11 de junio de 2010

QUE ME HA DADO CARACAS-El Casco Central II

La cuadra de Monjas a Principal, paralela a la Plaza Bolívar contaba con el Edificio Rialto, donde existía el cine del mismo nombre y el Edificio de la Cancillería, famoso por haber servido de cárcel, hospital y lugar desde cuya ventana se arrojó el Presidente Cipriano Castro a raíz de un temblor.

En la esquina funcionaba el Cine Principal, especializado en la presentación, en vivo y en películas, de artistas mexicanos, siendo de destacar: Jorge Negrete, Tito Guizar, Tony Aguilar, Pedro Infante y muchos más.

El terreno donde está la Plaza Bolívar, fue utilizado, después de la fundación de la ciudad, como Plaza Mayor y posteriormente, como Mercado, remodelado muchas veces y en la última de ellas fueron construidas unas arcadas con pretensión de obra de arte. Este Mercado duró muchos años, hasta cuando se decidió destinarlo para Plaza Bolívar, para darle lustre al héroe. Previamente se construyó el Mercado de San Jacinto, un recinto muy concurrido, que contaba con un buen abastecimiento de productos de la alimentación diaria.

Igualmente en la manzana delimitada por las esquinas de San Francisco, Monjas, Bolsa y Padre Sierra existía un convento de monjas carmelitas, que fue demolido para construir en su lugar el Capitolio Federal, que ya existía en la fecha de mi llegada y que fue escenario de las festividades de la toma de posesión del Presidente Rómulo Gallegos, quien había sido electo en unas consultas populares realizadas el año 1.947. Yo, como habitante de Caracas, no podía perder la oportunidad de ver cerca un acontecimiento como ese y muy temprano fui a ubicarme en la acera de Bolsa a Padre Sierra, donde colocaron en toda la orilla, obstáculos para contener al público y evitar el acceso al Capitolio, donde estaban presentes las altas autoridades y los representantes de países extranjeros. Cuando habían transcurridos unas 4 horas y el sol empezó a pegar de frente, surgieron los desmayos y caídas. Entre los caídos estaba yo y dos forzudos policías militares me sacaron en vilo y en un vehículo oficial me llevaron al Puesto de Socorro, donde me desperté sobre una camilla y gracias a una pastillita roja que me colocaron bajo la lengua. Esperé un rato y en un descuido del personal, me bajé de la camilla y volví a pie a reclamar mi lugar de observación hasta tanto terminó el acto.

Estos sitios citados a toda prisa y en forma somera constituía el casco de la ciudad y el nervio vital de la misma. Para entonces daba gusto recorrer Caracas a pié, viendo y admirando sus sitios más interesantes, sus paisajes, sus monumentos y reliquias históricas. El tiempo se me hacía corto para recorrer sus calles, sus iglesias, monumentos y sitios recreativos y cada vez me entusiasmaba más con ella y la sentía como mía.

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