3 de octubre de 2008

Dr. Pedro Rafael Figallo

Indudablemente que el personaje más resaltante del pueblo, para mi época, era el Dr. Pedro Rafael Figallo, un médico altruista que dedicó su vida a la atención de la salud de los riocariberos y de los habitantes de los lugares aledaños, sin perseguir con ello fines lucrativos ni beneficios personales. Al frente de su casa de habitación de la Avenida Bermúdez, concurrían desde las primeras horas de la mañana, decenas de personas afectadas de diferentes males, que eran atendidas según la gravedad de sus males. Yo tenía 7 ú 8 años de edad y como vivía en una casa del frente, fui testigo presencial de su actividad profesional, que incluía atender casos de: ginecología, pediatría, traumatología, gastroenterología, urología y hasta odontología y espiritismo. Su carácter era hosco, regañón y aparentemente bravo, pero en realidad era un humorista fino que muy pocas veces lo exhibía en la calle. Trabajaba incansablemente tanto en su consultorio como en las casas particulares, cuando el enfermo presentaba un cuadro de gravedad. Muchas veces vi llegar a diferentes horas del día o de la noche "hamacas" que transportaban heridos de armas blancas, con hemorragias y heridas profusas que nadie imaginaba como podría salvarse. Otros llegaban provenientes de pueblos y caseríos de la Costa de Paria, que debían ser transportados por vía marítima. Esas emergencias eran diarias y él las afrontaba sin contar con recursos médicos adecuados ni personal competente para que lo ayudaran. Su actividad duró muchos años y se convirtió en adalid del pueblo, que lo adoraba y sentía un agradecimiento tal, que al no tener disponibilidades económicas y sabiendo el amor que profesaba por los animales, expresaban su cariño trayéndole los mejores ejemplares de aves canoras, frutas, aves de corral, artículos domésticos, pescados y terminaban ofreciéndole sus hijos para que los bautizara, lo cual no podía hacerse efectivo, porque él no creía en los curas ni en los santos, dada su condición de francmasón. El pueblo lo quería y él quería al pueblo. Su desprendimiento fue de tal magnitud que solo después de su muerte se supo que la casa donde vivía, no era suya, sino de la familia Salazar, que se la dio en usufructo en agradecimiento por la atención especial que le prestó a familiares cercanos. Vivió como un león solitario, contando solo con la ayuda de algunos jóvenes discípulos que con el tiempo y la práctica podían atender casos muy orgulloso y defendió con denuedo su independencia y libertad, no aceptando imposiciones de la clase pudiente, que con su dinero avasallaba a la población. Fue amante del poder y gran bolivariano, siendo varias veces Presidente de la Sociedad Bolivariana. Fue un estudioso de la masonería, habiendo alcanzado el grado 33 y Venerable Maestro de la Logia Masónica Estrella del Paria. Ocupo varias veces la Presidencia del Concejo Municipal y aceptó, de forma transitoria el cargo de Jefe Civil del Distrito, donando el sueldo a los pobres del pueblo. Todavía el pueblo lo recuerdo con cariño y agradecimiento y hasta ahora,su sepelio fue el de mayor concurrencia que se conoce. Su busto fue levantado en la Plaza del Cementerio, como homenaje a la gran labor realizada y el Hospital del pueblo lleva su nombre . Además de todo eso, pasa el tiempo y el recuerdo permanece inalterable en el corazón de Río Caribe.

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