9 de agosto de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS - Comienzo de actividades y estudios en la Escuela Naval de Venezuela VI

Transcurrían así los días de la semana, rutinarios pero no monótonos, ya que era un organismo vivo donde sucedían acontecimientos de distintos índoles, bien sea con relación a las materias clásicas de estudio, tales como matemáticas, física, castellano y literatura, química, mineralogía, geografía e historia de Venezuela, inglés y las materias de índole militar, tales como : Historia de la Armada Venezolana, El Espíritu Naval, Banderas y Señales, la Infantería de Marina y la Flota del Presente y Perspectiva del Futuro. Había hechos intrascendentes, pero que impactaban a nuestros compañeros, como fue el hecho de asignación de fusiles a cada aspirante en un acto protocolar donde intervino el Director de la Escuela y explicó el simbolismo y la importancia del acontecimiento y la obligación de responder por el arma, que permanecerá en el salón del arsenal, pero que era su compañero, cada aspirante seria responsable de su cuido, mantenimiento y conservación, tal como lo venían haciendo los cadetes de los años superiores y cada semana se debía limpiar interna y externamente, usando la baqueta para pulirlo, aceite para lubricarlo internamente con un trapo para el ánima, el mecanismo de disparo, la culata y la madera de protección.Igualmente fue significativo cuando nos anunciaron por los altoparlantes de la presencia de los sastres para tomar las medidas de los uniformes blancos de salida, el número de los zapatos blancos, la guerrera negra y el pantalón beige de media gala, para los desfiles. En dos meses tendríamos nuestros uniformes y podíamos salir a la calle. Todo eso configuró un cuadro de alegría y esperanza en todos los aspirantes, quienes teníamos pautada la salida a la calle para el 15 de Noviembre y entretanto, permanecíamos en la Escuela, viendo cada semana como acudían los familiares a cumplir con sus visitas y los cadetes regulares continuaron con su régimen de salida en base a la puntuación alcanzada en el período, que podía llegar hasta una pernocta, o sea, salir de permiso los días sábado y domingo. Yo por mi parte, procedí a romper con todo aquello que pudiera interferir en mis estudios y al efecto le mandé una carta muy sentimental y emotiva a la novia con quien mantenía unos amores románticos y lejanos durante 4 años, alentados solo por cartas y sin haberla visto nunca de cerca, ni tocado y menos aún, besado o intercambiado caricias. Era solo un amor epistolar. En esta carta le ponía en alto nuestro amor, mi devoción hacia ella, pero el hecho de haber ingresado a la Escuela Naval y que para casarme con ella debían transcurrir unos 5 años, no me parecía justo hacerla esperar tanto tiempo y por lo consiguiente, la dejaba libre de compromiso y que si ella estaba disponible cuando yo me graduara, podríamos pensar en una unión permanente. La pobre muchacha me contestó acatando mi decisión y al año se casó, tuvo tres hijos y finalmente murió. Igualmente decidí romper mi silencio y le mandé sendas cartas a mi tía Paela y a mi hermana Juanita, que hacía meses no sabían de mí, informándole que estaba felizmente en la Escuela Naval. Del mismo modo le escribí a papá y mamá expresándole lo mismo y me quité ese peso de encima. Mis calificaciones eran bastante buenas, tanto en las materias tradicionales como en las militares, salvo en el inglés, que siempre ha sido mi Némesis. Cuando nos pusieron a escoger los deportes de nuestra preferencia, con la intención de conformar los equipos que competiríamos en el mes de Mayo en el Torneo Inter Escuelas de las Fuerzas Armadas, yo escogí en Primer Lugar, Natación, en la Especialidades de Libre y Espalda y en el Segundo Lugar, que era obligatorio, escogí Atletismo, en Salto Largo y carrera de 100 metros. Todos los deportes tenían profesores de primera línea. Así en Natación teníamos al Profesor Peruano Muller, en Beisbol al pelotero Dálmiro Finol, en Esgrima al Profesor lituano Rodolfo Bartha, en Lucha, Gimnasia y Levantamiento de Pesas al Profesor francés Macier, en futbol a Pedro Benítez y en basket y Volibol, otra persona que ahora no recuerdo. Toda una pléyade de especialistas en sus respectivas disciplinas.
Nuestro tiempo estaba copado y nos acostábamos agotados y no nos despertaba ni siquiera el ruido de los camiones Euclid que pasaban continuamente por la fachada Norte, cargados con unas enormes piedras para la construcción del Puerto, que entonces estaba en ejecución. Solo reaccionábamos al oír el primer timbre de la mañana, que daba inicio a nuestra faena diaria. Estábamos pendientes de los exámenes de período, cuya calificación se estaban incorporando en los expedientes y eran vitales para la evaluación de Diciembre. Todas nuestras actividades la realizábamos con miras a la perfección y nos cuidábamos de que cualquier superior dañara nuestra hoja con alguna nota disciplinaria. La visita de los familiares los domingos, se hizo habitual y ya conocíamos a casi todas las personas, quienes nos trataban con cariño y deferencia y hasta nos traían recuerditos.
Los oficiales superiores y el Comandante del Cuerpo de Cadetes decidieron, que antes de conceder la salida semanal debía estar supeditado, además de los estudios y la disciplina, a la responsabilidad de limpieza y mantenimiento de todas las áreas internas de la Escuela, sus dotaciones y equipos fijos, así que los días sábados, desde horas mañaneras se formaban cuadrillas de pulitura y limpieza, donde la carga más pesada se asignaba a los aspirantes a quienes se veía puliendo los cañones de adorno que están en el patio, las barandas, los vidrios y ventanas, no se puede decir que los cadetes no trabajaban, pero ellos se auto asignaban labores de dirección. Las mangueras, las escobas y los cepillos salían a relucir y ya a las 3 horas, aproximadamente, la Escuela se veía reluciente.
Luego de la limpieza se ordenaba la formación, previa al almuerzo, para que los oficiales hicieran la revisión individual, incluyendo los fusiles, de la pulcritud en todos los aspectos , llegando al extremo de introducirle su pañuelo personal en los resquicios del fusil y si este presenta alguna mancha, dictamine de una vez : Cadete, sábado y domingo sin salida! Nosotros no teníamos salida, pero cualquier contravención iba al expediente, para aplicarla en su debida oportunidad. Ya había más camaradería entre nosotros y algún acercamiento con los cadetes de otros años. Espontáneamente salían los apodos, los chistes y las ocurrencias graciosas. Se ponía de relieve la capacidad histriónica de algunos personajes, en cualquier acto. El ambiente de tensión fue desapareciendo, nos conocíamos mejor, comenzó una etapa sabrosa. Ya había competencia deportiva y se vislumbraban los posibles equipos que se formarían. Con vista a las festividades del próximo Diciembre, se contrataron los servicios del eminente Profesor Alberto Castillo Arráez, para que organizara el Orfeón y la Coral de la Escuela, lo cual obligaba a los ensayos semanales para convertir a unos neófitos en artistas, con el resultado de que al poco tiempo pudiéramos interpretar piezas clásicas del folklore venezolano y hasta el Himno de la Escuela y el Himno Nacional. Nosotros estábamos encerrados como en una campana de cristal, sin comunicación con el mundo exterior y solo nos enterábamos de algo, mediante la visita dominical de los familiares de los estudiantes que dejaban escapar cualquier noticia. Por supuesto, no teníamos conocimiento de los acontecimientos políticos del País, ni de los avatares de las familias venezolanas. Sabíamos que ya estábamos en la Primera Quincena del mes de Noviembre de 1.948 y que el Presidente era Don Rómulo Gallegos y el Partido Gobernante era Acción Democrática.
Por intermedio de los visitantes nos enteramos que había rumores de descontento en las Fuerzas Armadas, que pudiera llevar a conflictos. Por supuesto, se nos olvidó el rumor y continuamos con nuestra rutina, esperando la fecha en la que pudiéramos salir a la calle luciendo nuestro flamante uniforme. Pasó el día 15 y no pudimos salir, repentinamente llegó el 24 de Noviembre y nos ordenaron formar en el Patio y se nos informó que había habido un movimiento militar, surgido una Junta de Gobierno que derrocó al Presidente Gallegos y que nosotros como componentes de un organismo castrense, debíamos permanecer en expectativa y que ya nos mantendrían informados, ya que al parecer había unidades que no aprobaban el movimiento, entre ellas la guarnición del Fortín Solano y un Buque de la Armada. Nos ordenaron tomar nuestras colchonetas y ubicarnos en los techos, prestos a cualquier contingencia. Eso ocasionó una histeria colectiva, una euforia previa a una batalla, creyendo ciertamente que con nuestro empuje y viejos fusiles, no había quien nos detuviera. ¡Que ilusa es la juventud! Por la noche pasaba por sobre nuestras cabezas las luces que se emitían desde el Fortín y rogábamos por que se presentara la contienda. Eso sin haber disparado nunca un fusil y sin tener municiones para ellos. En la mañana del día 25 nos informaron que ya todo había pasado, que bajáramos nuestras colchonetas de los techos y nos preparáramos para seguir nuestra rutina habitual. ¡ Como lamentábamos que no hubo una guerra para demostrar nuestra enjundia, pero ya la habría oportunidad más adelante. Llegó Diciembre, cumplimos dos meses en la Escuela y ni siquiera se vislumbra la llegada de los uniformes, ni la fecha de salida. Un día nos avisaron por el alto parlante que esa tarde debíamos formarnos en el patio para recibir un pago o emolumento individual. Después de almuerzo salimos a formación y el Administrador, un Alférez de Navío asimilado se acomodó en una mesa con sus bolsas de dinero efectivo. En orden descendente, como toda organización piramidal, debíamos colocar nuestra gorra y allí colocaban el monto del pago. A notros como últimos, nos pusieron en la gorra un fuerte, o sea, una moneda de Bs. 5.oo que recibimos con humildad por lo inesperado. Los cursos se desarrollaban normalmente, con su rutina habitual, incluyendo unas guardias de dos horas en la noche, mancomunadas con cadetes de otros años bajo el mando de un Guardiamarina. Yo estaba muy contento, el ambiente se iba distendiendo, recibí cartas de mis familiares y Juanita, Aura y Paela me anunciaban visita y efectivamente, el siguiente domingo vinieron a mi encuentro y pasamos horas agradabilísimas, rememorando viejos tiempos. Naturalmente, me trajeron golosinas y hasta dos hallacas que adelantaban la Navidad. Ya para el 20 de Diciembre se estableció que definitivamente los uniformes no estarían listos sino hasta el año siguiente y la Dirección mandaron a organizar a los mayores de 18 años para una visita sanitaria a un prostíbulo llamado Muchinga, para descargar la presión de tantos días de abstención y encierro. Yo estaba en esa lista y fui a ese encuentro junto con el grupo, acompañados de un Oficial, quien nos explicó que las damas fueron previamente revisadas por una Junta Médica y consideradas sanas.
El pago de emolumentos se prolongó por tres semanas, siguiendo el mismo procedimiento. Nosotros no teníamos en que gastarlos salvo en la quincallita que atendía un señor Badillo y que estaba al final de un pasillo y vendía: pasta y cepillo dental, papel y sobres para cartas, refrescos fríos, chicles y caramelos, estampillas y demás chucherías. Servía también como receptor de cartas para su envío.

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