17 de junio de 2008

Prosecución viaje a la Costa de Paria

VIAJE DESDE GUIRIA A PEDERNALES: La Hacienda de Playa a que hice referencia anteriormente se llama Yacua y es la mayor productora de copra en Venezuela. Nuestro barco pernoctó ya preparado para proseguir el viaje a Pedernales, debidamente cargado con los pocos bultos dirigidos a Pedernales y Tucupita. Descargamos las piedras que nos servían de "lastre", porque la desembocadura del Río Orinoco es de fondo llano porque en su cauce arrastra arena y piedra que se desprenden de las orillas y obliga a las autoridades a mantener abierto un canal para la navegación. Salimos a primeras horas de la mañana, después de ingerir nuestro desayuno, compuesto de "funche" frito, pescado salado asado y "guayoyo" en cantidad generosa. La navegación iba sin problemas, con buena brisa y poco oleaje, que le provocaba a Aniceto Campos, uno de los marineros, emprender una sesión de canto de galerones, gaitas y canciones mejicanas- yo me extasiaba viendo la costa, que se presentaba distinta a la nuestra, con una vegetación cerrada, una playa sin oleaje y con muchas clases de aves de diferentes cantos y colores que alegraban el paisaje. Esporádicamente nos cruzábamos con pescadores indígenas que pasaban remando sus canoas unicolores, donde guardaban pequeñas atarrayas, nasas y "varas" para la pesca de bagres. Un marinero medía cada hora la profundidad del mar, ya que muchas veces se formaban "bancos" de arenas que eventualmente podían causar una varadura del barco. Finalmente divisamos el "Caño Macareo", un aluvión de agua que se precipitaba en el mar, al igual que sus hermanos "Caño Manamo" y la inmensa Boca de Dragos" que llegaba a tener más de diez kilómetros de ancho, Navegamos como tres horas y finalmente llegamos a Pedernales, un pueblo ribereño, con orillas sucias de un lodo amarillo y muchos pedazos de palo. Nos fondeamos y el Capitán Rauseo se bajó en la pequeña lancha de salvamento que cargamos, para hablar con los consignatarios para que recibieran la carga que traíamos y nos embarcara la que iba de regreso. Dimos una vuelta por el poblado, que me causó mala impresión por lo caluroso y por la cantidad de casas con techos de paja y la presencia de una población indígena que permanecía en un rancho que le mantenía el Municipio, durmiendo en unos chinchorros de moriche tan sucios y deshilachados como ellos, mientras la mujer y los niños mendigaban o trabajaban en el pueblo para llevar el sustento de la familia. Pasamos al Mercado para comprar pescado fresco, casabe, manteca y carbón para volvernos a nuestro barco a preparar la cómoda. Los pescados eran diferentes a los nuestros, predominaban las especies: "morocotos", "payaras" "coporos", "caribes" y bagres de diferentes clases llamados "guitarrilla", doncella" y otras especies. Compramos un "moroicoto" grande para el hervido y unos "coporos" para freír. Teníamos harina de funche blanca y amarilla, pastas y casabe grueso de Las Charas. Modesto resolvió rápido sus diligencias y nosotros nos preparamos para el regreso que tenía que ser en la mañana para aprovechar que bajaba la marea. Esto continúa en el próximo capítulo.

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