El Estado Sucre nunca ha sido una tierra apta para la explotación de la ganadería bovina y por eso no se fomentó su industrialización, ni se popularizó la cría en gran escala. En algunas fincas existían pequeños rebaños que se mantenían con gran trabajo de sus propietarios, por no existir pastos frescos ni fuentes de agua y por no considerarla rentable en grado sumo. En el pueblo existían tres vaqueras consolidadas, con vacas criollas de escasa producción de leche. La que tenía más cerca de mi casa era la de Juan Urgelles, un señor que vivía en la Avenida Bermúdez con su esposa y dos hijas. La factoría estaba ubicada al final de la Calle La Marina, a orillas del mar, cercada con alambre de púas y con una area techada para el amparo de las diez o doce cabezas que allí sobrevivían. El encargado del cuido de la finca era un señor llamado Francisco Verde, bautizado con el mote de "Chico Berganiales", quien llevaba el rebaño todas las tardes a la Boca del Río Nivaldo para que se bañaran, bebieran y comieran las escasas briznas verdes que nacían a la orilla del delgado naciente de dicho Río. En las mañanas, Chico y otro obrero ordeñaban las vacas y echaban la leche un unos cántaros especiales y una señora salía a entregar los encargos y vender el producto. Después que terminaban las casas de la Calle La Marina había un Cementerio para niños recién nacidos, que los enterraban en unas urnas formadas por las cajitas de madera de pino donde metían las pastas de trigo (fideos, macarrones, y lasañas) que fabricaban los Franceschi. Como quiera que entre la vaquera y el mar crecían unas matas de manzanillo, el ganado se acostaba a la sombra sobre la arena caliente y allí duraba hasta el anochecer. Cuando no llevaban el ganado al rio, Chico iba con un burro y traía dos barriles del líquido vital. Esta vaquera fue paulatinamente en desmedro, el cementerio de niños, donde había además unas escuálidas matas de coco, fueron secándose y los espacios de terreno ocupados por casas, siendo la primera de ellas la de Berta Meneses. Las vacas fueron muriendo hasta acabarse en su totalidad, las paredes se cayeron y se acabó la vaquera y a los pocos días murió Juan Urgelles.
La otra vaquera estaba en La Vega, a la entrada del pueblo y era una finca de explotación agrícola que tenía, marginalmente, ocho o diez vacas que producían mayor cantidad de leche porque en el terreno había agua y crecían pastos y yerbajos, de los cuales se alimentaban. También tenían patos y gallinas y un obrero salía en la mañana con su cántaro a vender la leche y los huevos. Cuando murió su propietario, el señor Jesús Guerra, la finca se vino a menos y al final se acabó. El tercer sitio donde existía ganado y se producía leche era en Las Charas, en finquitas aisladas donde vivían familias campesinas que en un terreno tan árido solo sembraban yuca amarga para producir casabe. De esas finquitas la mayor era la de Chico Pérez, que tenía cuatro vacas que se mantenían soportando todas las carencias de un lugar donde no hay agua. Otros campesinos como Celestino Méndez y su numeroso clan familiar tenían una o dos vaquitas que les servía de sustento con la leche y aprovechaban la bosta como fertilizante. En mi juventud, yo no pelaba, en fecha de cosecha anual, en visitar la zona de Las Charas para comer ciruelas de huesito moradas y en menor cantidad, las ciruelas amarillas que eran más ácidas. Los árboles de esas especies se usaban como soporte de los alambres que delimitaba las propiedades y que con el tiempo y con las lluvias germinaban y se convertían en árboles completos, No sé si eso será todavía así, pero para mí es una evocación de un tiempo grato, plagado de aventuras y alegrías.
13 de junio de 2008
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