Entre los años 1.938 y 1.945 se desató en el pueblo una verdadera fiebre por el movimiento scout. Supongo, ya que no tengo una información fehaciente, que llegaron a Río Caribe, provenientes de Caracas, unas personas que explicaron al conglomerado sobre el nuevo movimiento que se estaba generando en el País y hasta en el mundo, dirigido a resaltar el buen comportamiento de los jóvenes, prestar la debida atención a los ancianos y los niños, exaltar la obediencia y la disciplina en el hogar y en fin, un conjunto de preceptos que iba en beneficio de la niñez y la juventud. Las escuelas no prestaron el apoyo esperado por la Organización Promotora y tampoco la Sociedad en general, debido a que incorporarse a ella significaba un gasto, de poca cuantía, pero gasto al fin y la mayoría de la población no contaba con recursos económicos. Pero no lograron frenar el entusiasmo de jóvenes y niños que veían con alborozo esa Sociedad Paramilitar que exaltaba el valor, la honradez y la disciplina. Se supone que inicialmente los Promotores aportaron al Grupo Local propulsor del movimiento, la ayuda monetaria suficiente para pagar en los primeros meses, el alquiler del Local donde funcionaría, así como los servicios esenciales de luz eléctrica, papelería, aseo y gastos de mantenimiento.
Buscaron un adulto joven, entusiasta de ese movimiento, de honradez reconocida, para ponerlo al frente de la Organización de la Tropa. Su nombre era Misael Morán Martínez, un hombre de trayectoria reconocida.
Se comenzó el proceso de inscripción y acudieron presurosos los hijos varones de hogares de clase media, comerciantes, empleados públicos y gente del pueblo. Se empezaron a dar clases y entrenamiento sobre ejercicios militares sencillos. Himnos y marchas nacionales y lectura de libros sobre escultismo. Simultáneamente, los participantes fueron adquiriendo poco a poco, los implementos del uniforme .
La verdad que eran bonitos, pero muy costosos para los muchachos. Estaban constituidos de las siguientes piezas: pantalones azules de Kaki, camisas también de kaki marrón, corbata negra entorchada con una cinta de colores rojo y verde que venía del cuello, un pito especial de largo alcance, un correaje marrón que sujetaba una daga o cuchillo de boy scout, cubierto por su respectiva vaina, zapatos negros con medias largas que se apretaban debajo de las rodillas, un sombrero de ala ancha y lisa y finalmente un bordón de madera pintado de negro. Ese equipo era costoso y muchos que queríamos incorporarnos al movimiento, no podíamos por carecer de recursos económicos . Paulatinamente fue creciendo el número de participantes, sobre todo cuando las marchas se extendieron hasta pueblos cercanos, incluyendo la Isla de Margarita.
Causó furor el movimiento scout. Diariamente se incorporaban nuevos miembros. Se agregaron Bandas de Guerra, con cornetas, tambores, marimbas de pecho y un Tambor Mayor que hacía cabriolas maestras con el Botalón de Aluminio, que lanzaba al aire con singular maestría..
La Tropa llegó a tener 80 individuos, que salían los domingos en la mañana a recorrer las principales calles y Avenidas del Pueblo en perfecta formación, con banderas y pendones, haciendo sonar sus instrumentos cada cierto tiempo y a paso marcial se dirigían a la Iglesia Parroquial a oír su misa de once, haciendo su entrada, bajando el sombrero, que se sujetaba con el berbiquí y se ubicaban en la nave central, en posición de Firmes y cuando les tocaba arrodillarse, lo hacían apoyándose en la rodilla izquierda.
Al terminar la misa y habiendo comulgado todo el personal, se retiraban en el mismo orden, se persignaban y luego se dirigían a su cuartel, donde hacían otros ejercicios y se despedían hasta la semana siguiente.
Esa rutina alegraba a la Comunidad y especialmente a los niños y jóvenes que aspiraban incorporarse al movimiento y mantenían sus esperanzas en lograrlo algún día.
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