22 de septiembre de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS - Navidad en Terni

Regresamos a Terni de nuestro viaje a Nápoles y visita a sitios turísticos. A las 12.00 M del día 24 de Diciembre del año 1.957 nos incorporamos a nuestra vivienda y nos dieron la noticia de que mi tía Paela me había enviado por Aeropostal un paquete con seis hallacas y un dulce de lechosa sin melao. De las hallacas se perdieron dos porque la Aduana del Aeropuerto le metió un punzón para ver que era. Hicimos un trámite rápido y le pedimos el favor de enviarnos el paquete con un taxista mensajero con pago en destino. Encontramos la ciudad con sus avenidas principales adornadas con guirnaldas y flores artificiales. Se notaba alegría en el ambiente. Las autoridades permitieron en ese día la venta en la calle de mercancía navideña: licores, regalos, dulces, bufandas, suéteres, galletas, frutas, fuegos artificiales y variedades en juguetes y regalos infantiles. Se hicieron las compras de última hora, ya que algunos becarios solteros o casados sin pareja, manifestaron el deseo de acompañarnos en Navidad. Nuestro problema era la falta de asientos suficientes para los invitados, pero eso se le advirtió a los involucrados. Las cenas navideñas en Italia son en horas tempranas de la noche, así que las reuniones comienzan por lo regular, entre 7.00 y 8.00 PM y terminan antes de la medianoche. Los paisanos se presentaron con regalos, algunos licores, galletas, frutas confitadas, más periódicos y revistas venezolanas. La reunión fue muy agradable, intercambiamos regalos, brindamos con champaña, cenamos tipo buffett, con lechón horneado, jamón de varios tipos, salchichón, quesos y panes largos. Se brindó con vino tinto y finalmente se dio por terminada a las 12.00 PM. La tradición navideña italiana es que las fiestas y celebraciones se realizan el día 25 de Diciembre y no tienen, como nosotros, cenas el día 24. Así que en el día vimos y oímos las celebraciones que se hacían en los apartamentos vecinos y no faltaron algunos de ellos que nos mandaron dulces y granjerías caseras. Los días transcurridos entre Navidad y Año Nuevo los dedicamos a visitar los pueblitos cercanos, con más holgura y tranquilidad, ya que el compañero de apartamento consiguió por fin, con el proveedor de Accuaesparta, un carrito Fiat Topolino, viejito, pero conservado, cuyo valor fue pagado en parte, con una cantidad que le presté. La Navidad es una fiesta bonita en todo el mundo y nosotros nos sentíamos apegados a ese pueblo tan alegre y acogedor. Había en los alrededores, pueblos pequeños de escasa población, entre 600 y 2.000. habitantes, que nunca habían visto un extranjero y menos a un “negro”, vestido con ropa extraña y hablando italiano. Todos los pueblitos tenían la misma estructura, la placita al centro, las casas alrededor de ella, un Bar Posada, donde los hombres jugaban por horas “el tute”, similar al dominó pero con barajas. Cuando yo entraba al pueblo y me bajaba para entrar al Bar, los pocos clientes me veían con asombro, extrañados por el color y cuando saludaba con un “Buon Giorno” o “Buena Sera” la extrañeza era mayor e iban saliendo disimuladamente para llamar a la gente de su casa para que vieran al “Nero Extraño” y salía ese gentío a vernos. Eso se repetía en todos los pueblos. Ahora salíamos en caravana los dos carritos y alguna vez se nos colaba un becario diferente. Nos dedicamos a organizar la reunión para el Día de Año Nuevo. Mandamos decenas de Tarjetas de Navidad y recibimos otro tanto. Las noticias de Venezuela eran buenas. Muchas esperanzas para el nuevo año y esperando los resultados de nuestras gestiones sobre reubicación. La reunión de Año Nuevo fue distinta a la de Navidad. Todos los asistentes sentíamos nostalgia por nuestra familia y amigos en Venezuela. Para muchos era la primera vez que estaban fuera de casa y de sus familiares. La mayoría se refugió en la religión y asistieron masivamente a la Misa Especial de Fin de Año que se celebró en la Iglesia ubicada frente a nuestro Edificio. Se invitó a nuestros paisanos para las 8.00 PM del día 31 de Diciembre, para recibir el nuevo año a la hora que se efectuaría en Venezuela, por la diferencia del huso horario. A medida que iban llegando a nuestro apartamento, nos saludábamos con efusión, cruzábamos noticias de Venezuela, incorporábamos al buffet lo que trajeran para comer o beber y nos sentábamos a tomar un trago para alegrar el ambiente. Poníamos los pocos discos y LP que teníamos y poco a poco, con la ayuda de los tragos nos distendíamos y hacíamos grato el encuentro. A la hora de Año Nuevo italiano, contamos los segundos con el consumo de uvas y en el momento indicado dimos, nuestros gritos de Feliz Año y empezó el jolgorio de canciones, bailes y felicitaciones, sin que faltaran los llantos por la lejanía. Ya nos habían contado que en las fiestas de Año Nuevo, inclusive en todo el día, es tradición que las familias se deshagan de los cachivaches, muebles viejos, ropa usada, cosas inservibles y en general, todo lo que no se necesite, arrojándolos por las ventanas, así que todo el mundo toma sus precauciones y no estacionan los vehículos bajo las ventanas, ni en los alrededores de los edificios y por un día toman la vía central de la calle, como estacionamiento provisional, así que mientras nosotros celebrábamos, oíamos el ruido de las cosas al caer y los gritos que emitían los vecinos en su euforia. Nosotros, en nuestra alegría del encuentro, no paramos de cantar, bailar, comer y brindar. Cuando estábamos preparados para recibir el nuevo año venezolano, que sería como a las 6.00 de la mañana de allá, se presentó una vecina del piso de arriba, que nos pedía termináramos la fiesta y la bulla, ya que su familia no podía dormir. Nosotros no le hicimos caso y seguimos nuestra celebración como si estuviéramos en Venezuela y al rato se presentó una Brigada de la Policía y en términos perentorios nos conminó a que apagáramos el aparato de sonido y cesaran la bulla, so pena de llevar a todos los concurrentes, detenidos a la Policía. Ante esa orden terminante, procedimos a apagar el equipo de sonido y dar por terminada la fiesta. Ya eran como las 2:00 de la madrugada y nos fuimos a dormir. Como a las 10:00 de la mañana del día de Año Nuevo, nos despertamos por los golpes a la puerta en forma reiterada y contundente. Ante la alarma nos paramos y abrimos la puerta, encontrando a seis de nuestros paisanos becarios que venían a avisarnos que en Venezuela había habido un alzamiento de la Aviación y habían bombardeado a Caracas. Que había ocurrido un cambio de Gabinete y que la población estaba consternada. Como no teníamos medios de comunicación con Venezuela y solo había información por medio de una Radio Rebelde que trasmitía desde España les hicimos la sugerencia de que buscaran por allí la información y si sabían algo nos avisaran. Ya no pudimos dormir más, nos quedamos a esperar nuevas noticias, pero los que nos visitaban venían más bien a buscar información. El día 2 de Enero de 1.958 compramos todos los periódicos para ver que noticias incluían en sus páginas, pero no había mayor cosa, sino preocupación por los italianos que estaban en Venezuela. Nosotros éramos conocidos en Terni y la comunidad, en general, mostraba simpatía hacia nuestras familias. Las noticias nos llegaban intermitentes, sin confirmación y filtrando las cosas que nos decían, llegamos a la conclusión que un grupo de militares de la Aviación se habían levantado el día de Año Nuevo y con el armamento que le permitió la Dictadura, bombardearon algunas bases de Caracas, pensando que los cuarteles y la población se sumarían al golpe, pero no hubo nada de eso y vista la indiferencia, se asilaron en Perú, sin haber logrado su objetivo. En virtud a esa asonada, Pérez Jiménez dominó la situación e hizo cambios en las Guarniciones, en el Gabinete y en los cargos importantes, amainando el temporal, pero no resolviéndolo, ya que el malestar continuó y culminó con el posterior golpe de Estado. El día 7 de Enero de 1.958 nos reincorporamos en nuestra actividad en la Siderúrgica y los trabajadores se mostraban inquietos con nuestra situación y muchos no vacilaron en ponerse a la orden bajo cualquier circunstancia que se presentara, lo cual agradecimos sinceramente. Recibimos la visita de un Ing. de apellido Freire, que hablaba el castellano como un musiú y el inglés como un trinitario, quien nos informó que se estaba revisando la situación nuestra y posiblemente recibiríamos un cambio para Genova. Que siguiéramos como estábamos, esperando las nuevas noticias. La situación era tensa, ya la prensa le prestaba más atención a las noticias venezolanas, hasta que reventó la presión y el General Pérez Jiménez se vio obligado a abandonar el País en un avión llamado “La Vaca Sagrada”. Asumió el mando una Junta de Gobierno presidida por el Contralmirante Wolfang Larrazabal e integrada además por otros militares, de los cuales hubo el repudio de dos de ellos y fueron cambiados por dos civiles. En Italia, las noticias eran alarmantes. Se publicaba en Primera Página que en Venezuela estaban matando italianos, como venganza por la actuación de un italiano llamado Gagliardi, que era socio y constructor de Pérez Jiménez. Ante esa noticia y otras más alarmantes, algunos italianos nos veían con aprensión, pero la gran mayoría estaba con nosotros. Con los días la situación se mantuvo confusa, hasta que nos visito un Ing. de apellido Giménez, quien nos ratificó nuestro cambio para Génova a recibir entrenamiento en la Siderúrgica Cornigliano en Génova, mucho más moderna y actualizada. Preguntamos si ese cambio era definitivo y podría uno asumir el compromiso de alquilar un apartamento, comprar un carro o asumir otro tipo de obligaciones. Nos ratificaron el cambio definitivo, para recibir entrenamiento durante dos años y luego se definiría si debía ir a Estados Unidos o a otro País de Europa. Ya con esa aprobación de cambio a Génova, comencé a desmantelar mi estructura personal de bienes, que estaba constituida por el carrito Fiat 600 y los muebles de casa que había comprado, procedí a dejarle el carrito Fiat a un compadre que se iba a quedar en Terni y asumiría la deuda con el acreedor, que era el hombre de Acquesparta y que él me pagaría lo que yo había cancelado a cuenta del precio, mediante cuotas mensuales. Los muebles que yo había pagado en efectivo, se los vendí a otro becario, que conjuntamente con otros paisanos, se quedaría con el arrendamiento del apartamento. Quedó en pagármelos en los próximos meses. Por supuesto, cuando yo regresé a Venezuela junto con mi familia, ninguno de los dos deudores me pagó nada, eso fue para mí una pérdida total, así como también lo fue el préstamo que le hice a mi co-arrendatario del apartamento de Terni para comprar el carrito Fiat Topolino y la mitad del depósito en garantía que le dimos al arrendador. Total, que fue un negocio fallido para mí, visto por donde lo veas. Resueltos todos mis asuntos en Terni, me fui para Génova y llegué en un hotel en Pegli, donde decidiría si alquilaba un apartamento pequeño o tomaba otra decisión. En Génova estaban muchos becarios que llegaron primero y entre ellos se destacaba un Sargento Mayor del Ejército, a quien conocimos en el curso y era un bromista de primera, quien ante la noticia de nuestra llegada, dejo correr la especie de que en este grupo venía un cacique indiano verdadero y le dijo a su barbero que al nomás llegar, me llevaría donde él para que me cortara el pelo, pero debía tener cuidado, porque el cabello era como un alambre. A otros italianos les dijo otras cosas, así que había expectativas con mi llegada, sin nosotros saber nada. Al día siguiente de nuestro arribo, nos presentamos en la Siderúrgica Cornigliano con nuestros documentos y allí nos recibieron muy bien y después de una larga entrevista, me enviaron al Dpto. Técnico, Recursos Humanos, donde me establecieron un programa de entrenamiento por el lapso de 20 meses, que comenzaría el lunes siguiente. Yo quedé muy contento por la forma como se arreglaba mi caso y ante la indecisión sobre la vivienda, acepté la oferta de un paisano que alquiló un bello apartamento localizado en pleno Boulevard, con la mitad internada en el mar y que él alquiló junto con otro venezolano, quien se marchó y lo dejó en la estacada con esa obligación, ya que la renta era alta. Yo acepté porque el tipo era buena gente y su mujer también y estaban en una situación difícil. Resuelto el caso del entrenamiento, fundamental para mí, con posibilidad de arreglar el problema de vivienda, solo me quedaba la compra de un automóvil nuevo y al efecto me acerqué hasta la Agencia Principal de la firma Mercedes Benz, donde les manifesté el deseo de comprar al contado un carro 1.958, tipo 180. Al efecto, me dijeron que no tenían carros disponibles, pero como yo iba a comprar al contado, podíamos hacer el documento de venta, encargarlo a la Fábrica y dentro de dos meses ir a buscarlo a Sttutgard en Alemania. Acepté la proposición y les entregué un cheque por Un Mil Quinientos Dólares ($ 1.500.oo). Pasamos a escoger los detalles del carro. Ellos tenían un folleto integrado por hojas de plástico grueso con el cual se iba armando el carro. Lo primero que se ponía era el chasis de un carro tipo 180. Seguidamente le montaban el motor y la carrocería. Después le agregaban el radiador, los parafangos, parachoques, protector de parachoques, batería y finalmente el volante, con el emblema de la Mercedes Benz u otro especial con las iniciales del nombre del comprador, que se repetía en las tapas de los neumáticos. Después de armar el carro en plástico, se firmó el contrato y se estableció la fecha de entrega, que en mi caso fue el 17 de Mayo de 1.958 en la ciudad de Sttutgard en Alemania. Yo me sentía contento, mi mujer le agradaba el lugar, al lado teníamos un balneario de playa, que se veía desde mi habitación en el apartamento, la esposa del becario resultó una persona agradable, al igual que sus hijos, aunque no tenía mucha instrucción y dejaba ver su procedencia humilde. Hicimos buena amistad, hasta el punto de pedirnos que le bautizáramos el último hijo, lo cual hicimos, pero más nunca hemos visto al muchacho, que ahora debe tener 52 años. Estábamos en el mes de Abril, en plena primavera, pero ese año llovió mucho y había frío, los carros italianos eran viejos y los que se habían consolidado después de la guerra y pudieron comprar un carrito nuevo, lo cuidaban como la niña de sus ojos y le pulían la carrocería hasta dejarlos relucientes. Dentro de lo que cabe, nosotros hablábamos más o menos el italiano y el documento de identidad era nuestro pasaporte, que era especial y cuando debíamos identificarnos, las autoridades nos guardaban la debida consideración y hasta la impunidad, cuando nos hablaban y nosotros simulábamos que no entendíamos nada. Como vivíamos en Pegli, un paraíso turístico cercano a Génova, teníamos que ir en el carrito, porque llovía mucho y como había muchas líneas férreas, debíamos tener cuidado al frenar, porque los carros se coleaban. Un día iba con mi esposa por la vía entre Pegli y Sestri Levante y estaba cayendo un palo de agua e iba delante de mí una camionetita Fiat 1100 que frenó de repente y yo no pude detenerme y le llegué en un parafango. Cuando el italiano se bajó de su vehículo en pleno chaparrón y corriéndole el agua por la cara, me echó la culpa de la colisión, a lo cual le contesté, sin salirme del carro, que el culpable era él y que debía pagarme los desperfectos. Seguimos discutiendo y al ver el pobre italiano, que conmigo no iba a lograr nada, salió corriendo para la esquina anterior, para poner la queja ante el policía de tránsito que allí estaba. Volvió corriendo el italiano a decirme que el policía me mandaba a llamar. Yo le reiteré que no iba un cipote y me quedé en el carro. Seguía lloviendo y el italiano, destilando agua, regresó a darle mi respuesta al policía, el cual con la rabia que es de pensar, vino hasta mí, como un Mussolini bravo, y de mala manera me pidió mi documentación. Yo le di las buenas tardes en español y le mostré mi pasaporte, agregándole que yo no entendía italiano, a lo cual respondió el policía formándole un zaperoco al italiano, diciéndole ¡No ves que ese señor es un diplomático: que no habla italiano y Ud. lo está ofendiendo! A lo cual el italiano no le quedó más remedio que aceptar el regaño, mientras le decía: ¡Sí parla! ¡Si parla! ¡Sí parla! Todo marchaba bien y así se lo hicimos saber a nuestra familia en Venezuela, que estaba preocupada por lo indefinido de nuestra situación. El apartamento donde estábamos viviendo era un inmueble de lujo, que formaba parte de un Edificio construido entre el mar y la playa con vista hacia ambos lados de la orilla. Era probable que nosotros nos quedáramos solos en el apartamento, ya que el compadre estaba confrontando problemas económicos y además tenía el suegro enfermo con cáncer y la familia estaba requiriendo su presencia. Empezamos a notar una cosa rara y era que la señora que iba semanalmente a limpiar el apartamento, pagándola las dos familias, no entraba a limpiar nuestra habitación y mi esposa tenía que asearla. Hasta que un día la señora no volvió más. Después fue que me enteré que el Maestre Técnico del Ejército, a quien la misma señora le limpiaba su apartamento, le dijo que yo era un cacique indiano, que “ manyaba serpente “ y que dentro de una maleta que tenía en la habitación, tenía una “serpente grossa cosí” y le enseñaba con las manos como era la culebra. Por supuesto, esa señora no entró más nunca a nuestra habitación y a las primeras de cambio dejó el pelero y no volvió más. La ciudad de Génova es una urbe monumental, con una historia antiquísima cuya data se pierde en los velos del tiempo. No es tan grande como otras del País, pero más vieja, por su carácter de Puerto Marítimo, con un movimiento comercial importante. Tiene un núcleo central de alta densidad, edificios bellísimos y comunicación por tren y tranvía. Tiene además un considerable número de Barrios, que por el Oeste se prolonga siguiendo la orilla del mar. En esos Barrios vive una población numerosa que aparte la parte plana del valle, se extiende por las colinas y cerros de la ciudad. En el Este de la ciudad están, en orden de importancia, el puerto y sus depósitos, con sus terminales de pasajeros, áreas recreativas portuarias. Cuenta con varias industrias destacadas, recordando ahora las poblaciones de Sestri Levante y Sestri Poniente, donde están ubicados los principales astilleros, que por lo estrecho de la playa, casi invaden la carretera. Allí tenía que detenerme con frecuencia, para ver detenidamente el proceso de construcción simultánea de varios buques transatlánticos, donde se veía un enjambre de trabajadores, ocupados en las distintas fases de la construcción, cascos, motores, puentes, dormitorios, salones lujosos de recreamiento, ascensores, casinos, tiendas, chimeneas, equipos electrónicos, escaleras, piscinas, salones de baile, comedores y en fin, unas verdaderas ciudades flotantes que, lamentablemente, no podíamos subir a conocerlos. Parados frente a los barcos, parecíamos insectos ante la majestad de las naves. Había otras localidades, pero es este momento no recuerdo sus nombres, pero sí recuerdo que viniendo solo en mi carro, un día muy claro, por curiosidad quise conocer las interioridades de un barrio europeo. Paré el carrito y emprendí la subida a uno de los Barrios que se iba desarrollando por las sinuosidades del cerro. Eso eran casas y casas, con gente en cantidad ocupando las viviendas, que eran antiquísimas y que terminaban en un recodo y se abría otro y las casas eran construidas unas sobre otras, muchas mujeres mal vestidas, que hablaban en dialecto genovés. Cada cierto espacio se ubicaba lavanderías al aire libre, donde aprovechaban el agua y golpeaban la ropa sobre unas piedras. Toda la gente me veía con extrañeza, yo los saludaba y ellos no me entendían, pero no, me arredré y seguía subiendo y bajando, hasta que llegó un momento que me perdí y subía por una callejuela y volvía a caer donde estaba. Me asusté, pero no perdí el ánimo y le ofrecí una propina a un muchacho para que me sacara de allí a la carretera. Más nunca se me ocurrió subir a barrios. Después que tu pasabas los dos Sestri, tanto el Levante como el Poniente, el Terminal de Pasajeros y otros Barrios llegabas a una Comunidad Nueva, donde existía el Museo Naval, varios Parques y Jardines, Edificios Residenciales, Plazas, Zonas Comerciales, Balnearios y otros lujos de sus pobladores. Ese pueblo se llamaba Pegli, con una buena organización, un ayuntamiento celoso con el cumplimiento de las Leyes y que como ciudad turística mantenía un Censo de todos los pobladores, con mayor celo con los extranjeros. Naturalmente, para vivir allí había que pagar impuestos de estadía, de estricto cumplimiento y al llegar a la ciudad, recibías una cita obligatoria para asistir a la Questura, llevando tus documentos, para registrarte y establecer el monto de tu impuesto. Todo eso lo habíamos hecho mi esposa y yo. No teniendo por lo tanto, ningún problema en esa materia. Entre los años 1.957 y 1.958 se desató en el mundo un movimiento hippie y como Pegli y concretamente por la Avenida donde vivíamos, que era la ruta para la ciudad de San Remo, Niza y Montecarlo y más adelante, la frontera con Suiza por la ciudad de Lugano, se veía plagado de estos hippies, hombres y mujeres, descalzos y con vestidos extravagantes, que viajaban valiéndose del dedo pulgar. Igualmente el balneario libre, en la orilla de la playa, por donde varaban los barcos de pesca, allí se echaban estos extravagantes y duraban día y noche en ese plan, hasta que venía la policía y los sacaba. Para esa fecha anochecía a las 10:00 de la noche y amanecía a las 4:00 AM. En la Siderúrgica todo iba bien para mí, ya que al conocernos más, los técnicos se dieron cuenta que yo tenía una buena preparación, ya que era bachiller y además tenía aprobados cursos de Contabilidad y Auditoría. Se vieron obligados a cambiar mi programa de entrenamiento, para hacerlo más intenso y con mayor intensidad en el entrenamiento. Por supuesto, yo estaba contento y haciendo planes para hacer más productiva mi estadía y entre otras cosas, traer un familiar para que acompañara a mi esposa y ayudara en la casa. Naturalmente, esto es cuando quedemos solos en el apartamento. Dábamos gracias a Dios porque todos los problemas se hubieran resuelto, cuando me llaman de la Gerencia de la Siderurgia y me participan que según orden de la Oficina de Control de Becarios, con sede en Milano, debo regresar a Venezuela en un plazo de un mes y presentarme ante la Oficina de Estudios Especiales de la Presidencia de la República en Caracas. Aquello me cayó como un baño de agua helada, porque fue inesperado y me obligaba a desbaratar todos mis planes. A mi esposa le causó igual sorpresa, pero no le cayó mal. Como no teníamos mucha plata, ya que pagamos el carro Mercedes al contado, le expliqué que había dos alternativas: 1) Esperar que me entregaran el carro y tramitar su envío a Caracas. Regresaríamos con carro a Venezuela, pero no conoceríamos nada de Europa ó 2) Suspender la compra del carro y pedirle a la Mercedes nos devolviera parte de la plata, que luego se la enviaríamos de Venezuela, para que nos pusieran el carro en Caracas. En ese caso regresaríamos sin carro, pero habiendo conocido ciudades importantes de Europa. Le hicimos el planteamiento a la Mercedes y nos pidieron un día para consultar con la Casa Matriz en Alemania. Efectivamente, al día siguiente nos dijeron que me aprobaban el reintegro de $ 1.300.oo y la retención de $ 200.oo para la negociación final. Hicieron el papeleo, me dieron un cheque y con él nos fuimos a Génova a la Agencia de Viajes Danza, la de más prestigio en Europa, para que nos programaron un viaje con duración de un mes por las siguientes ciudades: Milano y Venecia en Italia, Zúrich, Berna y Ginebra en Suiza, París y Niza en Francia, regresando a Italia por San Remo. Dejamos allí todos nuestros documentos para que ellos prepararan el viaje y nosotros recibiríamos los recaudos, pasajes en tren, pasajes en avión, distintivos, reservaciones y pagos en todos los hoteles. Efectivamente, el día siguiente regresamos a la Agencia y nos tenían todo organizado para emprender el viaje el día siguiente, para lo cual un representante de la Agencia nos esperaría, con los asientos de tren ya reservados en la Estación Ferroviaria de Génova a las 8:00 AM para emprender nuestro periplo. Allí, a la hora convenida nos esperaba el ejecutivo de la Empresa, con un maletín contentivo de los recibos y documentos, debidamente ordenados. Me quedé maravillado de lo bien organizado del servicio. Todo estaba detallado en un documento. Saldríamos de Génova a Milano y allí nos esperaba un empleado de la Agencia, quien nos llevaría al hotel reservado y pagado, donde almorzaríamos. En la tarde emprenderíamos con él la visita a las cosas importantes: El Duomo de Milano, la Feria Exposición Anual, la Galería Emanuelli y otras cosas difíciles de recordar. A las 7:00 PM, regresaríamos al Hotel donde cenaríamos a la hora que quisiéramos y para la noche, nos quedaba el tiempo libre para lo que deseáramos hacer, de un programa largo que tenía el Hotel. Íbamos a estar dos días en Milano, así que al día siguiente pasaría un empleado de la Agencia a las 9:00 AM para seguir mostrándonos la ciudad por un tiempo que se prolongaría hasta las 2:00 PM cuando nos dejaría en el Hotel para almorzar y dispusiéramos libremente de la tarde y la noche, ya que al día siguiente seguiríamos a Venecia en tren, para lo cual vendrían a buscarnos, ya comidos, para ir a la Estación y embarcarnos en el tren de lujo y despedirse de nosotros. En Venecia nos esperaba otro empleado, quien empezaría por llevarnos a nuestro Hotel y luego seguir con el programa de conocer las Galería y Palacios Venecianos, la Catedral, la Plaza, el Palacio Ducal y sus dependencias. Ya cansados tendríamos la alternativa de almorzar en uno de los famosos Restaurantes Venecianos y luego retirarnos a descansar a nuestro Hotel, quedando la noche libre para lo que nos agradara de los sitios de la ciudad. Al día siguiente, a las 9:00 AM vendría a buscarnos otro empleado para acompañarnos a conocer la ciudad y sus islas, incluyendo paseos en góndola por los canales y canaletos. Esto lo haríamos solos ya que él, prudentemente, nos esperaría en el mismo sitio. Así fue todo programado en ese inolvidable viaje que abarcó a Suiza y Francia. Es más caro pero vale la pena. No quiero seguir narrando el mismo, para no hacerlo muy largo. Regresamos desde Mónaco a Italia el día 1ª de Mayo, para preparar las maletas para el vuelo de retorno por Aeropostal, a Maiquetía, dispuestos a que si me proponían de nuevo regresar a Italia, lo haríamos con gran placer, ya que nos gustó ese gran País .Llegamos a Maiquetía el día 2 de Mayo de 1.958 y nos esperaban nuestros familiares y amigos, deseando abrazarnos todos al mismo tiempo y darnos muestra del inmenso cariño que nos tenían y aún nos tienen. Guardo mucho que contar, pero no quisiera hacerme monótono.

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