Es imposible hacer una referencia sobre Caracas sin nombrar “El Silencio”, que ocupa un lugar prominente en el desarrollo de la Ciudad. Lo incluyo en mis reminiscencias, porque está muy vinculado a mi vida y mi trabajo en el Banco Obrero. Tengo necesidad de señalar algunas informaciones relativas al Barrio que ocupaba las tierras donde se construyó la Urbanización y otras relacionadas con su puesta en servicio, que por supuesto, yo no lo viví y tuve que recabar esos datos de dos fuentes importantes, por lo que confieso que no son de mí autoría. El primer libro donde me basé fue el trabajo que a manera de crónica y firmado por el Ing. Dr. Ricardo De Sola y publicara el Instituto Nacional de la Vivienda –Inavi- en la oportunidad del cumplimiento de los 60 años de la Fundación del Banco Obrero, el 30 de Junio de 1.928. El Dr. Ricardo De Sola trabajó en la obra de construcción, desde su inicio hasta su conclusión y fue por lo tanto, un testigo de excepción.Según trabajo presentado por Carlos Eduardo Misle –Caremis- a la Revista norteamericana Life, en datos que él recopiló de otras fuentes. “todo comenzó en 1.658, cuando una terrible epidemia que en el sector oeste de la quebrada de Caruata, causó los mayores estragos y muertes en aquella Caracas de ocho mil habitantes. Ello se consideró como un castigo del Cielo a la vida disipada, disoluta, gomórrica, de los residentes del Sector. Se nombró una Comisión para que rindieran un explícito informe para la Gobernación, el Ayuntamiento y el Cabildo Eclesiástico. En ese Informe se decía: “En cuanto a las rancherías situadas al Oeste de la Quebrada Caruata, donde comenzó la epidemia, solo se advierte silencio, silencio; un profundo ¡silencio! En 27 días de epidemia, había muerto casi toda la población del barrio y cerca de dos mil personas de toda Caracas”. Ese y otros Informes presentados en fechas posteriores, se pronunciaron por la destrucción de ese Barrio Insalubre, donde se practicaban todos los vicios imaginables y sus habitantes estaban afectados por numerosas enfermedades, pero pasaba el tiempo y ninguna autoridad se atrevía a enfrentar el problema, hasta el año 1.941, cuando el General Isaías Medina Angarita acometió la obra con el célebre picotazo. Para entonces, según la periodista Carmen Clemente Travieso en el diario Ahora, existían en la Barriada de El Silencio: 331 casas, de las cuales 42 eran prostíbulos, 49 casas de vecindad, 32 expendios de licores, 9 hospedajes y 199 inmuebles destinados a otros fines
La construcción de El Silencio comenzó el 4 de Enero de 1.942 y se terminó el 20 de Agosto de 1.945, treinta y dos meses después, cuando se concluyó el Edificio№ 3 y se organizó su ocupación. En 1.941 los diarios ofrecieron interesantes datos sobre los inmuebles de El Silencio. Para las demoliciones fueron adquiridos por la suma de Bs. 8.661.632.una cantidad de ranchos y viviendas. El Export & Import Bank of Washington fue la entidad bancaria que financió en parte, la edificación de El Silencio. En los trabajos previos se destruyeron 1.792 habitaciones, de los cuales 1.132 estaban dedicadas a prostíbulos, ventas de licores y casas de vecindad. En la zona se registraron, en el momento de su desocupación, 465 casos de tuberculosis, 2.327 sífilis y enfermedades venéreas.
Para el año 1.935, desaparecida la dictadura Gomecista, Venezuela tomó un nuevo rumbo. Para entonces solo la ciudad de Maracay presentaba algún desarrollo urbano. Caracas estaba totalmente estancada y para entonces solo contaba con una población de 283.856, lo cual denota un crecimiento muy lento. Para el año 1.941, cinco años después, esa población creció para alcanzar la cifra de 380.099.y para 1.955 llegó al millón de habitantes.
El sitio donde se encuentra la Urbanización El Silencio, no fue durante la época colonial ni siquiera un barrio de la ciudad de Caracas. Era apenas un arrabal, el cual se encontraba a lo largo del camino hacia Antímano. Pasado el tiempo, la zona se fue poblando tan lentamente que , que fue solo el 18 de Diciembre de 1.843 cuando fue creada la Parroquia San Juan. En sus orígenes, lo que es hoy El Silencio eran terrenos propiedad del Conquistador García González de Silva, quien llegó a la ciudad en 1.569. Con el tiempo llegó a ser el primer latifundista de la antigua Venezuela. El Tartagal fue el nombre de la posesión y el más antiguo nombre de El Silencio, que estaba situado entre el Rio Caroata, que pasa por debajo del actual Bloque № 1 y El Calvario. Se conectaba la ciudad a través de un puente. Allí vivieron siempre, gente de escasos recursos y empobrecida. Si lento fue el cambio urbano de la ciudad de Caracas, más lento fue el de la zona de San Juan, en el cual estaba El Silencio. El censo de 1.873 revela que en la zona vivían 6.507 personas, en 1.926 todavía eran 25.953 y en 1.941, en toda la Parroquia habitaban 42.589 personas.
Cuando se iniciaron los trabajos el 4 de Enero de 1.942, hubo que dedicarse primeramente a las obras de drenaje de las Quebradas de Caroata, Aserradero y otras que bajan del cerro El Ávila. Esas quebradas aún siguen corriendo por los cauces subterráneos y son muy pocas las personas que saben de su existencia.
Construir un Conjunto Residencial de esa envergadura en tiempos de guerra, afectando una población numerosa, iniciando así un verdadero desarrollo urbano de Caracas, fue una labor inconmensurable. La presión de la prensa, de las fuerzas vivas y de la Sociedad en general, era inaguantable. Como un lunar negro de un cuerpo en movimiento era ese antro, cuya demolición causó el beneplácito de toda la población. La increíble sorpresa de la obra ejecutada. Ver de manera tangible, siete edificios que integraban un total de 845 apartamentos y 400 locales comerciales, jardines bien cuidados, dos plazas fastuosas, pasillos sombreados, fachadas monumentales, parques infantiles, ambientes agradables y lo más importante, alquileres económicos, asequibles a las masas populares.
Surgieron miles de solicitantes de vivienda quienes, entre otras cosas, debían conformar una familia constituida, no poseer vivienda propia, tener ingresos suficientes para asumir el compromiso de pago, esos ingresos no podían exceder a Bs. 250.oo per cápita mensual, tener un mínimo de dos años de residencia en Caracas y comprometerse a cumplir el Reglamento establecido por el Banco Obrero a los inquilinos de El Silencio. Los cuáles eran los siguientes: 1) Al firmar el contrato de arrendamiento, el inquilino acepta este Reglamento. 2) El Superintendente representa al Banco ante los inquilinos. 3) Al Banco Obrero no le afectará responsabilidad alguna por causa de los bienes que el inquilino tenga en su apartamento. 4) Únicamente podrán habitar los apartamentos las personas previamente inscritas en los registros de la Superintendencia. 5) El inquilino recibe el apartamento en perfecto estado y se obliga a devolverlo en las mismas condiciones. 6) El inquilino está obligado a notificar inmediatamente a la Superintendencia cualquier daño o desperfecto que sufra el apartamento y será responsable de los perjuicios su negligencia en el cumplimiento de esta obligación. 7) Las quejas o reclamos por deficiencias de servicio, por infracciones de este Reglamento o por cualquier otra causa, deben ser presentadas ante la Superintendencia. 8) No se podrán usar artefactos eléctricos que consuman más de un kilovatio por hora. 9) No es permitido al inquilino modificar ni arreglar las instalaciones eléctricas. La reposición de bombillos será por cuenta del inquilino, pero este trabajo solo podrá hacerlo la Superintendencia. 10) Toda reposición de artefactos solo lo hará la Superintendencia. 11) El uso de radios, fonógrafos y otros aparatos sonoros o ruidosos, solo será permitido entre loa 8.00 AM y las 11.00 PM. 12) No se permite tener animales en los apartamentos. 13) No es permitido estacionarse en las escaleras ni que los niños jueguen en ellas. 14) En las barandas y antepechos no podrá colocarse ningún objeto. 15) En los balcones y antepechos no podrán colocarse matas en forma alguna. 16) El inquilino es responsable por los deteriores causados a los servicios sanitarios, instalaciones eléctricas y en general, por cualquier daño que se ocasione al apartamento. 17) Cualquier obstrucción que sufran las cañerías de un apartamento será reparada por cuenta del inquilino. 18) La reparación de los aparatos para calentar el agua o para cocinar será por cuenta del inquilino. 19) Cuando el inquilino necesitare clavar en las paredes del apartamento lo notificará al Superintendente, única persona autorizado para hacerlo. 20) Al guindar ropa debe hacerlo en la forma menos visible. 21) Los apartamentos deben mantenerse en perfecto estado de limpieza e higiene y queda terminantemente prohibido lanzar basura a la calle, patios y pasillos. 22) Las persianas colocadas en las ventanas no podrán ser modificadas por los inquilinos. 23) No es permitido montar en bicicleta, triciclos o patines, ni usar juguetes o artefactos que puedan deteriorar las paredes, pisos, escaleras y vidrieras. 24) Los ocupantes de los apartamentos están obligados a comportarse en forma que no cause molestias a los vecinos. 25) La Superintendencia podrá controlar los accesos de proveedores a los apartamentos. 26) El Superintendente o la persona por él designada podrá inspeccionar los apartamentos una vez por semana y cada vez que las circunstancias lo ameriten.
Cuando llegué a Caracas en el año 1.947, me impresionó aquel Conjunto de viviendas y locales comerciales que contrastaba con el resto de los existentes inmuebles existentes en la Urbe. Con frecuencia pasaba horas caminando sus pasillos, viendo las vidrieras de los comercios adornados con los productos que vendían y que en la noche eran presentados con luces que los hacían atractivos. Se veían familias enteras que acudían a comprar artículos, paseando por sus pasillos y protegidos de la lluvia. Los precios de los artículos mantenían un nivel promedio. Había un margen de seguridad personal, ya que la vigilancia policial era permanente. Los pisos de los pasillos se mantenían impolutos, no habían vendedores ambulantes y los inquilinos de los apartamentos hacían lenguas de lo bien que allí se vivía, el mantenimiento de los servicios esenciales y la presencia de los vigilantes del Banco Obrero, día y noche, cuidando su Urbanización. El área de la Plaza
O’ Leary era usada por los partidos políticos como sitio de reunión de sus acólitos y por las otras fuerzas civiles para la realización de actos sociales.
El Silencio era un espacio abierto, un oasis dentro de la ciudad, agradable y vivo. Me hice un visitante habitual del Sector y gozaba de sus servicios. Compraba libros en El Palacio del Libro, jugos y helados en Mi Juguito, licores en La Gran Botella, ropa y calzado en cualquiera de las Tiendas del ramo. Adquiría mis regalos en los negocios que proliferaban en todos los Bloques del Conjunto. Para comprar víveres me iba a La Norteña del Bloque № 1 y jamás pensé que ingresaría al personal del Banco Obrero y que en algún momento tendría la responsabilidad sobre actos administrativos relacionados con El Silencio
18 de agosto de 2010
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