Sin querer, me adelanté a narrarles el viaje a Río Caribe con la niña, dejando por detrás, el viaje que hice con mi señora en Agosto de 1.960, a raíz de la culminación del curso del Quinto Año de Bachillerato y consecuentemente, la graduación de Bachiller, formando parte de la Primera Promoción del Liceo “José Gregorio Hernández”, nocturno del Liceo Fermín Toro.
Cuando decidí proseguir los estudios para obtener, en Primer Lugar, el título que me permitiera acceder a la Universidad, mi hermano menor Humberto, estaba estudiando Bachillerato en el Liceo Los Jardines, ubicado en la Calle 14 de Los Jardines de El Valle, propiedad de los Profesores Antonio y Blanca Moreno, con quien mantenía vínculos de amistad. Humberto vino de Río Caribe a continuar los estudios de Bachillerato, ya que allá no había sino Primer Año. Estaba conmigo, mientras Salvador estaba con Aura y su marido, también preparándose para estudiar Odontología en la UCV. Mientras yo iba sacando las materias pendientes de la Escuela Naval, Humberto estaba en Tercer Año normal, así que hubo la oportunidad de cursar junto conmigo, los dos años de Bachillerato que nos faltaba, en el Liceo José Gregorio Hernández, aparte de que Humberto quería trabajar para obtener ingresos, ya que debía mantener una situación de iliquidez insuperable, puesto que, empezando por mí, siempre estaba limpio y con compromisos económicos que cumplir.
La situación política del País estaba complicada. Después de una campaña electoral virulenta, que debía decidirse entre Rómulo Betancourt y el Almirante Wolfang Larrazábal, ganó la Presidencia de la República, Rómulo Betancourt, del partido Acción Democrática, quien asumió la Presidencia en Abril de 1.959. Se coparon todos los Ministerios, Empresas e Institutos oficiales, Gobernaciones y todos los Organismos Oficiales con gente del Partido triunfante, como es lógico. En mi familia no hubo ninguna persona que obtuviera cargo o prebenda alguna en la nueva situación y por consiguiente, era muy difícil lograr un cargo en la nueva administración, así que al pobre Humberto se le estaba poniendo dura la consecución de un empleo, pero Dios es más grande que una mata de coco. Resulta que aquí se firmó una coalición de partidos políticos para ejercer el Poder y a Copei le tocó, entre otras cosas, el Ministerio de Agricultura y Cría. Conmigo trabajaba una señora llamada Carmencita Rodríguez, que antes fue de Yéspica, una mujer joven, simpática, inteligente, boca suelta, trujillana y buena gente, con quien gozábamos un puyero con sus locuras y ocurrencias. Nunca hablamos de política, ni hacía falta. Total, que por Copei nombraron Ministro de Agricultura y Cría al Dr. Victor Jiménez Landinez, pero antes que a él, ya habían nombrado a Carmencita como Secretaria General del Despacho y fue quien lo recibió. Desde el primer día Carmencita, loca como era, empezó a mandar y fue por ella que se le consiguió a Beto su cargo en el Ministerio, donde duró años y no progresó más, porque no era militante de ningún partido. Me contaba Carmencita que cuando llegó Jiménez Landínez al Ministerio, como hombre inteligente y de partido empezó a tomar decisiones y ella era su persona de confianza y secretaria. Era muy nervioso, almorzaba en su Despacho la comida que le preparaba su cocinera y luego, indefectiblemente, se ponía su piyama y se iba a dormir la siesta, que era sagrada y le decía a Carmencita que lo llamara a las 2.30 PM. El primer día ella no conocía sus reacciones y cuando lo fue a llamar a la hora convenida, ese hombre pegó un salto parejo, tirando golpes y manotazos, llagándole con un golpe en la cara. Imagina la pena que le dio. Pidió toda clase de excusas y le explicó que él era muy nervioso y que la próxima vez que lo llamara, no se quedara cerca. Al día siguiente se presentó igual situación y Carmencita cogió la escoba y lo puyó con el mango por la costilla y ahora no solo brincó, sino que gritó, pero sin consecuencias para ella. Después compró un pito de policía y lo despertaba a fuerza de pitazos.
En Octubre de 1.959 se iniciaron las clases en el Liceo, con varios contratiempos fomentados por los grupos de izquierda que querían emular a Fidel Castro, entusiasmando a los muchachos para que se incorporaran a los revoltosos, que cometían desmanes tales como robo a Bancos, ataque y robo como el de Sears. El Secuestro de Nihaus y el de Fangio, la toma del Barco de Pasajeros y muchos más y los adoctrinaban tanto que muchos se iban a las guerrillas y servían de carne de cañón de los fusiles. Durante el día en el Liceo Fermín Toro decidían cuando se dictaban clases o no y cuando se repudiaba a uno o varios profesores. Esa actividad muchas veces se extendía hasta el Liceo José Gregorio Hernández en la noche, pero había menos gente y los asistentes eran más adultos y con posiciones tomadas, sin embargo, no obstante ser un grupito pequeño, aprovechaban cualquier oportunidad de elecciones de reinas, delegados de curso o lo que fuera, para crear desordenes, que muchas veces tomaban ribetes graves, como la quema del automóvil de nuestro profesor de química, por haber aplazado a tres de ellos por inasistencia a clases. A nosotros apenas nos rozó esa situación, por estar empezando el movimiento subversivo y que muchos de los presuntos guerrilleros, se devolvieron a sus casas y a otros los liquidó el ejército. Con todo, terminamos nuestro año con buenas calificaciones y nos faltaba escoger que carrera universitaria íbamos a cursar. Beto no tenía problemas porque desde el principio se decidió por la carrera de Derecho y que la iba a cursar en la Universidad Santa María, pero yo que tenía afinidad con la Ingeniería Civil, no había donde estudiar de noche. La UCV tenía cursos de Derecho, Economía, Administración, Contaduría, Sociología y Psicología. La SM tenía solo Derecho, Economía, Contaduría y Administración. La UCAB tenía cursos de: Derecho, Economía, Administración y Contaduría. Ante ese panorama me decidí por estudiar Economía en la UCAB ayudándome en la decisión, el hecho de que el Banco Obrero se había mudado nuevamente y ahora estaba en el Edificio Altagracia, a una cuadra de la Esquina de Mijares, Sede de la UCAB.
Antes de comenzar la Universidad, quise cumplir la promesa que me había hecho, pedí mis vacaciones en el BO y fui a una Agencia de Viajes para que me confeccionara un paquete de viaje, que no fuera muy caro, para ir con mi señora. La Agencia me preparó un viaje a Méjico, con escala en Curazao por una noche, unas horas en Barranquilla, otras escalas en San José de Costa Rica y Guatemala, llegando finalmente a Ciudad de Méjico para pasar 8 días, entre los cuales quedaba en libertad para ir a Acapulco y Taxco.
Agarramos nuestro viaje por Avensa hasta Curazao, alojándonos por esa noche en el Hotel Curazao, pequeño pero lujoso, situado en el centro de la ciudad. Aprovechamos la tarde y la noche para visitar el área comercial, hacer unas compras, ver los espectáculos diarios de apertura del puente para el paso de los barcos, bailes folklóricos en las plazas y regresamos al hotel para ver otras atracciones que allí celebraban.
En la mañana del otro día salimos temprano para el Aeropuerto para tomar el vuelo de escalas hasta llegar a Méjico. Llegamos al Hotel Madero, donde nos había reservado la Agencia de Viajes. Era un Edificio mediano, de unos 8 pisos, reconocido por su gastronomía. Las habitaciones eran grandes y las camas confortables. Cuando bajábamos al Comedor, generalmente era tarde y algunas veces encontrábamos a una pareja que se sentaba en el sitio más escondido. Ella era sumamente bonita y elegante. Después salió en la prensa el escándalo que ella estaba suscitando, cuando abandonó a su esposo, el Conde Hokensen para irse con el Playboy brasileño Baby Pignataro, alojándose a escondidas en el Hotel Madero. Ella era la Princesa Cristina Faintebleu, una de las mujeres más bellas y ricas del mundo. En la primera noche en Ciudad de Méjico, tomamos un taxi y nos fuimos a la Plaza Garibaldi, para ver y oír a los mariachis. Cuando llegamos era muy temprano y nos metimos por una puerta adyacente, al Comedor Típico del lugar, lleno de gente comiendo las diferentes comidas del País, con chile a reventar, las clásicas tortillas, el mole poblano y cuanta mezcla pueden imaginar. Dimos una vuelta larga viendo todo, pero no compramos nada. Ya la Plaza estaba lleno de mariachis que cazaban a los turistas para cantarle lo que pidieran, pero que a esa hora estaban sin plata y necesitaban hacer caja .Le hicimos 3 pedidos a razón de $ 1.oo cada uno y como había mucha concurrencia, entramos al Bar Tacuba, que está en el otro frente y es el sitio de preferencia de todos los aficionados a las rancheras. Duramos allí como hasta las 10.30 PM y salimos a pié hasta el Hotel, ya que viendo el plano, estaba cerca. Todo lo que se ve en Méjico está relacionado con su música, la gastronomía, los tacos, los mariachis, su historia y la forma de hacerle gastar a los turistas los dólares que llevan. En el camino comimos algo, sobre todo una cosa que llaman “carnita”, que es una tortilla de maíz rellena de una carne que estando originalmente colocada, frita, en una varilla de metal, se va cortando perpendicularmente, en pedazos pequeños, con un cuchillo cortante, formando una pirámide, que bulle de insectos, pero que como todo el mundo lo come y es barato, no le hicimos caso y nos comimos nuestras carnitas, que estaban bien sabrosas.
El día siguiente salimos sin rumbo fijo, reconocimos el Teatro de Bellas Artes, la Plaza Juárez y la Plaza de la República y el muy conocido Zócalo”. Caminando llegamos a una gran área descubierta que alberga al fondo, dos iglesias. Una que es la más vieja, aparece con su fachada hundida varios metros y la otra un poco menos, pero las dos tienen riquezas y vírgenes que son veneradas y motivan la formación de largas colas de penitentes que cumplen promesas de andar grandes distancias de rodillas o llevando pesos o piedras hasta llegar a los respectivos altares, sangrantes, sudorosos y casi exánimes. Cerca de allí tomamos un bus que se anunciaba por altavoz, que iba a Xochimilco. Recorrimos una larga distancia por unas calles llenas de gente, hasta que salimos de ellas y tomamos un camino para Xochimilco. Es un llegadero de gente hasta la orilla de un angosto y largo lago, con un embarcadero donde están unas lanchas de bajo fondo, descubiertas, identificadas con nombres de mujeres: Margarita, la Lupe, Florinda, Margot, Gertrudis, Fedora y muchos nombres más. Uno toma una de esas lanchas y se sienta en un banco de madera y arranca un batelero con una pértiga, deslizándose, junto con otras lanchas, por el angosto sendero de agua, rodeado de árboles, donde recibe ofertas de comida, bebidas, sombreros, huaraches, zarapes, canciones, fotografías y de todo. Seguimos viendo los paisajes hasta llegar a una isla donde hay viviendas de los trabajadores y ventas de todos los productos típicos, que incluyen, además de ropa de mujer, sarapes de diferentes dibujos, artículos de plata y madera, pinturas, sombreros y todo género de souvenirs. En la noche fuimos a una visita a la nueva Catedral de la Virgen de Guadalupe, que es imponente por su grandeza y esplendor.
Al siguiente día nos fuimos muy temprano en una carrera al Bosque de Chapultepec, con su Castillo de Maximiliano, el inmenso Bosque de Coníferas y su Museo Antropomórfico. Terminamos viendo los distintos Edificios de la Ciudad Universitaria, que individualmente son unas joyas arquitectónicas del arte precolombino y predominado por los aztecas y en conjunto son irrepetibles y de una magnificencia impresionante. De momento terminamos nuestra visita a Ciudad de Méjico y al siguiente día nos fuimos en una carrera al terminal de autobuses para emprender nuestro viaje al Puerto de Acapulco, con escala de un día en Taxco para comprar regalitos de plata, ya que allí son baratos, por estar asentadas las fábricas y muy cerca las Minas de Plata de Guanajuato.
Llegamos a un Hotel ubicado en una casa colonial de una planta con un magnifico jardín interior. Nos levantamos temprano el día siguiente y nos fuimos a visitar fábricas. Con un dólar a Bs. 4.30 se podían hacer maravillas y hasta traer regalitos a los familiares y conocidos. Había Secciones de regalitos de $ 1.oo, 2.oo, 3.oo, con los cuales salir del paso y también de mayor precio. Así que con un billete de $ 20.oo es mucho lo que podía hacerse. A mi señora se le salín los ojos, pero, lamentablemente, teníamos que ser comedidos. Ese mismo día seguimos para Acapulco, donde enfatizó la Agencia de Viajes en buscarnos un buen alojamiento. Nos tocó una habitación del piso 8, del Hotel Presidente, con vista al mar y terraza cubierta. Lástima que estaba lloviendo, pero siempre había grupos bañándose en la playa privada. Mi esposa no quiso bañarse en la playa, no obstante mis ruegos, así que nos dedicamos a recorrer la parte techada del Hotel y sus alrededores, cenar y tomar un taxi para ir a La Quebrada a ver los nadadores que se lanzan desde las laderas del cerro hasta el mar, en un espectáculo único en el mundo. Durante unas dos horas vimos la maravilla de acto, paseamos por los alrededores y decidimos irnos a pie a nuestro Hotel a dormir del ajetreo.
Los dos días siguientes los dedicamos a conocer los lugares más emblemáticos de Acapulco y regresamos a Méjico en autobús, ya que se acercaba la fecha de nuestra partida para Costa Rica. Nos embarcamos en la tarde y llegamos como a las 10:00 de la noche a Méjico y al día siguiente nos dijo un mesonero que después del desayuno, él podría llevarnos a las Pirámides de Tenochitlan que estaba a dos horas y había conseguido un carro prestado para hacernos ese viaje y tener un ingreso adicional. Yo acepté la proposición, pero al arrancar el carro, me di cuenta con el hombre era un novato en manejo y pasando sustos llegamos a las Pirámides. Nos decidimos y subimos los centenares de escalones de la Pirámide más grande y desde la cúspide ver el inmenso paisaje que cubre el valle. Transcurrida una hora, decidimos regresar, pendientes del loco al volante, que conducía a regular velocidad, con un andar impreciso que asustó a más de un chofer y peatones, que se apartaban veloces, hasta que sucedió lo que se esperaba, en una curva se pegó mucho del lado contrario y chocó con un taxista. Se formó un zaperoco de marca mayor, con intervención de taxistas y peatones, que el mesonero arregló a fuerza de “mordidas”, tanto para el Fiscal de Tránsito como para el chofer contrario, que evidentemente era solo el conductor y no el propietario. El tipo pretendía seguir manejando, pero yo le enseñé mi título al Fiscal y me autorizó para movilizar el carro, con el cual llegué al Hotel, le pagué al mesonero y mi mujer y yo nos sentamos en una mesa del Bar, donde pedimos una cerveza y nos reíamos del caso. Preguntamos por un Restaurant Típico y nos fuimos en un taxi a un local bellísimo, donde había toda clase de comida mexicana, centroamericana e internacional Era caro, pero valía la pena por su distinción, el tipo de gente que asistía, el espectáculo que presentaban y la gastronomía tan variada. Allí si escanciamos bastante tragos y transcurridas algunas horas, regresamos al Hotel a preparar el equipaje para el viaje a San José de Costa Rica que salía a las 9:00 AM. Llegamos al Aeropuerto de San José, que queda bien alejado de la ciudad y nos encontramos con la novedad de que el Hotel había dispuesto de nuestra reservación y no teníamos donde llegar. En la ciudad se estaba celebrando la Conferencia Internacional de las Américas, con gran revuelo en las deliberaciones, porque la delegación de Cuba asumió, como es lógico, una actitud beligerante contra USA y todos sus allegados, formándose discusiones acaloradas. Como el Hotel había dispuesto de nuestras reservaciones, lo menos que debía hacer era buscarnos alojamiento, pero con la Conferencia eso se puso difícil, hasta que encontraron una buhardilla en un hotel chino y allí nos mandaron. Por supuesto era un hotel de Tercera Clase, con una habitación abundante en cucarachas y sin baño, pero nosotros no podíamos hacer nada. Cuando fuimos a cenar, ya que no habíamos almorzado, el menú era de platos chinos y nos conformamos con el arroz y un plato de sopa de alas de tiburón, que era la primera vez que la probábamos y no nos gustó. Cercano al Hotel estaba la Plaza de la República, en pleno centro de la ciudad y al acercarse a la Plaza, se oían las violentas deliberaciones. Venezuela, gobernada por Rómulo Betancourt, mantenía una actitud ecuánime entre los grupos y en cambio el Canciller de la República, el Dr. Ignacio Arcaya, asistente al acto, asumió una actitud abierta a favor de Cuba y Fidel Castro y en plena Asamblea, renunció al cargo de Canciller, siendo sustituido por el Dr. Falcón Briceño.
El Centro de San José bullía de manifestaciones, pancartas con diferentes posturas, escritos en la Prensa, entrevistas y reportajes en la radio, pero al fin, la situación se fue aquietando al suspender la Conferencia y que cada delegación se marchó a su País. Nosotros aprovechamos la tranquilidad para conocer mejor a Costa Rica, que es un País bien bonito, acogedor y agradable, con gente muy decente y un ambiente tranquilo. En los dos días que nos faltaban, fuimos a conocer a Heredia, la segunda ciudad y a Calcaño, habitado por gentes trabajadoras y tan tranquilas que desde hace varios años eliminaron la policía. Como curiosidades citaremos que en la República hay muy pocos negros o mulatos, predomina la gente blanca, con mujeres muy bonitas, de piernas bien torneadas y cabello claro, bien peinado. Los taxis eran para entonces, escarabajos Volkswagen, sin puertas por el lado del pasajero, pintados de amarillo y con precios módicos. No se nota predominancia indígena y la gente, por lo regular, son de baja estatura.
A los dos días regresamos a Caracas, sin mucha bulla ni parafernalia, nos alojamos en nuestra casa de Coche y reanudamos la vida normal.
Hicimos un recuento de las cosas pendientes y tenemos en primer lugar las consultas con los médicos para saber la causa por la cual no concebimos hijos. Vimos al Dr. Barrera Moncada, al Dr. Osorio y varios más. Ninguno daba con la causa. Alguien me dijo que para salir de dudas, lo mejor era ir a ver al Dr. De Venanzi, que entonces era Rector de la UCV. Todo eso era plata que yo no tenía, debiendo incluir en los gastos los costosos exámenes de laboratorio, las radiografías, las consultas y las medicinas. Cumplíamos fielmente los tratamientos, hasta que perdíamos las esperanzas y buscábamos otro médico. Pero eso sí, éramos pertinaces. Luego sucedió lo que narré antes sobre el Dr. Soto Rosas, el Dr. Hermes Malaret y el Dr. Jiménez, hasta que vino la operación de las trompas, la insuflación de las mismas y finalmente, el logro de la concepción.
En segundo lugar, ya inscrito en la Facultad de Economía de la UCAB, comenzar mis estudios con regularidad y constancia hasta culminar con la graduación. El problema se agravaba con mi situación económica, ya que debía pagar mensualmente a la UCAB, la cantidad de Bs. 165.oo, comprar los libros y otros elementos requeridos, más comer algo entre clases. Menos mal que nunca perdí el ánimo y aunque cada vez me gustaba menos la carrera, seguí con ella hasta terminar, sin que me aplazaran nunca.
En tercer lugar, tenía que cuidar el trabajito, ya que estaba sumamente comprometido económicamente y un despido sería el descalabro total. Yo nunca tuve la suerte de encontrar a cualquiera que me amparara, mucho menos en al área militar, que era quien predominaba y cuando mandaba Pérez Jiménez surgieron enemigos gratuitos, envidiosos y jaladores que querían ganar indulgencias, acusando a los compañeros de cualquier cosa. A mí me acusaban de comunista, antiperijimenista y muy ligado con AD. Me sentí acosado y que en cualquier momento, quedaría fuera de la Institución. Ya para entonces comenzaba la empatía con mi esposa y su familia. Un día me pidió la tía madrina de mi vecina a que le acompañara a la casa de Doña Adela, la mamá de Pérez Jiménez en el Paraíso. Yo fui con cierto resabio y me quedé en la puerta de la casa mientras ellas iban a la visita. Al ratico salió la tía y me agarro por un brazo y casi a rastras me llevó para que conociera a Doña Adela y ella me conociera a mí. Con Doña Adela estaba la Señora Hercilia Chicco, amiga de la familia, quien trabajaba en el Banco Obrero como Jefe del Dpto. de Créditos. Conocí a Doña Adela, quien me bendijo y me regaló una estampa de la Virgen del Cobre, saludé a la Sra. Chicco y despidiéndome de ellos me vine a la puerta del jardín para esperar a los visitantes. Yo no me acordaba de eso y transcurridos varios meses, cuando estaban en pleno vigor las acusaciones en mi contra y ella supo que el principal acusador y envidioso estaba sentado con el Jefe del Departamento, se vino como una fiera y parada en el medio del pasillo increpo al jalamecate y a mi jefe y les preguntó cuál era la cosa que ellos tenían conmigo, acusándome de comunista y adeco, sin saber los vínculos que a mí me unen con los Pérez Jiménez y que más bien ellos debían de cuidarse de su actuación. Hubo un silencio general, la Sra. Chicco que era una catira buenamoza y bien planteada, temblaba de rabia y la cara la tenía colorada. El jalamecate y el jefe se pusieron pálidos y empezaron a dar excusas, a las cuales ella no les hizo caso y les repitió que se cuidaran. Hasta allí llegaron los chismes, yo aseguré mi posición y me mantuve hasta mi viaje a Italia. En cuarto lugar, yo no quería seguir viviendo en vereda, ya que no tenía donde meter el carro y aproveché un chance que se presentó cuando el Banco puso a la venta 9 parcelas de terreno adyacentes a la Redoma de Coche y yo opté por una de ellas y se me adjudicó. Aporté la cuota inicial y empecé a pagar mis pensiones mensuales. Busqué entre mis amigos quien me hiciera el proyecto, ya que mi señora deseaba una casa de techo de tejas. Al fin encontré al Arq. Pedro Avendaño, quien me elaboró un proyecto de la casa que deseaba. Estaba planificando el financiamiento cuando me llegó la noticia de que el Banco Obrero iba a construir las casas, lo cual me obligó a decidirme por una casa tipo BM5 que muy pronto empezaría a construirse.
En quinto lugar, estar pendiente de la salud de papá, que había sido operado recientemente.de una úlcera sangrante del estómago.
7 de octubre de 2010
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