendo, pero siempre había grupos bañándose en la playa privada. Mi esposa no quiso bañarse en la playa, no obstante mis ruegos, así que nos dedicamos a recorrer la parte techada del Hotel y sus alrededores, cenar y tomar un taxi para ir a La Quebrada a ver los nadadores que se lanzan desde las laderas del cerro hasta el mar, en un espectáculo único en el mundo. Durante unas dos horas vimos la maravilla de acto, paseamos por los alrededores y decidimos irnos a pie a nuestro Hotel a dormir del ajetreo.
Los dos días siguientes los dedicamos a conocer los lugares más emblemáticos de Acapulco y regresamos a Méjico en autobús, ya que se acercaba la fecha de nuestra partida para Costa Rica. Nos embarcamos en la tarde y llegamos como a las 10:00 de la noche a Méjico y al día siguiente nos dijo un mesonero que después del desayuno, él podría llevarnos a las Pirámides de Tenochitlan que estaba a dos horas y había conseguido un carro prestado para hacernos ese viaje y tener un ingreso adicional. Yo acepté la proposición, pero al arrancar el carro, me di cuenta con el hombre era un novato en manejo y pasando sustos llegamos a las Pirámides. Nos decidimos y subimos los centenares de escalones de la Pirámide más grande y desde la cúspide ver el inmenso paisaje que cubre el valle. Transcurrida una hora, decidimos regresar, pendientes del loco al volante, que conducía a regular velocidad, con un andar impreciso que asustó a más de un chofer y peatones, que se apartaban veloces, hasta que sucedió lo que se esperaba, en una curva se pegó mucho del lado contrario y chocó con un taxista. Se formó un zaperoco de marca mayor, con intervención de taxistas y peatones, que el mesonero arregló a fuerza de “mordidas”, tanto para el Fiscal de Tránsito como para el chofer contrario, que evidentemente era solo el conductor y no el propietario. El tipo pretendía seguir manejando, pero yo le enseñé mi título al Fiscal y me autorizó para movilizar el carro, con el cual llegué al Hotel, le pagué al mesonero y mi mujer y yo nos sentamos en una mesa del Bar, donde pedimos una cerveza y nos reíamos del caso. Preguntamos por un Restaurant Típico y nos fuimos en un taxi a un local bellísimo, donde había toda clase de comida mexicana, centroamericana e internacional Era caro, pero valía la pena por su distinción, el tipo de gente que asistía, el espectáculo que presentaban y la gastronomía tan variada. Allí si escanciamos bastante tragos y transcurridas algunas horas, regresamos al Hotel a preparar el equipaje para el viaje a San José de Costa Rica que salía a las 9:00 AM. Llegamos al Aeropuerto de San José, que queda bien alejado de la ciudad y nos encontramos con la novedad de que el Hotel había dispuesto de nuestra reservación y no teníamos donde llegar. En la ciudad se estaba celebrando la Conferencia Internacional de las Américas, con gran revuelo en las deliberaciones, porque la delegación de Cuba asumió, como es lógico, una actitud beligerante contra USA y todos sus allegados, formándose discusiones acaloradas. Como el Hotel había dispuesto de nuestras reservaciones, lo menos que debía hacer era buscarnos alojamiento, pero con la Conferencia eso se puso difícil, hasta que encontraron una buhardilla en un hotel chino y allí nos mandaron. Por supuesto era un hotel de Tercera Clase, con una habitación abundante en cucarachas y sin baño, pero nosotros no podíamos hacer nada. Cuando fuimos a cenar, ya que no habíamos almorzado, el menú era de platos chinos y nos conformamos con el arroz y un plato de sopa de alas de tiburón, que era la primera vez que la probábamos y no nos gustó. Cercano al Hotel estaba la Plaza de la República, en pleno centro de la ciudad y al acercarse a la Plaza, se oían las violentas deliberaciones. Venezuela, gobernada por Rómulo Betancourt, mantenía una actitud ecuánime entre los grupos y en cambio el Canciller de la República, el Dr. Ignacio Arcaya, asistente al acto, asumió una actitud abierta a favor de Cuba y Fidel Castro y en plena Asamblea, renunció al cargo de Canciller, siendo sustituido por el Dr. Falcón Briceño.
El Centro de San José bullía de manifestaciones, pancartas con diferentes posturas, escritos en la Prensa, entrevistas y reportajes en la radio, pero al fin, la situación se fue aquietando al suspender la Conferencia y que cada delegación se marchó a su País. Nosotros aprovechamos la tranquilidad para conocer mejor a Costa Rica, que es un País bien bonito, acogedor y agradable, con gente muy decente y un ambiente tranquilo. En los dos días que nos faltaban, fuimos a conocer a Heredia, la segunda ciudad y a Calcaño, habitado por gentes trabajadoras y tan tranquilas que desde hace varios años eliminaron la policía. Como curiosidades citaremos que en la República hay muy pocos negros o mulatos, predomina la gente blanca, con mujeres muy bonitas, de piernas bien torneadas y cabello claro, bien peinado. Los taxis eran para entonces, escarabajos Volkswagen, sin puertas por el lado del pasajero, pintados de amarillo y con precios módicos. No se nota predominancia indígena y la gente, por lo regular, son de baja estatura.
A los dos días regresamos a Caracas, sin mucha bulla ni parafernalia, nos alojamos en nuestra casa de Coche y reanudamos la vida normal.
Hicimos un recuento de las cosas pendientes y tenemos en primer lugar las consultas con los médicos para saber la causa por la cual no concebimos hijos. Vimos al Dr. Barrera Moncada, al Dr. Osorio y varios más. Ninguno daba con la causa. Alguien me dijo que para salir de dudas, lo mejor era ir a ver al Dr. De Venanzi, que entonces era Rector de la UCV. Todo eso era plata que yo no tenía, debiendo incluir en los gastos los costosos exámenes de laboratorio, las radiografías, las consultas y las medicinas. Cumplíamos fielmente los tratamientos, hasta que perdíamos las esperanzas y buscábamos otro médico. Pero eso sí, éramos pertinaces. Luego sucedió lo que narré antes sobre el Dr. Soto Rosas, el Dr. Hermes Malaret y el Dr. Jiménez, hasta que vino la operación de las trompas, la insuflación de las mismas y finalmente, el logro de la concepción.
En segundo lugar, ya inscrito en la Facultad de Economía de la UCAB, comenzar mis estudios con regularidad y constancia hasta culminar con la graduación. El problema se agravaba con mi situación económica, ya que debía pagar mensualmente a la UCAB, la cantidad de Bs. 165.oo, comprar los libros y otros elementos requeridos, más comer algo entre clases. Menos mal que nunca perdí el ánimo y aunque cada vez me gustaba menos la carrera, seguí con ella hasta terminar, sin que me aplazaran nunca.
En tercer lugar, tenía que cuidar el trabajito, ya que estaba sumamente comprometido económicamente y un despido sería el descalabro total. Yo nunca tuve la suerte de encontrar a cualquiera que me amparara, mucho menos en al área militar, que era quien predominaba y cuando mandaba Pérez Jiménez surgieron enemigos gratuitos, envidiosos y jaladores que querían ganar indulgencias, acusando a los compañeros de cualquier cosa. A mí me acusaban de comunista, antiperijimenista y muy ligado con AD. Me sentí acosado y que en cualquier momento, quedaría fuera de la Institución. Ya para entonces comenzaba la empatía con mi esposa y su familia. Un día me pidió la tía madrina de mi vecina a que le acompañara a la casa de Doña Adela, la mamá de Pérez Jiménez en el Paraíso. Yo fui con cierto resabio y me quedé en la puerta de la casa mientras ellas iban a la visita. Al ratico salió la tía y me agarro por un brazo y casi a rastras me llevó para que conociera a Doña Adela y ella me conociera a mí. Con Doña Adela estaba la Señora Hercilia Chicco, amiga de la familia, quien trabajaba en el Banco Obrero como Jefe del Dpto. de Créditos. Conocí a Doña Adela, quien me bendijo y me regaló una estampa de la Virgen del Cobre, saludé a la Sra. Chicco y despidiéndome de ellos me vine a la puerta del jardín para esperar a los visitantes. Yo no me acordaba de eso y transcurridos varios meses, cuando estaban en pleno vigor las acusaciones en mi contra y ella supo que el principal acusador y envidioso estaba sentado con el Jefe del Departamento, se vino como una fiera y parada en el medio del pasillo increpo al jalamecate y a mi jefe y les preguntó cuál era la cosa que ellos tenían conmigo, acusándome de comunista y adeco, sin saber los vínculos que a mí me unen con los Pérez Jiménez y que más bien ellos debían de cuidarse de su actuación. Hubo un silencio general, la Sra. Chicco que era una catira buenamoza y bien planteada, temblaba de rabia y la cara la tenía colorada. El jalamecate y el jefe se pusieron pálidos y empezaron a dar excusas, a las cuales ella no les hizo caso y les repitió que se cuidaran. Hasta allí llegaron los chismes, yo aseguré mi posición y me mantuve hasta mi viaje a Italia. En cuarto lugar, yo no quería seguir viviendo en vereda, ya que no tenía donde meter el carro y aproveché un chance que se presentó cuando el Banco puso a la venta 9 parcelas de terreno adyacentes a la Redoma de Coche y yo opté por una de ellas y se me adjudicó. Aporté la cuota inicial y empecé a pagar mis pensiones mensuales. Busqué entre mis amigos quien me hiciera el proyecto, ya que mi señora deseaba una casa de techo de tejas. Al fin encontré al Arq. Pedro Avendaño, quien me elaboró un proyecto de la casa que deseaba. Estaba planificando el financiamiento cuando me llegó la noticia de que el Banco Obrero iba a construir las casas, lo cual me obligó a decidirme por una casa tipo BM5 que muy pronto empezaría a construirse.
En quinto lugar, estar pendiente de la salud de papá, que había sido operado recientemente.de una úlcera sangrante del estómago.
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28 de septiembre de 2010
QUE ME HA DADO CARACAS - Continuar los estudios
Una vez reubicado en mi cargo en el Banco Obrero, en Junio de 1.958, me tocó reorganizar mi casa de Coche. Compré un juego de pantry con 4 sillas, lavadora, licuadora, pulidora y una serie de cosas menudas. Estuve esperando por varias semanas el carro Vauxall que compré al Maestre Técnico, pero cuando llegó no satisfizo mis aspiraciones y después de solventar la serie de escollos que encontré para su nacionalización, lo vendí por un precio irrisorio y quedé conforme de quitarme ese fardo de encima. Como me hacía falta un carro, le compré a la Jefe del Dpto. de Créditos, un automóvil Buick del año 1.954, que no le daba ni siquiera por la mitad al carro Bick Roadmaster año 1953 que vendí al marcharme a Italia.
Me puse como norte realizar dos cosas fundamentales: Terminar el Bachillerato para luego seguir una carrera universitaria y buscar la ayuda médica para lograr tener mis hijos, ya que teníamos 7 años visitando médicos y cumpliendo tratamientos sin poder tener éxito. En nuestro deseo de tener descendencia, acudimos a consulta y exámenes de unos siete médicos ginecólogos e internistas y ninguno encontraba la causa, no obstante que nos sometimos a pruebas tanto mi señora como yo y todos nos encontraban aptos y lo que me mandaban a mí, era tomar Evión por la Vitamina E y a ella otra serie de vitaminas para aumentar su fertilidad. Todos esos exámenes y medicinas costaban dinero y tiempo, por lo que nos proponíamos usar, hasta donde fuera posible, el Servicio Médico que en fecha reciente, había instalado el Banco Obrero y que estaba dirigido por el Dr. Francisco Soto Rosas, quien nos refirió ante el Dr. Hermán Malaret, un ginecólogo joven, recién llegado de un curso de especialización.
El Dr. Malaret estudió con detenimiento nuestro caso y le puso especial énfasis en la revisión de las radiografías que le habían practicado a ella en varias fechas y decidió pedir unas nuevas radiografías en otras posiciones y mediante ellas determinó que el problema consistía en que las trompas de Falopio estaban obstruidas y había que practicar una operación quirúrgica para determinar la situación real y actuar en consecuencia.
Estaba entusiasmado el Dr. Malaret en completar su diagnóstico practicando él mismo la operación, cuando a los pocos días venía manejando por Roca Tarpeya y repentinamente le dio un ataque cardíaco y murió casi enseguida. Lamentando la situación, acudimos de nuevo a la consulta con el Dr. Soto Rosas, quien decidió que él mismo realizaría la operación y todo se preparó para una fecha inmediata para intervenirla en la Clínica Panamericana, en Catia. En la operación se determinó que la Trompa izquierda estaba totalmente dañada y hubo que eliminarla, dejando solo la Derecha, que estaba obstruida y se liberó completamente. Según su opinión, la operación fue un éxito y que todo estaba a punto para lograr la concepción.
Pasaron dos meses y nada de embarazo, por lo que se ordenaron nuevas radiografías, las cuales determinaron que la Trompa que quedaba, se había obstruido nuevamente y la remitieron a consulta con el Dr. Jiménez en la Clínica Cajigal de San Bernardino. Allí le hicieron la Primera sesión de Insuflación, de las cinco que necesitaba. Por cierto que al salir de la Clínica fuimos a almorzar casa de mi tía Paela en Los Magallanes de Catia y cuando entró al baño, mi esposa perdió el conocimiento y se produjo un golpe feo en la boca.
Se cumplieron las 5 sesiones de Insuflación y nos quedamos a la espera del resultado y cuando transcurrió el primer mes y no hubo regla, nuestra alegría fue infinita, pero según previo convenio, no dijimos nada, esperando el resultado del segundo mes. Contábamos las horas y los días y al cumplir los dos meses, fuimos a consulta con el Dr. Jiménez, quien confirmó el embarazo y ordenó un reposo parcial. Todos nos alegramos y hacíamos lo indecible para ayudar en ese reposo.
Contábamos con la ayuda de una muchacha para las labores de cocina y de limpieza de la casa y eso permitía un mayor descanso de la señora. Una vecina que contrajo matrimonio ya entrada en años, nos recomendó a un médico de la Clínica Centro Obstétrico, de apellido Taborda, quien no obstante lo delicado de su caso, la atendió con gran dedicación y tuvo felizmente un niño lleno de vida y una salud perfecta. Como quiera que nosotros no habíamos tomado ninguna decisión sobre quién sería el galeno que la atendería, acogimos la recomendación de la vecina y la llevamos a control del citado Dr., Taborda, quien gozaba de mucha fama y contaba con una numerosa cantidad de clientes.
No tuvimos queja de la atención del Dr. Taborda mientras estuvo bajo su control mensual y como quiera que para entonces no existiera la prueba del ecosonograma para saber el sexo del niño, yo predije con gran énfasis que el parto tendría lugar el día 12 de Octubre, día de la raza y que sería hembra. Cuando se presentaron los dolores de parto, la llevamos inmediatamente al Centro Obstétrico y le avisamos al Dr.Taborda, quien se presentó de inmediato y nos calmó a todos, especialmente a mí, que estaba sumamente nervioso, diciéndonos que ese parto no tenía problemas, ya que se llevó un desarrollo normal. Eso fue como a las 5.00 PM del día 11 de Octubre de 1.952.
Empezó el parto y el médico y las enfermeras estaban pendientes de la dilatación y subían a la habitación con frecuencia. El galeno para matar el tiempo, empezó a escanciar sus tragos de whisky y cuando el parto se iba retardando al bajar la velocidad de las dilataciones, corrí a avisarle al médico, quien bajó todo preocupado y ordenó el traslado de la parturienta al pabellón, para practicarle una cesárea, la cual se realizó con todo éxito y la niña nació a la 1.40 AM del día 12 de Octubre de 1.962, Día de la Raza. A partir de allí todo fueron celebraciones, brindis, regalos, ramos de flores, telegramas de felicitación, pasillos llenos de gente y un desfile de amigos y familiares que aspiraban apadrinar a la recién nacida.
Cumplida parcialmente mi primera aspiración, le dediqué tiempo y preocupación a los estudios. Preparé una carpeta con todos mis recaudos y los presenté en el Ministerio de Educación para la revalidación de los estudios efectuados en la Escuela Naval de Venezuela. Me dieron como totalmente aprobado el Primer Año de Bachillerato, así como materias del Segundo y Tercer Año, por lo que debía presentar por Libre Escolaridad varias materias de Segundo y Tercer Año. Comenzó entonces mi odisea de ir preparando materias de Segundo y Tercer Año, Estudiando algunas por mi cuenta y otras con ayuda de Profesores, que tuve que pagar por mi cuenta. Transcurrido un año, tenía todas las materias del Tercer Año de Bachillerato aprobadas, con excepción de Física y Química y la Dirección del Liceo José Gregorio Hernández (Nocturno del Liceo Fermín Toro) accedió a inscribirme en el Cuarto Año, pero con el compromiso de presentar la constancia de aprobación de esas materias, antes de comenzar los exámenes finales del año siguiente.
Así lo hice, mis días transcurrían de un trajín a otro. Desde la mañana comenzaba mi labor con preparar la comida del mediodía, que se llevaba en un termo de compartimientos separados y luego salir para el trabajo en el Banco Obrero, pero antes debía comprobar el estado de la niña, cuya salud era precaria y su madre debía trasnocharse para atenderla de la presunta enfermedad de asma. Me tranquilizaba un poco, el hecho de que en la casa vecina, vivía mi hermana Juanita, que es enfermera y mi cuñado, que era médico, pero no pediatra. Muchas veces me iba preocupado, dejando a la niña con fiebre y la mamá también quebrantada de salud con otros achaques.
En el Banco Obrero me tocaba trabajar duro para hacerle frente a las diversas actividades que se presentaban. El Instituto fue mudado desde el Bloque 1 de El Silencio, donde estábamos cómodos, a la Torre Sur del Centro Simón Bolívar y por supuesto, nuestra nueva ubicación nos ocasionaba retardos en las comunicaciones, por estar a expensas de los ascensores, que se usaban, conjuntamente con otros Organismos Oficiales. Duramos como 8 años en esas oficinas del Centro Simón Bolívar, con sus más y sus menos, pero en el entretanto, se produjeron acontecimientos importantes en el ámbito político del País. El más importante fue el derrocamiento del Gral. Marcos Pérez Jiménez y su Gobierno, que ocasionó la sustitución de funcionarios por nuevas figuras. El gobierno emergente, presidido por el Almirante Wolfang Larrazábal no tenía experiencia burocrática y se coló mucha gente desconocida. A la Dirección del Banco Obrero llegó un ingeniero joven, de nombre Raúl Hernández, con buenas intenciones y sin ánimo de propiciar despidos masivos, ni daños al personal. Gracias a Dios que fue así, porque eso permitió mi reingreso a la Institución, en Junio de 1.948.
Para entonces el Banco Obrero trabajaba a horario corrido, por lo cual a mediodía solo teníamos media hora para almorzar, por lo cual nos reuníamos un grupo de personal de nuestro Departamento y hacíamos una mesa común, compartiendo en algunos casos, los platos que llevábamos. Inmediatamente de almorzar seguíamos trabajando hasta las 4.30 PM. A esa hora salía para el Liceo Fermín Toro, para asistir a las clases de Bachillerato, que se prolongaban hasta las 11.00 PM. Apenas terminaba la clase, salía para la Esquina de Pajaritos, donde estaba el Estacionamiento, donde guardaba mi carro todo el día. Llegaba a mi casa a medianoche, cuando mi esposa me tenía guardada la cena, que comía con voracidad, después de tanta hambre. Con el escaso sueldo que ganaba, no podía comer en Restaurantes.
Esa rutina la cumplía diariamente, salvo los días viernes, cuando ya teníamos pactada para la noche, una sesión de truco en la casa de mi compadre Perucho Cedeño en la Urb, Urdaneta de Catia, acompañada de un suculento sancocho de pescado, gallina o cruzado. Esos viernes yo trataba de jubilarme las últimas horas de clase, a sabiendas de que mis amigos me estaban esperando. Esas reuniones eran para mí un aliciente a mi avasallante trabajo, problemas familiares y permanente limpieza de bolsillo. Éramos un grupo de paisanos y amigos, la mayoría muertos, que gozábamos con los juegos de truco y dominó, además de los cuentos y anécdotas que allí se llevaban.
Todos los gastos los compartíamos los participantes y generalmente nuestros ingresos eran muy limitados, por lo que las bebidas eran, ron Cacique con Pepsi Cola, que nosotros llamábamos “Súper Shell con Ica” y las comidas eran “sancochos” de pescado con bastante verduras. Era un ambiente grato, acogedor, con mucho ruido por la calidad del juego y los frecuentes chistes, así como anécdotas del pueblo, viejas y nuevas que se presentaban en la mesa, con gracia y donaire. Allí durábamos horas y no era raro que nos agarrara el amanecer en pleno juego. El grupo era como de 20 personas y cazábamos un día feriado para prolongar la celebración.
Trascurrido un año, aprobé mi Cuarto Año de Bachillerato y las dos materias pendientes de la Reválida, me inscribí de una vez para el Quinto Año y preparé mi viaje para pasar las vacaciones en Río Caribe, junto con la esposa y la hija, que estaba bien bonita y crecida. El carro que compré me salió malo y eso me llevó a comprar por medio de la Caja de Ahorros, un carrito escarabajo Volkswagen, que fue la mejor compra de mi vida, ya que me costó Bs. 6.500.oo y por comprarlo al contado me rebajaron el 10 %, o sea que pagué Bs. 5.900.oo.Compré una parrilla para el el techo del carrito y allí colocábamos, además de los equipajes, el corral, el coche y la cuna portátil de la niña. Adentro llevábamos los teteros, el agua destilada, las medicinas y las compotas de la niña. Se entusiasmó con el viaje, mi sobrino y ahijado, el hoy flamante ingeniero Eriberto Echezuría, que tenía entonces 8 años para acompañarnos en el viaje. Salimos a las 8.00 de la mañana con rumbo a Puerto La Cruz, para tomar el Ferry que nos llevaría a la Isla de Margarita.
En Puerto La Cruz hicimos nuestra cola y nos embarcamos en el Ferry, que apenas contaba con los servicios esenciales, llegando a Porlamar como a las 8:00 PM, donde no encontrábamos hotel para alojarnos, hasta que un billete de Bs. 50.oo hizo el milagro de conseguirnos una habitación en el Hotel Porlamar, debiendo esperar una media hora, mientras la desalojaba el huésped que la ocupaba y la camarera la limpiara. Finalmente nos ubicamos, bajamos a comer al Restaurant y luego nos fuimos a dormir hasta las 9.00 de la mañana del otro día.
En la mañana nos despertó Ana Isabel con unos gritos desesperados y era de hambre. Mi esposa le dio sus alimentos y después bajamos al Restaurant a desayunarnos. Ya vestidos y desayunados salimos en el carro a recorrer la isla, teniendo como principal destino a la Iglesia de El Valle, a objeto de cumplirle a la Virgen una promesa que había hecho mi esposa. Viendo las diferentes calles y avenidas que ya para entonces vislumbraba un emporio turístico, casi sin darnos cuenta llegamos al Valle, un pequeño pueblo con una Iglesia Mínima, donde se aloja una bella virgen que es la Patrona de Oriente y con gran arraigo nacional. Para entonces, se había celebrado el mes anterior la Fiesta de la Virgen, con una numerosa afluencia de feligreses. Estuvimos un buen rato en la Iglesia, mi señora cumplió la promesa, llevó la niña a la presencia de la Virgen y rezó con gran fervor teniéndola en sus brazos.
Después tomamos de nuevo el carro y los llevé al pequeño poblado de Las Piedras, un caserío situado a unos 5 Km. de El Valle, donde tuvimos la oportunidad de ir con nuestra abuela Carmen Olimpia en varios viajes de la Fiesta de La Virgen y de gozar de sus sabrosos lugares de recreo y degustar las frutas más deliciosas del mundo, esos baños en el tanque de “La Balcón” y en las pozas del Río San Pedro, son inolvidables y en el camino nos cansábamos de comer guayabas, guamas, riñones, catuches y nísperos.
Separados por el Río San Pedro había un grupo de unas 20 casas, organizadas en lo que hoy se llaman fincas vacacionales, con distintos grados de instalaciones, donde además de la o las casas donde vivían los trabajadores, existían sembradíos de nísperos, caña de azúcar, maíz, maya, mamones, tocoperís, naranjas, mandarinas y las joyas de la corona, unos mangos grandes sin ser mangas, dulces como la miel, de pepa larga y delgada. Eran conocidos como “mangos biriteños”, pero después me enteré que eran “mangos piriteños”. Igualmente había mangos chiquitos, que eran más pequeños y con sabor alcanforado, mango Tin, que eran de concha roja, redondos y de carne pulposa. Mis hermanas y yo vivíamos comiendo, con la baca amarilla de mango maduro, con una cachapa en la mano o un balde de nísperos, dulces y pulposos, que no maduraban en el árbol, sino que se cogían pintones y se ponían a madurar. Las fincas tenían una separación de paredes de piedras que se sacaban del río y se ponían unas sobre otras y en cada una de las fincas había dos o tres burros y a escondidas, nos los llevábamos para hacer carreras. Por supuesto, loa codos y rodillas mostraban las huellas de esas carreras. El propietario de la finca donde nosotros llegábamos se llamaba Antonio Pereira y guardaba un lejano parentesco con mi abuela. La casa de él era una quintica con porche y corredores que nos dejaba a nuestra disposición durante los días de fiesta. Los cuidadores de la finca tenían sus casitas de paredes de barro y techo de paja, que cuando llegaba mi abuela veían a Dios con la ayuda de alimentos que ella les traía y la correspondiente ayuda de plata. Recuerdo que entonces vivía la matrona, Nicolasa, madre de las mujeres y abuela de los muchachos. Era cocinera y nos malcriaba con cachapas, arepitas y bollos, La hija Ángela la suplantó en la cocina y la Jefatura de la casa. Su hijo Ángel, que era mi contemporáneo, me acompañaba en las carreras de burro y en los baños de “La Balcón”. Completaba la familia un tío amanerado que hablaba como mujer llamado “Cola”.
Cuando salimos de la Iglesia, tomé la vía hacia Las Piedras y al llegar encontré el sitio cambiado, pero preguntando a los pocos vecinos que encontré, logré localizar a los sobrevivientes, que eran Ángela, una hija menor y Colá que estaba viejito, pero aún vivía. Le presenté a la familia y ellos apenas se acordaban, les dejé una ayuda y regresé a Porlamar. Almorzamos en un buen Restaurant y luego fuimos a descansar al Hotel.
El siguiente día mi esposa alimentó a la niña y la preparó para salir, buscamos el carro y salimos sin rumbo fijo. Quise ir al Mercado, que recordaba como un sitio alegre y muy margariteño. Entramos al Mercado con la niña en brazos y nos sentamos en un sitio de comida que vimos limpio y con poca gente. Pedimos empanadas de casón, un batido de guanábana y después un café con leche. En ese Marcado se conseguía de todo, pero nosotros no hicimos sino ver, ya que no íbamos a comprar nada, sin embargo, nos llevamos un kilo de dátiles pasados, unos dulces caseros, que incluían piñonates, turrones, cocorrones y suspiros. Decidí llevarlos para que conocieran la Península de Macanao. La carretera estaba un poco mala porque hubo lluvias en la noche. Pasamos por el pueblo de Boca del Río, un típico pueblo pesquero con sus peñeros y lanchas fondeadas, la cantidad de pescado que estaban escalando para el proceso de salado. Las mujeres que gritaban o que sostenían una conversación procaz a todo volumen. Seguimos viendo ese bello paisaje de la Península, sus largas playas y esas planicies yermas y con muy poca vegetación. Llegamos hasta donde era posible con el carrito, dimos la vuelta y regresamos a Porlamar, pasando por San Juan Bautista y los pueblitos intermedios de La Vecindad, El Norte, El Espinal y otros caseríos donde todavía no había llegado el desarrollo turístico y los productos tenían precios asequibles. Almorzamos en un buen Restaurant de la carretera, comimos pescado frito con tostones y ensalada con tomates, cebollas y pepinos. Regresamos a Porlamar, por buena carretera y llegamos al Hotel como a las 5.00 PM con la niña dormida, pero como hacía mucho calor, nos echamos un baño y acomodamos a la menor para su descanso. Yo salí a dar una vuelta a pié y me llevé a Heriberto José para enseñarle el Boulevard, las tiendas y las ventas de buhoneros. Después de ese almuerzo que nos echamos en la carretera, no teníamos hambre, nos tomamos unas cocadas y a las 9:00 nos acostamos.
El tercer día en Margarita, volvimos a desayunarnos al Mercado y compramos algunos regalitos para llevarlos a la gente de Río Caribe, entramos a la Catedral de Porlamar, que es bien bonita, emprendimos viaje a Playa del Agua, Pedro González, Guarame, El Tirano y otros pueblos. Lulú no quiso bañarse y eso me quitó a mí el deseo y por consiguiente, Heriberto tuvo que conformarse con la idea de desquitarse en las playas de Río Caribe. Nos llegamos hasta Juan Griego, que ha crecido mucho y tiene variedad de tiendas y ventas de mercancías que no envidian a Porlamar. Almorzamos en un Restaurant con Aire Acondicionado y nos sirvieron un Hervido de Gallina criolla que me supo a gloria y de segundo plato gallina guisada con arroz y plátano frito. De allí salimos al Hotel para que la niña descansara y nosotros prepararnos para el viaje de regreso en Ferry a Puerto La Cruz.
Nos levantamos temprano, ya habíamos pagado la habitación y a las 7:00 AM, salimos para Juan Griego a tomar el Ferry, que salía a las 9:00 AM. Nos preparamos para el viaje, que duraba 4 horas, llegamos a Pto. La Cruz como a la 1:30 PM. Comimos algo rápido en el Terminal y seguimos para Río Caribe, pasando por Cumaná y Carúpano. La niña tenía su comida asegurada con sus teteros y sus compotas, así como una carga de pañales y agua para lavarla cuando hubiera necesidad, en cuyo caso yo me paraba en una sombra protegida.
Pasamos por Cumaná, Mariguitar, San Antonio del Golfo, Ceresal, Cariaco, Guiria de la Costa, Guaca y Carúpano. Llegamos a Río Caribe como a las 5:30 PM. y allí nos esperaban con la mayor alegría. Mamá agarro a Ana Isabel y la despertó a fuerza de arrumacos, sobraron manos que nos ayudaran a bajar los equipajes y las cosas del carro y nos la llevaran al cuarto que ya teníamos arreglado. Mamá nos tenía preparada una cena pantagruélica con sierra frita, arepas, tajadas, jugos, café con leche y turrón de coco. Yo comí con hambre, Lulú, como de costumbre, apenas picó la comida y mi sobrino y ahijado Heriberto José, comió como un bendito y se le salían los ojos al ver la playa y el mar. No se lanzó al agua, porque era tarde, casi de noche.
Nuestra estadía en Río Caribe fue una felicidad. Ana Isabel iba de brazo en brazo. Mi esposa comía como nunca la había visto. Estaba haciendo bastante calor y decidí salir a unos pueblos vecinos para que mi señora los conociera. Preparé el carrito con los alimentos de la niña y salimos hacia Guiria, pasando por Yaguaraparo e Irapa. Tuvimos un nuevo ayudante, ya que Heriberto José no quiso salir del mar y la playa que estaba al frente y allí se forman unos grupos de muchachos que inventan distintos juegos y como Saúl lo está cuidando, estaba feliz. Jugaba béisbol de playa, jugaba trompo y elevaba papagayos. Mi ahijado Manuel el loco, asumió su lugar y nos acompañó en los 8 días que duramos en Río Caribe, a todas las excursiones que hicimos. Como a las 9:00 AM dimos una vuelta por el pueblo para que Lulú lo conociera todo y después tomamos carretera, pasando primero por Guayaberos, donde se fabrican los fuegos artificiales, seguimos a Churupal, Patucutal y otros pueblitos pequeños y grandes, hasta llegar a Yaguaraparo, que entonces era Municipio y ahora es Distrito, darle una vuelta al pueblo, comer patilla, beber coco tierno y seguir a Irapa, ya entrados en el Golfo de Paria y donde el paisaje es distinto, ya que las casas son de estilo inglés por su influencia de la Isla de Trinidad. Las calles se ven solas porque había un sol reluciente y fuerte. No encontramos nada que ver salvo el puerto, cuyas aguas son amarillas, con pocas olas. Hay otros caseríos llamados Yoco y Soro, con sus siembras de coco y una invasión de palometas, que al menor descuido, dejan caer sus desagradables pelos. Buscando otros ambientes seguimos a Guiria, una ciudad más grande, pero más antipática. Allí buscamos un Restaurant, una posada o sitio para almorzar, ya que eran las dos de la tarde. Nos metimos en el mejor y único Restaurant del Puerto, donde escogí un menú en base a camarones, que allí los traen los barcos pescadores que se asientan en el Puerto Libre. Tuvimos que esperar que prepararan los camarones, incluyendo su descongelación. Al fin comimos unos platos no agradables del todo, bebimos café y nos devolvimos a Río Caribe, viendo en las orillas de la carretera, arbustos florecidos de rosas de diferentes colores y en los árboles grandes de jabillos, guamos y otras especies, unos grandes helechos, que por su altura eran inaccesibles. Como estábamos en tiempos lluviosos, las aguas de los ríos discurrían por las quebradas vecinas. Las casas aparecían cerradas por la lluvia y ya la oscuridad se venía acercando. Regresamos a Río Caribe cargados de frutas, cansados del viaje, pero contentos de admirar los paisajes de la angosta Península de Paria y su exuberante vegetación.
El tercer día descansamos en Río Caribe. El mar amaneció radiante, con pocas olas y un azul profundo que permitía ver el fondo. Mi esposa se entusiasmó y decidió bañarse en la playa. Naturalmente, yo la acompañé y cuando el sol brillaba esplendoroso, metimos a la niña al mar y después de tenerla un rato adentro y ella pataleaba de alegría, la hundimos en el mar, de donde emergió asustada y rompió a llorar. Se calló cuando la sacamos y la sentamos en la arena sobre una toalla. Cuando el sol y el baño fueron suficientes, la trajimos a la casa, le sacamos el agua marina con varias totumazos de agua, se secó con toalla nueva y se armó el corral para ponerla en la puerta de la casa para que viera el mar y sintiera las caricias de la brisa marina. Al rato se le dio el tetero que le tocaba, una compota Gerber y la acostamos en su cama cuna protegida con su tapa de malla. Durmió sabroso hasta la tarde. Dejamos a la niña al cuidado de Melba y nosotros regresamos a la playa por unas dos horas más, cuando el hambre nos venció, vinimos a sacarnos el agua y después de vestirnos de sport nos sentamos a la mesa a almorzar. Mamá preparó ese día un sancocho de sierra fresca con sus ruedas, pepino criollo, cola y cabeza, además de bola de plátano, aguacate redondo de San Juan, aceite de castilla y picante criollo. Estaba tan sabroso que repetimos por varias veces, hasta que no pudimos más. Nos lavamos los dientes y a dormir en una hamaca sabrosa que teníamos en el cuarto.
El cuarto día, primero salimos para Carúpano, pasando primero por el Caserío de El Morro que, como siempre, se presenta sucio y con olores desagradables. Decidimos seguir a Carúpano, pasando por Puerto Santo. Llegamos al Mercado de Carúpano, recién inaugurando, que presentaba un buen estado. Me impresionó la Sección de Venta de Pescado Fresco, con todas las variedades de pescados locales, pescados grandes y variedades de mariscos y animales de mar que provocaba comérselos. En otra Sección están los pescados fritos que se comen con arepas terminadas de hacer y también otras variedades de comidas que incluyen hervidos de pescado, de carne y de gallina, aguacates y unos batidos de frutas criollas. Todo esto viene acompañado de gritos, cantos, llamados y adornos de flores en los cabellos. En el área adyacente está la Sección de Frutas y Verduras con sus numerosos puestos que compiten en la presentación de los productos. En la parte de atrás de esa Sección hay los puestos de pescado salado y de los pescados frescos de tamaño gigante. Todos los pasillos tienen concesionarios simpáticos, alegres y bien surtidos. Visitar este Mercado es dedicarle tiempo y aprender a vivir con humor y buen carácter. No sigo describiéndolo porque el tiempo se me iría cuando menos quería. En la parte central encuentras las carnicerías, las ventas de chorizo y morcilla, mariscos recién sacados, caracoles, mejillones, chipichipis e intercalados, puestos de venta de ropa, lencería y todo género de mercancía. El Patio Inferior cuenta con la venta y matanza de aves criollas y todo género de verduras y frutas, tanto al mayor como al detal, A la salida se ubican las vendedoras de arepas criollas y peladas, cachapas y meriendas de todo tipo. Visitar al Mercado de Carúpano es revivir el espíritu y renacer la esperanza de perdurar.
De Carúpano fuimos a bañarnos en las aguas termales de Poza Azul, con sus distintos pozos de baño, tanques e instalaciones, que con sus aguas cristalinas invitan a sumergirse en sus profundidades. Almorzamos en Poza Cristal y luego regresamos a Río Caribe, pasando por el Rancho que vende cachapas con queso recién hecho. Nos llevamos un poco para la casa y al llegar pasamos directo a dormir. En la noche nos trajeron: turrón de coco, suspiros, dulce de jobo, torrejas y arroz con coco que yo había encargado.
Los tres días siguientes los dedicamos al descanso para estar bien cuando saliéramos a la carretera. Fui con mi esposa a la Iglesia y le encantó la disposición de las naves y las imágenes que estaban en su interior. Igualmente quiso conocer el Cementerio y la urna del Santo Sepúlcro que lo mantienen en la casa de Sallito Flores. Alguien le habló de la imagen de Santa Rita y quiso conocerla.
En Carúpano compramos la leche de la niña y las compotas que no se conseguían en Rio Caribe. Dediqué el tiempo a hablar largamente con papá, le manifesté mi programa futuro, enfatizando en que me mantendría en mis treces de no inscribirme en ningún partido político y si por eso debía perder el cargo, que no importaba. Le expliqué mi plan sobre proseguir el Bachillerato y emprender luego una carrera universitaria, me alentó al respecto y me recordó sobre el futuro de los hermanos menores.
En víspera de mi viaje de regreso preparé las cajas de alimentos que me iba a traer, pero no quise divulgar la fecha de retorno, porque es costumbre en el pueblo, pedir colas para Caracas o preparar cajas y encomiendas para sus familiares. El día siguiente me levanté de madrugada, cargué mis cosas y mis pasajeros y emprendí mi viaje, encomendándome a Dios y la Virgen. Tuvimos un buen recorrido y a las 7:30 de la noche llegué a mi casa, guardé mis cosas, le entregué mi sobrino a Juanita y me acosté a dormir. Mi señora si se quedó un poco más tarde, mientras preparaba los alimentos y las medicinas de la niña y le echaba una limpiadita a la casa, sobre todo al baño, que es su obsesión.
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24 de septiembre de 2010
QUE ME HA DADO CARACAS-La Autopista Caracas La Guaira y el Banco Obrero.
En mis narraciones anteriores, totalmente escritas de memoria, olvidé, sin querer, hacer referencia a unos hechos ocurridos en el Banco Obrero, que en algo me rozaron, cuando trabajaba allá. En efecto, cuando nombraron al Dr. Julio Bacalao Lara como Director Gerente del Instituto, cumplió una labor aceptable y se mantuvo en el mismo durante pocos años. Era época de Dictadura, pero no se notaba mucho la represión, ya que el personal tenía muchos años de servicio y salvo pocas excepciones, no afloraba la cuestión política, hubo progreso. El personal se mantenía tranquilo por cuanto al asumir el cargo, el Director aprobó un aumento lineal del 10 % para todos. Fue tan inteligente, que se aprendió los nombres de casi todos los trabajadores y cuando nos veía, nos saludaba con nuestro primer nombre. En Venezuela, algunas personas se apegan a los cargos para los cuales han sido designados, que se mantienen pendientes de sus obras. Tal es el caso de Pepito González Lander, que se echó sobre los hombros el Metro de Caracas, desde su inicio hasta su conclusión y cuando entró en servicio, estaba pendiente de su mantenimiento y conservación y aquí todo el mundo se hacía lenguas sobre el buen funcionamiento del Metro.
El mismo caso se vivió con la Autopista Caracas La Guaira, cuando designaron como Director de Obra, al Ing. Marco Antonio Casanova, un profesional joven que se metió de cabeza en la realización de las obras, tanto las que se ejecutaban por contrato con Empresas Extranjeras, como las que se efectuaban por administración directa o con Empresas Nacionales. Presionaba para que las obras se terminaran para el día 2 de Diciembre, según lo ordenaba la Presidencia y debido a su dedicación todo salió de maravilla y Pérez Jiménez quedó contento con su actuación. Se supone que en el curso de le ejecución de la obra, él usaba sus días de descanso en viajes cortos a La Habana, México, Aruba y Santo Domingo. En esos viajes se vinculó con una señora muy bonita, cuyo hermano estaba casada con una cubana, por lo que, de repente, el señor se ligó con varias familias cubiches.
El Ing. Pedro Emilio Herrera era el Director Gerente para la fecha del magnicidio del Cnel. Carlos Delgado Chalbaud y en ese maremágnum de reorganización del gabinete, nombraron al Ing. Herrera como Ministro de Obras Públicas y para sustituirlo en el Banco Obrero, designaron al Ing. Julio Bacalao Lara. A los pocos meses, el Ing. Pedro Emilio Herrera renunció al cargo de Ministro de Obras Públicas y entonces para reemplazarlo, nombraron al Ing. Julio Bacalao Lara, quien duró varios años en ese Despacho y rindió una buena labor, según palabras del Presidente de la República. En virtud de la buena actuación que tuvo en la Autopista Caracas La Guaira, designaron al Ing. Marco Antonio Casanova como Director del Banco Obrero. Para nosotros era una noticia esperada, pero nos quedó la incógnita sobre el recién llegado. El hombre tomo inmediata posesión de su cargo y seguidamente designó su equipo de gobierno. Nuestro Gerente fue mantenido en su cargo, pero fue cambiado todo el equipo técnico del Instituto. De repente se fue llenando aquello de cubanos, que llegaron mandando y dando muestras de nuevos ricos. Trajeron a la novia como Secretaria del Directorio y a su hermano como Comisionado de la Dirección. En aquella fecha se estaba realizando el Campeonato Mundial de Beisbol Amateur y Cuba competía con un buen equipo, que bajo la dirección del Manager Cubano Oswaldo Castellanos, ganó invicto el Campeonato. Mundial.
El equipo cubano fue objeto de varios homenajes en el Instituto y de inmediato nació la idea de que el Banco Obrero reorganizara su equipo de Beisbol Amateur bajo la dirección del Manager Castellanos. El mentor de la idea fue el cuñado y se puso en práctica de inmediato. Para entonces había en Caracas la Liga de Beisbol Amateur, con varias categorías y en la Doble A estaba un equipo modesto del Banco Obrero, que conjuntamente con el INOS , la Intendencia Naval, los Sapos, y otros equipos, realizaban sus campeonatos anuales, siendo el sempiterno Campeón el equipo de la Intendencia Naval.
Cuando surgió el nuevo equipo del Banco Obrero, tenía en sus filas a tres jugadores del Equipo de Cuba que se quedaron aquí, incluyendo entre ellos al Campeón Pitcher y dos jonroneros. No conforme con esto, se dedicaron a piratear a los mejores jugadores de otros equipos, ofreciéndoles cargos en la Institución y buenos sueldos. En los tres campeonatos siguientes no hubo quien le ganara al Banco Obrero, hasta que terminó su hegemonía.,
Simultáneamente, llegó la época de Carnaval y el Banco Obrero se hizo presente con una preciosa carroza de dos pisos, bellamente decorada, que engalanaba una bella muchacha llamada Virginia Márquez, que con su sola presencia encandilaba con su iluminación. Quedó como Reina del Municipio y posteriormente como Reina de Caracas.
Con su triunfo en el ámbito deportivo y luego en la competencia de belleza, el Banco Obrero era enaltecido en las páginas de la prensa y con la llegada de Casanova, las Relaciones Públicas se dispararon favorablemente. En los salones del Club del Banco Obrero en Coche, se efectuaban unas fiestas bailables de tronío, con dos orquestas y una selecta concurrencia.
Siguieron llegando cubanos. Se incorporaron unas secretarias bonitas y con buen cuerpo, que con su sonsonete caribeño, embelesaba a los compañeros de trabajo y al bailar, se desataba todo el ritmo. Trajeron a un fotógrafo que al parecer era una estrella en su profesión, que se paseaba por los pisos y pasillos del Instituto, fumando un tremendo tabaco marca Cohíbas, que valía entonces Bs. 15,oo y dejaba su aroma en el ambiente. Se coló la especie de que el Banco iba a editar primeramente una Revista lujosa, con circulación trimestral, que se llamaría Revista del Banco Obrero, donde un conjunto de reporteros, escritores y periodistas, tanto criollos como extranjeros, abordarían los temas más álgidos e interesantes de la Nación, especialmente los relativos a la vivienda y su entorno. Se tramitó la compra de un equipo de impresión a colores, de última generación y se organizó una distribución, a nivel nacional, para todas las ciudades y urbanizaciones del Banco Obrero y la punta de lanza fue el envío de fotógrafos y reporteros que adelantaran el material. No había limitación en el gasto, todo estaba justificado. En el Instituto había movimiento, desfile de gente rara, algunos criollos estaban hablando cubano, siempre había un cubano cobrando en la Caja, por cualquier concepto.
Se envió una Comisión a Estados Unidos para seleccionar la imprenta y demás equipos para la Revista, el cual arribó al País en un plazo breve, se nombró al Director, el cuerpo de redacción y el resto del personal, que inmediatamente empezó a trabajar para la edición del número de prueba y el Primer Número. Pero se les presentó el primer problema y era grave. ¿Donde ubicarían ese equipo, que en algunos casos era voluminoso? Se pensó entonces en mudar a la Unidad de mantenimiento y conservación, que estaba en la Planta Baja del Bloque 4, pero al ver el numeroso equipo de trabajo y la cantidad de material que allí se acumulaba, tuvieron que descartarlo. Pero les quedó como alternativa, los locales interiores del Bloque Nª 1 , donde funcionaba, debidamente organizado, el Archivo del Banco Obrero, contentivo de toda la documentación, planos, estudios de suelos, informes, documentación oficial y en general, todos los documentos importantes del Instituto, desde su creación en el año 1.928, hasta el año 1.957, es decir, 29 años de historia, que ya resultaban pequeños para lo voluminoso de los recaudos y que obligaba más bien, en estudiar algún sistema de microfilmación, ya que estaba aumentando exponencialmente y en poco tiempo, rebasaría su capacidad. Encontraron ese espacio ideal para sus fines y rápidamente propusieron al sótano del Bloque 3 de El Silencio, para ubicar al Archivo y lo que no cupiera, fuera llevado al Taller de Carpintería de Catia. Fue aprobado por el Directorio el traslado, procediendo a la mudanza, sin orden ni concierto y sin pensar en los daños que sufrirían los documentos, con la humedad, los hongos, los insectos y el moho que atacaría al papel. A nadie le importó el grave daño que se causó a la Institución, ni se pensó en restaurar los documentos dañados, ni en reponer los extraviados.
Al llegar la imprenta y los equipos de Estados Unidos y resuelto el problema que se les presentó con la energía eléctrica, se instaló el Equipo y entraron a trabajar con la Edición de Prueba. Siempre se pensó en usar papel satinado y con profusión de color.
La edición de prueba fue todo un éxito, la revista tenía un tamaño mediano y el diseño guardaba relación con el objeto propuesto. No faltaron los reportajes sobre las Urbanizaciones emblemáticas del Instituto, los logros alcanzados y el futuro provisor que se esperaba. Los reportajes sobre Pérez Jiménez eran un dechado de exaltación y la “jaladora de mecate” abierta o disimulada, dejó muy atrás a las que le hacían los mismos personajes a Fulgencio Batista en Cuba. En materia de papel, el uso indiscriminado del color y el empastado de los ejemplares, su calidad era extraordinaria.
El Dictador le dio el Visto Bueno a la Revista y ordenó la profusión de la publicación a todo el País. Si la prueba fue buena, el Primer Número fue mejor. Hubo un coctel de presentación, con asistencia de las más altas autoridades del Gobierno e invitados especiales de Venezuela y del Exterior. Los cubanos mandaban, gastaban, cobraban y algunos, como el fotógrafo de marras, trató de enamorar a Virginia, pero se encontró con una mujer virtuosa, de dignidad y decencia, que a las primeras de cambio lo puso en su puesto y la largó con cajas destempladas, hasta que tuvo que largarse a Cuba, ordenado por la Presidencia de la República.
Los gastos por la edición de la Revista fueron cuantiosos, hasta el punto que solo se editaron 4 ó 5 números y obligó a descartar la idea de crear una Revista Mensual, para todo público y a los dos años, la idea fracasó, debiendo liquidar el aparato armado. Allí empecé yo a hacer mis diligencias para lograr la beca para el estudio en Europa o Estados Unidos.
La Junta Administradora del Instituto decidió eliminar la Revista del Banco Obrero y sacar a la venta la imprenta y todos los equipos, produciéndose una puja que ganó un financista marabino, que empezó a editar la Revista “MOMENTO”, que duró varios años circulando, hasta que sucumbió.
En sustitución de Casanova, designaron a un Ing. Civil veterano, amigo del Régimen y miembro de la godarria tachirense, de nombre Alberto Díaz González, a quien le tocó recoger las velas desplegadas que dejó su antecesor, pero muy amigo de los chismes y con tendencia a exigir la adulancia por parte de los hombres y la simpatía y facilidad, por parte de las mujeres. Yo sabía que él me tenía ojeriza porque me iba del Instituto por propia voluntad y se vengó negándome las prestaciones sociales, cuando presenté mi renuncia al cargo.
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