En virtud de los sucesos políticos del mes de Noviembre, no se consideró conveniente darle vacaciones a todo el contingente del Batallón de Cadetes, sino dividirlos en dos grupos y concederle a uno la Semana de Navidades y al otro, la Semana de Año Nuevo. Todos quedamos conformes y uno se fue el día 22 de Diciembre para regresar el día 29 de Diciembre y el otro se iría el 30 de Diciembre y regresaría el 6 de Enero de l.949. Yo quedé en el Primer Grupo y por cuanto no tenía uniforme, debía egresar vestido de civil, circunstancia prevista cuando ingresamos, ya que nos señalaron como equipo obligatorio un traje completo, con camisa de cuello y corbata. Después del almuerzo nos llamaron a formación para hacer la respectiva cola de cobro del Aguinaldo. Yo no sé cuanto cobraron los cadetes de años superiores, pero a nosotros nos pagaron la cantidad de Bs. 150.oo y ordenaron a los cadetes del grupo a vestirse con el uniforme de salida y a los aspirantes a vestirnos con nuestro traje completo con corbata y zapatos de corte bajo
Nuestra alegría era indescriptible al embarcarnos en el Autobús de la Escuela. Algunos nos atrevimos a aplaudir y otros a entonar canciones al nomás recorrer pocos metros fuera de la Escuela. En el camino intercambiamos números de teléfono y direcciones, recibiendo invitaciones para visitarnos en esos días pascuales para probar los manjares y exquisiteces que se preparaban en sus casas. El autobús nos dejó en la Plaza O'Leary de El Silencio y nos enfatizó el chofer y el Brigadier responsable que en ese sitio nos recogerían a las 4.00 PM. del día 29 de Diciembre.
Los días y las noches nos parecieron cortos para visitar a familiares cercanos, vecinos, paisanos y amigos. No teníamos tiempo para atender todas las invitaciones. Me traían o enviaban regalos, humildes pero sinceros, me llamaban por teléfono deseándome el mayor de los éxitos. Fue un renacer de mi vida familiar que por mas de un año estuvo cortada. Llegó el día 29 y tuve que regresar a la plaza de El Silencio para tonar el autobús que nos llevaría de regreso a nuestra querida Alma Mater. Nos dimos los abrazos de rigor y nos contamos las peripecias de nuestros días de vacaciones. Nos recibieron con alegría y entramos a sustituir a los que dejamos en el Plantel. Guardamos nuestros traje, camisa de cuello, corbata y zapatos de corte bajo en la parte inferior del locket, nos ponemos de nuevo el uniforme y nos incorporamos a la rutina diaria de la Escuela. Corrían rumores de que para Enero de 1.949 habría un ajuste en el Batallón de Cadetes, ya que un pequeño número de cadetes y aspirantes se iban de baja voluntariamente por razones personales y otros serían desactivados por bajas calificaciones o por falta de espíritu naval. Se sabía la causa, pero no los pecadores, pero poco a poco se pudo conocer sus nombres.
Al regresar el día 6 de Enero de 1.949 el grupo que estaba de vacaciones, hubo el día siguiente una reunión del Cuerpo de Cadetes en el Patio Central y el Comandante del Cuerpo, Tte. de Navío José Constantino Seijas informó la situación existente y la desincorporación de 27 personas, cuyos nombres citó expresamente y les mandó que dejaran la formación y se colocaran en sitio aparte. Les dio las gracias por haber estado un tiempo junto con nosotros, les dio sus palabras de despedida y un cadete los acompañó hasta el portalón mayor, que daba a la calle Los Baños y una vez efectuada la salida, continuó la reunión informando los ajustes del Batallón, que afectaban principalmente al grupo de aspirantes, que debieron agruparse más compactamente y de 150 que componía el Universo, se redijo a 110.
La calidad de los aspirantes que quedaron mejoró sensiblemente y salieron unos fenómenos que por sus calificaciones evidenciaron su gran capacidad.
En el Grupo figuraban dos haitianos de apellidos Ferrere y Laport, becados por el Gobierno Antillano, que obtuvieron altas calificaciones, dada la preparación que trajeron de su País en el rango de Bachilleres y solo había un aspirante de apellido Arraiz Espejo que logró equipararlos. Yo seguí figurando en los primeros puestos y marchaba firmemente hacia la aprobación del curso y ascender al primer año. Igualmente había aspirantes que en materia de deportes eran buenos en varias disciplinas. Se llamaba Paco Pérez, porque ya murió. Se destacaba en béisbol, en futbol, básquetbol, volibol y hasta en atletismo. Yo era muy bueno en natación, especialmente en 100 y 200 metros libres y en las competencias internas y las de entrenamiento, desplacé al Campeón de la Escuela en esas distancias, que era un cadete de segundo año de apellido Conde Ecarri. Sin embargo, a mi lo que más me gustaba era béisbol y me inscribí para jugar, pero cuando el Prof. Dálmiro Finol nos llevó al Estadio de Catia La Mar para ver la calidad de cada uno me dijo: Mire aspirante, yo lo lamento, pero usted no sirve para esta disciplina, no fildea, no coge rolling ni elevados y cuando batea cierra los ojos y por eso lo ponchan. Ud. corre bien y se defiende en los saltos, trate de meterse por ahí que le va a ir mejor. Igualmente me pasó en la Coral donde el Prof. Castillo Arráez me dijo: Ud. no tiene voz ni oído. Cuando haya entonaciones altas, Ud. no canta sino mueve los labios simulando que está cantando. Así lo hice en nuestras intervenciones.
No tenía preocupación en los estudios y me sentía más fuerte y había ganado peso. No me daba gripe ni ninguna otra enfermedad. Había ganado peso y tenía más músculos. Repentinamente, el Dr. Valdivieso pidió a la Dirección de la Escuela que ordenara un examen colectivo de los pulmones, ya que quería estar seguro sobre la salud de los cadetes y aspirantes. Al día siguiente nos mandaron a todos en los autobuses de la Escuela, a la Unidad Sanitaria de La Guaira, cuyo médico titular era un galeno de apellido Van Pragg y el radiólogo de esa unidad practicó los exámenes y posteriormente remitió los resultados a Valdivieso. En base a esos exámenes, nos llamaron a la Enfermería a 7 cadetes y nos explicaron que nos habían aparecido unas manchas pulmonares y debíamos concurrir al Hospital Militar y Naval de la Esquina de Plaza en Caracas. Nos mandaron al día siguiente al Hospital y de los siete, cuatro presentábamos un cuadro peligroso y por lo tanto no podíamos continuar en la Escuela, entre esos cuatro estaba yo. Me llevaron ante el nuevo Director del Plantel y este lamentó mucho la situación me dijo que me daría licencia para buscar la cura de la mancha y en el plazo de seis meses me reintegraría y de acuerdo a mi preferencia, podía enviarme al Hospital Antituberculoso Simón Bolívar de Antímano o a mi casa. Yo preferí esto último y de inmediato me dieron un pasaje ida y vuelta a Carúpano y un viático de Bs. 100.oo. Recogí mis ropas y efectos personales y un chofer me llevó al Aeropuerto de Maiquetía a tomar el avión, en un estado depresivo impresionante y una tremenda confusión viendo como se le cae a uno en tan poco tiempo una ilusión forjada y que me había costado tanto lograr el ingreso. Tratando de sosegarme y apoyarme en el Ser Supremo para la solución de la situación, llegué a Carúpano, tome un carro expreso y me presenté inesperadamente a La Logia, en Río Caribe.
10 de agosto de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario