Desde el año 1.810 en adelante, la economía de Río Caribe se centra en el cultivo, procesamiento y comercialización del cacao. Los demás productos agrícolas eran mayoritariamente de tipo marginal, usados para el consumo, con precios irrisorios que nunca fueron remunerativos. El cacao sí era importante y adquirió aún mayor relevancia cuando arribó al pueblo una emigración venida de Europa, con una cultura más cultivada, con recursos económicos en oro, provenientes de su reciente relación amistosa o familiar con sus paisanos de la Isla de Córcega, vinculados con Napoleón Bonaparte y lo más importante, conocedores de la demanda y el alto precio del grano en las cortes europeas. Estos recién venidos traían un propósito claro de adquirir tierras, mejor las ya cultivadas y de una manera tenaz y persistente se fueron apoderando de las haciendas más feraces y con mayores posibilidades de expansión. Progresivamente se convirtieron en terratenientes y como eran familias completas, lo primero que hicieron, aparte del cultivo, fue mejorar las viviendas de las haciendas, fabricando casonas coloniales en el pueblo, que requerían de una mano de obra doméstica, abundante y barata. Esto fue al principio, pero luego se cansaron del aislamiento y carencias de escuelas para sus hijos y familiares, que motivaron la construcción de mansiones lujosas de gran amplitud y dotados de los servicios más esenciales para la época. Como el área era amplia, adicionaron a la parte residencial, unos espacios libres utilizados para el secado y procesamiento del cacao. Para la época de mi juventud, entre los años 1.930 y 1.950 existían varios establecimientos de ese tipo. Recuerdo al más amplio y de tipo comercial, ubicado a la orilla de la playa y vecino al Río Nivaldo, en la factoría de la familia Franceschi. Era un patio grande encementado y cruzado por rieles, sobre los cuales se desplazaban unos grandes vagones de madera y superficie llana, construidos en forma superpuesta, es decir, unos sobre otros, que se abrían para recibir el sol. Al final del recorrido había un área techada adonde iban dirigidos rápidamente los vagones cuando aparecían los aguaceros o lloviznas, que dañaban el procesamiento del producto. Anualmente vi crecer el área a medida que le iban ganando terreno a la rivera del río. Diariamente y mientras hubiera sol ,se mantenían sobre los vagones un grupo de trabajadores, que con pies descalzos y grandes palas de madera iban removiendo los granos para que el secado fuera parejo y uniforme. Transcurrido un lapso de tiempo el grano adquiría un color marrón característico y un olor sabroso, que señalaba la oportunidad del proceso de ensacado, o sea, su introducción en sacos de fique que se iban colocando en altas pilas, que luego eran marcados con pintura negra que se esparcía sobre unas formas de cartón o zinc que señalaban "Cacao de Río Caribe" y más abajo el peso: 80 kg., numero de embarque y fecha. Ese producto quedaba almacenado hasta que arribaba el barco francés, alemán, inglés o americano que recibiría la carga en una jornada constante e indefinida, ya que al no contar con muelle y que el puerto es llano, los barcos debían fondear lejos de costa y transportar los sacos de cacao en unos "bombotes" grandes y panzudos que se cargaban a hombro y luego eran llevados mediante la movilización a grandes remos que movidos por tres hombres. El tiempo de carga lo marcaba el estado del mar, la cantidad de carga y el aguante de los hombres que cargaban aquellos enormes sacos de 80 kg. venciendo la fuerza de la ola. La siguiente factoría, también de tipo comercial era el Almacén de la Familia Gómez Ordaz y cuya ubicación y forma de trabajo señalaré en el próximo capitulo.
3 de septiembre de 2008
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