Hay personas que vienen al mundo con el designio de ser líderes, ductores y guías de la comunidad donde se desenvuelven. Uno de esos personajes fue Juan María Paván, quien asumió en Río Caribe ese papel relevante. Entusiasmo a un grupo de corsos, paisanos suyos, para imponer orden en el desarrollo urbano y económico en una ciudad que crecía sin orden ni concierto. En efecto, cada habitante construía su casa en cualquier lugar baldío, tomaba el área que quería y orientaba la fachada hacia cualquier sitio. Por supuesto, al poco tiempo había un verdadero desorden urbano y se requería de una persona e institución que asumiera la autoridad en esa materia. Juan María tuvo ese poder de convicción para con sus vecinos y asesorado por un arquitecto, lograron elaborar un plano en el cual se establecía una vía principal, que se llamó Calle Larga, que se extendería desde el Puerto hasta la Iglesia, con dos vías vehiculares, una ancha jardinera donde crecerían árboles duraderos intercalados con plantas florales y en ambas orillas, calzadas peatonales de regular altura, para proteger de las aguas de lluvia y del fango. Se proyectaron calles paralelas con el mismo concepto de línea recta y callejones que comunicaban las vías que iban naciendo. Comenzaron los trabajos con mucho entusiasmo y los vecinos iban mudando sus casas y parcelas a orillas de vía y lo mismo hacían con las nuevas construcciones. Al poco tiempo se vio el cambio urbano, mejoraron las viviendas con la utilización de mejores materiales, techos de tejas en sustitución de la paja, se uniformaron las alturas de fachadas, se usaron pisos de piedra o de mosaicos, empezó a usarse con profusión la pintura de paredes interiores y exteriores, se colocaban puertas de madera y en general mejoró el urbanismo. Había trabajo para los albañiles y los obreros, los comercios vendían más material y la comunidad renovó el vestido y las costumbres ancestrales. Se comenzó en el Puerto con la construcción de la Plaza Sucre, con aceras de mosaico, tanto interna como externa, se sembraron árboles frutales y de ornato, se colocaron bancos para el descanso. Se convirtió el área como un oasis de solaz y recreación. El motor era Juan María Pavan, quien en alguna oportunidad encontrará a un verdadero historiador, que con documentos que reposan el la Diócesis y en el Concejo de Indias de la ciudad de Sevilla en España, pueda redactar la biografía de este pionero que aún no se le ha hecho el homenaje que merece. Las obras avanzaban, la nueva vía se abría camino, cada día se veía el cambio favorable y aunado a la bonanza económica que les daba la exportación del cacao y el empuje de una inmigración criolla y extranjera fue convirtiendo al pueblo en un polo de atracción. Siguieron llegando corsos, franceses, turcos, libaneses y hasta personas de la lejana China. Ya la población exigía lugares de recreación, de esparcimiento y entonces nació la necesidad de construir una Logia Masónica, un Centro de Salud y otras edificaciones acordes con el desarrollo obtenido. Surgió un grave problema en la extensión de la Calle Larga, ya que un antiguo propietario, de muchos meritos personales, médico oftalmólogo graduado en París, el Dr. Rausseo, y con una numerosa clientela que venían a verlo en el pueblo, desde las principales ciudades del País y hasta del Exterior, se opuso a la Avenida y no aceptó de ninguna forma orientar su casa al eje preconcebido y por ella la vía hoy aparece trunca, con una casa atravesada. De todos modos, el señor Juan María Pavan, mentor de la obra, no se arredro por lo sucedido y terminó hasta allí la Avenida que aún perdura, reconstruyó la Plaza Bolívar y mejoró la Iglesia. En el próximo capítulo trataré lo relativo a la construcción del Teatro Elena.
18 de noviembre de 2008
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