La mayoría de los estudiantes que terminaban el sexto grado en Río Caribe, se quedaban en el pueblo sin tener nada que hacer, ya que no había liceos donde estudiar bachillerato. Los que tenían recursos económicos o familiares en Caracas o en Carúpano, se iban a esas ciudades a proseguir sus estudios. Otros dirigían sus pasos hacia los campos petroleros para buscar allí una colocación acorde con su preparación, ya que para entonces, tener aprobado un sexto grado, era un privilegio. Un numeroso grupo de muchachos quedaban sin ocupación y a ellos se sumaban a los que se quedaron sin estudiar, formando así un grupo considerable de jovenes desocupados. Los padres insistían con ellos sobre la gran necesidad de apender un "arte" y le daban la oportunidad de escoger la profesión que querían aprender, dentro del universo de: zapatero, albañil, sastre, carpintero, bodeguero, pescador, maestro, barbero, pintor, tenedor de libros y otras varias opciones. Muchos querían ser maestros, pero se encontraban con la competencia de las muchachas, que confrontaban una situación similar, pero con menos oportunidades de empleo. Así que los muchachos se decidían pronto por el aprendizaje de otros "artes" . Los que se inclinaban a aprender sastrería, ellos mismos o sus padres iban a hablar con uno de los seis propietarios de sastrerías establecidas en el pueblo para que lo aceptara como "aprendiz". Esos "maestros" de sastrería eran: 1) Jorgito Blanco. 2) Angel Belén Rondón. 3) Félix López. 4) Celestino Castillo. 5) Los Hermanos Boada. 6) José Luis Lunar. Esos eran los establecidos, porque también había sastres que ejercían su oficio de manera independiente. Ya determinado el sastre escogido, que ya tenía otros "aprendices" incorporados, comienza el novato el largo camino para convertirse en operario de sastrería, con pretensiones de "maestro". En las primeras semanas le corresponde la tarea de: barrer el local, pasarle paño a las mesas de cortar y las máquinas de coser, hacer los mandados y recibir las clases del "maestro" sobre el uso de la aguja y el dedal. Ya para la tercera semana le dán la primera responsabilidad, que es "remojar" los cortes de tela de kaki, dril y lino en grandes poncheras llenas de agua, que durante tres días continuos, debían pasar por ese proceso, para que no se encogiera el traje una vez terminado. Ese remojo debía ser completo, dándole vueltas a la tela cada día, para hacerlo en forma pareja. Al cuarto día se sacaba el corte de la ponchera y se ponía a secar.
5 de agosto de 2008
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