A nuestro regreso a Venezuela por Maiquetía, nos esperaba una numerosa concurrencia, muy contenta de nuestro arribo. Pasamos rápidamente por la Aduana, tomamos nuestro equipaje y seguimos a Caracas, donde nos reunimos en nuestra casa de Coche. Allí estaban viviendo papá y mamá, deseando que volviéramos pronto, ya que no se acostumbraban a Caracas y estaban locos por regresar a Río Caribe.
En efecto, cuando decidimos irnos a Italia, se vio la oportunidad de que mis padres se vinieran a Caracas, para acompañar a los hermanos menores, que estaban dispersos en distintos hogares. El problema era que se haría con la casa de Río Caribe, que no podía quedar sola. Surgió una solución con un amigo de mis hermanos que decidió montar un negocio en La Logia y residir en el inmueble. Apenas nos fuimos nosotros de la casa, se mudaron mis padres a Coche con Beto, Salvador y Saúl. Ellos aceptaron a regañadientes la venida a Caracas, pero nunca se sintieron a gusto, sobre todo mamá y cuando le hablaron de la posibilidad de nuestro regreso, vio a Dios y les dijo a los hermanos, que hablaran con el inquilino de La Logia, para lograr la desocupación de la casa.
Después de largas conversaciones y el compromiso de resarcirlo de algunos gastos, el inquilino convino en desocupar la casa. Así que cuando nosotros llegamos, todo estaba arreglado. Se mantuvieron en Coche unos días más y luego emprendieron jubilosos el retorno a Río Caribe.
Nos acomodamos de nuevo en nuestro hogar, recibimos múltiples llamadas telefónicas de bienvenida y algunas visitas de familiares y amigos, sobre todo de vecinos. Hicimos nuestro primer mercado y empezamos a llevar vida normal. El lunes siguiente me presenté en la Oficina de Estudios Especiales de la Presidencia, que había instalado una dependencia en Puente Hierro, para atender a los becarios. Ellos no tenían hasta entonces ninguna decisión sobre lo que iban a hacer con el conjunto de becarios que habían regresado, si unos iban de nuevo a Italia o Estados Unidos, y quienes se quedaban definitivamente en Venezuela.
Por mis conocimientos, me asignaron al área administrativa y allí me encontré con el Sr. César Morazzani, a quien conocía hace tiempo y me pidió colaborara con él para resolver la carencia de personal. Con gusto le contesté afirmativamente y empecé a realizar las labores que me asignaron. En la primera oportunidad que tuve, fui a visitar a mis amigos del Banco Obrero, quienes me recibieron con muestras de simpatía y cariño. Tuve un saludo especial para Víctor Rojas, mi viejo amigo, quien me dijo que había la oportunidad de reintegrarme a mi cargo, ya que por los acontecimientos ocurridos, se estaba realizando una reorganización. En el Instituto se habían removido todos los altos directivos, así que estaba al frente de la Dirección el Ing. Raúl Hernández y mi llegada era providencial. Inmediatamente le dije a Rojas que sí, ya que no podía negar mi regreso a lo que siempre consideré mi casa paterna. Rojas me dijo que inmediatamente iba a redactar el Punto de Cuenta y que para el lunes o martes, estaba aprobado mi reingreso.
Morazzani me ofreció un cargo en la Oficina de Estudios Especiales de la Presidencia, pero yo le expliqué el argumento que tenía para volver al Banco Obrero por lo que le agradecí el gesto y tuve oportunidad de hablar con su esposa Panchita Morazzani, quien trabajó conmigo durante varios años.
La semana siguiente me reintegré al Banco Obrero y hasta una torta de Bienvenida me pusieron en la tarde. Había mucho trabajo atrasado e inmediatamente me aboqué a la reorganización de la Sección y además me asignaron la Supervisión de las Gerencias del Interior del País.
Estaba muy contento y solo recibí demostraciones de aprecio y amistad. Era época de elecciones internas y me incluyeron en una plancha para Vice-Presidente de la Caja de Ahorros y dicha Plancha arrasó y ganamos de calle. A los 4 meses hubo elecciones para el Club Social del Banco Obrero y nuevamente me incluyeron en una Plancha, esta vez como Vocal y también gané. Para todos los compañeros del Banco, era como si yo no me hubiera ido nunca de mi cargo. Rápidamente me ambienté y el viaje a Italia me quedó como una aventura mal vivida, pero siempre me quedaban reminiscencias.
En efecto, mi compañero de alquiler del apto. de Terni, me quedó debiendo plata de un carrito que compró, pero no podía apurarlo porque a él también le llego la orden de regreso de improviso y tenía obligaciones pendientes por cubrir. Dejé en suspenso cualquier gestión perentoria, pero cuando yo tenía todo listo para mi retorno, fueron a mi casa a plantearme un problema que confrontaba el Maestro Técnico del Ejército, quien siempre fue buena gente y buen amigo. Se trataba que cuando el militar fue becado para Italia, se llevó de aquí un carrito inglés marca Vauxall, que le sirvió maravillosamente en su estadía en Europa, pero cuando fue a la Questura a tramitar el permiso para regresar a Venezuela, la autoridad le impuso la obligación de sacar su carro del País y eso le impedía viajar y él no tenía plata para pagar al Barco transportista, el flete y el seguro obligatorio y como sabían que yo tenía algunos ahorros, me pedían como favor que yo pagara esos gastos y que al llegar a Venezuela ese carro sería mío. A mí, en principio, no me gustó el negocio, ya que no quería ninguna clase de problema, pero como llegaría a Caracas sin carro, era una oportunidad para obtener de una vez un vehículo. De nuevo me embarcó mi co-inquilino del apto. de Terni. Exigí la firma de un documento de traspaso, pagué mis $ 210 y a esperar el resultado .Cuando llegamos aquí tuve que conminar al Mestre Técnico para que sacara el carro de la Aduana y me lo entregara, pero se hacía el loco, hasta que tuve necesidad de apelar a un compadre y amigo, que estaba trabajando con el Ministro de Transporte y Comunicaciones para que me hiciera los trámites de renacionalización y pago de gastos pendientes, para recibir el carro con un poder que me dio el Maestre Técnico y salir de ese problema. Apenas pude, vendí el cacharro, recibí parte de los gastos y no quise saber más del asunto, sobre todo cuando supe que el militar se había matado descerrajándose un tiro en la sien.
En mi casa todo iba bien, esperando el desenlace de la campaña electoral, que estaba reñida entre el candidato oficialista, el Contralmirante Wolfang Larrazábal y el dirigente de Acción Democrática, Rómulo Betancourt, ya que los demás no contaron. Fueron 4 meses de mítines, marchas, propagandas, escándalos, peleas, hasta que llegó la fecha de elección y ganó la Presidencia, Rómulo Betancourt y empezó a nueva etapa para Venezuela.
23 de septiembre de 2010
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