El segundo pozo de abastecimiento de agua potable en el pueblo era el de La Jabilla, un espacio amplio cubierto de arboles de jabillo, que permanentemente dejaban caer una "barbas", con las cuales rellenábamos los guantes de lona con los que jugábamos en el improvisado parque. En el interior del pozo nacían numerosos manantiales, que aparte de mantener un buen caudal, siempre estaba limpia y cristalina. Surgieron problemas con la comunidad, porque en las noches se metían hombres a bañarse desnudos en la poza y tardaba mucho en aclararse, por lo que los habitantes de La Playa, Chamberí, Calle Nueva, Avenida Sucre y hasta la gente de Santa Bárbara y Las Charas, que venían con sus burros cargados de barriles a llenar tranquilamente sus recipientes no podían abastecerse. Debido a las frecuentes quejas, el Gobierno del Estado ordeno la construcción de una plataforma de cemento, con aberturas para meter los baldes y se acabó el problema. Había mujeres y hasta hombres, que se ocupaban de transportar agua a las casas mediante un módico pago por su trabajo. Durante años perduró este sistema y solo terminó cuando construyeron el Acueducto y las familias se afiliaron al nuevo servicio. El paraje de este pozo era muy fresco, debido a que nacían espontáneamente arboles de "Guanábana Cimarrona", "Tarantán" y "Chiguichigui" que cuando maduraban dejaban salir sus olores. Toda la rivera del río tenía una greda morada de poca consistencia, que permitía el nacimiento de numerosos ejemplares de cangrejos violinistas con sus grandes macanas, que corrían a esconderse al oír cualquier ruido.
30 de octubre de 2008
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