Ya estaba incorporado a la tripulación del Barco "Zorro Azul" propiedad del Consorcio "Franceschi y Compañía" que ya esta haciendo los preparativos para emprender viaje por la Costa de Paria y culminaría en Pedernales en el Delta del Orinoco, empecé a ejercer mis actividades de "pinche de cocina" a la orden del Capitán Modesto Eauseo. Este Barco era un "trespuños" de unas 18 metros de eslora y unos 6 metros de manga con una capacidad de carga de unas 20 toneladas, movido a vela con dos "foquis" y una "mayor", una semicubierta en la popa donde estaba la parte de dirección o rumbo con un timón de caña larga y una "cucheta" que servía de dormitorio al capitán. Cercano estaba la "caja de cocina" que contenía un fogón de leña o mas modernamente una cocina de kerosén. Yo me sentía eufórico y alegre en mi función de asistente de toda la tripulación y mientras se incorporaba la arga en su panzuda bodega. Los preparativos de viaje se realizaban con celeridad y en dos días estuvimos prestos para la partida. En esa fecha el Capitán Rauseo pasó a cumplir con el recurso legal de retirar los documentos del Barco y se fijó la hora de partida para las 4 de la mañana y a esa hora se inició el proceso de leva de ancla y como no había un viento suficiente para la movilización, hubo que apelar a os remos para conducir el barco hacia la punta de la boca para salir a mar abierto donde la brisa soplaba con más libertad. Esta maniobra les llevó cierto tiempo porque la nave estaba cargada y de por sí los remos son lentos. Salimos por fín a un area despejada y pudimos elevar las velas y adelantar con más velocidad. El Barco empezó a desplazarse a media velocidad ya que la brisa no era suficiente para hinchar el velamen, pero paulativamente esa velocidad fue creciendo al aumentar la furia del viento y la hábil mano del capitan y la tripulación maniobraban las jarcias y la botavara para buscar que recibieran la mayor cantidad de brisa y para ello efectuaban una navegación en zig zag. Al amanecer se incrementó el oleaje e igualmente el movimiento del barco. A la distancia se vislumbraba la costa que se presentaba agreste, fuerte, violenta y retadora. Yo me deleitaba viendo además de la costa un cielo transparente lleno de nubes y una mar azulado solo cortado por la proa que producía una espuma muy blanca. De repente, sentí un malestar en la cabeza, un sudor frío en el rostro que se corría hasta el cuello, empecé a bostezar y a ver brumoso. De seguidas me tuve que orillar a la borda para vomitar todo lo que tenía en el estómago. El vómito continuó intermitentemente y no podía ni siquiera levantar la cabeza y mucho menos el cuerpo. Me tiré sobre unos sacos y allí permanecí durante horas, sufriendo las bromas de los compañeros y aguantando lo que pude, hasta que por fin me dormí y solo vine a despertarme cuando el barco llegó a la rada de San Juan de las Galdonas y fondeó para bajar la carga destinada a esa localidad y sus adyacencias. Estaba sucio, demacrado, débil y hediondo a vómito, lo cual motivó a que un marinero me alzara en vilo y me tirara al mar para que me repusiera y lavara la ropa.
De momento pararé aquí la narración para no hacerla muy tediosa y en próxima sesión continuaremos con esta o con otra aventura...
3 de junio de 2008
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