7 de septiembre de 2008

Casas con vagones de secado de cacao en Río Caribe II

El Consorcio Gómez Ordaz, de origen canario, también se ubicó en las inmediaciones del puerto, en un local localizado en el comienzo de la Calle Larga, hoy Avenida Bermúdez. El área de terreno de que disponían no era muy extensa, por lo que se vieron obligados a utilizarla en toda su extensión y al efecto construyeron una casa grande, dotada de columnas fuertes de concreto, capaz de soportar grandes pesos. En el área sur ubicaron la parte residencial y adyacente a ella construyeron un amplio local con capacidad para que sirviera para el procesamiento del cacao ya secado, su en sacamiento y preparación para su exportación. Allí arrancaba una amplia y fuerte escalera para subir y bajar el producto. En la Planta Alta se construyó una platabanda de concreto sobre la cual se colocaron rieles de hierro para la movilización de grandes vagones de madera, superpuestos unos sobre otros, que se desplegaban para vaciar en ellos el cacao sujeto a secado y que los obreros, dotadas de grandes palas de madera, movían los granos constantemente, para lograr un secado uniforme. Igualmente se construyeron aéreas techadas para proteger los vagones de las garúas intermitentes, de las lluvias y el sereno. Las áreas no utilizadas se destinaron para el alquiler a los comerciantes que quisieran instalar pequeños negocios o para residencias de familias pequeñas. En efecto, recuerdo que había una tienda o almacén propiedad de Chucho Vásquez, un local de esquina que se le arrendó a Checame Lunar para expendio de café y ron las 24 horas, un negocio de comidas muy famoso por sus costillas de cochino fritas propiedad de Jesús Amarista y María Marcano. Simultáneamente se usaba como residencia y allí nacieron sus numerosos hijos. Venía luego un área techada y en un pequeño local se instaló una señora margariteña de nombre Goya Marín, con una posada de comida criolla, especializada en sancochos, carne guisada y gallina en pebre. Vivían con ella sus hijos grandes Nereo e Hilda. Otro localcito se alquiló a Antonio Negrito para una barbería. En el área de circulación se instaló Carmelo Gutiérrez con su venta de esnobol y en el local grande montó un negocio de bodega un señor margariteño, que luego le vendió el negocio al señor Isaac Marval, quien acondicionó el local adyacente, sobre el cual se veía y sentía el paso de los vagones. El cacao que procesaba y comercializaba este Consorcio provenía de las haciendas de su propiedad localizadas en la costa norte de la Península de Paria que tenían acceso por mar. Entre esas haciendas recuerdo a Cipara, Cangua, Uquire, Don Pedro, Caballo, Unare, San Juan, Cacao, La Salina y otras. Para el transporte de los frutos del cacao debían utilizar embarcaciones capaces de afrontar el mar proceloso de esa zona y por ello contaban con una pequeña flota, que ameritaba mantenimiento y conservación. Este Consorcio también sufrió los embates del ciclón que el año 1929 azotó la región afectando a numerosas haciendas y arrasaron los árboles de cacao y sus matas de sombra. También lo afectó la caída de la Bolsa de Nueva York en el año 1.933 y la Guerra Mundial que restringió definitivamente el Mercado. La mayoría de las familias pudientes abandonaron el pueblo y se trasladaron a Caracas. El próximo inmueble que contaba con vagones era el de la Casa Prosperi, de lo cual me ocuparé en el próximo capitulo

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