Cuando la Presidencia del Estado Sucre aprobó, por fin, el Presupuesto para el funcionamiento del Quinto Grado en la Escuela “Nicolás Flores”, no había local para instalar el aula, ya que la vieja casa donde funcionaba la Escuela estaba hacinada, por lo que se optó por alquilar un local adecuado. Después de buscar mucho, se encontró una sala grande, que daba a la calle, en la casa de Juan Bravo Mata, un comerciante a quien el pueblo le quitó el Bravo y lo rebautizó como Juan Mata. El inmueble estaba localizado al final de la Avenida Bermúdez y rápidamente se limpió y se pintó.Para empezar las clases se consiguió un viejo pizarrón y una mesa para el profesor, donada por Juan Mata. El maestro Arroyo era un entusiasta pedagogo, con su método especial de enseñanza, actualizado en la Escuela Normal donde estudió, que desde la primera clase nos habló claro sobre las limitaciones económicas del plantel, lo incomodo del ruido de la calle y la carencia de servicios sanitarios.También nos señaló, sobre lo difícil de las materias a cursar, por lo que se necesitaba mucha constancia y tenacidad en el estudio. Además de todo lo anterior, nos informó que por ese año no habría pupitres, por lo que cada estudiante tendría que traer de su casa, un banco o una silla pequeña, para suplir la necesidad e igualmente una mesita baja.Comenzó el año escolar y en la sala se veía una mezcolanza de sillas y mesas, que con los bromistas que son los paisanos, inventaban nombres, apodos y parodias para cada caso.Vencidas, aparentemente, las necesidades, el curso se acopló y dio un magnifico rendimiento bajo la batuta del maestro Antonio Roberto. Aprobamos el grado casi todos los que empezamos, salvo los que se retiraron voluntariamente en el transcurso del año y pasamos al sexto grado, donde el maestro Julio González afrontó inteligentemente la situación de tantos estudiantes y poca capacidad del aula, ya que los dos quintos grados tenían que pasar a la Escuela “José Silverio González”, que era la única que tenía ese grado. Ese año tuvo, por primera vez, una plantilla de 45 alumnos, que obligó a reducir los espacios.
4 de julio de 2008
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