29 de julio de 2008

El Contrabando en Río Caribe I

Recuerdo que Río Caribe tuvo una época de esplendor en el período comprendido entre los años 1.934 y 1.941.El precio del cacao en el Mercado de Nueva York logró recuperarse de la Depresión del año 33 e inclusive subió su cotización. Las haciendas cacaoteras hicieron esfuerzos para aumentar su producción, mermada por el "Ciclón" del año 29. Aunque Río Caribe era un pueblo aislado por las rutas terrestres, tenía un movimiento costanero con naves de cabotaje que animó el comercio mediano y pequeño, estimuló el trabajo artesanal y a su puerto llegaban grandes barcos extranjeros para el transporte de nuestro principal fruto y los barcos de la CAVN llegaban con regularidad a su rada, trayendo y llevando carga y pasajeros. La población mejoró su nivel económico al aumentar sus ingresos. Influido por esa mejoría de ingresos nació una actividad ilícita, pero de gran rentabilidad, que fue el contrabando de mercancías desde vecina la Isla de Trinidad. La represión gubernamental al comercio ilícito era una lancha patrullera de lento andar y de fácil detección, que recorría la costa desde la Península de Araya hasta la Península de Paria y la vigilancia en tierra la ejercía la Aduana de Carupano, con un escaso personal y sin equipos y solo una vieja camioneta azul que llamaban "La Wilson" y con el Resguardo de Río Caribe, que contaba con 5 "celadores". Por consiguiente, la costa estaba desguarnecida y los "contrabandistas" se movían a su antojo ante ese panorama. Organizaban sus viajes a la vista y oídas de todo el mundo. Se hacían encargos y los "revendedores" hacían aportes para participar en las aventuras. Los viajes eran frecuentes y su periodicidad la marcaba el tiempo de venta de la mercancía. Eran más de 15 los "contrabandistas". Todos conocidos e inclusive de renombre por la forma como utilizaban las diversas playas para el desembarco, en horas nocturnas y la organización para el escondite del alijo en hoyos o en cavernas y el transporte por medio de porteadores. Al principio los viajes se realizaban con botes de remo, empleando para ello a hombres forzudos y veteranos, para sortear las olas y las corrientes, pero luego la travesía se hizo más fácil al llegar los motores fuera de borda. La mercancía era embalada por los proveedores en "bultos" de peso y volumen adecuados, para hacer más fácil su descarga y la huída en caso necesario. Los nombres de "Playa Vicuña", "Simón Díaz" "Bahía Honda", "Caracolito", "Playa Medina" "Caballo", eran identificaciones de los sitios de desembarque. Total, que el pueblo y sus adyacencias, se veían abarrotados de esos artículos de contrabando. Las "revendedoras" se dispersaban por todo el conglomerado y los hombres cubiertos por unas gorras o cachuchas de gánster, pantalones de "guayacán", zapatos "guachicones" y camisas Mac Gregor, eran símbolos de la llegada de un "contrabando" reciente. Las mercancías más traídas en esos viajes eran: Zapatos guachicones, jabones de lechuga y de pepino, alcoholado, cigarrillos ingleses y americanos, agua de colonia, whiskys y brandis, pantalones de guayacan, cortes de vestidos de damas, piyamas de seda con ojales adornados, pantalones Ruxton, mecedores, sillas y sofás de Viena que venían desarmados, cachuchas y gorras, bicicletas Raleing o Phillis que también venían desarmadas, caramelos de chocolate que venían en latas, chocolates en barras, caramelos surtidos que venían en frascos, naipes, franelas para damas y caballeros, zapatos walk over de cuero, trajes de baño para damas y caballeros, cinturones y medias. Linternas y lámparas, ropa interior para damas y caballeros, perfumes y muchas cosas más.

24 de julio de 2008

Educación Primaria IV

Transcurrido el lapso de inicio de las actividades escolares del Sexto Grado, estableció el Maestro Julio el calendario de las materias a cursar y el régimen de calificaciones y de meritos por asignar a cada alumno en base a su rendimiento parcial y al rendimiento global. Nos acostumbramos rápidamente al tipo de estudio y lo que se esperaba de nosotros. Al llegar a clases teníamos que formarnos conjuntamente con los alumnos de los otros grados para entonar las notas de los himnos, comenzando con el Himno Nacional, Gloria al Bravo Pueblo, seguido con el himno del Estado Sucre y en los días posteriores aprenderíamos los himnos de los Estados Monagas, Anzoátegui y Nueva Esparta. Según la festividad, entonaríamos los himnos del árbol, del agricultor y finalmente el himno de Las Américas. Acabado ese acto inicial, los alumnos se integraban a sus respectivas aulas y se comenzaba el período de enseñanza de las materias que previamente se habían señalado. El maestro Julio disertaba con gran claridad sobre la materia, escribía en el pizarrón los asuntos que lo ameritaban, tal como matemáticas, castellano y geografía. Insistía en los asuntos de más difícil comprensión, hacia preguntas salteadas y al final del día establecía una tarea para ejecutarla en casa, siguiendo al efecto, lo pautado en los libros que nos recomendó al inicio del curso. Tenía el maestro Julio la habilidad de impartirles a sus alumnos un entusiasmo inusitado para el estudio y no dejaba nunca de resaltar las normas del comportamiento ciudadano y el debido respeto a las personas. Cuando habían transcurrido los días y los participantes del curso nos conocíamos mejor, propugnó la creación de dos bandos que denominaba Esparta y Cartago, quienes en un determinado día de la semana se enfrentaban en duelo de preguntas diversas, siendo él el árbitro del encuentro. Esos duelos eran interesantísimos y cada quien trataba de ir bien preparado al combate, tanto para preguntar como para responder. Cada bando tenía un Capitán o Representante. Recuerdo que en mi curso los capitanes eran: Roberto Salazar por un lado y por el otro Miguel Velásquez. Siempre tenía palabras de felicitación para los que se destacaban y palabras de aliento para los remisos, sin que faltaran reconvenciones a los recalcitrantes. El año escolar se desarrolló normalmente, casi sin darnos cuenta pasó el tiempo y la mayoría de los que iniciamos aprobamos nuestro año y recibimos el correspondiente Certificado de Educación Primaria Superior. No se limitó el curso solo en el aprendizaje de materias sino que el maestro nos resaltaba la curiosidad re realizar una serie de actividades interesantes, tales como el mantenimiento del periódico mural "Cayaurima". Actos culturales que abarcaban recitales y teatro, excursiones a las playas y el campo junto con alumnas de la Escuela "Rojas Paúl". Entre los alumnos que recuerdo cursaron conmigo el Sexto Grado figuran: Jesús Salazar Patiño, Aníbal Quijada, Chuchú Vidal, Cheche Oliveros, Domingo Luis Tenorio, Luis José Rondón, José Antonio Rondón, Elí González, Hernán Velásquez, Oswaldo Lairet, Roberto Salazar, Miguel Velásquez, José Angel Vásquez, Juan José Rendon, Dimas Rukoz, Eustiquio Pérez, Enrique Hernández, Guido Luciani, Jesús Epifanio Figueroa, Chuchú Mata, Humberto Antonorsi, el Indio Fernández y otros cuyo nombre no me acuerdo Algunos hemos tenido contacto a través del tiempo y otros no los he visto más. Un considerable número siguió carrera universitaria y otros se dispersaron en otras actividades, pero no he tenido noticias de que alguno de ellos haya trasgredido las leyes o cometido acciones denigrantes. Siento un gran orgullo de mi maestro, de mi escuela, de mis compañeros, de mi pueblo y de mi patria.

22 de julio de 2008

Educación Primaria III

Ya cubierto el escollo de la inscripción para cursar el Sexto Grado en la Escuela "José Silverio González", el último año de la Educación Primeria Superior, encontramos un ambiente diferente, más distinguido, más señorial. El primer día de clase nos incorporamos como un abigarrado conjunto de muchachos provenientes de distintos estratos de la población, todos con sus mejores vestidos y calzados. Nos fueron pasando a un salón grande y limpio, dotado de pupitres nuevos, de madera y acero, con su correspondiente abertura inferior para colocar los libros y cuadernos. Una vez ubicados en el orden señalado por los apellidos, se produjo un silencio imponente al entrar el "Maestro Julio", un docente respetado y querido, que ademas de maestro de Saxto Grado ejercía las funciones de Director de la Escuela. Para entonces era un hombre de mediana edad, pequeña estatura, enjuto de cuerpo y con una personalidad avasallante. Cuando hizo su entrada, todos nos pusimos de pié y contestamos en coro su saludo de "Buenos Días". Se colocó en el centro del estrado, de frente a nosostros y a su espalda el pizarrón grande. Con voz firme, serena y clara empezó una charla donde nos señaló la responsabilidad del camino que emprendíamos, lo que esperaba el País de su juventud, las esperanzas cifradas por nuestra familia de que lograríamos triunfos en el Porvenir, de la vida que nos esperaba al convertirnos en hombres, padres de familia, profesionales distinguidos y en general, ciudadanos dignos y responsables. Fué una charla larga, fructifera, reiterativa, nacionalista y de honda significación. Pasadas las primeras dos horas salimos a un pequeño receso y al regresar al aula, continuó la charla, pero referida a las normas de la escuela. En primer lugar, la limpieza que debíamos tener en todo nuestro atuendo, la ropa podía ser humilde, pero siempre limpia, igualmente el calzado, fuera este zapato o alpargata, que debía estar pulido o cepillado, incluyendo el arco de la suela,el uso obligatorio del "guardapolvo", una especie de bata que se colocaba sobre la ropa. El debido respeto al horario de clases, la colaboración en las tareas sociales que nos asignaraan, el papel ductor de todos nosotros como alumnos de último año y la intervención en la edición del periódico mural "Cayaurima". La limpieza del cabello era rigurosa, al igual que el peinado y el cepillado de dientes. En general, eran normas que no obstante su cotidianidad, no eran practicadas con orden por la mayoría. Después del primer día, el "maestro Julio" puso como norma que la primera hora de clase era para tratar los asuntos sociales y morales que aspiraba cumplieran sus alumnos.

9 de julio de 2008

Periodicos y periodistas de Río Caribe

La tierra riocaribera siempre ha sido pródiga en poetas, artistas, escritores y narradores. Por reminiscencias de personas de edad avanzada, hemos oído hacer referencia a un poeta de apellido Arismendi, que publicó libros e hizo composiciones para canciones. Otro de apellido Loero, sin mucha nombradía. Pero en cada familia había un intelectual en ciernes.Para mi época recuerdo un semanario llamado “Antorcha” cuyo director era Benjamín Marcano, quien murió muy joven, otro llamado “El Popular”, de tendencia socialista y que editaba Moisés Suniaga y el vendedor o pregonero era Perucho Cedeño, a quien por ello llamaban:”Perucho Popular”, quien todavía vive. Pero el que tuvo mayor duración fue uno que llamaban “El “Alacrán” dirigido, redactado y distribuido por “Cayito Hernández”. Pretendió, sin lograrlo, imitar el estilo de “El Morrocoy Azul” y terminó siendo una especie de pasquín para recoger los festejos, cumpleaños, bodas y cosas por el estilo y sacaba a relucir chismes y desavenencias. Ninguna de estas publicaciones tuvo entradas por publicidad y murieron de inercia. Aparte de nuestro escritor e historiador más prolijo y conocido, como fue Angel Grisanti, nunca faltaron folletos de poesía o intentos de novelas como fue el librito “Mauraco” de Jesús Díaz Oliveros y el libro de versos de Eustiquio Marcano, un gran valor que tambien murio muy joven. De la época contemporánea son renombrados como pintores, novelistas, caricaturistas y otras ramas del periodismo hablado y escrito los señores: Claudio Cedeño, Nery Russo, el “Quebrao” Bello y otros que por lo reciente no los conozco. Por último quiero hacer referencia a un notable grupo de poetas e improvisadores que recitaban o cantaban versos en los velorios de cruz que celebraban en la playa de Río Caribe o en otros centros poblados, cuyo género es de su agrado e inclusive hoy día se celebran torneos y concursos que incluyen;"trombos","galerones","contrapunteos","gaitas" y "fulias" que alguna vez he oído en el Poliedro de la ciudad capital.

4 de julio de 2008

Educación Primaria II

Cuando la Presidencia del Estado Sucre aprobó, por fin, el Presupuesto para el funcionamiento del Quinto Grado en la Escuela “Nicolás Flores”, no había local para instalar el aula, ya que la vieja casa donde funcionaba la Escuela estaba hacinada, por lo que se optó por alquilar un local adecuado. Después de buscar mucho, se encontró una sala grande, que daba a la calle, en la casa de Juan Bravo Mata, un comerciante a quien el pueblo le quitó el Bravo y lo rebautizó como Juan Mata. El inmueble estaba localizado al final de la Avenida Bermúdez y rápidamente se limpió y se pintó.Para empezar las clases se consiguió un viejo pizarrón y una mesa para el profesor, donada por Juan Mata. El maestro Arroyo era un entusiasta pedagogo, con su método especial de enseñanza, actualizado en la Escuela Normal donde estudió, que desde la primera clase nos habló claro sobre las limitaciones económicas del plantel, lo incomodo del ruido de la calle y la carencia de servicios sanitarios.También nos señaló, sobre lo difícil de las materias a cursar, por lo que se necesitaba mucha constancia y tenacidad en el estudio. Además de todo lo anterior, nos informó que por ese año no habría pupitres, por lo que cada estudiante tendría que traer de su casa, un banco o una silla pequeña, para suplir la necesidad e igualmente una mesita baja.Comenzó el año escolar y en la sala se veía una mezcolanza de sillas y mesas, que con los bromistas que son los paisanos, inventaban nombres, apodos y parodias para cada caso.Vencidas, aparentemente, las necesidades, el curso se acopló y dio un magnifico rendimiento bajo la batuta del maestro Antonio Roberto. Aprobamos el grado casi todos los que empezamos, salvo los que se retiraron voluntariamente en el transcurso del año y pasamos al sexto grado, donde el maestro Julio González afrontó inteligentemente la situación de tantos estudiantes y poca capacidad del aula, ya que los dos quintos grados tenían que pasar a la Escuela “José Silverio González”, que era la única que tenía ese grado. Ese año tuvo, por primera vez, una plantilla de 45 alumnos, que obligó a reducir los espacios.

Educación Primaria I

Superadas en parte los problemas que se confrontaron en el primer año de funcionamiento de las dos escuelas estadales (Nicolás Flores y Nuestra Señora del Valle), se fueron normalizando las cosas. En cuanto a nosotros respecta, designaron como maestro de Cuarto Grado al Bachiller Miguel Angel Mudarra, un preceptor insigne natural de Cumaná, que desde el primer día de clases dio a demostrar su capacidad, respeto, disciplina y cariño por su profesión. Hizo una evaluación del curso, sus bondades y sus carencias, En la primera semana fueron clases de nivelación, ya que la mayoría teníamos deficiencias notables traídas de los grados anteriores. La primera sorpresa para nosotros fue que este señor no se limitó a darnos las clases normales sobre las materias, sino que en cada una de ellas, nos daba charlas sobre tópicos de educación, comportamiento ciudadano, vínculos con la familia, honradez, carácter, tratamiento con las personas mayores. Todo eso en un tono agradable que provocaba oírlo y seguir sus preceptos. Cada día abordaba un tema distinto y agradable. Nadie interrumpía sus charlas y de aquella abigarrada multitud de muchachos con distintos grados de educación familiar, al transcurrir los meses, éramos un modelo de estudiantes educados, respetuosos, amantes de la naturaleza. La asistencia era masiva y el aprendizaje de las materias se hizo fácil y comprensible. Aumentó nuestra auto estima y al terminar el año escolar, todos salimos aprobados con buenas calificaciones, no obstante que los exámenes con jurado eran más exigentes y rígidos. En nuestro caso el jurado examinador estaba integrado por la maestra normalista Cruz Sifontes, el Profesor Osío Pérez y nuestro maestro, el Bachiller Miguel Angel Mudarra. Aquel hombre nos ganó a nosotros y se ganó al pueblo entero. Siempre andaba de flux, bien vestido y bien calzado. Lástima que al año se fue para Caracas a continuar sus estudios de Profesor en el Instituto Pedagógico, pero en el ínterin había formalizado sus amores con una bella riocaribera muy alegra y de buen cuerpo, llamada Luisa Elvira Bello, conocida como “La Mona Bello”. Se casaron al poco tiempo y formaron en Caracas una distinguida familia cuyos hijos son hoy unos profesionales muy capaces en sus especialidades. Recuerdo como compañeros de aula, entre otros a: Domingo Luis Tenorio, Cheche Oliveros, Oswaldo Vidal, Pedro Julián Díaz, Juan José Rendón, Eustaquio Pérez, Herman Velásquez, Elí González, el Indio Fernández, Luis Enrique Teguedor, Pedro Bastardo, Chuchú Vidal, Miguelucho Castillo, Emiliano Fuentes, el Negro Fuentes, Francisco Navarro, Cruz Martínez, Cruz Vidal, Belencito Rondón y otros cuyo nombre se me escapan.Dejamos el aula y el Instituto con la incógnita de que allí los estudios llegaban solo hasta en 4ª grado y en la Escuela “José Silverio González” no había cupo para nosotros, ya que estaba copada con sus propios alumnos. Más adelante les contaré como se resolvió el problema.

La Educación en Río Caribe

De las carreras universitarias, la más sacrificada y difícil es la medicina, tanto a nivel de estudios como las pasantías en los hospitales y clínicas. La remuneración que se obtiene no compensa los sacrificios, salvo algunos privilegiados que logran buenos ingresos en el ejercicio privado de la profesión. Los riocariberos sentían especial predilección por la carrera de medicina y fueron y son galenos brillantes y reconocidos. De épocas anteriores se nombraban: al Dr. Juan Otaola, al Dr. Rauseo, oftalmólogo cuya fama transcendió las fronteras del País y otros cuyos nombres no recuerdo. De los médicos que conocí o conozco personalmente citaré al Dr. Pedro Rafael Figallo, una figura mítica que cumplió un apostolado atendiendo diariamente, día y noche en su consultorio o a domicilio a numerosos enfermos de diferentes enfermedades, a heridos por accidentes o en reyertas, partos difíciles y en general, cubría todas las ramas que después se separaron en especialidades. Desde la mañana se paraban a su puerta enfermos venidos del pueblo, de los caseríos cercanos y hasta de los pueblos de la Costa de Paria. No cobraba emolumento alguno por sus servicios, pero sí recibía con agrado aves de corral, animales de cacería, pájaros, dulces y exquisiteces, ya que en su patio mantenía numerosos animales. Algún día se escribirá su biografía que es extensa.Fue muy querido por el pueblo, su sepelio fue el más apoteósico que yo recuerdo y se le levantó un busto en una plaza ubicada frente al Cementerio.Otros médicos que recuerdo fueron y son: Juvenal Aliendres, Luis Enrique Fuentes Guerra, Serra González, Lacho Salgado, Reinaldo González, Aníbal Lairet y sus hermanos Oswaldo y Luis Enrique, Alfonso Arroyo y su hermano Juan María, Dimas Oliveros, Ricardo Alienres, Toño Rondón. Chuchú Vidal, Carlos Grisanti, Juvanal Aliendres hijo, Julio Otaola Paván, Licho Pavan y cuatro o cinco más, cuyo nombre no me acuerdo.