Desde Abril de 1.959, cuando asumió el Poder el nuevo Gobierno Electo, comenzó una etapa de incertidumbre para los empleados públicos, ya que surgieron adecos por todos lados, unos fundadores del Partido, otros perseguidos políticos y la mayoría, víctimas del Régimen caído el 18 de Octubre que buscaban ingresar al Gobierno como diera lugar y el medio más usado era acusar a los empleados antiguos de perejimenistas, tumbagobiernos o de cualquier cosa que se les ocurriera. Mi carguito era muy buscado, me salieron enemigos gratuitos, pero todos reconocían mi capacidad y eficiencia, además de que daban por reconocida mi honradez a carta cabal. Los nuevos jefes eran adecos reconocidos, a quienes adulaban una serie de jaladores viejos y nuevos. Desde que llegaron a los cargos, inventaron una serie de reorganizaciones y despedida de empleados honestos que no comulgaban con sus ideas. Eso sucedía en todos los Organismos del Estado, tanto los asignados a AD en la repartición signada en el Pacto de Punto Fijo, como los de COPEI o de URD.
No obstante la ojeriza que se me tenía y que no me tomaban en cuenta para actividades importantes, ni para ascensos o mejoría en la remuneración, yo me mantuve incólume, pendiente solo en mis estudios y mi familia, justificando con ello mi ausencia a actos proselitistas. Con el tiempo se fue disipando esa situación, los jefes me conocieron y terminaron siendo mis amigos. Mi trabajo se destacaba ante el universo de empleados y en el entretanto yo iba bien en mis estudios, tanto en el Bachillerato como en la Universidad
La vida en la Universidad era totalmente distinta al Bachillerato. Mi oficina del Banco Obrero estaba ubicada en el Quinto Piso del Edificio Altagracia, en la Esquina del mismo nombre, adonde se había mudado el Instituto desde el año anterior y de allí salía a las 4:30 PM para la UCAB, que quedaba en la Esquina de Mijares, a una cuadra del Banco Obrero. La primera clase comenzaba a las 5:00 PM. y era precisamente Análisis Matemático, que la dictaba un profesor español de apellido Burgos, que se distinguía por su seriedad y justicia en las calificaciones. Las clases se prolongaban hasta las 10:30 PM. y era muy raro cuando faltaba algún profesor. Con los días y las semanas nos fuimos conociendo los alumnos y algunos formamos grupos para estudiar juntos algunas materias. Primero, Segundo y Tercer Año lo cursamos casi la misma gente. Se estrecharon lazos de amistad que perduraron mucho tiempo y se extendieron hasta los profesores y empleados administrativos de la Escuela. Cuando comenzamos a cursar el Cuarto Año, se nos incorporaron los alumnos y alumnas del Curso Diurno, que al principio, mantuvieron su coherencia de grupos que se conocían desde hacía 3 años. Pero al poco tiempo nos compenetramos de manera formidable y formamos una unidad compacta que aún perdura y durante muchos años nos reunamos alumnos, familiares y profesores para celebrar las fechas aniversarias en alguna de las casas de cualquiera de los graduados o cualquier club o salas de fiesta. La última se celebró el día 25 de Julio de 2.010 con un regio almuerzo en el Club La Lagunita, para conmemorar los 45 años de graduados.
Retomando el hilo de mi narración, que se suspendió en el año 1958, cuando regresé de Italia y por colaboración de mi amigo Víctor Rojas Cardozo, me reincorporé a mi antiguo cargo, donde fui recibido con gran cariño. Como todavía estaba en funciones el Gobierno Provisorio y encontré bastante trabajo atrasado, organicé mis cuadros para ponernos al día y hacerle frente a las ausencias que se producían cuando algunos personajes pedían permisos para incorporarse a la campaña electoral, unos por parte de AD y otros con el Grupo de Larrazabal.
Cuando por fin ganó Betancourt las elecciones, llegaron las huestes adecas a ocupar los cargos. Los empleados que no teníamos cargos relevantes, prácticamente no fuimos tocados, pero nos exigieron más rendimiento y aunque no tuvimos aumentos de sueldo, no faltaban las tarjetas de fiestas y reuniones pagadas que debíamos comprar. Yo empecé a hacer diligencias para otros cargos, pero no conseguí y por el contario, Betancourt lanzó un Decreto, mediante el cual se les rebajaba el sueldo a los empleados públicos en un 10 %. Lo que me aguantaba un poco era que ya el Banco Obrero estaba construyendo la casa en mi terreno de la Redoma de Coche.
Mi casa fue terminada en Mayo de 1.959 y aunque el sitio no era muy bueno, la casa si llenaba todos mis requerimientos. Celebré mi negociación y empecé a dotarla de los implementos que le faltaban, sacando plata de mi hígado. En efecto, tuve que construir las paredes divisorias, montar la cocina americana, colocar las persianas, levantar las paredes del jardín, colocar las puertas del garaje y enrejar puertas y ventanas. Nos mudamos allí de lo más contentos, ya que por fin, tenía mi casa propia y como yo quería. La casa de mi esposa en la Vereda se la alquilamos a una familia amiga, para no mantenerla desocupada. A los pocos meses comenzó a funcionar el chisme y a llegar denuncias de viviendas que no estaban ocupadas por sus propietarios y se creó una Sección con el objeto de abrir expedientes de cada caso y someterlos a la Consultoría Jurídica. Yo estaba entre los casos denunciados y más de uno extremó su deseo de ponerse en la casa de la Vereda, alegando que yo tenía casa propia. Me tocó defenderme con uñas y dientes, hasta que decidí devolver la casa de la Redoma y devolverme a la casita de la Vereda, que ya había sido desocupada por la familia amiga. Así lo hice y apenas logre reunir el saldo deudor, cancelamos dicha suma y así nos aseguramos para cualquier contingencia. Los gastos que realicé en la casa de La Redoma, convine con la nueva propietaria en que me lo pagaría en 6 meses, pero pasó el tiempo y no me pagó nada. De nuevo perdí la inversión. Estuvimos viviendo en nuestra casa durante largos meses, hasta que surgió la posibilidad del viaje a Italia, narrado en párrafos anteriores, cuando renuncié al cargo y quise aprovechar la oportunidad que se me ofrecía y en esta ocasión dejé la casa al cuido de mis padres y mis hermanos.
Volviendo a la narración suspendida con la fecha de mi graduación de Economista en Julio de 1.965, diré que Caracas seguía su ritmo de crecimiento desorganizado. En las calles y avenidas del Centro de la Ciudad se demolían diariamente las viejas casas coloniales y se sustituían por Edificios de Alta y Baja altura en los cuales se instalaban o reinstalaban negocios ancestrales. En las afueras se construían nuevas urbanizaciones con casas, apartamentos y Edificios de todo tipo. El Este tuvo siempre un atractivo especial y con la construcción de la Autopista del Este y la Avenida Francisco de Miranda, proliferaron las edificaciones lujosas y de clase media. Son tantas que el enumerarlas corres el riego de olvidarte varias: Altamira, Bello Campo, Campo Alegre, La Castellana, La Florida, Los Cortijos, San Bernardino, Santa Eduvigis, Santa María, El Marques, La California Norte, La California Sur, Macaracuay, Boleíta, Chacao, Chacaíto, La Lagunita, Country Club, Santa Cecilia, La Carlota, Los Dos Caminos, Sebucán, Don Bosco, Boleíta y varias más. Con la construcción de la Ciudad Universitaria con todos sus aditamentos, las Escuela Militar y de la Guardia Nacional, El Círculo Militar y Fuerte Tiuna, obligó a la construcción de una Avenida de Acceso a las Urbanizaciones de Santa Mónica, Los Chaguaramos, Bello Monte, Las Acacias. San Pedro y que se prolongó a la Avenida Victoria, la Avenida Roosevelt, Los Rosales, el Prado de María, el Cementerio y los Castaños.
Por los lados del Suroeste, Caracas se extiende por la Avenida San Martín, con las construcciones de Edificios de Densificación de San Juan, Los Palos Grandes, San Martín, Bella Vista, Antimano y Artigas, la Urbanización Vista Alegre, El Paraíso, La Vega, Loira, Montalbán y Velódromo
Por su parte, el Banco Obrero enfrentó la necesidad de vivienda construyendo conjuntos residenciales de clase obrera en toda la ciudad, comenzando con el impresionante 2 de Diciembre, que después se llamó 23 de Enero, con sus 10.000 apartamentos, 80 locales comerciales, escuelas, parques, iglesias, automercados y servicios generales. Igualmente la Urbanización Caricuao con sus numerosos apartamentos construidos en diferentes etapas, la Urbanización Simón Rodríguez, que se une a Pinto Salinas y Pedro Camejo en Sarría, Coche con sus conjuntos de casas y apartamentos, los Edificios Multifamiliares de Las Lomas de Urdaneta y Pro Patria, Las Torres de Petare y muchos más construidos en diferentes sitios de la ciudad, contribuyó a la expansión de misma y sus crecientes problemas económicos y sociales.
De manera paulatina, pero constante, la población obrera y la marginal, se fue instalando en todas las áreas libres que encontraron en los alrededores de la ciudad, con predilección por algunas que le proporcionaban ventajas y es así como toda la zona de Catia, desde Los Frailes a las Lomas de Pro Patria se poblaron masivamente y cada día van creciendo a medida que las familias crecen y forman nuevas parejas. Todos los alrededores de los Edificios del 23 de Enero están poblados de ranchos, donde las familias aprovechan los servicios de la Urbanización, La Zona de El Cementerio y la parte alta de Los Rosales, que se unen al Barrio San Andrés y la parte alta del Valle, que se prolongan hasta el Barrio Gas Valdes e intermitentemente se unen con la parte alta de Cochecito hasta llegar al Mercado de Mersifrica. Toda la parte Alta de Antimano se une a los Barrios de El Cementerio y algunos han ocupado el Camposanto. La Zona de la Carretera Vieja de La Guaira es ya una comunidad numerosa en crecimiento y finalmente, para no cansarlos le diré que la parte más poblada es la de Petare, con sus arremolinados Barrios cuyo número sobrepasa a los 2000, que albergan una población superior a las 100.000 personas y se prolongan hasta unirse con Turumo y los diferentes Barrios de la Carretera de Guarenas.
Solamente con enumerar los Barrios de Caracas e imaginar los problemas que confrontan sus habitantes, imaginamos la inmensa labor que deben efectuar las próximas autoridades para afrontar dichos problemas, asumiendo sus costos monetarios y de vidas humanas
Después que me gradué de Economista en Julio de 1.965, empecé a efectuar diligencia a ver si lograba una vacante, tanto en el Banco, como en otra parte, pero me encontré con el problema de que no había ningún cargo disponible y por lo tanto, tuve que quedarme en mi puesto y seguir hablando con la gente de la Oficina de Programación y Presupuesto para ver si los convencía de la necesidad de crear un cargo de Inspector General del Departamento de Vivienda, que tendría bajo su responsabilidad inspeccionar el funcionamiento de las distintas unidades, cubrir las vacantes de los Gerentes de Sucursales, recibir las cuentas mensuales de los Gerentes y preparar un informe mensual para la Junta Directiva. Toda mi argumentación era fallida ante la orden de no crear nuevos cargos, a menos de que fuera de estricta necesidad. Después de tres meses de estira y encoja, al fin aceptaron la creación del cargo, pero no con el sueldo que aspiraba, sino con una remuneración menor. Yo acepté la propuesta y empecé a organizar mi oficina para empezar mis actividades.
11 de octubre de 2010
7 de octubre de 2010
QUE ME HA DADO CARACAS - Un salto atrás.
Sin querer, me adelanté a narrarles el viaje a Río Caribe con la niña, dejando por detrás, el viaje que hice con mi señora en Agosto de 1.960, a raíz de la culminación del curso del Quinto Año de Bachillerato y consecuentemente, la graduación de Bachiller, formando parte de la Primera Promoción del Liceo “José Gregorio Hernández”, nocturno del Liceo Fermín Toro.
Cuando decidí proseguir los estudios para obtener, en Primer Lugar, el título que me permitiera acceder a la Universidad, mi hermano menor Humberto, estaba estudiando Bachillerato en el Liceo Los Jardines, ubicado en la Calle 14 de Los Jardines de El Valle, propiedad de los Profesores Antonio y Blanca Moreno, con quien mantenía vínculos de amistad. Humberto vino de Río Caribe a continuar los estudios de Bachillerato, ya que allá no había sino Primer Año. Estaba conmigo, mientras Salvador estaba con Aura y su marido, también preparándose para estudiar Odontología en la UCV. Mientras yo iba sacando las materias pendientes de la Escuela Naval, Humberto estaba en Tercer Año normal, así que hubo la oportunidad de cursar junto conmigo, los dos años de Bachillerato que nos faltaba, en el Liceo José Gregorio Hernández, aparte de que Humberto quería trabajar para obtener ingresos, ya que debía mantener una situación de iliquidez insuperable, puesto que, empezando por mí, siempre estaba limpio y con compromisos económicos que cumplir.
La situación política del País estaba complicada. Después de una campaña electoral virulenta, que debía decidirse entre Rómulo Betancourt y el Almirante Wolfang Larrazábal, ganó la Presidencia de la República, Rómulo Betancourt, del partido Acción Democrática, quien asumió la Presidencia en Abril de 1.959. Se coparon todos los Ministerios, Empresas e Institutos oficiales, Gobernaciones y todos los Organismos Oficiales con gente del Partido triunfante, como es lógico. En mi familia no hubo ninguna persona que obtuviera cargo o prebenda alguna en la nueva situación y por consiguiente, era muy difícil lograr un cargo en la nueva administración, así que al pobre Humberto se le estaba poniendo dura la consecución de un empleo, pero Dios es más grande que una mata de coco. Resulta que aquí se firmó una coalición de partidos políticos para ejercer el Poder y a Copei le tocó, entre otras cosas, el Ministerio de Agricultura y Cría. Conmigo trabajaba una señora llamada Carmencita Rodríguez, que antes fue de Yéspica, una mujer joven, simpática, inteligente, boca suelta, trujillana y buena gente, con quien gozábamos un puyero con sus locuras y ocurrencias. Nunca hablamos de política, ni hacía falta. Total, que por Copei nombraron Ministro de Agricultura y Cría al Dr. Victor Jiménez Landinez, pero antes que a él, ya habían nombrado a Carmencita como Secretaria General del Despacho y fue quien lo recibió. Desde el primer día Carmencita, loca como era, empezó a mandar y fue por ella que se le consiguió a Beto su cargo en el Ministerio, donde duró años y no progresó más, porque no era militante de ningún partido. Me contaba Carmencita que cuando llegó Jiménez Landínez al Ministerio, como hombre inteligente y de partido empezó a tomar decisiones y ella era su persona de confianza y secretaria. Era muy nervioso, almorzaba en su Despacho la comida que le preparaba su cocinera y luego, indefectiblemente, se ponía su piyama y se iba a dormir la siesta, que era sagrada y le decía a Carmencita que lo llamara a las 2.30 PM. El primer día ella no conocía sus reacciones y cuando lo fue a llamar a la hora convenida, ese hombre pegó un salto parejo, tirando golpes y manotazos, llagándole con un golpe en la cara. Imagina la pena que le dio. Pidió toda clase de excusas y le explicó que él era muy nervioso y que la próxima vez que lo llamara, no se quedara cerca. Al día siguiente se presentó igual situación y Carmencita cogió la escoba y lo puyó con el mango por la costilla y ahora no solo brincó, sino que gritó, pero sin consecuencias para ella. Después compró un pito de policía y lo despertaba a fuerza de pitazos.
En Octubre de 1.959 se iniciaron las clases en el Liceo, con varios contratiempos fomentados por los grupos de izquierda que querían emular a Fidel Castro, entusiasmando a los muchachos para que se incorporaran a los revoltosos, que cometían desmanes tales como robo a Bancos, ataque y robo como el de Sears. El Secuestro de Nihaus y el de Fangio, la toma del Barco de Pasajeros y muchos más y los adoctrinaban tanto que muchos se iban a las guerrillas y servían de carne de cañón de los fusiles. Durante el día en el Liceo Fermín Toro decidían cuando se dictaban clases o no y cuando se repudiaba a uno o varios profesores. Esa actividad muchas veces se extendía hasta el Liceo José Gregorio Hernández en la noche, pero había menos gente y los asistentes eran más adultos y con posiciones tomadas, sin embargo, no obstante ser un grupito pequeño, aprovechaban cualquier oportunidad de elecciones de reinas, delegados de curso o lo que fuera, para crear desordenes, que muchas veces tomaban ribetes graves, como la quema del automóvil de nuestro profesor de química, por haber aplazado a tres de ellos por inasistencia a clases. A nosotros apenas nos rozó esa situación, por estar empezando el movimiento subversivo y que muchos de los presuntos guerrilleros, se devolvieron a sus casas y a otros los liquidó el ejército. Con todo, terminamos nuestro año con buenas calificaciones y nos faltaba escoger que carrera universitaria íbamos a cursar. Beto no tenía problemas porque desde el principio se decidió por la carrera de Derecho y que la iba a cursar en la Universidad Santa María, pero yo que tenía afinidad con la Ingeniería Civil, no había donde estudiar de noche. La UCV tenía cursos de Derecho, Economía, Administración, Contaduría, Sociología y Psicología. La SM tenía solo Derecho, Economía, Contaduría y Administración. La UCAB tenía cursos de: Derecho, Economía, Administración y Contaduría. Ante ese panorama me decidí por estudiar Economía en la UCAB ayudándome en la decisión, el hecho de que el Banco Obrero se había mudado nuevamente y ahora estaba en el Edificio Altagracia, a una cuadra de la Esquina de Mijares, Sede de la UCAB.
Antes de comenzar la Universidad, quise cumplir la promesa que me había hecho, pedí mis vacaciones en el BO y fui a una Agencia de Viajes para que me confeccionara un paquete de viaje, que no fuera muy caro, para ir con mi señora. La Agencia me preparó un viaje a Méjico, con escala en Curazao por una noche, unas horas en Barranquilla, otras escalas en San José de Costa Rica y Guatemala, llegando finalmente a Ciudad de Méjico para pasar 8 días, entre los cuales quedaba en libertad para ir a Acapulco y Taxco.
Agarramos nuestro viaje por Avensa hasta Curazao, alojándonos por esa noche en el Hotel Curazao, pequeño pero lujoso, situado en el centro de la ciudad. Aprovechamos la tarde y la noche para visitar el área comercial, hacer unas compras, ver los espectáculos diarios de apertura del puente para el paso de los barcos, bailes folklóricos en las plazas y regresamos al hotel para ver otras atracciones que allí celebraban.
En la mañana del otro día salimos temprano para el Aeropuerto para tomar el vuelo de escalas hasta llegar a Méjico. Llegamos al Hotel Madero, donde nos había reservado la Agencia de Viajes. Era un Edificio mediano, de unos 8 pisos, reconocido por su gastronomía. Las habitaciones eran grandes y las camas confortables. Cuando bajábamos al Comedor, generalmente era tarde y algunas veces encontrábamos a una pareja que se sentaba en el sitio más escondido. Ella era sumamente bonita y elegante. Después salió en la prensa el escándalo que ella estaba suscitando, cuando abandonó a su esposo, el Conde Hokensen para irse con el Playboy brasileño Baby Pignataro, alojándose a escondidas en el Hotel Madero. Ella era la Princesa Cristina Faintebleu, una de las mujeres más bellas y ricas del mundo. En la primera noche en Ciudad de Méjico, tomamos un taxi y nos fuimos a la Plaza Garibaldi, para ver y oír a los mariachis. Cuando llegamos era muy temprano y nos metimos por una puerta adyacente, al Comedor Típico del lugar, lleno de gente comiendo las diferentes comidas del País, con chile a reventar, las clásicas tortillas, el mole poblano y cuanta mezcla pueden imaginar. Dimos una vuelta larga viendo todo, pero no compramos nada. Ya la Plaza estaba lleno de mariachis que cazaban a los turistas para cantarle lo que pidieran, pero que a esa hora estaban sin plata y necesitaban hacer caja .Le hicimos 3 pedidos a razón de $ 1.oo cada uno y como había mucha concurrencia, entramos al Bar Tacuba, que está en el otro frente y es el sitio de preferencia de todos los aficionados a las rancheras. Duramos allí como hasta las 10.30 PM y salimos a pié hasta el Hotel, ya que viendo el plano, estaba cerca. Todo lo que se ve en Méjico está relacionado con su música, la gastronomía, los tacos, los mariachis, su historia y la forma de hacerle gastar a los turistas los dólares que llevan. En el camino comimos algo, sobre todo una cosa que llaman “carnita”, que es una tortilla de maíz rellena de una carne que estando originalmente colocada, frita, en una varilla de metal, se va cortando perpendicularmente, en pedazos pequeños, con un cuchillo cortante, formando una pirámide, que bulle de insectos, pero que como todo el mundo lo come y es barato, no le hicimos caso y nos comimos nuestras carnitas, que estaban bien sabrosas.
El día siguiente salimos sin rumbo fijo, reconocimos el Teatro de Bellas Artes, la Plaza Juárez y la Plaza de la República y el muy conocido Zócalo”. Caminando llegamos a una gran área descubierta que alberga al fondo, dos iglesias. Una que es la más vieja, aparece con su fachada hundida varios metros y la otra un poco menos, pero las dos tienen riquezas y vírgenes que son veneradas y motivan la formación de largas colas de penitentes que cumplen promesas de andar grandes distancias de rodillas o llevando pesos o piedras hasta llegar a los respectivos altares, sangrantes, sudorosos y casi exánimes. Cerca de allí tomamos un bus que se anunciaba por altavoz, que iba a Xochimilco. Recorrimos una larga distancia por unas calles llenas de gente, hasta que salimos de ellas y tomamos un camino para Xochimilco. Es un llegadero de gente hasta la orilla de un angosto y largo lago, con un embarcadero donde están unas lanchas de bajo fondo, descubiertas, identificadas con nombres de mujeres: Margarita, la Lupe, Florinda, Margot, Gertrudis, Fedora y muchos nombres más. Uno toma una de esas lanchas y se sienta en un banco de madera y arranca un batelero con una pértiga, deslizándose, junto con otras lanchas, por el angosto sendero de agua, rodeado de árboles, donde recibe ofertas de comida, bebidas, sombreros, huaraches, zarapes, canciones, fotografías y de todo. Seguimos viendo los paisajes hasta llegar a una isla donde hay viviendas de los trabajadores y ventas de todos los productos típicos, que incluyen, además de ropa de mujer, sarapes de diferentes dibujos, artículos de plata y madera, pinturas, sombreros y todo género de souvenirs. En la noche fuimos a una visita a la nueva Catedral de la Virgen de Guadalupe, que es imponente por su grandeza y esplendor.
Al siguiente día nos fuimos muy temprano en una carrera al Bosque de Chapultepec, con su Castillo de Maximiliano, el inmenso Bosque de Coníferas y su Museo Antropomórfico. Terminamos viendo los distintos Edificios de la Ciudad Universitaria, que individualmente son unas joyas arquitectónicas del arte precolombino y predominado por los aztecas y en conjunto son irrepetibles y de una magnificencia impresionante. De momento terminamos nuestra visita a Ciudad de Méjico y al siguiente día nos fuimos en una carrera al terminal de autobuses para emprender nuestro viaje al Puerto de Acapulco, con escala de un día en Taxco para comprar regalitos de plata, ya que allí son baratos, por estar asentadas las fábricas y muy cerca las Minas de Plata de Guanajuato.
Llegamos a un Hotel ubicado en una casa colonial de una planta con un magnifico jardín interior. Nos levantamos temprano el día siguiente y nos fuimos a visitar fábricas. Con un dólar a Bs. 4.30 se podían hacer maravillas y hasta traer regalitos a los familiares y conocidos. Había Secciones de regalitos de $ 1.oo, 2.oo, 3.oo, con los cuales salir del paso y también de mayor precio. Así que con un billete de $ 20.oo es mucho lo que podía hacerse. A mi señora se le salín los ojos, pero, lamentablemente, teníamos que ser comedidos. Ese mismo día seguimos para Acapulco, donde enfatizó la Agencia de Viajes en buscarnos un buen alojamiento. Nos tocó una habitación del piso 8, del Hotel Presidente, con vista al mar y terraza cubierta. Lástima que estaba lloviendo, pero siempre había grupos bañándose en la playa privada. Mi esposa no quiso bañarse en la playa, no obstante mis ruegos, así que nos dedicamos a recorrer la parte techada del Hotel y sus alrededores, cenar y tomar un taxi para ir a La Quebrada a ver los nadadores que se lanzan desde las laderas del cerro hasta el mar, en un espectáculo único en el mundo. Durante unas dos horas vimos la maravilla de acto, paseamos por los alrededores y decidimos irnos a pie a nuestro Hotel a dormir del ajetreo.
Los dos días siguientes los dedicamos a conocer los lugares más emblemáticos de Acapulco y regresamos a Méjico en autobús, ya que se acercaba la fecha de nuestra partida para Costa Rica. Nos embarcamos en la tarde y llegamos como a las 10:00 de la noche a Méjico y al día siguiente nos dijo un mesonero que después del desayuno, él podría llevarnos a las Pirámides de Tenochitlan que estaba a dos horas y había conseguido un carro prestado para hacernos ese viaje y tener un ingreso adicional. Yo acepté la proposición, pero al arrancar el carro, me di cuenta con el hombre era un novato en manejo y pasando sustos llegamos a las Pirámides. Nos decidimos y subimos los centenares de escalones de la Pirámide más grande y desde la cúspide ver el inmenso paisaje que cubre el valle. Transcurrida una hora, decidimos regresar, pendientes del loco al volante, que conducía a regular velocidad, con un andar impreciso que asustó a más de un chofer y peatones, que se apartaban veloces, hasta que sucedió lo que se esperaba, en una curva se pegó mucho del lado contrario y chocó con un taxista. Se formó un zaperoco de marca mayor, con intervención de taxistas y peatones, que el mesonero arregló a fuerza de “mordidas”, tanto para el Fiscal de Tránsito como para el chofer contrario, que evidentemente era solo el conductor y no el propietario. El tipo pretendía seguir manejando, pero yo le enseñé mi título al Fiscal y me autorizó para movilizar el carro, con el cual llegué al Hotel, le pagué al mesonero y mi mujer y yo nos sentamos en una mesa del Bar, donde pedimos una cerveza y nos reíamos del caso. Preguntamos por un Restaurant Típico y nos fuimos en un taxi a un local bellísimo, donde había toda clase de comida mexicana, centroamericana e internacional Era caro, pero valía la pena por su distinción, el tipo de gente que asistía, el espectáculo que presentaban y la gastronomía tan variada. Allí si escanciamos bastante tragos y transcurridas algunas horas, regresamos al Hotel a preparar el equipaje para el viaje a San José de Costa Rica que salía a las 9:00 AM. Llegamos al Aeropuerto de San José, que queda bien alejado de la ciudad y nos encontramos con la novedad de que el Hotel había dispuesto de nuestra reservación y no teníamos donde llegar. En la ciudad se estaba celebrando la Conferencia Internacional de las Américas, con gran revuelo en las deliberaciones, porque la delegación de Cuba asumió, como es lógico, una actitud beligerante contra USA y todos sus allegados, formándose discusiones acaloradas. Como el Hotel había dispuesto de nuestras reservaciones, lo menos que debía hacer era buscarnos alojamiento, pero con la Conferencia eso se puso difícil, hasta que encontraron una buhardilla en un hotel chino y allí nos mandaron. Por supuesto era un hotel de Tercera Clase, con una habitación abundante en cucarachas y sin baño, pero nosotros no podíamos hacer nada. Cuando fuimos a cenar, ya que no habíamos almorzado, el menú era de platos chinos y nos conformamos con el arroz y un plato de sopa de alas de tiburón, que era la primera vez que la probábamos y no nos gustó. Cercano al Hotel estaba la Plaza de la República, en pleno centro de la ciudad y al acercarse a la Plaza, se oían las violentas deliberaciones. Venezuela, gobernada por Rómulo Betancourt, mantenía una actitud ecuánime entre los grupos y en cambio el Canciller de la República, el Dr. Ignacio Arcaya, asistente al acto, asumió una actitud abierta a favor de Cuba y Fidel Castro y en plena Asamblea, renunció al cargo de Canciller, siendo sustituido por el Dr. Falcón Briceño.
El Centro de San José bullía de manifestaciones, pancartas con diferentes posturas, escritos en la Prensa, entrevistas y reportajes en la radio, pero al fin, la situación se fue aquietando al suspender la Conferencia y que cada delegación se marchó a su País. Nosotros aprovechamos la tranquilidad para conocer mejor a Costa Rica, que es un País bien bonito, acogedor y agradable, con gente muy decente y un ambiente tranquilo. En los dos días que nos faltaban, fuimos a conocer a Heredia, la segunda ciudad y a Calcaño, habitado por gentes trabajadoras y tan tranquilas que desde hace varios años eliminaron la policía. Como curiosidades citaremos que en la República hay muy pocos negros o mulatos, predomina la gente blanca, con mujeres muy bonitas, de piernas bien torneadas y cabello claro, bien peinado. Los taxis eran para entonces, escarabajos Volkswagen, sin puertas por el lado del pasajero, pintados de amarillo y con precios módicos. No se nota predominancia indígena y la gente, por lo regular, son de baja estatura.
A los dos días regresamos a Caracas, sin mucha bulla ni parafernalia, nos alojamos en nuestra casa de Coche y reanudamos la vida normal.
Hicimos un recuento de las cosas pendientes y tenemos en primer lugar las consultas con los médicos para saber la causa por la cual no concebimos hijos. Vimos al Dr. Barrera Moncada, al Dr. Osorio y varios más. Ninguno daba con la causa. Alguien me dijo que para salir de dudas, lo mejor era ir a ver al Dr. De Venanzi, que entonces era Rector de la UCV. Todo eso era plata que yo no tenía, debiendo incluir en los gastos los costosos exámenes de laboratorio, las radiografías, las consultas y las medicinas. Cumplíamos fielmente los tratamientos, hasta que perdíamos las esperanzas y buscábamos otro médico. Pero eso sí, éramos pertinaces. Luego sucedió lo que narré antes sobre el Dr. Soto Rosas, el Dr. Hermes Malaret y el Dr. Jiménez, hasta que vino la operación de las trompas, la insuflación de las mismas y finalmente, el logro de la concepción.
En segundo lugar, ya inscrito en la Facultad de Economía de la UCAB, comenzar mis estudios con regularidad y constancia hasta culminar con la graduación. El problema se agravaba con mi situación económica, ya que debía pagar mensualmente a la UCAB, la cantidad de Bs. 165.oo, comprar los libros y otros elementos requeridos, más comer algo entre clases. Menos mal que nunca perdí el ánimo y aunque cada vez me gustaba menos la carrera, seguí con ella hasta terminar, sin que me aplazaran nunca.
En tercer lugar, tenía que cuidar el trabajito, ya que estaba sumamente comprometido económicamente y un despido sería el descalabro total. Yo nunca tuve la suerte de encontrar a cualquiera que me amparara, mucho menos en al área militar, que era quien predominaba y cuando mandaba Pérez Jiménez surgieron enemigos gratuitos, envidiosos y jaladores que querían ganar indulgencias, acusando a los compañeros de cualquier cosa. A mí me acusaban de comunista, antiperijimenista y muy ligado con AD. Me sentí acosado y que en cualquier momento, quedaría fuera de la Institución. Ya para entonces comenzaba la empatía con mi esposa y su familia. Un día me pidió la tía madrina de mi vecina a que le acompañara a la casa de Doña Adela, la mamá de Pérez Jiménez en el Paraíso. Yo fui con cierto resabio y me quedé en la puerta de la casa mientras ellas iban a la visita. Al ratico salió la tía y me agarro por un brazo y casi a rastras me llevó para que conociera a Doña Adela y ella me conociera a mí. Con Doña Adela estaba la Señora Hercilia Chicco, amiga de la familia, quien trabajaba en el Banco Obrero como Jefe del Dpto. de Créditos. Conocí a Doña Adela, quien me bendijo y me regaló una estampa de la Virgen del Cobre, saludé a la Sra. Chicco y despidiéndome de ellos me vine a la puerta del jardín para esperar a los visitantes. Yo no me acordaba de eso y transcurridos varios meses, cuando estaban en pleno vigor las acusaciones en mi contra y ella supo que el principal acusador y envidioso estaba sentado con el Jefe del Departamento, se vino como una fiera y parada en el medio del pasillo increpo al jalamecate y a mi jefe y les preguntó cuál era la cosa que ellos tenían conmigo, acusándome de comunista y adeco, sin saber los vínculos que a mí me unen con los Pérez Jiménez y que más bien ellos debían de cuidarse de su actuación. Hubo un silencio general, la Sra. Chicco que era una catira buenamoza y bien planteada, temblaba de rabia y la cara la tenía colorada. El jalamecate y el jefe se pusieron pálidos y empezaron a dar excusas, a las cuales ella no les hizo caso y les repitió que se cuidaran. Hasta allí llegaron los chismes, yo aseguré mi posición y me mantuve hasta mi viaje a Italia. En cuarto lugar, yo no quería seguir viviendo en vereda, ya que no tenía donde meter el carro y aproveché un chance que se presentó cuando el Banco puso a la venta 9 parcelas de terreno adyacentes a la Redoma de Coche y yo opté por una de ellas y se me adjudicó. Aporté la cuota inicial y empecé a pagar mis pensiones mensuales. Busqué entre mis amigos quien me hiciera el proyecto, ya que mi señora deseaba una casa de techo de tejas. Al fin encontré al Arq. Pedro Avendaño, quien me elaboró un proyecto de la casa que deseaba. Estaba planificando el financiamiento cuando me llegó la noticia de que el Banco Obrero iba a construir las casas, lo cual me obligó a decidirme por una casa tipo BM5 que muy pronto empezaría a construirse.
En quinto lugar, estar pendiente de la salud de papá, que había sido operado recientemente.de una úlcera sangrante del estómago.
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28 de septiembre de 2010
QUE ME HA DADO CARACAS - Continuar los estudios
Una vez reubicado en mi cargo en el Banco Obrero, en Junio de 1.958, me tocó reorganizar mi casa de Coche. Compré un juego de pantry con 4 sillas, lavadora, licuadora, pulidora y una serie de cosas menudas. Estuve esperando por varias semanas el carro Vauxall que compré al Maestre Técnico, pero cuando llegó no satisfizo mis aspiraciones y después de solventar la serie de escollos que encontré para su nacionalización, lo vendí por un precio irrisorio y quedé conforme de quitarme ese fardo de encima. Como me hacía falta un carro, le compré a la Jefe del Dpto. de Créditos, un automóvil Buick del año 1.954, que no le daba ni siquiera por la mitad al carro Bick Roadmaster año 1953 que vendí al marcharme a Italia.
Me puse como norte realizar dos cosas fundamentales: Terminar el Bachillerato para luego seguir una carrera universitaria y buscar la ayuda médica para lograr tener mis hijos, ya que teníamos 7 años visitando médicos y cumpliendo tratamientos sin poder tener éxito. En nuestro deseo de tener descendencia, acudimos a consulta y exámenes de unos siete médicos ginecólogos e internistas y ninguno encontraba la causa, no obstante que nos sometimos a pruebas tanto mi señora como yo y todos nos encontraban aptos y lo que me mandaban a mí, era tomar Evión por la Vitamina E y a ella otra serie de vitaminas para aumentar su fertilidad. Todos esos exámenes y medicinas costaban dinero y tiempo, por lo que nos proponíamos usar, hasta donde fuera posible, el Servicio Médico que en fecha reciente, había instalado el Banco Obrero y que estaba dirigido por el Dr. Francisco Soto Rosas, quien nos refirió ante el Dr. Hermán Malaret, un ginecólogo joven, recién llegado de un curso de especialización.
El Dr. Malaret estudió con detenimiento nuestro caso y le puso especial énfasis en la revisión de las radiografías que le habían practicado a ella en varias fechas y decidió pedir unas nuevas radiografías en otras posiciones y mediante ellas determinó que el problema consistía en que las trompas de Falopio estaban obstruidas y había que practicar una operación quirúrgica para determinar la situación real y actuar en consecuencia.
Estaba entusiasmado el Dr. Malaret en completar su diagnóstico practicando él mismo la operación, cuando a los pocos días venía manejando por Roca Tarpeya y repentinamente le dio un ataque cardíaco y murió casi enseguida. Lamentando la situación, acudimos de nuevo a la consulta con el Dr. Soto Rosas, quien decidió que él mismo realizaría la operación y todo se preparó para una fecha inmediata para intervenirla en la Clínica Panamericana, en Catia. En la operación se determinó que la Trompa izquierda estaba totalmente dañada y hubo que eliminarla, dejando solo la Derecha, que estaba obstruida y se liberó completamente. Según su opinión, la operación fue un éxito y que todo estaba a punto para lograr la concepción.
Pasaron dos meses y nada de embarazo, por lo que se ordenaron nuevas radiografías, las cuales determinaron que la Trompa que quedaba, se había obstruido nuevamente y la remitieron a consulta con el Dr. Jiménez en la Clínica Cajigal de San Bernardino. Allí le hicieron la Primera sesión de Insuflación, de las cinco que necesitaba. Por cierto que al salir de la Clínica fuimos a almorzar casa de mi tía Paela en Los Magallanes de Catia y cuando entró al baño, mi esposa perdió el conocimiento y se produjo un golpe feo en la boca.
Se cumplieron las 5 sesiones de Insuflación y nos quedamos a la espera del resultado y cuando transcurrió el primer mes y no hubo regla, nuestra alegría fue infinita, pero según previo convenio, no dijimos nada, esperando el resultado del segundo mes. Contábamos las horas y los días y al cumplir los dos meses, fuimos a consulta con el Dr. Jiménez, quien confirmó el embarazo y ordenó un reposo parcial. Todos nos alegramos y hacíamos lo indecible para ayudar en ese reposo.
Contábamos con la ayuda de una muchacha para las labores de cocina y de limpieza de la casa y eso permitía un mayor descanso de la señora. Una vecina que contrajo matrimonio ya entrada en años, nos recomendó a un médico de la Clínica Centro Obstétrico, de apellido Taborda, quien no obstante lo delicado de su caso, la atendió con gran dedicación y tuvo felizmente un niño lleno de vida y una salud perfecta. Como quiera que nosotros no habíamos tomado ninguna decisión sobre quién sería el galeno que la atendería, acogimos la recomendación de la vecina y la llevamos a control del citado Dr., Taborda, quien gozaba de mucha fama y contaba con una numerosa cantidad de clientes.
No tuvimos queja de la atención del Dr. Taborda mientras estuvo bajo su control mensual y como quiera que para entonces no existiera la prueba del ecosonograma para saber el sexo del niño, yo predije con gran énfasis que el parto tendría lugar el día 12 de Octubre, día de la raza y que sería hembra. Cuando se presentaron los dolores de parto, la llevamos inmediatamente al Centro Obstétrico y le avisamos al Dr.Taborda, quien se presentó de inmediato y nos calmó a todos, especialmente a mí, que estaba sumamente nervioso, diciéndonos que ese parto no tenía problemas, ya que se llevó un desarrollo normal. Eso fue como a las 5.00 PM del día 11 de Octubre de 1.952.
Empezó el parto y el médico y las enfermeras estaban pendientes de la dilatación y subían a la habitación con frecuencia. El galeno para matar el tiempo, empezó a escanciar sus tragos de whisky y cuando el parto se iba retardando al bajar la velocidad de las dilataciones, corrí a avisarle al médico, quien bajó todo preocupado y ordenó el traslado de la parturienta al pabellón, para practicarle una cesárea, la cual se realizó con todo éxito y la niña nació a la 1.40 AM del día 12 de Octubre de 1.962, Día de la Raza. A partir de allí todo fueron celebraciones, brindis, regalos, ramos de flores, telegramas de felicitación, pasillos llenos de gente y un desfile de amigos y familiares que aspiraban apadrinar a la recién nacida.
Cumplida parcialmente mi primera aspiración, le dediqué tiempo y preocupación a los estudios. Preparé una carpeta con todos mis recaudos y los presenté en el Ministerio de Educación para la revalidación de los estudios efectuados en la Escuela Naval de Venezuela. Me dieron como totalmente aprobado el Primer Año de Bachillerato, así como materias del Segundo y Tercer Año, por lo que debía presentar por Libre Escolaridad varias materias de Segundo y Tercer Año. Comenzó entonces mi odisea de ir preparando materias de Segundo y Tercer Año, Estudiando algunas por mi cuenta y otras con ayuda de Profesores, que tuve que pagar por mi cuenta. Transcurrido un año, tenía todas las materias del Tercer Año de Bachillerato aprobadas, con excepción de Física y Química y la Dirección del Liceo José Gregorio Hernández (Nocturno del Liceo Fermín Toro) accedió a inscribirme en el Cuarto Año, pero con el compromiso de presentar la constancia de aprobación de esas materias, antes de comenzar los exámenes finales del año siguiente.
Así lo hice, mis días transcurrían de un trajín a otro. Desde la mañana comenzaba mi labor con preparar la comida del mediodía, que se llevaba en un termo de compartimientos separados y luego salir para el trabajo en el Banco Obrero, pero antes debía comprobar el estado de la niña, cuya salud era precaria y su madre debía trasnocharse para atenderla de la presunta enfermedad de asma. Me tranquilizaba un poco, el hecho de que en la casa vecina, vivía mi hermana Juanita, que es enfermera y mi cuñado, que era médico, pero no pediatra. Muchas veces me iba preocupado, dejando a la niña con fiebre y la mamá también quebrantada de salud con otros achaques.
En el Banco Obrero me tocaba trabajar duro para hacerle frente a las diversas actividades que se presentaban. El Instituto fue mudado desde el Bloque 1 de El Silencio, donde estábamos cómodos, a la Torre Sur del Centro Simón Bolívar y por supuesto, nuestra nueva ubicación nos ocasionaba retardos en las comunicaciones, por estar a expensas de los ascensores, que se usaban, conjuntamente con otros Organismos Oficiales. Duramos como 8 años en esas oficinas del Centro Simón Bolívar, con sus más y sus menos, pero en el entretanto, se produjeron acontecimientos importantes en el ámbito político del País. El más importante fue el derrocamiento del Gral. Marcos Pérez Jiménez y su Gobierno, que ocasionó la sustitución de funcionarios por nuevas figuras. El gobierno emergente, presidido por el Almirante Wolfang Larrazábal no tenía experiencia burocrática y se coló mucha gente desconocida. A la Dirección del Banco Obrero llegó un ingeniero joven, de nombre Raúl Hernández, con buenas intenciones y sin ánimo de propiciar despidos masivos, ni daños al personal. Gracias a Dios que fue así, porque eso permitió mi reingreso a la Institución, en Junio de 1.948.
Para entonces el Banco Obrero trabajaba a horario corrido, por lo cual a mediodía solo teníamos media hora para almorzar, por lo cual nos reuníamos un grupo de personal de nuestro Departamento y hacíamos una mesa común, compartiendo en algunos casos, los platos que llevábamos. Inmediatamente de almorzar seguíamos trabajando hasta las 4.30 PM. A esa hora salía para el Liceo Fermín Toro, para asistir a las clases de Bachillerato, que se prolongaban hasta las 11.00 PM. Apenas terminaba la clase, salía para la Esquina de Pajaritos, donde estaba el Estacionamiento, donde guardaba mi carro todo el día. Llegaba a mi casa a medianoche, cuando mi esposa me tenía guardada la cena, que comía con voracidad, después de tanta hambre. Con el escaso sueldo que ganaba, no podía comer en Restaurantes.
Esa rutina la cumplía diariamente, salvo los días viernes, cuando ya teníamos pactada para la noche, una sesión de truco en la casa de mi compadre Perucho Cedeño en la Urb, Urdaneta de Catia, acompañada de un suculento sancocho de pescado, gallina o cruzado. Esos viernes yo trataba de jubilarme las últimas horas de clase, a sabiendas de que mis amigos me estaban esperando. Esas reuniones eran para mí un aliciente a mi avasallante trabajo, problemas familiares y permanente limpieza de bolsillo. Éramos un grupo de paisanos y amigos, la mayoría muertos, que gozábamos con los juegos de truco y dominó, además de los cuentos y anécdotas que allí se llevaban.
Todos los gastos los compartíamos los participantes y generalmente nuestros ingresos eran muy limitados, por lo que las bebidas eran, ron Cacique con Pepsi Cola, que nosotros llamábamos “Súper Shell con Ica” y las comidas eran “sancochos” de pescado con bastante verduras. Era un ambiente grato, acogedor, con mucho ruido por la calidad del juego y los frecuentes chistes, así como anécdotas del pueblo, viejas y nuevas que se presentaban en la mesa, con gracia y donaire. Allí durábamos horas y no era raro que nos agarrara el amanecer en pleno juego. El grupo era como de 20 personas y cazábamos un día feriado para prolongar la celebración.
Trascurrido un año, aprobé mi Cuarto Año de Bachillerato y las dos materias pendientes de la Reválida, me inscribí de una vez para el Quinto Año y preparé mi viaje para pasar las vacaciones en Río Caribe, junto con la esposa y la hija, que estaba bien bonita y crecida. El carro que compré me salió malo y eso me llevó a comprar por medio de la Caja de Ahorros, un carrito escarabajo Volkswagen, que fue la mejor compra de mi vida, ya que me costó Bs. 6.500.oo y por comprarlo al contado me rebajaron el 10 %, o sea que pagué Bs. 5.900.oo.Compré una parrilla para el el techo del carrito y allí colocábamos, además de los equipajes, el corral, el coche y la cuna portátil de la niña. Adentro llevábamos los teteros, el agua destilada, las medicinas y las compotas de la niña. Se entusiasmó con el viaje, mi sobrino y ahijado, el hoy flamante ingeniero Eriberto Echezuría, que tenía entonces 8 años para acompañarnos en el viaje. Salimos a las 8.00 de la mañana con rumbo a Puerto La Cruz, para tomar el Ferry que nos llevaría a la Isla de Margarita.
En Puerto La Cruz hicimos nuestra cola y nos embarcamos en el Ferry, que apenas contaba con los servicios esenciales, llegando a Porlamar como a las 8:00 PM, donde no encontrábamos hotel para alojarnos, hasta que un billete de Bs. 50.oo hizo el milagro de conseguirnos una habitación en el Hotel Porlamar, debiendo esperar una media hora, mientras la desalojaba el huésped que la ocupaba y la camarera la limpiara. Finalmente nos ubicamos, bajamos a comer al Restaurant y luego nos fuimos a dormir hasta las 9.00 de la mañana del otro día.
En la mañana nos despertó Ana Isabel con unos gritos desesperados y era de hambre. Mi esposa le dio sus alimentos y después bajamos al Restaurant a desayunarnos. Ya vestidos y desayunados salimos en el carro a recorrer la isla, teniendo como principal destino a la Iglesia de El Valle, a objeto de cumplirle a la Virgen una promesa que había hecho mi esposa. Viendo las diferentes calles y avenidas que ya para entonces vislumbraba un emporio turístico, casi sin darnos cuenta llegamos al Valle, un pequeño pueblo con una Iglesia Mínima, donde se aloja una bella virgen que es la Patrona de Oriente y con gran arraigo nacional. Para entonces, se había celebrado el mes anterior la Fiesta de la Virgen, con una numerosa afluencia de feligreses. Estuvimos un buen rato en la Iglesia, mi señora cumplió la promesa, llevó la niña a la presencia de la Virgen y rezó con gran fervor teniéndola en sus brazos.
Después tomamos de nuevo el carro y los llevé al pequeño poblado de Las Piedras, un caserío situado a unos 5 Km. de El Valle, donde tuvimos la oportunidad de ir con nuestra abuela Carmen Olimpia en varios viajes de la Fiesta de La Virgen y de gozar de sus sabrosos lugares de recreo y degustar las frutas más deliciosas del mundo, esos baños en el tanque de “La Balcón” y en las pozas del Río San Pedro, son inolvidables y en el camino nos cansábamos de comer guayabas, guamas, riñones, catuches y nísperos.
Separados por el Río San Pedro había un grupo de unas 20 casas, organizadas en lo que hoy se llaman fincas vacacionales, con distintos grados de instalaciones, donde además de la o las casas donde vivían los trabajadores, existían sembradíos de nísperos, caña de azúcar, maíz, maya, mamones, tocoperís, naranjas, mandarinas y las joyas de la corona, unos mangos grandes sin ser mangas, dulces como la miel, de pepa larga y delgada. Eran conocidos como “mangos biriteños”, pero después me enteré que eran “mangos piriteños”. Igualmente había mangos chiquitos, que eran más pequeños y con sabor alcanforado, mango Tin, que eran de concha roja, redondos y de carne pulposa. Mis hermanas y yo vivíamos comiendo, con la baca amarilla de mango maduro, con una cachapa en la mano o un balde de nísperos, dulces y pulposos, que no maduraban en el árbol, sino que se cogían pintones y se ponían a madurar. Las fincas tenían una separación de paredes de piedras que se sacaban del río y se ponían unas sobre otras y en cada una de las fincas había dos o tres burros y a escondidas, nos los llevábamos para hacer carreras. Por supuesto, loa codos y rodillas mostraban las huellas de esas carreras. El propietario de la finca donde nosotros llegábamos se llamaba Antonio Pereira y guardaba un lejano parentesco con mi abuela. La casa de él era una quintica con porche y corredores que nos dejaba a nuestra disposición durante los días de fiesta. Los cuidadores de la finca tenían sus casitas de paredes de barro y techo de paja, que cuando llegaba mi abuela veían a Dios con la ayuda de alimentos que ella les traía y la correspondiente ayuda de plata. Recuerdo que entonces vivía la matrona, Nicolasa, madre de las mujeres y abuela de los muchachos. Era cocinera y nos malcriaba con cachapas, arepitas y bollos, La hija Ángela la suplantó en la cocina y la Jefatura de la casa. Su hijo Ángel, que era mi contemporáneo, me acompañaba en las carreras de burro y en los baños de “La Balcón”. Completaba la familia un tío amanerado que hablaba como mujer llamado “Cola”.
Cuando salimos de la Iglesia, tomé la vía hacia Las Piedras y al llegar encontré el sitio cambiado, pero preguntando a los pocos vecinos que encontré, logré localizar a los sobrevivientes, que eran Ángela, una hija menor y Colá que estaba viejito, pero aún vivía. Le presenté a la familia y ellos apenas se acordaban, les dejé una ayuda y regresé a Porlamar. Almorzamos en un buen Restaurant y luego fuimos a descansar al Hotel.
El siguiente día mi esposa alimentó a la niña y la preparó para salir, buscamos el carro y salimos sin rumbo fijo. Quise ir al Mercado, que recordaba como un sitio alegre y muy margariteño. Entramos al Mercado con la niña en brazos y nos sentamos en un sitio de comida que vimos limpio y con poca gente. Pedimos empanadas de casón, un batido de guanábana y después un café con leche. En ese Marcado se conseguía de todo, pero nosotros no hicimos sino ver, ya que no íbamos a comprar nada, sin embargo, nos llevamos un kilo de dátiles pasados, unos dulces caseros, que incluían piñonates, turrones, cocorrones y suspiros. Decidí llevarlos para que conocieran la Península de Macanao. La carretera estaba un poco mala porque hubo lluvias en la noche. Pasamos por el pueblo de Boca del Río, un típico pueblo pesquero con sus peñeros y lanchas fondeadas, la cantidad de pescado que estaban escalando para el proceso de salado. Las mujeres que gritaban o que sostenían una conversación procaz a todo volumen. Seguimos viendo ese bello paisaje de la Península, sus largas playas y esas planicies yermas y con muy poca vegetación. Llegamos hasta donde era posible con el carrito, dimos la vuelta y regresamos a Porlamar, pasando por San Juan Bautista y los pueblitos intermedios de La Vecindad, El Norte, El Espinal y otros caseríos donde todavía no había llegado el desarrollo turístico y los productos tenían precios asequibles. Almorzamos en un buen Restaurant de la carretera, comimos pescado frito con tostones y ensalada con tomates, cebollas y pepinos. Regresamos a Porlamar, por buena carretera y llegamos al Hotel como a las 5.00 PM con la niña dormida, pero como hacía mucho calor, nos echamos un baño y acomodamos a la menor para su descanso. Yo salí a dar una vuelta a pié y me llevé a Heriberto José para enseñarle el Boulevard, las tiendas y las ventas de buhoneros. Después de ese almuerzo que nos echamos en la carretera, no teníamos hambre, nos tomamos unas cocadas y a las 9:00 nos acostamos.
El tercer día en Margarita, volvimos a desayunarnos al Mercado y compramos algunos regalitos para llevarlos a la gente de Río Caribe, entramos a la Catedral de Porlamar, que es bien bonita, emprendimos viaje a Playa del Agua, Pedro González, Guarame, El Tirano y otros pueblos. Lulú no quiso bañarse y eso me quitó a mí el deseo y por consiguiente, Heriberto tuvo que conformarse con la idea de desquitarse en las playas de Río Caribe. Nos llegamos hasta Juan Griego, que ha crecido mucho y tiene variedad de tiendas y ventas de mercancías que no envidian a Porlamar. Almorzamos en un Restaurant con Aire Acondicionado y nos sirvieron un Hervido de Gallina criolla que me supo a gloria y de segundo plato gallina guisada con arroz y plátano frito. De allí salimos al Hotel para que la niña descansara y nosotros prepararnos para el viaje de regreso en Ferry a Puerto La Cruz.
Nos levantamos temprano, ya habíamos pagado la habitación y a las 7:00 AM, salimos para Juan Griego a tomar el Ferry, que salía a las 9:00 AM. Nos preparamos para el viaje, que duraba 4 horas, llegamos a Pto. La Cruz como a la 1:30 PM. Comimos algo rápido en el Terminal y seguimos para Río Caribe, pasando por Cumaná y Carúpano. La niña tenía su comida asegurada con sus teteros y sus compotas, así como una carga de pañales y agua para lavarla cuando hubiera necesidad, en cuyo caso yo me paraba en una sombra protegida.
Pasamos por Cumaná, Mariguitar, San Antonio del Golfo, Ceresal, Cariaco, Guiria de la Costa, Guaca y Carúpano. Llegamos a Río Caribe como a las 5:30 PM. y allí nos esperaban con la mayor alegría. Mamá agarro a Ana Isabel y la despertó a fuerza de arrumacos, sobraron manos que nos ayudaran a bajar los equipajes y las cosas del carro y nos la llevaran al cuarto que ya teníamos arreglado. Mamá nos tenía preparada una cena pantagruélica con sierra frita, arepas, tajadas, jugos, café con leche y turrón de coco. Yo comí con hambre, Lulú, como de costumbre, apenas picó la comida y mi sobrino y ahijado Heriberto José, comió como un bendito y se le salían los ojos al ver la playa y el mar. No se lanzó al agua, porque era tarde, casi de noche.
Nuestra estadía en Río Caribe fue una felicidad. Ana Isabel iba de brazo en brazo. Mi esposa comía como nunca la había visto. Estaba haciendo bastante calor y decidí salir a unos pueblos vecinos para que mi señora los conociera. Preparé el carrito con los alimentos de la niña y salimos hacia Guiria, pasando por Yaguaraparo e Irapa. Tuvimos un nuevo ayudante, ya que Heriberto José no quiso salir del mar y la playa que estaba al frente y allí se forman unos grupos de muchachos que inventan distintos juegos y como Saúl lo está cuidando, estaba feliz. Jugaba béisbol de playa, jugaba trompo y elevaba papagayos. Mi ahijado Manuel el loco, asumió su lugar y nos acompañó en los 8 días que duramos en Río Caribe, a todas las excursiones que hicimos. Como a las 9:00 AM dimos una vuelta por el pueblo para que Lulú lo conociera todo y después tomamos carretera, pasando primero por Guayaberos, donde se fabrican los fuegos artificiales, seguimos a Churupal, Patucutal y otros pueblitos pequeños y grandes, hasta llegar a Yaguaraparo, que entonces era Municipio y ahora es Distrito, darle una vuelta al pueblo, comer patilla, beber coco tierno y seguir a Irapa, ya entrados en el Golfo de Paria y donde el paisaje es distinto, ya que las casas son de estilo inglés por su influencia de la Isla de Trinidad. Las calles se ven solas porque había un sol reluciente y fuerte. No encontramos nada que ver salvo el puerto, cuyas aguas son amarillas, con pocas olas. Hay otros caseríos llamados Yoco y Soro, con sus siembras de coco y una invasión de palometas, que al menor descuido, dejan caer sus desagradables pelos. Buscando otros ambientes seguimos a Guiria, una ciudad más grande, pero más antipática. Allí buscamos un Restaurant, una posada o sitio para almorzar, ya que eran las dos de la tarde. Nos metimos en el mejor y único Restaurant del Puerto, donde escogí un menú en base a camarones, que allí los traen los barcos pescadores que se asientan en el Puerto Libre. Tuvimos que esperar que prepararan los camarones, incluyendo su descongelación. Al fin comimos unos platos no agradables del todo, bebimos café y nos devolvimos a Río Caribe, viendo en las orillas de la carretera, arbustos florecidos de rosas de diferentes colores y en los árboles grandes de jabillos, guamos y otras especies, unos grandes helechos, que por su altura eran inaccesibles. Como estábamos en tiempos lluviosos, las aguas de los ríos discurrían por las quebradas vecinas. Las casas aparecían cerradas por la lluvia y ya la oscuridad se venía acercando. Regresamos a Río Caribe cargados de frutas, cansados del viaje, pero contentos de admirar los paisajes de la angosta Península de Paria y su exuberante vegetación.
El tercer día descansamos en Río Caribe. El mar amaneció radiante, con pocas olas y un azul profundo que permitía ver el fondo. Mi esposa se entusiasmó y decidió bañarse en la playa. Naturalmente, yo la acompañé y cuando el sol brillaba esplendoroso, metimos a la niña al mar y después de tenerla un rato adentro y ella pataleaba de alegría, la hundimos en el mar, de donde emergió asustada y rompió a llorar. Se calló cuando la sacamos y la sentamos en la arena sobre una toalla. Cuando el sol y el baño fueron suficientes, la trajimos a la casa, le sacamos el agua marina con varias totumazos de agua, se secó con toalla nueva y se armó el corral para ponerla en la puerta de la casa para que viera el mar y sintiera las caricias de la brisa marina. Al rato se le dio el tetero que le tocaba, una compota Gerber y la acostamos en su cama cuna protegida con su tapa de malla. Durmió sabroso hasta la tarde. Dejamos a la niña al cuidado de Melba y nosotros regresamos a la playa por unas dos horas más, cuando el hambre nos venció, vinimos a sacarnos el agua y después de vestirnos de sport nos sentamos a la mesa a almorzar. Mamá preparó ese día un sancocho de sierra fresca con sus ruedas, pepino criollo, cola y cabeza, además de bola de plátano, aguacate redondo de San Juan, aceite de castilla y picante criollo. Estaba tan sabroso que repetimos por varias veces, hasta que no pudimos más. Nos lavamos los dientes y a dormir en una hamaca sabrosa que teníamos en el cuarto.
El cuarto día, primero salimos para Carúpano, pasando primero por el Caserío de El Morro que, como siempre, se presenta sucio y con olores desagradables. Decidimos seguir a Carúpano, pasando por Puerto Santo. Llegamos al Mercado de Carúpano, recién inaugurando, que presentaba un buen estado. Me impresionó la Sección de Venta de Pescado Fresco, con todas las variedades de pescados locales, pescados grandes y variedades de mariscos y animales de mar que provocaba comérselos. En otra Sección están los pescados fritos que se comen con arepas terminadas de hacer y también otras variedades de comidas que incluyen hervidos de pescado, de carne y de gallina, aguacates y unos batidos de frutas criollas. Todo esto viene acompañado de gritos, cantos, llamados y adornos de flores en los cabellos. En el área adyacente está la Sección de Frutas y Verduras con sus numerosos puestos que compiten en la presentación de los productos. En la parte de atrás de esa Sección hay los puestos de pescado salado y de los pescados frescos de tamaño gigante. Todos los pasillos tienen concesionarios simpáticos, alegres y bien surtidos. Visitar este Mercado es dedicarle tiempo y aprender a vivir con humor y buen carácter. No sigo describiéndolo porque el tiempo se me iría cuando menos quería. En la parte central encuentras las carnicerías, las ventas de chorizo y morcilla, mariscos recién sacados, caracoles, mejillones, chipichipis e intercalados, puestos de venta de ropa, lencería y todo género de mercancía. El Patio Inferior cuenta con la venta y matanza de aves criollas y todo género de verduras y frutas, tanto al mayor como al detal, A la salida se ubican las vendedoras de arepas criollas y peladas, cachapas y meriendas de todo tipo. Visitar al Mercado de Carúpano es revivir el espíritu y renacer la esperanza de perdurar.
De Carúpano fuimos a bañarnos en las aguas termales de Poza Azul, con sus distintos pozos de baño, tanques e instalaciones, que con sus aguas cristalinas invitan a sumergirse en sus profundidades. Almorzamos en Poza Cristal y luego regresamos a Río Caribe, pasando por el Rancho que vende cachapas con queso recién hecho. Nos llevamos un poco para la casa y al llegar pasamos directo a dormir. En la noche nos trajeron: turrón de coco, suspiros, dulce de jobo, torrejas y arroz con coco que yo había encargado.
Los tres días siguientes los dedicamos al descanso para estar bien cuando saliéramos a la carretera. Fui con mi esposa a la Iglesia y le encantó la disposición de las naves y las imágenes que estaban en su interior. Igualmente quiso conocer el Cementerio y la urna del Santo Sepúlcro que lo mantienen en la casa de Sallito Flores. Alguien le habló de la imagen de Santa Rita y quiso conocerla.
En Carúpano compramos la leche de la niña y las compotas que no se conseguían en Rio Caribe. Dediqué el tiempo a hablar largamente con papá, le manifesté mi programa futuro, enfatizando en que me mantendría en mis treces de no inscribirme en ningún partido político y si por eso debía perder el cargo, que no importaba. Le expliqué mi plan sobre proseguir el Bachillerato y emprender luego una carrera universitaria, me alentó al respecto y me recordó sobre el futuro de los hermanos menores.
En víspera de mi viaje de regreso preparé las cajas de alimentos que me iba a traer, pero no quise divulgar la fecha de retorno, porque es costumbre en el pueblo, pedir colas para Caracas o preparar cajas y encomiendas para sus familiares. El día siguiente me levanté de madrugada, cargué mis cosas y mis pasajeros y emprendí mi viaje, encomendándome a Dios y la Virgen. Tuvimos un buen recorrido y a las 7:30 de la noche llegué a mi casa, guardé mis cosas, le entregué mi sobrino a Juanita y me acosté a dormir. Mi señora si se quedó un poco más tarde, mientras preparaba los alimentos y las medicinas de la niña y le echaba una limpiadita a la casa, sobre todo al baño, que es su obsesión.
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24 de septiembre de 2010
QUE ME HA DADO CARACAS-La Autopista Caracas La Guaira y el Banco Obrero.
En mis narraciones anteriores, totalmente escritas de memoria, olvidé, sin querer, hacer referencia a unos hechos ocurridos en el Banco Obrero, que en algo me rozaron, cuando trabajaba allá. En efecto, cuando nombraron al Dr. Julio Bacalao Lara como Director Gerente del Instituto, cumplió una labor aceptable y se mantuvo en el mismo durante pocos años. Era época de Dictadura, pero no se notaba mucho la represión, ya que el personal tenía muchos años de servicio y salvo pocas excepciones, no afloraba la cuestión política, hubo progreso. El personal se mantenía tranquilo por cuanto al asumir el cargo, el Director aprobó un aumento lineal del 10 % para todos. Fue tan inteligente, que se aprendió los nombres de casi todos los trabajadores y cuando nos veía, nos saludaba con nuestro primer nombre. En Venezuela, algunas personas se apegan a los cargos para los cuales han sido designados, que se mantienen pendientes de sus obras. Tal es el caso de Pepito González Lander, que se echó sobre los hombros el Metro de Caracas, desde su inicio hasta su conclusión y cuando entró en servicio, estaba pendiente de su mantenimiento y conservación y aquí todo el mundo se hacía lenguas sobre el buen funcionamiento del Metro.
El mismo caso se vivió con la Autopista Caracas La Guaira, cuando designaron como Director de Obra, al Ing. Marco Antonio Casanova, un profesional joven que se metió de cabeza en la realización de las obras, tanto las que se ejecutaban por contrato con Empresas Extranjeras, como las que se efectuaban por administración directa o con Empresas Nacionales. Presionaba para que las obras se terminaran para el día 2 de Diciembre, según lo ordenaba la Presidencia y debido a su dedicación todo salió de maravilla y Pérez Jiménez quedó contento con su actuación. Se supone que en el curso de le ejecución de la obra, él usaba sus días de descanso en viajes cortos a La Habana, México, Aruba y Santo Domingo. En esos viajes se vinculó con una señora muy bonita, cuyo hermano estaba casada con una cubana, por lo que, de repente, el señor se ligó con varias familias cubiches.
El Ing. Pedro Emilio Herrera era el Director Gerente para la fecha del magnicidio del Cnel. Carlos Delgado Chalbaud y en ese maremágnum de reorganización del gabinete, nombraron al Ing. Herrera como Ministro de Obras Públicas y para sustituirlo en el Banco Obrero, designaron al Ing. Julio Bacalao Lara. A los pocos meses, el Ing. Pedro Emilio Herrera renunció al cargo de Ministro de Obras Públicas y entonces para reemplazarlo, nombraron al Ing. Julio Bacalao Lara, quien duró varios años en ese Despacho y rindió una buena labor, según palabras del Presidente de la República. En virtud de la buena actuación que tuvo en la Autopista Caracas La Guaira, designaron al Ing. Marco Antonio Casanova como Director del Banco Obrero. Para nosotros era una noticia esperada, pero nos quedó la incógnita sobre el recién llegado. El hombre tomo inmediata posesión de su cargo y seguidamente designó su equipo de gobierno. Nuestro Gerente fue mantenido en su cargo, pero fue cambiado todo el equipo técnico del Instituto. De repente se fue llenando aquello de cubanos, que llegaron mandando y dando muestras de nuevos ricos. Trajeron a la novia como Secretaria del Directorio y a su hermano como Comisionado de la Dirección. En aquella fecha se estaba realizando el Campeonato Mundial de Beisbol Amateur y Cuba competía con un buen equipo, que bajo la dirección del Manager Cubano Oswaldo Castellanos, ganó invicto el Campeonato. Mundial.
El equipo cubano fue objeto de varios homenajes en el Instituto y de inmediato nació la idea de que el Banco Obrero reorganizara su equipo de Beisbol Amateur bajo la dirección del Manager Castellanos. El mentor de la idea fue el cuñado y se puso en práctica de inmediato. Para entonces había en Caracas la Liga de Beisbol Amateur, con varias categorías y en la Doble A estaba un equipo modesto del Banco Obrero, que conjuntamente con el INOS , la Intendencia Naval, los Sapos, y otros equipos, realizaban sus campeonatos anuales, siendo el sempiterno Campeón el equipo de la Intendencia Naval.
Cuando surgió el nuevo equipo del Banco Obrero, tenía en sus filas a tres jugadores del Equipo de Cuba que se quedaron aquí, incluyendo entre ellos al Campeón Pitcher y dos jonroneros. No conforme con esto, se dedicaron a piratear a los mejores jugadores de otros equipos, ofreciéndoles cargos en la Institución y buenos sueldos. En los tres campeonatos siguientes no hubo quien le ganara al Banco Obrero, hasta que terminó su hegemonía.,
Simultáneamente, llegó la época de Carnaval y el Banco Obrero se hizo presente con una preciosa carroza de dos pisos, bellamente decorada, que engalanaba una bella muchacha llamada Virginia Márquez, que con su sola presencia encandilaba con su iluminación. Quedó como Reina del Municipio y posteriormente como Reina de Caracas.
Con su triunfo en el ámbito deportivo y luego en la competencia de belleza, el Banco Obrero era enaltecido en las páginas de la prensa y con la llegada de Casanova, las Relaciones Públicas se dispararon favorablemente. En los salones del Club del Banco Obrero en Coche, se efectuaban unas fiestas bailables de tronío, con dos orquestas y una selecta concurrencia.
Siguieron llegando cubanos. Se incorporaron unas secretarias bonitas y con buen cuerpo, que con su sonsonete caribeño, embelesaba a los compañeros de trabajo y al bailar, se desataba todo el ritmo. Trajeron a un fotógrafo que al parecer era una estrella en su profesión, que se paseaba por los pisos y pasillos del Instituto, fumando un tremendo tabaco marca Cohíbas, que valía entonces Bs. 15,oo y dejaba su aroma en el ambiente. Se coló la especie de que el Banco iba a editar primeramente una Revista lujosa, con circulación trimestral, que se llamaría Revista del Banco Obrero, donde un conjunto de reporteros, escritores y periodistas, tanto criollos como extranjeros, abordarían los temas más álgidos e interesantes de la Nación, especialmente los relativos a la vivienda y su entorno. Se tramitó la compra de un equipo de impresión a colores, de última generación y se organizó una distribución, a nivel nacional, para todas las ciudades y urbanizaciones del Banco Obrero y la punta de lanza fue el envío de fotógrafos y reporteros que adelantaran el material. No había limitación en el gasto, todo estaba justificado. En el Instituto había movimiento, desfile de gente rara, algunos criollos estaban hablando cubano, siempre había un cubano cobrando en la Caja, por cualquier concepto.
Se envió una Comisión a Estados Unidos para seleccionar la imprenta y demás equipos para la Revista, el cual arribó al País en un plazo breve, se nombró al Director, el cuerpo de redacción y el resto del personal, que inmediatamente empezó a trabajar para la edición del número de prueba y el Primer Número. Pero se les presentó el primer problema y era grave. ¿Donde ubicarían ese equipo, que en algunos casos era voluminoso? Se pensó entonces en mudar a la Unidad de mantenimiento y conservación, que estaba en la Planta Baja del Bloque 4, pero al ver el numeroso equipo de trabajo y la cantidad de material que allí se acumulaba, tuvieron que descartarlo. Pero les quedó como alternativa, los locales interiores del Bloque Nª 1 , donde funcionaba, debidamente organizado, el Archivo del Banco Obrero, contentivo de toda la documentación, planos, estudios de suelos, informes, documentación oficial y en general, todos los documentos importantes del Instituto, desde su creación en el año 1.928, hasta el año 1.957, es decir, 29 años de historia, que ya resultaban pequeños para lo voluminoso de los recaudos y que obligaba más bien, en estudiar algún sistema de microfilmación, ya que estaba aumentando exponencialmente y en poco tiempo, rebasaría su capacidad. Encontraron ese espacio ideal para sus fines y rápidamente propusieron al sótano del Bloque 3 de El Silencio, para ubicar al Archivo y lo que no cupiera, fuera llevado al Taller de Carpintería de Catia. Fue aprobado por el Directorio el traslado, procediendo a la mudanza, sin orden ni concierto y sin pensar en los daños que sufrirían los documentos, con la humedad, los hongos, los insectos y el moho que atacaría al papel. A nadie le importó el grave daño que se causó a la Institución, ni se pensó en restaurar los documentos dañados, ni en reponer los extraviados.
Al llegar la imprenta y los equipos de Estados Unidos y resuelto el problema que se les presentó con la energía eléctrica, se instaló el Equipo y entraron a trabajar con la Edición de Prueba. Siempre se pensó en usar papel satinado y con profusión de color.
La edición de prueba fue todo un éxito, la revista tenía un tamaño mediano y el diseño guardaba relación con el objeto propuesto. No faltaron los reportajes sobre las Urbanizaciones emblemáticas del Instituto, los logros alcanzados y el futuro provisor que se esperaba. Los reportajes sobre Pérez Jiménez eran un dechado de exaltación y la “jaladora de mecate” abierta o disimulada, dejó muy atrás a las que le hacían los mismos personajes a Fulgencio Batista en Cuba. En materia de papel, el uso indiscriminado del color y el empastado de los ejemplares, su calidad era extraordinaria.
El Dictador le dio el Visto Bueno a la Revista y ordenó la profusión de la publicación a todo el País. Si la prueba fue buena, el Primer Número fue mejor. Hubo un coctel de presentación, con asistencia de las más altas autoridades del Gobierno e invitados especiales de Venezuela y del Exterior. Los cubanos mandaban, gastaban, cobraban y algunos, como el fotógrafo de marras, trató de enamorar a Virginia, pero se encontró con una mujer virtuosa, de dignidad y decencia, que a las primeras de cambio lo puso en su puesto y la largó con cajas destempladas, hasta que tuvo que largarse a Cuba, ordenado por la Presidencia de la República.
Los gastos por la edición de la Revista fueron cuantiosos, hasta el punto que solo se editaron 4 ó 5 números y obligó a descartar la idea de crear una Revista Mensual, para todo público y a los dos años, la idea fracasó, debiendo liquidar el aparato armado. Allí empecé yo a hacer mis diligencias para lograr la beca para el estudio en Europa o Estados Unidos.
La Junta Administradora del Instituto decidió eliminar la Revista del Banco Obrero y sacar a la venta la imprenta y todos los equipos, produciéndose una puja que ganó un financista marabino, que empezó a editar la Revista “MOMENTO”, que duró varios años circulando, hasta que sucumbió.
En sustitución de Casanova, designaron a un Ing. Civil veterano, amigo del Régimen y miembro de la godarria tachirense, de nombre Alberto Díaz González, a quien le tocó recoger las velas desplegadas que dejó su antecesor, pero muy amigo de los chismes y con tendencia a exigir la adulancia por parte de los hombres y la simpatía y facilidad, por parte de las mujeres. Yo sabía que él me tenía ojeriza porque me iba del Instituto por propia voluntad y se vengó negándome las prestaciones sociales, cuando presenté mi renuncia al cargo.
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23 de septiembre de 2010
QUE ME HA DADO CARACAS - Regreso a Venezuela
A nuestro regreso a Venezuela por Maiquetía, nos esperaba una numerosa concurrencia, muy contenta de nuestro arribo. Pasamos rápidamente por la Aduana, tomamos nuestro equipaje y seguimos a Caracas, donde nos reunimos en nuestra casa de Coche. Allí estaban viviendo papá y mamá, deseando que volviéramos pronto, ya que no se acostumbraban a Caracas y estaban locos por regresar a Río Caribe.
En efecto, cuando decidimos irnos a Italia, se vio la oportunidad de que mis padres se vinieran a Caracas, para acompañar a los hermanos menores, que estaban dispersos en distintos hogares. El problema era que se haría con la casa de Río Caribe, que no podía quedar sola. Surgió una solución con un amigo de mis hermanos que decidió montar un negocio en La Logia y residir en el inmueble. Apenas nos fuimos nosotros de la casa, se mudaron mis padres a Coche con Beto, Salvador y Saúl. Ellos aceptaron a regañadientes la venida a Caracas, pero nunca se sintieron a gusto, sobre todo mamá y cuando le hablaron de la posibilidad de nuestro regreso, vio a Dios y les dijo a los hermanos, que hablaran con el inquilino de La Logia, para lograr la desocupación de la casa.
Después de largas conversaciones y el compromiso de resarcirlo de algunos gastos, el inquilino convino en desocupar la casa. Así que cuando nosotros llegamos, todo estaba arreglado. Se mantuvieron en Coche unos días más y luego emprendieron jubilosos el retorno a Río Caribe.
Nos acomodamos de nuevo en nuestro hogar, recibimos múltiples llamadas telefónicas de bienvenida y algunas visitas de familiares y amigos, sobre todo de vecinos. Hicimos nuestro primer mercado y empezamos a llevar vida normal. El lunes siguiente me presenté en la Oficina de Estudios Especiales de la Presidencia, que había instalado una dependencia en Puente Hierro, para atender a los becarios. Ellos no tenían hasta entonces ninguna decisión sobre lo que iban a hacer con el conjunto de becarios que habían regresado, si unos iban de nuevo a Italia o Estados Unidos, y quienes se quedaban definitivamente en Venezuela.
Por mis conocimientos, me asignaron al área administrativa y allí me encontré con el Sr. César Morazzani, a quien conocía hace tiempo y me pidió colaborara con él para resolver la carencia de personal. Con gusto le contesté afirmativamente y empecé a realizar las labores que me asignaron. En la primera oportunidad que tuve, fui a visitar a mis amigos del Banco Obrero, quienes me recibieron con muestras de simpatía y cariño. Tuve un saludo especial para Víctor Rojas, mi viejo amigo, quien me dijo que había la oportunidad de reintegrarme a mi cargo, ya que por los acontecimientos ocurridos, se estaba realizando una reorganización. En el Instituto se habían removido todos los altos directivos, así que estaba al frente de la Dirección el Ing. Raúl Hernández y mi llegada era providencial. Inmediatamente le dije a Rojas que sí, ya que no podía negar mi regreso a lo que siempre consideré mi casa paterna. Rojas me dijo que inmediatamente iba a redactar el Punto de Cuenta y que para el lunes o martes, estaba aprobado mi reingreso.
Morazzani me ofreció un cargo en la Oficina de Estudios Especiales de la Presidencia, pero yo le expliqué el argumento que tenía para volver al Banco Obrero por lo que le agradecí el gesto y tuve oportunidad de hablar con su esposa Panchita Morazzani, quien trabajó conmigo durante varios años.
La semana siguiente me reintegré al Banco Obrero y hasta una torta de Bienvenida me pusieron en la tarde. Había mucho trabajo atrasado e inmediatamente me aboqué a la reorganización de la Sección y además me asignaron la Supervisión de las Gerencias del Interior del País.
Estaba muy contento y solo recibí demostraciones de aprecio y amistad. Era época de elecciones internas y me incluyeron en una plancha para Vice-Presidente de la Caja de Ahorros y dicha Plancha arrasó y ganamos de calle. A los 4 meses hubo elecciones para el Club Social del Banco Obrero y nuevamente me incluyeron en una Plancha, esta vez como Vocal y también gané. Para todos los compañeros del Banco, era como si yo no me hubiera ido nunca de mi cargo. Rápidamente me ambienté y el viaje a Italia me quedó como una aventura mal vivida, pero siempre me quedaban reminiscencias.
En efecto, mi compañero de alquiler del apto. de Terni, me quedó debiendo plata de un carrito que compró, pero no podía apurarlo porque a él también le llego la orden de regreso de improviso y tenía obligaciones pendientes por cubrir. Dejé en suspenso cualquier gestión perentoria, pero cuando yo tenía todo listo para mi retorno, fueron a mi casa a plantearme un problema que confrontaba el Maestro Técnico del Ejército, quien siempre fue buena gente y buen amigo. Se trataba que cuando el militar fue becado para Italia, se llevó de aquí un carrito inglés marca Vauxall, que le sirvió maravillosamente en su estadía en Europa, pero cuando fue a la Questura a tramitar el permiso para regresar a Venezuela, la autoridad le impuso la obligación de sacar su carro del País y eso le impedía viajar y él no tenía plata para pagar al Barco transportista, el flete y el seguro obligatorio y como sabían que yo tenía algunos ahorros, me pedían como favor que yo pagara esos gastos y que al llegar a Venezuela ese carro sería mío. A mí, en principio, no me gustó el negocio, ya que no quería ninguna clase de problema, pero como llegaría a Caracas sin carro, era una oportunidad para obtener de una vez un vehículo. De nuevo me embarcó mi co-inquilino del apto. de Terni. Exigí la firma de un documento de traspaso, pagué mis $ 210 y a esperar el resultado .Cuando llegamos aquí tuve que conminar al Mestre Técnico para que sacara el carro de la Aduana y me lo entregara, pero se hacía el loco, hasta que tuve necesidad de apelar a un compadre y amigo, que estaba trabajando con el Ministro de Transporte y Comunicaciones para que me hiciera los trámites de renacionalización y pago de gastos pendientes, para recibir el carro con un poder que me dio el Maestre Técnico y salir de ese problema. Apenas pude, vendí el cacharro, recibí parte de los gastos y no quise saber más del asunto, sobre todo cuando supe que el militar se había matado descerrajándose un tiro en la sien.
En mi casa todo iba bien, esperando el desenlace de la campaña electoral, que estaba reñida entre el candidato oficialista, el Contralmirante Wolfang Larrazábal y el dirigente de Acción Democrática, Rómulo Betancourt, ya que los demás no contaron. Fueron 4 meses de mítines, marchas, propagandas, escándalos, peleas, hasta que llegó la fecha de elección y ganó la Presidencia, Rómulo Betancourt y empezó a nueva etapa para Venezuela.
22 de septiembre de 2010
QUE ME HA DADO CARACAS - Navidad en Terni
Regresamos a Terni de nuestro viaje a Nápoles y visita a sitios turísticos. A las 12.00 M del día 24 de Diciembre del año 1.957 nos incorporamos a nuestra vivienda y nos dieron la noticia de que mi tía Paela me había enviado por Aeropostal un paquete con seis hallacas y un dulce de lechosa sin melao. De las hallacas se perdieron dos porque la Aduana del Aeropuerto le metió un punzón para ver que era. Hicimos un trámite rápido y le pedimos el favor de enviarnos el paquete con un taxista mensajero con pago en destino. Encontramos la ciudad con sus avenidas principales adornadas con guirnaldas y flores artificiales. Se notaba alegría en el ambiente. Las autoridades permitieron en ese día la venta en la calle de mercancía navideña: licores, regalos, dulces, bufandas, suéteres, galletas, frutas, fuegos artificiales y variedades en juguetes y regalos infantiles. Se hicieron las compras de última hora, ya que algunos becarios solteros o casados sin pareja, manifestaron el deseo de acompañarnos en Navidad. Nuestro problema era la falta de asientos suficientes para los invitados, pero eso se le advirtió a los involucrados. Las cenas navideñas en Italia son en horas tempranas de la noche, así que las reuniones comienzan por lo regular, entre 7.00 y 8.00 PM y terminan antes de la medianoche. Los paisanos se presentaron con regalos, algunos licores, galletas, frutas confitadas, más periódicos y revistas venezolanas. La reunión fue muy agradable, intercambiamos regalos, brindamos con champaña, cenamos tipo buffett, con lechón horneado, jamón de varios tipos, salchichón, quesos y panes largos. Se brindó con vino tinto y finalmente se dio por terminada a las 12.00 PM.
La tradición navideña italiana es que las fiestas y celebraciones se realizan el día 25 de Diciembre y no tienen, como nosotros, cenas el día 24. Así que en el día vimos y oímos las celebraciones que se hacían en los apartamentos vecinos y no faltaron algunos de ellos que nos mandaron dulces y granjerías caseras.
Los días transcurridos entre Navidad y Año Nuevo los dedicamos a visitar los pueblitos cercanos, con más holgura y tranquilidad, ya que el compañero de apartamento consiguió por fin, con el proveedor de Accuaesparta, un carrito Fiat Topolino, viejito, pero conservado, cuyo valor fue pagado en parte, con una cantidad que le presté. La Navidad es una fiesta bonita en todo el mundo y nosotros nos sentíamos apegados a ese pueblo tan alegre y acogedor. Había en los alrededores, pueblos pequeños de escasa población, entre 600 y 2.000. habitantes, que nunca habían visto un extranjero y menos a un “negro”, vestido con ropa extraña y hablando italiano. Todos los pueblitos tenían la misma estructura, la placita al centro, las casas alrededor de ella, un Bar Posada, donde los hombres jugaban por horas “el tute”, similar al dominó pero con barajas. Cuando yo entraba al pueblo y me bajaba para entrar al Bar, los pocos clientes me veían con asombro, extrañados por el color y cuando saludaba con un “Buon Giorno” o “Buena Sera” la extrañeza era mayor e iban saliendo disimuladamente para llamar a la gente de su casa para que vieran al “Nero Extraño” y salía ese gentío a vernos. Eso se repetía en todos los pueblos. Ahora salíamos en caravana los dos carritos y alguna vez se nos colaba un becario diferente.
Nos dedicamos a organizar la reunión para el Día de Año Nuevo. Mandamos decenas de Tarjetas de Navidad y recibimos otro tanto. Las noticias de Venezuela eran buenas. Muchas esperanzas para el nuevo año y esperando los resultados de nuestras gestiones sobre reubicación.
La reunión de Año Nuevo fue distinta a la de Navidad. Todos los asistentes sentíamos nostalgia por nuestra familia y amigos en Venezuela. Para muchos era la primera vez que estaban fuera de casa y de sus familiares. La mayoría se refugió en la religión y asistieron masivamente a la Misa Especial de Fin de Año que se celebró en la Iglesia ubicada frente a nuestro Edificio. Se invitó a nuestros paisanos para las 8.00 PM del día 31 de Diciembre, para recibir el nuevo año a la hora que se efectuaría en Venezuela, por la diferencia del huso horario. A medida que iban llegando a nuestro apartamento, nos saludábamos con efusión, cruzábamos noticias de Venezuela, incorporábamos al buffet lo que trajeran para comer o beber y nos sentábamos a tomar un trago para alegrar el ambiente. Poníamos los pocos discos y LP que teníamos y poco a poco, con la ayuda de los tragos nos distendíamos y hacíamos grato el encuentro. A la hora de Año Nuevo italiano, contamos los segundos con el consumo de uvas y en el momento indicado dimos, nuestros gritos de Feliz Año y empezó el jolgorio de canciones, bailes y felicitaciones, sin que faltaran los llantos por la lejanía.
Ya nos habían contado que en las fiestas de Año Nuevo, inclusive en todo el día, es tradición que las familias se deshagan de los cachivaches, muebles viejos, ropa usada, cosas inservibles y en general, todo lo que no se necesite, arrojándolos por las ventanas, así que todo el mundo toma sus precauciones y no estacionan los vehículos bajo las ventanas, ni en los alrededores de los edificios y por un día toman la vía central de la calle, como estacionamiento provisional, así que mientras nosotros celebrábamos, oíamos el ruido de las cosas al caer y los gritos que emitían los vecinos en su euforia.
Nosotros, en nuestra alegría del encuentro, no paramos de cantar, bailar, comer y brindar. Cuando estábamos preparados para recibir el nuevo año venezolano, que sería como a las 6.00 de la mañana de allá, se presentó una vecina del piso de arriba, que nos pedía termináramos la fiesta y la bulla, ya que su familia no podía dormir. Nosotros no le hicimos caso y seguimos nuestra celebración como si estuviéramos en Venezuela y al rato se presentó una Brigada de la Policía y en términos perentorios nos conminó a que apagáramos el aparato de sonido y cesaran la bulla, so pena de llevar a todos los concurrentes, detenidos a la Policía.
Ante esa orden terminante, procedimos a apagar el equipo de sonido y dar por terminada la fiesta. Ya eran como las 2:00 de la madrugada y nos fuimos a dormir. Como a las 10:00 de la mañana del día de Año Nuevo, nos despertamos por los golpes a la puerta en forma reiterada y contundente. Ante la alarma nos paramos y abrimos la puerta, encontrando a seis de nuestros paisanos becarios que venían a avisarnos que en Venezuela había habido un alzamiento de la Aviación y habían bombardeado a Caracas. Que había ocurrido un cambio de Gabinete y que la población estaba consternada. Como no teníamos medios de comunicación con Venezuela y solo había información por medio de una Radio Rebelde que trasmitía desde España les hicimos la sugerencia de que buscaran por allí la información y si sabían algo nos avisaran. Ya no pudimos dormir más, nos quedamos a esperar nuevas noticias, pero los que nos visitaban venían más bien a buscar información.
El día 2 de Enero de 1.958 compramos todos los periódicos para ver que noticias incluían en sus páginas, pero no había mayor cosa, sino preocupación por los italianos que estaban en Venezuela. Nosotros éramos conocidos en Terni y la comunidad, en general, mostraba simpatía hacia nuestras familias. Las noticias nos llegaban intermitentes, sin confirmación y filtrando las cosas que nos decían, llegamos a la conclusión que un grupo de militares de la Aviación se habían levantado el día de Año Nuevo y con el armamento que le permitió la Dictadura, bombardearon algunas bases de Caracas, pensando que los cuarteles y la población se sumarían al golpe, pero no hubo nada de eso y vista la indiferencia, se asilaron en Perú, sin haber logrado su objetivo. En virtud a esa asonada, Pérez Jiménez dominó la situación e hizo cambios en las Guarniciones, en el Gabinete y en los cargos importantes, amainando el temporal, pero no resolviéndolo, ya que el malestar continuó y culminó con el posterior golpe de Estado.
El día 7 de Enero de 1.958 nos reincorporamos en nuestra actividad en la Siderúrgica y los trabajadores se mostraban inquietos con nuestra situación y muchos no vacilaron en ponerse a la orden bajo cualquier circunstancia que se presentara, lo cual agradecimos sinceramente. Recibimos la visita de un Ing. de apellido Freire, que hablaba el castellano como un musiú y el inglés como un trinitario, quien nos informó que se estaba revisando la situación nuestra y posiblemente recibiríamos un cambio para Genova. Que siguiéramos como estábamos, esperando las nuevas noticias.
La situación era tensa, ya la prensa le prestaba más atención a las noticias venezolanas, hasta que reventó la presión y el General Pérez Jiménez se vio obligado a abandonar el País en un avión llamado “La Vaca Sagrada”. Asumió el mando una Junta de Gobierno presidida por el Contralmirante Wolfang Larrazabal e integrada además por otros militares, de los cuales hubo el repudio de dos de ellos y fueron cambiados por dos civiles.
En Italia, las noticias eran alarmantes. Se publicaba en Primera Página que en Venezuela estaban matando italianos, como venganza por la actuación de un italiano llamado Gagliardi, que era socio y constructor de Pérez Jiménez. Ante esa noticia y otras más alarmantes, algunos italianos nos veían con aprensión, pero la gran mayoría estaba con nosotros. Con los días la situación se mantuvo confusa, hasta que nos visito un Ing. de apellido Giménez, quien nos ratificó nuestro cambio para Génova a recibir entrenamiento en la Siderúrgica Cornigliano en Génova, mucho más moderna y actualizada. Preguntamos si ese cambio era definitivo y podría uno asumir el compromiso de alquilar un apartamento, comprar un carro o asumir otro tipo de obligaciones. Nos ratificaron el cambio definitivo, para recibir entrenamiento durante dos años y luego se definiría si debía ir a Estados Unidos o a otro País de Europa.
Ya con esa aprobación de cambio a Génova, comencé a desmantelar mi estructura personal de bienes, que estaba constituida por el carrito Fiat 600 y los muebles de casa que había comprado, procedí a dejarle el carrito Fiat a un compadre que se iba a quedar en Terni y asumiría la deuda con el acreedor, que era el hombre de Acquesparta y que él me pagaría lo que yo había cancelado a cuenta del precio, mediante cuotas mensuales. Los muebles que yo había pagado en efectivo, se los vendí a otro becario, que conjuntamente con otros paisanos, se quedaría con el arrendamiento del apartamento. Quedó en pagármelos en los próximos meses. Por supuesto, cuando yo regresé a Venezuela junto con mi familia, ninguno de los dos deudores me pagó nada, eso fue para mí una pérdida total, así como también lo fue el préstamo que le hice a mi co-arrendatario del apartamento de Terni para comprar el carrito Fiat Topolino y la mitad del depósito en garantía que le dimos al arrendador. Total, que fue un negocio fallido para mí, visto por donde lo veas.
Resueltos todos mis asuntos en Terni, me fui para Génova y llegué en un hotel en Pegli, donde decidiría si alquilaba un apartamento pequeño o tomaba otra decisión. En Génova estaban muchos becarios que llegaron primero y entre ellos se destacaba un Sargento Mayor del Ejército, a quien conocimos en el curso y era un bromista de primera, quien ante la noticia de nuestra llegada, dejo correr la especie de que en este grupo venía un cacique indiano verdadero y le dijo a su barbero que al nomás llegar, me llevaría donde él para que me cortara el pelo, pero debía tener cuidado, porque el cabello era como un alambre. A otros italianos les dijo otras cosas, así que había expectativas con mi llegada, sin nosotros saber nada.
Al día siguiente de nuestro arribo, nos presentamos en la Siderúrgica Cornigliano con nuestros documentos y allí nos recibieron muy bien y después de una larga entrevista, me enviaron al Dpto. Técnico, Recursos Humanos, donde me establecieron un programa de entrenamiento por el lapso de 20 meses, que comenzaría el lunes siguiente.
Yo quedé muy contento por la forma como se arreglaba mi caso y ante la indecisión sobre la vivienda, acepté la oferta de un paisano que alquiló un bello apartamento localizado en pleno Boulevard, con la mitad internada en el mar y que él alquiló junto con otro venezolano, quien se marchó y lo dejó en la estacada con esa obligación, ya que la renta era alta. Yo acepté porque el tipo era buena gente y su mujer también y estaban en una situación difícil.
Resuelto el caso del entrenamiento, fundamental para mí, con posibilidad de arreglar el problema de vivienda, solo me quedaba la compra de un automóvil nuevo y al efecto me acerqué hasta la Agencia Principal de la firma Mercedes Benz, donde les manifesté el deseo de comprar al contado un carro 1.958, tipo 180. Al efecto, me dijeron que no tenían carros disponibles, pero como yo iba a comprar al contado, podíamos hacer el documento de venta, encargarlo a la Fábrica y dentro de dos meses ir a buscarlo a Sttutgard en Alemania. Acepté la proposición y les entregué un cheque por Un Mil Quinientos Dólares ($ 1.500.oo). Pasamos a escoger los detalles del carro. Ellos tenían un folleto integrado por hojas de plástico grueso con el cual se iba armando el carro. Lo primero que se ponía era el chasis de un carro tipo 180. Seguidamente le montaban el motor y la carrocería. Después le agregaban el radiador, los parafangos, parachoques, protector de parachoques, batería y finalmente el volante, con el emblema de la Mercedes Benz u otro especial con las iniciales del nombre del comprador, que se repetía en las tapas de los neumáticos. Después de armar el carro en plástico, se firmó el contrato y se estableció la fecha de entrega, que en mi caso fue el 17 de Mayo de 1.958 en la ciudad de Sttutgard en Alemania. Yo me sentía contento, mi mujer le agradaba el lugar, al lado teníamos un balneario de playa, que se veía desde mi habitación en el apartamento, la esposa del becario resultó una persona agradable, al igual que sus hijos, aunque no tenía mucha instrucción y dejaba ver su procedencia humilde. Hicimos buena amistad, hasta el punto de pedirnos que le bautizáramos el último hijo, lo cual hicimos, pero más nunca hemos visto al muchacho, que ahora debe tener 52 años.
Estábamos en el mes de Abril, en plena primavera, pero ese año llovió mucho y había frío, los carros italianos eran viejos y los que se habían consolidado después de la guerra y pudieron comprar un carrito nuevo, lo cuidaban como la niña de sus ojos y le pulían la carrocería hasta dejarlos relucientes. Dentro de lo que cabe, nosotros hablábamos más o menos el italiano y el documento de identidad era nuestro pasaporte, que era especial y cuando debíamos identificarnos, las autoridades nos guardaban la debida consideración y hasta la impunidad, cuando nos hablaban y nosotros simulábamos que no entendíamos nada. Como vivíamos en Pegli, un paraíso turístico cercano a Génova, teníamos que ir en el carrito, porque llovía mucho y como había muchas líneas férreas, debíamos tener cuidado al frenar, porque los carros se coleaban. Un día iba con mi esposa por la vía entre Pegli y Sestri Levante y estaba cayendo un palo de agua e iba delante de mí una camionetita Fiat 1100 que frenó de repente y yo no pude detenerme y le llegué en un parafango. Cuando el italiano se bajó de su vehículo en pleno chaparrón y corriéndole el agua por la cara, me echó la culpa de la colisión, a lo cual le contesté, sin salirme del carro, que el culpable era él y que debía pagarme los desperfectos. Seguimos discutiendo y al ver el pobre italiano, que conmigo no iba a lograr nada, salió corriendo para la esquina anterior, para poner la queja ante el policía de tránsito que allí estaba. Volvió corriendo el italiano a decirme que el policía me mandaba a llamar. Yo le reiteré que no iba un cipote y me quedé en el carro. Seguía lloviendo y el italiano, destilando agua, regresó a darle mi respuesta al policía, el cual con la rabia que es de pensar, vino hasta mí, como un Mussolini bravo, y de mala manera me pidió mi documentación. Yo le di las buenas tardes en español y le mostré mi pasaporte, agregándole que yo no entendía italiano, a lo cual respondió el policía formándole un zaperoco al italiano, diciéndole ¡No ves que ese señor es un diplomático: que no habla italiano y Ud. lo está ofendiendo! A lo cual el italiano no le quedó más remedio que aceptar el regaño, mientras le decía: ¡Sí parla! ¡Si parla! ¡Sí parla!
Todo marchaba bien y así se lo hicimos saber a nuestra familia en Venezuela, que estaba preocupada por lo indefinido de nuestra situación. El apartamento donde estábamos viviendo era un inmueble de lujo, que formaba parte de un Edificio construido entre el mar y la playa con vista hacia ambos lados de la orilla. Era probable que nosotros nos quedáramos solos en el apartamento, ya que el compadre estaba confrontando problemas económicos y además tenía el suegro enfermo con cáncer y la familia estaba requiriendo su presencia. Empezamos a notar una cosa rara y era que la señora que iba semanalmente a limpiar el apartamento, pagándola las dos familias, no entraba a limpiar nuestra habitación y mi esposa tenía que asearla. Hasta que un día la señora no volvió más. Después fue que me enteré que el Maestre Técnico del Ejército, a quien la misma señora le limpiaba su apartamento, le dijo que yo era un cacique indiano, que “ manyaba serpente “ y que dentro de una maleta que tenía en la habitación, tenía una “serpente grossa cosí” y le enseñaba con las manos como era la culebra. Por supuesto, esa señora no entró más nunca a nuestra habitación y a las primeras de cambio dejó el pelero y no volvió más.
La ciudad de Génova es una urbe monumental, con una historia antiquísima cuya data se pierde en los velos del tiempo. No es tan grande como otras del País, pero más vieja, por su carácter de Puerto Marítimo, con un movimiento comercial importante. Tiene un núcleo central de alta densidad, edificios bellísimos y comunicación por tren y tranvía. Tiene además un considerable número de Barrios, que por el Oeste se prolonga siguiendo la orilla del mar. En esos Barrios vive una población numerosa que aparte la parte plana del valle, se extiende por las colinas y cerros de la ciudad. En el Este de la ciudad están, en orden de importancia, el puerto y sus depósitos, con sus terminales de pasajeros, áreas recreativas portuarias. Cuenta con varias industrias destacadas, recordando ahora las poblaciones de Sestri Levante y Sestri Poniente, donde están ubicados los principales astilleros, que por lo estrecho de la playa, casi invaden la carretera. Allí tenía que detenerme con frecuencia, para ver detenidamente el proceso de construcción simultánea de varios buques transatlánticos, donde se veía un enjambre de trabajadores, ocupados en las distintas fases de la construcción, cascos, motores, puentes, dormitorios, salones lujosos de recreamiento, ascensores, casinos, tiendas, chimeneas, equipos electrónicos, escaleras, piscinas, salones de baile, comedores y en fin, unas verdaderas ciudades flotantes que, lamentablemente, no podíamos subir a conocerlos. Parados frente a los barcos, parecíamos insectos ante la majestad de las naves. Había otras localidades, pero es este momento no recuerdo sus nombres, pero sí recuerdo que viniendo solo en mi carro, un día muy claro, por curiosidad quise conocer las interioridades de un barrio europeo. Paré el carrito y emprendí la subida a uno de los Barrios que se iba desarrollando por las sinuosidades del cerro. Eso eran casas y casas, con gente en cantidad ocupando las viviendas, que eran antiquísimas y que terminaban en un recodo y se abría otro y las casas eran construidas unas sobre otras, muchas mujeres mal vestidas, que hablaban en dialecto genovés. Cada cierto espacio se ubicaba lavanderías al aire libre, donde aprovechaban el agua y golpeaban la ropa sobre unas piedras. Toda la gente me veía con extrañeza, yo los saludaba y ellos no me entendían, pero no, me arredré y seguía subiendo y bajando, hasta que llegó un momento que me perdí y subía por una callejuela y volvía a caer donde estaba. Me asusté, pero no perdí el ánimo y le ofrecí una propina a un muchacho para que me sacara de allí a la carretera. Más nunca se me ocurrió subir a barrios.
Después que tu pasabas los dos Sestri, tanto el Levante como el Poniente, el Terminal de Pasajeros y otros Barrios llegabas a una Comunidad Nueva, donde existía el Museo Naval, varios Parques y Jardines, Edificios Residenciales, Plazas, Zonas Comerciales, Balnearios y otros lujos de sus pobladores. Ese pueblo se llamaba Pegli, con una buena organización, un ayuntamiento celoso con el cumplimiento de las Leyes y que como ciudad turística mantenía un Censo de todos los pobladores, con mayor celo con los extranjeros. Naturalmente, para vivir allí había que pagar impuestos de estadía, de estricto cumplimiento y al llegar a la ciudad, recibías una cita obligatoria para asistir a la Questura, llevando tus documentos, para registrarte y establecer el monto de tu impuesto. Todo eso lo habíamos hecho mi esposa y yo. No teniendo por lo tanto, ningún problema en esa materia.
Entre los años 1.957 y 1.958 se desató en el mundo un movimiento hippie y como Pegli y concretamente por la Avenida donde vivíamos, que era la ruta para la ciudad de San Remo, Niza y Montecarlo y más adelante, la frontera con Suiza por la ciudad de Lugano, se veía plagado de estos hippies, hombres y mujeres, descalzos y con vestidos extravagantes, que viajaban valiéndose del dedo pulgar. Igualmente el balneario libre, en la orilla de la playa, por donde varaban los barcos de pesca, allí se echaban estos extravagantes y duraban día y noche en ese plan, hasta que venía la policía y los sacaba. Para esa fecha anochecía a las 10:00 de la noche y amanecía a las 4:00 AM.
En la Siderúrgica todo iba bien para mí, ya que al conocernos más, los técnicos se dieron cuenta que yo tenía una buena preparación, ya que era bachiller y además tenía aprobados cursos de Contabilidad y Auditoría. Se vieron obligados a cambiar mi programa de entrenamiento, para hacerlo más intenso y con mayor intensidad en el entrenamiento. Por supuesto, yo estaba contento y haciendo planes para hacer más productiva mi estadía y entre otras cosas, traer un familiar para que acompañara a mi esposa y ayudara en la casa. Naturalmente, esto es cuando quedemos solos en el apartamento.
Dábamos gracias a Dios porque todos los problemas se hubieran resuelto, cuando me llaman de la Gerencia de la Siderurgia y me participan que según orden de la Oficina de Control de Becarios, con sede en Milano, debo regresar a Venezuela en un plazo de un mes y presentarme ante la Oficina de Estudios Especiales de la Presidencia de la República en Caracas.
Aquello me cayó como un baño de agua helada, porque fue inesperado y me obligaba a desbaratar todos mis planes. A mi esposa le causó igual sorpresa, pero no le cayó mal. Como no teníamos mucha plata, ya que pagamos el carro Mercedes al contado, le expliqué que había dos alternativas: 1) Esperar que me entregaran el carro y tramitar su envío a Caracas. Regresaríamos con carro a Venezuela, pero no conoceríamos nada de Europa ó 2) Suspender la compra del carro y pedirle a la Mercedes nos devolviera parte de la plata, que luego se la enviaríamos de Venezuela, para que nos pusieran el carro en Caracas. En ese caso regresaríamos sin carro, pero habiendo conocido ciudades importantes de Europa. Le hicimos el planteamiento a la Mercedes y nos pidieron un día para consultar con la Casa Matriz en Alemania. Efectivamente, al día siguiente nos dijeron que me aprobaban el reintegro de $ 1.300.oo y la retención de $ 200.oo para la negociación final. Hicieron el papeleo, me dieron un cheque y con él nos fuimos a Génova a la Agencia de Viajes Danza, la de más prestigio en Europa, para que nos programaron un viaje con duración de un mes por las siguientes ciudades: Milano y Venecia en Italia, Zúrich, Berna y Ginebra en Suiza, París y Niza en Francia, regresando a Italia por San Remo. Dejamos allí todos nuestros documentos para que ellos prepararan el viaje y nosotros recibiríamos los recaudos, pasajes en tren, pasajes en avión, distintivos, reservaciones y pagos en todos los hoteles. Efectivamente, el día siguiente regresamos a la Agencia y nos tenían todo organizado para emprender el viaje el día siguiente, para lo cual un representante de la Agencia nos esperaría, con los asientos de tren ya reservados en la Estación Ferroviaria de Génova a las 8:00 AM para emprender nuestro periplo. Allí, a la hora convenida nos esperaba el ejecutivo de la Empresa, con un maletín contentivo de los recibos y documentos, debidamente ordenados. Me quedé maravillado de lo bien organizado del servicio. Todo estaba detallado en un documento. Saldríamos de Génova a Milano y allí nos esperaba un empleado de la Agencia, quien nos llevaría al hotel reservado y pagado, donde almorzaríamos. En la tarde emprenderíamos con él la visita a las cosas importantes: El Duomo de Milano, la Feria Exposición Anual, la Galería Emanuelli y otras cosas difíciles de recordar. A las 7:00 PM, regresaríamos al Hotel donde cenaríamos a la hora que quisiéramos y para la noche, nos quedaba el tiempo libre para lo que deseáramos hacer, de un programa largo que tenía el Hotel. Íbamos a estar dos días en Milano, así que al día siguiente pasaría un empleado de la Agencia a las 9:00 AM para seguir mostrándonos la ciudad por un tiempo que se prolongaría hasta las 2:00 PM cuando nos dejaría en el Hotel para almorzar y dispusiéramos libremente de la tarde y la noche, ya que al día siguiente seguiríamos a Venecia en tren, para lo cual vendrían a buscarnos, ya comidos, para ir a la Estación y embarcarnos en el tren de lujo y despedirse de nosotros. En Venecia nos esperaba otro empleado, quien empezaría por llevarnos a nuestro Hotel y luego seguir con el programa de conocer las Galería y Palacios Venecianos, la Catedral, la Plaza, el Palacio Ducal y sus dependencias. Ya cansados tendríamos la alternativa de almorzar en uno de los famosos Restaurantes Venecianos y luego retirarnos a descansar a nuestro Hotel, quedando la noche libre para lo que nos agradara de los sitios de la ciudad. Al día siguiente, a las 9:00 AM vendría a buscarnos otro empleado para acompañarnos a conocer la ciudad y sus islas, incluyendo paseos en góndola por los canales y canaletos. Esto lo haríamos solos ya que él, prudentemente, nos esperaría en el mismo sitio. Así fue todo programado en ese inolvidable viaje que abarcó a Suiza y Francia. Es más caro pero vale la pena. No quiero seguir narrando el mismo, para no hacerlo muy largo. Regresamos desde Mónaco a Italia el día 1ª de Mayo, para preparar las maletas para el vuelo de retorno por Aeropostal, a Maiquetía, dispuestos a que si me proponían de nuevo regresar a Italia, lo haríamos con gran placer, ya que nos gustó ese gran País .Llegamos a Maiquetía el día 2 de Mayo de 1.958 y nos esperaban nuestros familiares y amigos, deseando abrazarnos todos al mismo tiempo y darnos muestra del inmenso cariño que nos tenían y aún nos tienen. Guardo mucho que contar, pero no quisiera hacerme monótono.
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