20 de agosto de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS - Creación Oficina de Negociaciones Urb. Coche. El Valle

Al regresar a Caracas desde El Tocuyo y presentar mi informe, me incorporé al grupo que se estaba organizando para instalar con carácter provisional, una Oficina de Formalizaciones de Negociaciones en la Urb. Coche, que tendría a su cargo recibir a los solicitantes que habían sido beneficiados con la adjudicación de viviendas del Conjunto Residencial. Escogimos como sede a dos apartamentos en la Planta Baja del Bloque № l, donde ubicamos una oficina de recepción, dotada de 20 sillas plegables de hierro y allí se orientaba al público, para que se sentara en esas sillas, para ser llamados a medida que el personal se desocupaba.En una de las habitaciones se guardaron los archivos de expedientes y el material de oficina, en otra se colocaron a las tres secretarias mecanógrafos que nos designaron, dotadas de sendas máquinas de escribir y sus respectivas mesas y sillas. Igualmente se localizaron en dos habitaciones, sus correspondientes escritorios con su silla ejecutiva y dos sillas para el solicitante beneficiario y su acompañante. Allí estaríamos los dos representantes del Instituto. Teníamos un mensajero y un vigilante, más un vehículo que manejaba un chofer guardaespaldas, que trabajaba también en la Seguridad Nacional, que nos llevaba y traía, ya que hasta el sitio no había transporte. Nos instalamos a mediados del mes de Junio de 1.950, pero se recibieron los primeros adjudicatarios en la semana siguiente. El procedimiento establecido era muy simple: Una comisión creada especialmente con ese fin, iba adjudicando las viviendas, señalando en la carpeta o expediente, la dirección correspondiente al inmueble adjudicado, su precio de venta, la cuota inicial, la pensión mensual y el plazo de cancelación. Ese expediente se le pasaba a una de las mecanógrafas, quien le llenaba la carta de adjudicación, la enviaba al Jefe de Departamento para que la firmara y la devolviera a la mecanógrafa para su envío por correo ordinario. Ese formato de carta tenía varias copias para control y una de ellas iba anexa al expediente, el cual era remitido a nuestra Oficina de Formalización en Coche. En ese entonces el servicio de Correos era medianamente eficiente y las cartas llegaban a sus destinatarios con suficiente antelación para que estos cumplieran con el plazo de 10 días que se les daba para su concurrencia a nuestra Oficina. La correspondencia diaria que salía de la Oficina Central para el Correo era abundante, con un mínimo de 25 cartas que se suponía era nuestra capacidad de atención y al regularizar la asistencia, el trabajo a realizar en nuestra Oficina aumentó vertiginosamente, ya que debíamos elaborar cada caso en forma completa, desde la firma de documentos, boletines para el registro contable de la negociación hasta entregarle constancias al adjudicatario para que tramitara el servicio eléctrico ante la Electricidad de Caracas y otra orden para que el Dpto. Técnico le hiciera entrega de las llaves del inmueble. Eso tenía que repetirse con las 1.152 casas y 416 apartamentos. Este procedimiento funcionó bastante bien y en Caracas se notaba la menor afluencia de público en las Oficinas Centrales del Banco Obrero y la disponibilidad de viviendas en las Agencias de Alquiler, con los inmuebles que desocupaban los beneficiarios de las adjudicaciones. Nosotros estábamos organizados en nuestra Oficina. Recibíamos los expedientes de los inmuebles adjudicados y vaciábamos los datos en un listado de control y luego las introducíamos en el Archivador por orden alfabético. Cuando llegaban los interesados, debían traer consigo la carta de adjudicación y la Libreta de Ahorros. Los recibíamos indistintamente cualquiera de los dos oficinistas, los identificábamos y les informábamos el monto de la cuota inicial que debían trasladar de ahorros a Cuenta Hipotecaria, para lo cual tenían que venir a la Oficina Central con un formato firmado por uno de nosotros. Al regresar, ya teníamos adelantado el contrato y demás recaudos que debía de firmar. Le entregábamos las órdenes para luz y llaves y allí acababa el trámite individual. Internamente organizábamos los expedientes, con todos sus documentos y los remitíamos a la Oficina Central, Dpto. de Inmuebles, para su desglose y remisión de copias a Contabilidad, Cobranzas y Oficina Legal. Finalmente el expediente iba al Archivo General y se acababa el trámite. Una vez marcado un ritmo, el trabajo fluía normalmente, pero surgían algunos problemas de pequeña monta. Por ejemplo, el otro funcionario se sintió enfermo y pidió su relevo, quedando yo encargado de la Oficina. Otro problema más grande era que en Coche no existían restaurantes y solo unos tugurios de ventas de comida, sucias y abarrotadas de gente desaseada. Los varones nos defendíamos comiendo cualquier cosa, pero las muchachas no, por lo que debíamos mandar al chofer a Los Rosales para adquirir algunas comidas, pero eso le salían caras para el sueldo que devengaban. En el área de terreno situada frente a los Edificios y que estaba reservada para un Centro Comercial, que luego se construyó, había un Barrio insalubre, sucio, maloliente y peligroso, que cuando el Banco Obrero decidió su eliminación, contrató con el constructor Sergio Casado su eliminación, quien usó un tractor para ir demoliendo poco a poco los ranchos, permitiéndole a los dueños llevarse sus tablas y puertas para levantar otro rancho en la zona de Las Mayas, donde se le daba un terreno, creando un nuevo Barrio que todavía dura y sigue creciendo. El Sr. Casado era un catire de baja estatura, que no abandonaba sus lentes Ray Ban, sumamente simpático y educado, que nos visitaba frecuentemente y era nuestro protector ante cualquier necesidad. Tenía muchos amigos en todos los ambientes, sobre todo en las altas esferas del Gobierno y era el contratista de confianza para obras de envergadura. Logró que le dieran al cuido la vieja casona de la Hacienda Coche, que aún estando en ruinas, dejaba ver lo majestuoso que había sido. Limpió toda el área, sacó a los indigentes que la habían invadido y bajo el asesoramiento de un arquitecto paisajista, la fue restaurando con buen gusto. Cuando nosotros llegamos a Coche, ya la casona estaba lista y allí instaló sus oficinas, la dotó de muebles finos y contrató un personal de servicio para los distintos fines, incluyendo una cocinera martiniqueña, que había sido cocinera del General Isaías Medina Angarita cuando fue Presidente de la República y un barman español de primera clase.. Tenía un deposito con las reservas alimentarias que pudiera necesitar y una bodega refrigerada con vinos finos y licores diversos, sobresaliendo la variedad de whiskys escoceses más caros y champañas finas. Se decía que allí concurrían, por invitación especial, ministros, embajadores y altos ejecutivos del Régimen. Viendo un mediodía las dificultades que teníamos para almorzar, ya que poco a poco se iban demoliendo los comederos populares, el Sr. Casado nos dijo que de ahora en adelante, éramos sus invitados permanentes para almorzar en La Casona, hasta que termináramos el trabajo que teníamos asignado. Ya teníamos allí tres meses y se habían formalizado un 70 % de las negociaciones, con la ocupación de un 60 % de los inmuebles Había movimiento, los autobuses y carritos por puestos prolongaron sus recorridos hasta Coche. Los albañiles, carpinteros y pintores particulares contrataban con los propietarios los trabajos menores que son usuales en esos casos. Los motociclistas de las panaderías visitaban inmediatamente a los recién mudados, para ofrecerles el servicio a domicilio del pan, la leche y el periódico diario y como prueba de su buena intención le regalaban una torta y el primer servicio de pan. Un grupo de vendedores cubanos ofrecían a crédito unas lámparas que llamaban “Lámparas Quesada”, que ellos mismo instalaban en cuestión de minutos. Los vendedores recorrían calles y veredas ofreciendo sus productos. La Urb. Coche era un polo de atracción. Pasaron los meses de Junio, Julio, Agosto y Septiembre de 1.950. Ya tenía 21 años y muchas carencias, sobre todo económicas. Pocos ingresos y muchas necesidades. Muchas personas a quien darle y ninguna colaboración. Lo que tenía era una gran fuerza espiritual y fe en mí. Sabía que había un futuro. No podía retroceder y mucho menos desmayar en mis propósitos. Al día siguiente de la invitación, al mediodía, vino el mismo Sr. Casado a buscarnos para ir a almorzar, nos introdujo por la puerta de la Administración y nos presentó ante el responsable y le dijo que de lunes a viernes vendríamos 7 personas a almorzar allá y le encargaba de nuestra atención, estuviera él o no. Septiembre y Octubre fueron meses de buenos almuerzos, buena comida. Degusté allí platos que nunca en mi vida había probado .Unas sopas y cremas exquisitas, carnes de res y aves preparadas en forma especial, las ensaladas eran gustosas. Pero lo más inolvidable eran los mariscos en sus variadas formas, creo que uno de los tres miembros de la Junta de Gobierno era fanático de los mariscos y en algunas oportunidades, la madama cocinera me preparaba guilladito, una ración de percebes y lo más excelente, una ración de angulas, que parecen fideos. Algunas veces, muy pocas, sentíamos un revuelo con la presencia de grupos militares que tomaban los sitios estratégicos, era la Junta de Gobierno completa o alguno de ellos que venía a almorzar con el Sr. Casado y sus invitados, que no éramos nosotros. Estábamos separados, más cercanos a la cocina y las personalidades entraban y salían por puertas especiales, así que nosotros almorzábamos y luego nos regresábamos a nuestra oficina, haciendo mutis por la puerta administrativa. Olvidé citar los postres especiales que preparaba la madama cocinera. Eran manjares para nuestro paladar.

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