Una vez que me dieron mis vacaciones navideñas, nos preparamos Lulú y yo emprender viaje al Sur de Italia para cumplir los dos compromisos que teníamos con la Familia Rufa en Frosinone y con Italo Pizzolante en Nápoles, nos fuimos el 16 de Diciembre en nuestro carrito Fiat 600, sin mucha velocidad para ir conociendo el paisaje. La carretera era muy angosta y al pasar los camiones y gandolas solo nos dejaban oír el sonido del viento. Llegamos a Nápoles como a las 9.30 PM y dejamos la visita a Frosinone a nuestro regreso. Preguntando llegamos a nuestro Hotel, ubicado en el Boulevard del Puerto. Teníamos la habitación reservada y por eso le dedicamos un tiempo a dar una vuelta por la ciudad, especialmente por la Avenida Principal, para admirar los adornos navideños que colocaron en todas las calles, escogiendo para ello, un motivo tropical, simbolizado con matas de plátano, debidamente iluminadas y colocados en las islas divisorias. Llegamos casi a medianoche al Hotel, nos registramos, un empleado nos bajó las maletas, guardamos el carro en el Estacionamiento del Hotel y nos fuimos a dormir.
En la mañana le dimos un vistazo al Hotel, observando que tenía sus años de vida, pero estaba bien conservado, con sus ocho pisos y un viejo ascensor con puerta de tijera. Toda la gente muy atenta. Pasamos al Restaurant a desayunarnos y después fuimos a la Oficina de Turismo a recibir la información sobre las excursiones y paseos que ofrecían. De las disponibilidades, optamos por irnos ese primer día a la Isla de Capri, que era la más famosa. El embarque quedaba al frente del Hotel y enseguida nos montamos en el buque, que se llenó rápido. En el Puerto de Nápoles estaba fondeada la flota de la Nasa y como complemento del viaje a Capri o a Iskia, le permitían a los barcos pequeños de pasajeros, darle unas vueltas a los barcos de guerra. para ver su magnificencia. Al primero que bordeamos, fue un tremendo portaviones, que cuando tú pasabas al lado, lo veías como un Edificio de 12 pisos. Continuamos y le dimos la vuelta a un crucero, un submarino y otro portaviones, este más pequeño.
Una hora después llegamos a la Isla de Capri. Es un promontorio de tierra que emerge en el mar. Es de tamaño pequeño, con una rada mínima, donde llegan barcos de poco calado. Nuestro barco se aseguró con amarres en el muelle y los pasajeros bajamos al sitio de arribo y luego subimos a un área plana, preparada para instalar negocios en la planta baja, que incluían: restaurantes, fuentes de soda, ventas de souvenirs, venta de flores, pastelerías, frutas, vestidos, franelas, sweaters, bufandas y demás objetos típicos. Los italianos han convertido a Capri y otras islas, en verdaderos santuarios para los turistas, no obstante que por su tamaño y topografía, no se prestan para atender grandes masas humanas, lo poco que tienen lo aprovechan en grado sumo. De los pasajeros que bajan a la isla, un grupo se detiene en la meseta para comer, comprar cosas o sentarse a ver ese panorama magnifico, con un mar excesivamente azul, una vegetación azotada por los vientos y unas flores típicas en las laderas, de color rojo, morado, anaranjado, blanco o moteado. Son las famosas trinitarias, que se pegan a los cerros y laderas. Otros grupos que gocen de buena salud y puedan caminar por estrechos pasadizos en pendiente, se unirán para conocer el célebre Sant Michelle, un castillo fabricado por un noble, que se dio el lujo de vivir por años en ese castillo especial. La isla solo tiene acceso por esa pequeña playa, ya que el resto del litoral está formado por pendientes que se sumergen en el mar. Todas esas islas pequeñas tienen igual característica, inclusive las más grandes, las cuales tuve el gusto de conocer, como Corcega, Cerdeña y hasta Sicilia y los grupos de Islas Griegas. El grupo más numeroso de turistas, se agolpaban para tomar el lanchón que los llevaría a la Gruta Azul. Es una pendiente que cae a pico en el mar, pero por su formación calcárea, este ha logrado penetrar en el cerro y formado una gruta o cueva con una pequeña abertura por donde entran pequeñas lanchitas con 4 pasajeros, que bajan la cabeza para poder pasar y penetrar a un recinto donde se proyecta el sol y deja ver un fondo de mar bellísimo y único en el mundo. El mar, el fondo y las paredes son azules o verde intensos y los barqueros le fijan a los turistas unos 15 minutos para que admiren aquella maravilla, tomen fotografías, introduzcan las manos en el agua iluminada por el sol y finalmente salgan, para que entren los demás turistas, que esperan en el barco nodriza.
En horas de la tarde nos embarcamos de nuevo al barco grande, para regresar al Puerto de Nápoles, cansados del ajetreo y con ganas de acostarnos a descansar. Hablamos con la Oficina de Turismo para cambiar el itinerario del día siguiente. Nosotros habíamos reservado cupo para conocer la Isla de Ischia, que queda más lejos y es más bonita, pero decidimos cambiar, para tomar un tour por todos los sitios de interés de la Ciudad de Nápoles y dejar para el tercer día un viaje, en mi carro, a las ruinas de Pompeya y los pies del Volcán Vesubio.
Para el día siguiente quedaba el viaje por los sitios interesantes de Nápoles, para lo cual iríamos en Auto Pullman, acompañado de guía y sin la preocupación de Estacionamiento y del manejo. El primer punto a conocer fue la Santa Catedral de Nápoles, de tamaño majestuoso, historia antiquísima y criptas de santos que tienen siglos de vigencia. Caminar el interior y oír la historia de cada recinto nos ocupa bastante tiempo. De allí pasamos al Boulevard del Puerto, con su isla y castillo ubicado en el mar cercano. Había muchas cosas que ver y tuvimos la oportunidad de hacer un recorrido interesante y del cual no me arrepentiré nunca, ya que en otras oportunidades en que quise hacer en otras ciudades, las visitas por mi cuenta, he terminado no conociendo nada y gastando 3 veces más.
En la noche, después de cenar, nos fuimos a ver la ciudad y los espectáculos populares que se efectuaban en las distintas calles, había bandas de música, conjuntos de disfraces típicos, artistas populares y una variedad de espectáculos, que con la iluminación que se le daba y el jolgorio de los napolitanos, convertían las calles en un corredor de fiestas. Regresamos a media noche al hotel para descansar del ajetreo.
Al día siguiente, ya era 21 de Diciembre y después de desayunarnos, llamamos al Ing. Pizzolante para concretar la invitación que nos hizo a principio de mes. Nos atendió, como siempre, amablemente y nos ratificó la invitación para el día 23 a las 7.00 de la noche. Verificamos la dirección y nos marchamos hasta Pompeya en nuestro carro. La carretera estaba en buenas condiciones y viendo el panorama del volcán Vesubio y la cantidad de piedras dispuestas en los alrededores y el humillo que de él salía, llegamos a Pompeya.
Por supuesto, este es un sitio turístico y en la cercanía había un Estacionamiento grande, repleto de autobuses y automóviles que venían de casi todas las ciudades italianas, cargados de turistas. La mayoría venía con guías y otros los contrataban en sitio. Nosotros nos unimos a un guía libre, quien nos llevó junto con otros visitantes a los sitios de interés, que para entonces eran bastantes, que iban aflorando, a medida que las cuadrillas de obreros especializados, iban descubriendo las salas, paredes, pisos y baños de los inmuebles que quedaron tapiados por la erupción del Volcán. Se veían obras de arte, pinturas, estatuas y personas que no tuvieron tiempo de guarecerse y quedaron en la posición en que las encontró la erupción. Son figuras estrambóticas convertidas en estatuas de cal. Caminando toda la ciudad destruida y hasta lo que faltaba por descubrir, uno se imagina la dimensión del desastre y los tremendos daños que sufrieron los sectores de Pompeya y Herculano cuando les llegó de improviso la erupción.
Salimos de la zona de Pompeya y seguimos conociendo el sector y como a las 2:00 P.M. encontramos a la vera de la carretera, un Restaurant típico italiano, con vista hacia el volcán, donde almorzamos con un menú que contenía una enorme variedad de ensaladas, cabritos asados, pastas al gusto y un vino espumante, con cuerpo y sabor. Nos detuvimos allí hasta las 4:30 P.M. aproximadamente y regresamos a Nápoles, contentos del viaje, de la comida y del paisaje. Al llegar de regreso al Hotel, tomamos un baño reparador y más tarde nos vestimos para recorrer a pié parte del Boulevard y sus plazas, donde a intervalos había locales cubiertos de árboles, con grupos musicales que en esta oportunidad le daban preferencia a la música navideña. Aprovechamos que en esos locales se conseguía whisky con hielo y yo me tome dos tragos de dicha bebida, lamentando que mi esposa no me acompañara en los brindis.
Con el deseo de ver la variedad de espectáculos que había en los locales, continuamos el recorrido, entrando en los que nos gustaba, hasta que regresamos por el camino paralelo hasta el Hotel y nos acostamos como a las 2:00 A.M.
Al ver que teníamos un día libre, el día 22 de Diciembre, nos armamos de un nuevo plano y un libro, viendo que la ciudad de Salerno quedaba más o menos cerca de Nápoles, nos fuimos por carretera en nuestro carrito y a la hora y media, bordeando el mar, llegamos a la ciudad. Para entonces era una comunidad pequeña, muy bonita, con un largo boulevard y un puerto borrascoso, con oleaje fuerte, que en parte es protegido con una especie de atolón de cemento, colocado a unos 100 metros de la orilla. Las construcciones eran en su mayoría, edificios de 4 plantas, que en su frente tenían comercios dotados de mesas y sillas. Yo me sentí atraído por esta ciudad, porque era el lugar de nacimiento de la familia Cardinale, que vivía hacía años en Río Caribe. El abra del Puerto no era muy ancha y por eso las construcciones se ubicaban horizontalmente y en paralelo
Por casualidad pregunté en Salerno por la familia Cardinale, al igual que los Cestari, pero me informaban que esas familias eran muy conocidas en la ciudad, algunos no eran ni siquiera parientes y que eran originarios de los pueblitos de montañas que tanto abundan en Salerno, Sicilia, Corcega y Cerdeña. Me llamó a curiosidad que el puerto utilizara para la carga, a unos “bombotes” o barcos sin cubierta, similares a los que usaban en Río Caribe en mi época de infancia. Comimos en dos Restaurantes distintos y los dos se especializaban en comidas basadas en pescados y mariscos. Regresamos a Nápoles en horas de la tarde y nos fuimos a dormir temprano.
El día 23 después de desayuno, fuimos a un área comercial para que mi esposa comprara los regalos que le faltaban para llevarlos a Terni. Había mucha gente comprando, sobre todo, juguetes y recuerdos. Estuvimos en esa actividad por espacio de 4 horas, aproximadamente, y como no pensaba manejar en la noche, almorzamos en el Hotel y nos fuimos a descansar para asistir a la invitación de Pizzolante. Como a las 6:00 P.M. mi esposa empezó a arreglarse y yo me metí al baño a ducharme. A un cuarto para las 7:00 P.M. bajamos al lobby y pedimos un taxi para que nos llevara al Edificio del anfitrión. Nos tocó un taxista simpático, a quien le dimos un papel con la dirección. El taxista empezó a dar vueltas por el Sector, hasta que llegamos al Edificio, donde yo toqué el timbre del apartamento y salió el Ing. en el momento en que el taxista me estaba cobrando 10.000 liras por la carrera y al darse cuenta que el Hotel quedaba cerca, no quiso que le pagara al taxista la cantidad que pedía, a lo cual este no aceptó ninguna rebaja y como el Ing. habla el dialecto napolitano, se puso muy bravo y me dijo que no le pagara nada. Yo quedé entonces como un convidado de piedra y Pizzolante me tomo del brazo y subimos a su apartamento. Ya había allí como 15 personas y con la presentación y demás preámbulos de la reunión, yo me olvidé del asunto y seguimos conversando con los nuevos amigos. Como a las 9:00 de la noche llegó un italiano amigo de Italo y habitante del Edificio vecino, también invitado a la reunión y le preguntó al anfitrión, si él había tenido algún percance con un taxista, porque allá abajo estaba el tipo en una actitud pasiva pero rencorosa y no había aceptado moverse de allí. El italiano aconsejó a Italo que mejor bajara adonde estaba el taxista y tratara de resolver el problema con plata, ya que todos los taxistas de Napoles, pertenecen a la Mafia, no fuera a ser que ese tipo estuviera esperando tanto tiempo, con fines aviesos y fue entonces cuando Pizzolante me llamó e invitó a bajar a la entrada del Edificio para solucionar el problema, acompañados del italiano recién llegado. Ellos trataron de hablar con el taxista en un tono conciliador, pero el tipo se mostró huraño y no contestaba nada. Siguieron insistiendo con el taxista, alegando que yo no le había entendido y por eso le pedían excusas, pero que dijera el monto que el aspiraba por su tiempo perdido para cancelárselo de inmediato y a regañadientes dijo que le pagaran 120.000 liras. Yo no las tenía en ese momento, ya que cargaba 8 billetes grandes de 10.000 liras, que son del tamaño de una sabana, por lo cual le ofrecí un billete de $ 20.oo, que al cambio de 630 liras por $ significaba 12.600 liras, más lo que tenía en moneda italiana, total que tuve que pagar 92.600 liras y la humillación de pedirle perdón al taxista, ya que para entonces nombrar la Mafia eran palabras mayores. Menos mal, que el incidente fue olvidado rápidamente, al calor de los tragos y que estuve mucho tiempo hablando con el suegro de Italo, que era el celebre Profesor Negrón y mi mujer compartió con la esposa y la hija, que resultaron unas personas muy simpáticas, al igual que todos los asistentes, con quienes compartimos una sopa de lentejas y pernil horneado con pan al olio. Terminado el ágape como a las 12 de la noche, me llamaron un taxi y se convino previamente el valor de la carrera en 20.000 liras que tenía mi mujer en la cartera. Así que para emprender el viaje de regreso a Terni, tuve que cambiar $ 50.oo que tenía guardado. El Hotel lo había pagado desde temprano, así que no tuve inconveniente, pero me dio miedo andar por las carreteras italianas sin plata suficiente y suspendí la visita a Frosinone y me vine directo a Terni, adonde llegamos como a las 12:00 M del día 24 de Diciembre, encontrando a una ciudad adornada con guirnaldas y flores en todas las calles, ventas en las calles de mercancía navideña, licores, tortas, juguetes, velas, figuras, nacimientos y artículos de pastelería. Lo más resaltante era la alegría del pueblo. Nos dieron la noticia que Aeropostal nos llamó por intermedio de la Policía, para informarnos que desde Caracas nos había mandado mi tía, un paquete con unos pasteles, de los cuales se habían dañado dos porque la Aduana Aérea los perforó con un punzón para conocer el contenido. Le pedimos al representante de Aeropostal, que por favor nos enviara con un transporte rápido, lo que quedara del paquete y le dimos la dirección del apartamento. El paisano, ya que era caraqueño, nos envió el paquete, que llegó a la casa como a las 7:00 P.M. y le pagamos 50.000 liras al taxista mensajero. Después de nuestra llegada, se organizó la mesa para le cena, se compraron las cosas que faltaban y nos acomodamos para recibir la Navidad en compañía de un grupo de becarios que solicitaron el encuentro.
16 de septiembre de 2010
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