7 de septiembre de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS - Viaje a Italia

Una vez aprobado el curso en la Oficina de Estudios Especiales de la Presidencia de la República, nos dieron un mes para preparar el viaje a Italia, en el entendido de que los estudios a emprender, eran de largo alcance. Por medio de una vecina conseguimos un familiar suyo, para alquilarle la casa, con todos nuestros muebles, presenté mi renuncia al cargo del Banco Obrero, encontrando el obstáculo de que me negaron el pago de las prestaciones sociales, pero eso no me arredró, ya que tenía la esperanza de aprovechar la oportunidad de labrarme un futuro. Comenzaron las fiestas de despedida y augurios de buen viaje. Nos dotaron de pasaporte especial, cheque de viáticos, pasaje de primera clase para mí y yo tuve que comprar el pasaje de mi esposa. La víspera de la partida, se organizó una cena en el Restaurant El Campo, con asistencia de todos los becarios y las autoridades de la Oficina y el Primer Domingo de Octubre de 1.957, después de una alegre despedida en el Aeropuerto de Maiquetía, con familiares y amigos, nos embarcamos en un avión Costellection cuatrimotor, con destino a Roma, pero debíamos hacer varias escalas. El avión no estaba lleno del todo y en la Primera Clase se estaba cómodo, atendido a cuerpo de Rey y hasta quedaba espacio para jugar dominó o cartas. Como todos los pasajeros éramos jóvenes en su gran mayoría y por primera vez emprendían un viaje largo, se exaltaban con la champaña y se notaba la alegría dentro del grupo, que ya nos conocíamos desde el curso. Como yo le compré a mi esposa pasaje de turista y yo tenía pasaje de primera, me dio cosa dejarle en turista mientras yo viajaba en primera y dado el caso de que ella no podía acceder a primera clase, pero yo sí podía acceder a clase turista, viajé todo el tiempo con ella, a sabiendas que el viaje era de 30 horas. El vuelo salió como a las 12.30 PM con destino a las Islas Bermudas, adonde llegamos a las 10.30 de la noche. Allí desembarcamos y nos llevaron al Restaurant y Fuente de Soda del Aeropuerto, con libertad de consumo, ya que el avión sería objeto de una revisión general, limpieza y preparación para cruzar el Océano Atlántico y arribar a las Islas Azores. Nos embarcamos de nuevo como a las 11.45 PM. hacia el oscuro cielo donde solo se veía bajo las alas, la llamarada de los motores, que le daban pavor a mi esposa y yo estuve todo el tiempo calmándola. Cuando todo quedó tranquilo dentro del avión, las hélices giraban armoniosamente, los cuatro motores ronroneaban parejos y en sintonía, las aeromozas atendieron los requerimientos de los pasajeros, repartieron cobijas de lana y poco a poco el sueño fue venciendo a los viajantes, se apagaron las luces interiores, dejando solo unos cocuyos, se fue imponiendo el silencio y la tranquilidad que da el sueño. Fueron pasando las horas y de acuerdo con el itinerario, debíamos hacer escala en las Islas Azores, pero como el avión iba liviano y tuvo un buen rendimiento en el cruce del Océano Atlántico, la tripulación encabezada por el Cap.Napoleón Dupuy, un veterano navegante aéreo con más de 14 años de experiencia, decidió omitir la escala en Las Azores y continuar el vuelo hasta Lisboa en Portugal. Llegamos como a las 9:30 AM del día lunes. Bajamos todos los pasajeros para hacernos el aseo personal y luego desayunarnos en el Restaurant, para hacer así la primera comida europea. Bajó también la tripulación, ya que las leyes aeronáuticas obligan al cambio de la misma, cada 12 horas y el descanso durante 48 horas por razones de seguridad. Estuvimos en el Aeropuerto de Lisboa hasta las 11:30 AM, cuando embarcamos con tripulación descansada, con rumbo al Aeropuerto de Barajas en Madrid. Fue un viaje rutinario, pero diferente, ya que a la luz del día se veían los campos y las montañas. Como el avión se abasteció en Lisboa, las aeromozas nos ofrecían frutas frescas, jugos naturales y los consabidos tragos de whisky, copas de champaña y un sabroso vino portugués. Estábamos contentos y eufóricos por llegar a Italia para asentarnos definitivamente. La llegada a Madrid fue como a las 5:00 de la tarde y se bajaron los que quisieron, que no fueron muchos, porque el cansancio estaba haciendo su efecto, ya no provocaba beber, ni comer y tampoco leer. Lo que quería todo el mundo era llegar a su destino, sin embargo, se tardaron unas dos horas en revisar el avión y preparar el viaje para el Aeropuerto de Ciampino en Roma. Por radio nos avisaron que en el Aeropuerto estaba una delegación de la Oficina de Estudios Especiales de la Presidencia, encabezada por el Ing. Italo Pizzolante, esperándonos, desde temprano y fue entonces cuando recordé que yo llevaba una carta de presentación para Italo, de parte de su hermano, el también Ing. Civil y músico José Antonio Pizzolante, mi amigo y compañero de trabajo en el Banco Obrero por muchos años. En efecto, cuando José Antonio se enteró que yo me iba para Italia a seguir un curso, se alegró mucho y me informó que su hermano Italo era el Jefe de los Becarios en Italia y que ya le iba a escribir haciendo referencia de mi persona, quien era y el grado de amistad que tenía conmigo y me dio una carta de presentación muy efusiva. Finalmente llegamos al Aeropuerto de Ciampino, donde, efectivamente, había una delegación esperándonos, que facilitara el trámite aduanero y el desembarco del equipaje, así como el transporte hasta Roma en unos autobuses confortables. Ya era la 1:00 de la mañana del día martes y nos llevaron a las Oficinas que tenía la Línea Aeropostal Venezolana en Roma. No se veía gente en la calle. Los choferes de autobuses y sus ayudantes bajaron todos los equipajes y los colocaron entre la acera y la calle, para que cada quien identificara su propiedad y un obrero se encargaría de llevarlo hasta el Hotel Torino, que quedaba relativamente cerca. Un personal del Hotel, conjuntamente con un funcionario de la Oficina iba asignando las habitaciones reservadas, según el número de personas. Cuando se acabaron las habitaciones del Hotel Torino, mandaron a los que faltaron, a otro Hotel vecino. Una vez terminado el trámite de hoteles y habitaciones, nos convocó Pizzolante a una reunión en un salón del Hotel Torino, nos dio la bienvenida y nos advirtió como sería nuestro comportamiento en Italia, especialmente en los aspectos de conducta personal y la no intervención en asuntos políticos. En un aparte de la reunión y ya identificados completamente, me hizo una seña para decirme que después de terminar la reunión, quería hablar conmigo. Nos aviso en la reunión que nuestro destino sería la Ciudad de Terni, Capital de la Provincia del mismo nombre, con una población aproximada de 120.000,00 personas, donde haríamos curso en la Siderúrgica de esa ciudad y que saldríamos para allá en la mañana siguiente, más o menos a las 10:30 AM. Cuando se fue todo el mundo a recogerse en sus habitaciones, se me acercó Italo y me dijo todo lo de las referencias de José Antonio y nos invitó a Lulú y a mí para que lo acompañáramos para un vuelo rasante por el Centro de Roma para enseñarnos los monumentos más resaltantes. Por supuesto pasamos por el Coliseo, la Fontana de Trevi y otros edificios importantes, siempre a una velocidad alta, ya que es amigo de las carreras. El tenía entonces un carrito Fiat muy bonito y en él dimos vueltas por los sitios más importantes de Roma y finalmente nos llevó al Edificio del Automóvil Club, del cual era socio y nos invitó a un trago. En ese entonces no se conseguía hielo en todas partes y tampoco whisky y cuando uno entraba a un bar y preguntaba si tenía hielo, nos veían con esa cara de extrañeza, ya que fuera estaba haciendo una temperatura de 5 ó 6 grados. Bueno, llegamos al Automóvil Club y todavía quedaba algunos socios en la barra. Nosotros nos sentamos en una mesa y pedimos sendos whiskys con hielo para los dos y un vino para Lulú. Bajó hasta su carro y bajó su acordeón y empezó un mini concierto, cantando la canción “Guitarra Romana”, con el aplauso de los pocos que allí estábamos. Siguió con Puerto Cabello, también de su autoría. Continuó con una canción cantada en Napolitano y finalmente terminó con su gran éxito, “Motivos” Una Rosa Pintada de Azul. Como la hora era nona, nos regresamos al Hotel, le di las gracias a Italo por sus atenciones y nos acostamos como a las 4:30 AM. El martes en la mañana como a las 10:00 AM, todo el mundo estaba preparado y esperando la salida del autobús, que finalmente salió a las 11:00 de la mañana. Indudablemente que Roma es una ciudad bella, con mucha personalidad Al paso del autobús por las calles de salida, todo lo que veíamos nos llamaba la atención. Cuando identificábamos algún Edificio, Plaza, Estatua y aún alguna de las siete colinas, sentíamos una gran emoción. El color de las casas, los cerros y hasta el pavimento de las calles, nos hablaba de historia. La gente que pasaba por las calles vestían un atuendo distinto, las parejas de novios caminaban abrazados y no sentían ningún rubor en detenerse en medio de la acera y estamparse un sonoro beso, sin que eso causara ningún rubor, sino risas y amapuches de los protagonistas y sonrisas cómplices de los espectadores. Los sitios de frutas provocaban por el color y en algunos sitios nos encontrábamos con coches tirados por caballos. A medida que dejábamos las calles romanas y nos adentrábamos en la campiña, como la llaman los romanos, el paisaje era cambiante, árboles añosos, grama natural en los espacios libres y caídas de agua en las pequeñas quebradas, muy propias del fin del otoño e inicio de invierno. El viaje se hizo corto y ameno. Loa 46 Kilómetros que nos separaban de Roma, fueron detallados en toda su extensión, especialmente cuando nos encontramos con el nacimiento del Río Tiber, que allí aparecía como un hilo que se fue engrosando lentamente en el transcurso del camino. A la hora y media llegamos a Terni, una ciudad pequeña, bonita y bien concebida pero que todavía estaba sentida de los numerosos bombardeos que sufrió en la segunda guerra mundial. Me cayó bien Estaba en pleno proceso de reconstrucción y me impresionó las diferentes filas de niños que iban o venían de las escuelas, la población de árboles en las orillas de las avenidas. El autobús nos llevó al Hotel Royal o Europa, no recuerdo el nombre, el mejor de la ciudad, donde había reservaciones y después de hospedarnos, quedamos con el Ing. Pizzolante para presentarnos en las primeras horas de la mañana en la Siderúrgica de Terni.

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