Con fecha 4 de Febrero de 1.950 me incorporé al Banco Obrero para trabajar en el Departamento de Inmuebles con el cargo de Oficinista III. Para ello me levanté temprano, me bañé y afeité la barba y luego me enfundé en un traje nuevo, de gabardina color beige, hecho a la medida y una camisa blanca, haciendo juego, con una corbata Botani inarrugable, que compré en un negocio de sastrería ubicado de Gradillas a Sociedad. Hice mi entrada por la puerta que ya conocía, saludé al portero Morales y me presenté ante el Sub Gerente Víctor Rojas Cardozo, quien ya me esperaba y me saludó con gran deferencia. Mandó a llamar al Jefe de Servicio Sr. Humberto Briceño, un trujillano, chiquito y de pelo aindiado, de trato muy protocolar, a quien le noté un complejo por mi estatura y porte atlético, al caminar a mi lado.. Quiso demostrar su jerarquía presentándome a los dos empleados que trabajaban en la Sección de Vivienda, adonde me adscribieron en ese instante. Eran dos muchachos muy jóvenes que tenían la función de recibir a los solicitantes de vivienda, informarle los requisitos y documentos que debían anexar a la planilla que le entregaba a continuación y le fijaba fecha para nueva cita, portando consigo los recaudos señalados y la planilla debidamente llena. Como apenas se estaba implantando el sistema de cedulación, casi toda la población carecía de ese documento, por lo cual había que identificar a los solicitantes por sus apellidos y nombre, que se anotaban en unos libracos de hojas intercambiables y portada negra. Esos libros se consultaban con frecuencia y por supuesto, con el tiempo, se dañaban las hojas y había que cambiarlas. Con mi llegada y viendo que tenía buena letra, el Sr. Briceño me encargo de efectuar los cambios de hojas y como yo no tenía lápiz, me entregó un lápiz Mongol № 2 y me dijo, agarrándolo por una punta, lo siguiente: ¡ Ud. tiene aquí este lápiz, procure no borrar mucho¡ .
Comencé a trabajar con el mayor entusiasmo, recibí la correspondencia pendiente de respuesta y me aboqué a redactar las correspondientes cartas, que después de ser revisadas por el Sub Gerente pasaban a manos de la mecanógrafa que me asignaron, una funcionaria sumamente competente, que en una máquina de escribir manual y sin ver el teclado, mecanografiaba esas cartas con una velocidad admirable. Rápidamente me puse al día con el trabajo pendiente y al quedarme libre unos espacios de tiempo, trabajaba en los libros y ayudaba a los compañeros en sus labores.
Transcurría el tiempo y a las pocas semanas, pude ganarme la amistad del personal, no solamente los de mi Departamento, sino también, paulatinamente, iba conociendo gente y estableciendo vínculos. En un alto porcentaje, era gente joven y sin compromisos de ninguna índole. No obstante estar viviendo un tipo de gobierno anárquico, la política no influía en las relaciones personales. Con alguna frecuencia se organizaban fiestas familiares y yo era invitado a ellas, al igual que otros compañeros de oficina. Cuando el Banco Obrero se mudó para el Bloque 1 de El Silencio, se asignaron espacios para las distintas dependencias del Instituto e inclusive, se dejaron reservas de áreas, entre las cuales se destacan los sótanos y un local amplio en la terraza del piso 7, donde estaban provisionalmente los arquitectos y que después quedó disponible. Se aprovechó esa oportunidad y se creó una comisión organizadora del Club Social de los Empleados del Banco Obrero, que hizo una campaña para incorporar a los empleados y su familia y llegaron a la realización de reuniones bailables y otras de carácter social. Se estableció la Sede en el local del piso 7. Se llamó a elecciones, saliendo vencedora una plancha formada por socios entusiastas, que de allí en adelante fomentó la unión y armonía de los empleados. Para entonces estábamos en el mes de Agosto de 1.950 y yo había cumplido 21 años en Julio.
Desde su fundación en el año 1.928, el Banco Obrero solo realizó actividades modestas para el fin por el cual fue creado. Apenas unas casas en Maracay y Puerto Cabello y en Caracas se asomó con unas casas en la Urb. Bella Vista, en Pro Patria y otras en Prado de María, Los Castaños, Agua Salud y José María Vargas en La Guaira. Realizaba su labor con un exiguo número de empleados en sus Agencias de Maracay y Caracas y que siguiendo instrucciones presidenciales, empezó en el año 1.948 a incrementar sus actividades y al efecto, se construyeron las casas de la Urb. Urdaneta en Catia, la Urb. Montecristo en Los Chorros, las casas de El Prado y Los Rosales. Posteriormente se acometió un Plan de Construcción para Clase Media, construyendo unos Edificios de 4 pisos, con apartamentos de 4 habitaciones y espacios amplios en las Urbanizaciones Los Rosales, Prado de María, Pro Patria y Pariata en La Guaira, así como otros pequeños desarrollos en Maracaibo, Valencia, La Victoria. Desde el año 1.941 se decidió acabar con el Barrio Insalubre de El Silencio y se tomaron las providencias técnicas y administrativas para enfrentar el tremendo reto de ejecutar esa obra. Hubo que vencer los ingentes problemas que se presentaban. Se elevó el capital de la Institución, desde Bs. 6.000.000.oo á 20.000.000.oo, se emitieron por primera vez cédulas hipotecarias por un monto de Bs. 13.000.000.oo y se consolidó un crédito por Bs. 8.300.000.oo con un Banco Norteamericano. Los esfuerzos realizados dieron su fruto y El Silencio vino a constituirse en la obra monumental del Gobierno Nacional y cuando yo ingresé al Banco Obrero, en Febrero de 1.950, todavía había reminiscencias de la influencia que ejercía en todas las actividades del Instituto, pero no se quedó en sus laureles. Los desarrollos de vivienda que hacía hasta entonces eran modestos y restringidos a decenas de vivienda llegando al centenar en muy raras ocasiones. Pero para ese año 1950 tenía en construcción a la Urbanización Coche con 1.150 casas y 416 apartamentos, Casalta con 780 apartamentos y San Martín con 525 apartamentos adicionales. Todos para solicitantes de clase media, salvo un pequeño número para obreros en Coche. El Dpto. Técnico del Banco estaba dirigido por el Arq. Carlos Raúl Villanueva.
Yo continuaba mis actividades en el mismo Departamento de Inmuebles y cuando en Septiembre de 1.950 quedó un cargo vacante de Oficinista IV, por renuncia del torero español Antonio Aragón, fui promovido a esa posición y cuando en Octubre de ese mismo año surgió un problema con un crédito que le fue concedido a la Caja de Ahorros del Personal del Estado Mérida y el Gobernador decidió entregarle en calidad de compensación al Banco, las 18 viviendas construidas, nos comisionaron al Ing., Abraham Gutiérrez y a mí para recibir las viviendas y hacer los contratos a que hubiere lugar. Nos fuimos a Mérida en un viaje con escalas y allá nos estaba esperando el Dr. Vicente Tálamo, Gobernador del Estado y su Secretario General. Nos alojamos en el Hotel La Sierra, el único que había e inmediatamente nos dedicamos a conocer el problema de la Caja de Ahorros y el lío que había entre dos grupos de trabajadores litigantes. Las casas presentaban pequeños desperfectos fácilmente corregibles según el Ing. Gutiérrez y yo empecé a recibir las planillas que debían llenar los solicitantes, pero al parecer, cuando las partes se percataron que las dos podrían salir perjudicadas, resolvieron arreglarse y entonces quedaba zanjado para nosotros el problema y regresamos a Caracas a los 3 días. Yo quedé encantado de la ciudad, de su clima y la cultura de su población
En Venezuela y especialmente en Caracas, se realizaban grandes obras: la Autopista Caracas-La Guaira, la Ciudad Universitaria con su Hospital Universitario, los Estadios de Beisbol y Futbol, diferentes Avenidas, Carreteras y Autopistas, Puertos y Aeropuertos, Hospitales, Liceos, Escuelas, Acueductos y en general, construcciones que demandaban mano de obra y materiales en gran cantidad. Socialmente el País soportaba un gobierno totalitario, con un fuerte régimen de vigilancia y control de las fuerzas políticas, por la Seguridad Nacional, que mantenía en varias prisiones a miles de venezolanos que no comulgaban con las ideas dictatoriales. Se hablaba de El Obispo, la Cárcel Modelo, la Penitenciaría General de San Juan de los Morros, las Colonias Móviles de El Dorado y de la tenebrosa Isla de Guasina en el Río Orinoco. Centenares de políticos padecían sus penurias en el exilio y la población vivía en una situación de temor y precaución contra las delaciones. Pero, por otra parte, había cierta seguridad personal y familiar. Había raterismo y hasta robos grandes, pero no existía la cantidad de asesinatos, secuestros, hurtos y atracos que poco a poco se fue haciendo presente, hasta alcanzar límites elevados. No existía la cantidad de estafas, delincuencia organizada ni alto consumo de drogas. Cuando se instaló una organización de procedencia argentina, llamada Robert, que con lujosas oficinas en el Centro de Caracas y apabullante publicidad, ofrecía un programa de vivienda que, en breve tiempo. Concedía créditos para adquisición de inmuebles. Eso se regó como pólvora y acudió un numeroso público que entregó mansamente sus ahorros a la Organización y esta empezó a cumplir con lo ofrecido, entregando todas las semanas varios créditos para adquisición de casas y apartamentos, efectuando ruidosos actos con publicidad, que atraían más ahorristas, hasta que la estafa se descubrió y apresaron a los delincuentes.
Yo continuaba viviendo en la casa de mi tía en Los Magallanes de Catia, con mis hermanas Juanita, Aura y Chela, además de mis primos Emira, Carlos y Manuel. Ya la situación económica era diferente. Mi tía Paela estaba viajando con regularidad a la Isla de Curazao y traía mercancía para vender, Juanita estaba trabajando en el Policlínico de Los Teques, yo estaba en el Banco Obrero, Chela en el Banco Royal y Aura terminando el Bachillerato en el Fermín Toro para incorporarse al Instituto Rodolfo Loero para estudiar Química Industrial en la noche y trabajar en cualquier Empresa en el día. Para el transporte se utilizaban los autobuses y luego se consiguió a un señor que trabajaba en el Banco de Venezuela y aceptó llevarnos en su carro en las mañanas por un pago modesto para pagar los gastos del vehículo.
Llegó Diciembre y tanto yo como mis hermanas recibimos nuestras remuneraciones de fin de año, que nos permitió un desahogo económico y realizar reuniones familiares, intercambiar regalos, adquirir artículos indispensables y gozar de las festividades del mes de Diciembre.
Con el inicio del año 1.951 reanudamos nuestras actividades normales. Yo en el Banco Obrero estaba sólido, gozaba de la confianza de mis superiores y de buenas relaciones con el personal. Se trabajaba fuertemente en la selección de los peticionarios de vivienda que calificaban para el programa de la Urbanización Coche. Cuando en Febrero se celebraron las Fiestas de Carnaval, en nuestro Club se hicieron actividades propias de esa fecha, que incluyeron, elección de la Reina, celebración de la coronación, preparar la participación en el Desfile de la Gobernación, fiestas infantiles de disfraces con premios a los participantes. Todo estuvo muy bien y abrió la puerta para que el club arrancara con buen pié en la nueva sede, que se hablaba iba ser la Casa Colonial de El Valle, que ya se estaba rescatando y haciéndole modificaciones sustanciales, que incluían reforestaciones en los jardines, colocación de nuevos pisos y nuevas instalaciones de aguas blancas y aguas negras. La casona tenía que mantenerse con su arquitectura original por ser una reliquia histórica.
Vino casi en seguida la Semana Santa y para entonces visitaba algunas veces a la Familia Flores en Quebrada Honda. Esta Familia caraqueña tenía vínculos con la nuestra desde hacía varios años y se estableció por medio de mi Tío Pancho, un carpintero ebanista, que se había venido hacía algún tiempo a Caracas a trabajar en un Taller que montó su maestro Roque Millán y lo llamó para que colaborara con él en un trabajo especializado. Pancho era muy enamoradizo y entre las novias que tenía, escogió a Lastenia, una de las niñas de la casa, con quien entabló amores y se preparaban para contraer matrimonio, pero por razones baladíes, pasó el tiempo y no se casaron, por lo cual ella aceptó casarse con otro, pero la amistad de las dos familias se mantuvo por muchos años y yo, en base a esa amistad, los visitaba algunas veces y siempre encontraba cariño y atención de parte de toda la familia, especialmente de la Sra. Flores, la matrona de la casa, que era buena cocinera, quien me preparaba dulces que a mí me agradaban y me llamaba para que fuera a buscarlos o comerlos allá. El Sr. Luis González, marido de Lastenia, se hizo amigo mío y en la oportunidad de mi última visita, me invitó que me fuera con ellos a pasar la Semana Santa en Higuerote, donde él había alquilado una casa de playa. Con gusto acepté la invitación y me fui con ellos, pasando una buena temporada a la orilla de la playa y comiendo pescado frito y platos criollos con una gente que me demostraba cariño y consideración. Regresamos a Caracas muy contentos y yo les agradecí su invitación.
Al volver a mi trabajo en los primeros días del mes de Abril, me avisaron que había sido designado para ir, a nombre del Banco Obrero a entregar las casas que estaban terminando en la ciudad de El Tocuyo en el Estado Lara. En efecto, en el año anterior había ocurrido un movimiento sísmico que devastó a la zona larense, especialmente, la Región del Tocuyo y las familias afectadas fueron ubicadas transitoriamente en galpones y viviendas improvisadas. Ese sismo causó un revuelo inusitado, no solo en Venezuela, sino en muchos países del Mundo. Se nombro una Comisión responsable de las finanzas que se recaudaran para el costo de las obras, inclusive los aportes del Gobierno Nacional. También tenían responsabilidad en la programación de obras de refacción o de sustitución y señalar los Organismos que realizarían los trabajos respectivos. Al Banco Obrero le asignaron la construcción de 250 casas tipo colonial, con todos sus servicios y en base a ello elaboraron los proyectos de los inmuebles y sus servicios y sometidos a consideración de la Comisión de Reconstrucción y al esta aprobarlos, creó una Oficina de Ingeniería para dirigir las obras y al terminar estas, se procedió a adjudicar las viviendas y celebrar los respectivos contratos, para lo cual me mandaron a mí para que en base a los informes sociales que realizarían las dos trabajadoras sociales que llevé de Caracas, le asignara las viviendas a los afectados y celebrara los respectivos contratos. Me fijaron un mes para efectuar ese trabajo.
Cuando llegamos al Aeropuerto de Barquisimeto, nos esperaba el Jefe de la Agencia del Banco Obrero en el Estado Lara, quien después de recibirnos, nos acompañó hasta El Tocuyo, a una hora de Barquisimeto y como no había hoteles en la ciudad, ya que esta fue devastada por el sismo, la Oficina de Ingeniería nos habilitó dos locales para dormir, uno para las trabajadoras sociales y otro para mí, con los servicios mínimos de baño y lavamanos. Igualmente incorporaron tres camitas de hierro, unas sabanas y toallas.
Las calles se estaban construyendo, al igual que la Plaza Bolívar, La Iglesia Colonial, el Hospital, la Escuela Primaria y el Liceo. Se contaba con un modesto Restaurant y algunas cafeterías y abastos. Era un ambiente ingrato que no provocaba alargar la permanencia. La Agencia de Barquisimeto nos asigno una mecanógrafa y un oficinista de su personal, para agilizar el proceso. Empezamos a trabajar el día siguiente en una oficina improvisada
El proceso de adjudicación de viviendas se me hizo difícil debido a que los arquitectos diseñaron los inmuebles en grupos de dos casas adosadas, una casa de dos habitaciones y otra de cuatro. Como quiera que los damnificados formaban parte de grupos vinculados, bien sea por familiaridad o por amistad de muchos años y aspiraban que su vecino fuera una familia de su parentela o cuando menos, de su rango social. Aparear esos grupos familiares se me hizo difícil, porque debía adjudicar las viviendas en base al número de miembros de los mismos y la afinidad entre los presuntos ocupantes. Al principio pude lograr esa afinidad e ir resolviendo los problemas, pero a medida que se avanzaba en el proceso, se producía el rechazo de las adjudicaciones y como el Gobernador del Estado, el Secretario General de Gobierno, dos Ministros, varios diputados y militares de alta graduación eran de El Tocuyo y muchos de los afectados eran familiares de esos personeros del Gobierno Nacional, acudían a ellos para solicitar su intervención, lo cual motivó a que por tres veces el Gobernador me mandó a buscar con su chofer, para que le explicara los casos y recomendarme su solución. Por supuesto, yo no podía negarme a ello y tuve que acceder a la contravención a las normas y tratar de complacer a los damnificados hasta donde pude. Le pedí al Jefe de la Agencia de Barquisimeto, para que colaborara conmigo, enviándome al Sr Virgilio Torrealba, también tocuyano y segundo suyo, para dejar a su cargo la tramitación de los documentos y yo regresar a Caracas. Todo eso se cumplió y yo permanecí en El Tocuyo por una semana más orientando a Torrealba y con la anuencia de mis superiores, retorné a mi cargo, siguiendo en contacto, por radio, con el funcionario delegado
No hay comentarios:
Publicar un comentario