La población de Rio Caribe es mayoritariamente católica. Aunque no asista con regularidad a la Iglesia, cumple con los preceptos de: bautizo y confirmación de los hijos, Primera Comunión, celebración de fiestas religiosas, imposición de Santos Oleos y Misas de Difuntos. Además de su Santa Iglesia Parroquial, constrída en 1.717, dedicada a su Patrono San Miguel Arcangel, tiene las Capillas del Calvario y la Ermita de la Virgen del Carmen. Algunas Residencias tienen bajo su cuido a las Imágenes de Santa Rita de Casia, el Santo Sepulcro, el Corazón de Jesús. Existen también imágenes de Santos, encofrados en sus cajas, que por períodos breves son asignados a familias para su veneración y aportes de limosnas que se colocan en compartimientos especiales. Existen Capillas en los pueblos cercanos, donde se celebran fiestas patronales y reciben visitas de los sacerdotes y de los obispos. Recientemente se construyó una bonita capilla en el cercano caserío de Las Charas. dedicado a San Pancracio, bajo el auspicio de la Familia Guerra Tineo.
Pero, simultáneamente, coexistían diversos núcleos de protestantes, prebisterianos, Testigos de Jehová y otra sectas, que los domingos se reúnían en sus locales y templos, para estudiar capítulos de la Biblia y entonar sus cánticos. Para entonces había una verdadera coexistencia religiosa, pero quedaba fuera un importante sector de la población, que practicaba los preceptos de la Fracmasonería, que cubría además de lo religioso, sus viejos tratados de hermandad, solidaridad y arraigo familiares. Sus practicantes trajeron ese tipo de Sociedad desde sus pueblos europeos y nuestros libertadores más conspicuos, eran masones reconocidos y defensores de sus derechos de vida, de pensamiento y de reunión libre. Como no contaban con un verdadero local de reuniones y tenían recursos económicos para financiar la construcción de un Templo especial, que contara con los ambientes necesarios para ejercer sus cultos, decidieron levantar un Edificio que cubriera sus aspiraciones..
Al efecto, compraron una parcela de terreno ubicada en los aledaños del pueblo, a la orillas del mar y sin construcciones en sus adyacencias, conocido para entonces como “El Poblado”. Se elaboraron proyectos y planos para que la edificación tuviera la suficiente fortaleza y se emplearan elementos de construcción de reciente descubrimiento y de mayor resistencia, tales como el cemento, el concreto armado y las parrillas metálicas para apoyar las columnas de las paredes. Se contrató un técnico español para dirigir las obras y se determinó la cantidad de maderas, piedras, arena, cal, tejas y demás elementos necesarios para la edificación.. El proyecto contemplaba siete salones de reuniones, de amplia capacidad para celebrar simultáneamente, actos relacionados con los estudios de la fracmasonería, ademas de pasillos de circulación, cocinas y baños, un patio central, un salón de acceso, una oficina de administración y paredes de separación alrededor de la edificación.
Las columnas de pasillos, marcos de puertas, vigas de techo, puertas, dinteles y puertas, fueron elaborados con maderas duras extraídas de los bosques de Cachipal, la caña brava fue traída desde Tucupita en el Delta del Orinoco, las tejas fueron compradas en Conejeros en la Isla de Margarita, el cemento venía en barriles de madera desde Portland, Inglaterra y el resto de los materiales de construcción fue adquirido en el mercado local.
Se comenzó la obra con la apertura de zanjas para levantar un muro perimetral de concreto, reforzado con piedras y en el fondo, una parrilla de hierro que soportara el peso de la edificación. Sobre ese muro se levantaron paredes exteriores de 0.50 metros de ancho, hasta una altura de 6.00 metros y las divisiones interiores con paredes de 0.30 metros.
Rápidamente se ejecutó la construcción, complementada con 52 puertas que representan las semanas del año, con bisagras y ganchos de puertas con su correspondiente argolla se colocó el techo en forma de ele, rematado con caña brava fina, pisos de cemento, albañales del mismo material y gárgolas para recoger el agua de lluvia. Se terminó la obra con la pintura tanto del interior como del exterior y el sistema de iluminación de todas las áreas. Se pensó en todo y la obra lucía resplándeciente y distinguida. Las “tenidas de inauguración” fueron apoteósicas, contando con la asistencia de las autoridades de todas las demás Logias de Oriente y no se hicieron exténsivas al pueblo, por el carácter privado de las logias del mundo.
Durante años, el Templo de Logia cumplió su cometido, con la asidua concurrencia de los “hermanos masones” y se realizaron en ella frecuentes festividades, banquetes, recepción de nuevos miembros y actividades cónsonas con su espíritu y destino programadas.
Tal como sucedió con otras organizaciones, cuando el pueblo confrontó problemas económicos y sociales, ocasionadas por “el ciclón de 1.929”, vino la decadencia del pueblo y la ausencia de sus miembros, por muerte, emigración y mudanza a otras ciudades, la construcción sufrió el deterioro progresivo y finalmente hubo necesidad de vender el inmueble para atender las deudas y obligaciones acumuladas, habiéndosele adjudicado a la Familia Gómez Guerra que eran los principales acreedores de la Asociación. Ya para entonces todo el Sector estaba ocupado por construcciones de viviendas precarias y la Familia Gómez se vió obligada a dar en arrendamiento el inmueble. Cuando murieron los miembros principales de la Familia y se procedió a repartir los bienes, le correspondió La Logia a la Sra. Eva Gómez de Pérez, quien ante el abandono del inmueble y falta de demanda, permitió el fraccionamiento de la casa y esta se convirtió en siete casuchas divididas por tabiques y allí vivían más de 25 persones.
Cuando la situación económica apremió, la propietaria decidió vender el inmueble y no surgió el comprador decidido y finalmente fue vendido al señor Victoriano Romero, quien posteriormente se lo vendió al señor Isaac Marval, quien debió efectuar una heroica labor de convencimiento para que las familias ocupantes las desalojaran y a medida que quedaban areas libres, procedía a eliminar tabiques y gallineros, hasta lograr al fín su costosa recuperación. Hoy día está ocupada por la Familia Marval, quien la conserva con gran parte de su esplendor original.
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