Como decía en mi capitulo anterior, el remoquete de 'riocarilocos' que desde hace muchos años nos impusieron los carupaneros, quizás con el deseo interno de que le replicáramos llamándalos 'carupatos', tiene alguna justificación en las actitudes anormales que asumimos en ciertos casos. Ya dije que una de las causas de esa situación, era la unión de parejas con parentescos cercanos, pero otros motivos deben haber privado para que eso sucediera. En efecto, no es normal que un hombre que trabajaba como ayudante de albañil, decidiera simular su muerte para saber si sus familiares lo querían, o el de un individuo que asuma la costumbre de que a cualquier hora, se lanzara desde la orilla de la playa a emprender un viaje solitario, a nado, hasta llegar a la playa de El Morro y al arribar a su destino, descansar un cuarto de hora y volverse a lanzar al mar para el retorno a Río Caribe, luchando contra la corriente y el viento, o la actitud del mismo personaje, que llegó al pueblo al jubilarse de su trabajo en una empresa de transporte y habiendo traído un stock de trajes y otras indumentarias finas y como quiera que no había actos festivos para lucirlos, se vestía de regia gala con traje, chaleco, sombrero de fieltro y zapatos finos para, ir a la playa a comprar pescado y en la tarde volvía a vestirse con otro traje, para ir a comprar pan o el caso emblemático de un señor muy serio, dueño de barbería, que cualquier día amanecía vestido con un largo sayo y salía a la calle emitiendo alaridos lastimeros, llamando a su hijo muerto, imitando así a la Sayona o la Chirigua y al otro día volvía a ser normal. Así como esos se sucedían decenas de casos. Pero había otro grupo de locos o alucinados, que convivían pacíficamente en la comunidad y daban frecuentemente signos de inteligencia superior, lo cual hizo que profesionales muy distinguidos opinaran, que la causa de que los riocariberos perdieran la chaveta, era su exceso de inteligencia, que en un determinado momento sobrepasa los índices normales. A estos últimos pertenecía Domingo, o sea Licaco, un orate pacífico, que era solicitado como vendedor de pan, obrero pico y pala, limpiador de cunetas, recogedor de desperdicios y otros menesteres. Sus frases ingeniosas, actos graciosos y dichos populares, tenían repercusión en todo el pueblo y no obstante el tiempo transcurrido, aún se recuerdan con cariño. Su apetito era prodigioso, comía de todo y en las horas que le ofrecieran comida, tenía mucha fuerza para cargar y transportar cosas pesadas. conocía a las personas y sabía su domicilio. No era grosero y solo se rebelaba contra los muchachos que le echaban bromas y contra cualquiera que se metiera con sus familiares, especialmente contra su tía/madre Gerónima Rondón. Provenía de una familia honorable y muy querida del pueblo. Además de Gerónima que fué quien lo crió, era hermano de Pitón y primo de Angel Belén e Higinio Rondon, Todos muy apreciados en la comunidad. Lástima que murió relatinamente jóven, al tomar la manía de comer sal marina en granos, que le efectó los riñones. CONTINUARÁ EN EL PROXIMO CAPITULO.
22 de octubre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario