Río Caribe era un pueblo de carencias. No había luz, no había acueducto ni cloacas, no había medios de comunicación a los pueblos vecinos, no había mercado público, no había un programa masivo de sanidad y en fin, eran múltiples las carencias y sin embargo, la población era paciente y conforme, alegre y optimista. Concretándonos en el problema de la falta de alumbrado público y residencial, señalaremos que la iluminación de las casas se hacía mediante velas o con unas lámparas de kerosene que eran fabricados en el pueblo por un procedimiento manual usando para ello planchas de hojalata y que utilizaban como combustible el líquido antes nombrado, que llegaba al pueblo en latas traídas por los barcos costaneros de la CAVN y que eran identificados por un militar en posición de firmes. Tanto las lámparas o mechurios como las velas tenían diferentes tamaños. Las velas iban desde las pequeñas de un centavo y de allí crecían los tamaños hasta llegar a las de a locha, de a medio y culminar con las de un bolívar, que eran grandes y gruesas. Las lámparas también eran de diferentes tamaños y en las casas se colocaban en diferentes areas de la casa. Ambas eran contaminantes por el humo que producían y el mal olor que despedían, aunado a que se apagaban con la brisa y era difícil desplazarse con ellas hacia las distintas dependencias de la casa. Esa situación duró muchos años, hasta que surgió un nuevo combustible que obligó a la modificación de las lámparas. Este combustible fue el carburo, que venía en forma de granos o piedras que vendían las "bodegas" en pequeños paquetes de papel. Ese carburo se introducía seco en un compartimiento especial de la lámpara que luego encajaba con otro compartimiento que contenía agua. Al entrar en contacto el carburo con el agua, se producía un gas, que es el metano, el cual se proyectaba hacia un tubo delgado que al encenderse producía una luz brillante, clara y con mayor alcance y tenía la ventaja de ser transportable y menos propenso a apagarse. Ese sistema de alumbrado interno duró también mucho tiempo y por sus distintos costos fueron usados alternativamente. Las calles se iluminaban con los reflejos de las casas y en muy pocos casos se colocaban luces en el exterior. Otro sistema era el de las lámparas de huracán, que funcionaban también a base de kerosén y eran traídas del exterior para alumbrar los barcos fondeados y hasta para el traslado de peatones de un sitio a otro. Después vino el uso de las lámparas de gasolina, que mediante unas "mantillas" interiores que se protegían con vidrio y producían una luz brillante, expansiva y que periódicamente se le insuflaba aire mediante una bombita manual. Naturalmente, la población usaba con profusión las linternas eléctricas de diferentes tipos y de distintos números de pilas internas que se cruzaban en las calles. Las bicicletas portaban sus propias luces, sobre las cuales escribiremos en su oportunidad. Mientras se usaban los distintos métodos de iluminación antes descritos, ya en el mundo se usaba en forma masiva la electricidad, lo cual interesó a la gente progresista del pueblo y se propugnaba por su aplicación en nuestro medio, pero estaban en guerra y al terminar la Guerra Mundial del año 1.918, cuando las empresas internacionales empezaron a producir bienes de uso pacífico, se consultaron técnicos para determinar los tipos de motores que se necesitaban, así como la posteadura y el tendido de cables. Finalmente, la familia Luciani financió el proyecto, adquirió un motor italiano que fue instalado en un local ad-hoc en la calle 14 de Febrero o Wate de Cochino donde aún está su viejo cascarón como una reliquia de su época. Para el año 1.926 ya se había instalado el motor, sembrada la posteadura y tendido los cables por las principales calles del pueblo, con la natural alegría de sus habitantes y la esperanza de un futuro promisor. Poco a poco de fueron incorporando el servicio a las casas y establecido como forme de pago en base a los bombillos instalados en cada casa. Con la llegada de la luz eléctrica se fueron instalando algunas industrias, tales como fábricas de hielo, trilladoras de maíz y café, molienda de maíz y otras industrias. Esa situación duró un largo período, hasta que por Ley se fijó que ese servicio debía nacionalizarse en todo el País y al efecto se creó la empresa Cadafe, quien compró a los Luciani todo el sistema y sus bienes, pasando entonces a ser un servicio nacional hasta el día de hoy.
4 de junio de 2008
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