Me levanté temprano y me bañé y afeite, pasando a recorrer los alrededores para ver el entorno de mi localización. La pensión quedaba entre las esquinas de Pedrera a Marcos Parra y hacia esa esquina me dirigí, sin cruzar la calle.
Al lado de la pensión estaba una casa de chinos, utilizada como lavandería y muy cerca de la entrada pusieron una cafetería y venta de arepitas y frituras. Seguidamente había un edificio de 4 pisos y en la planta baja montaron un negocio de Fuente de Soda con venta de arepas, empanadas, tortillas, huevos fritos, café y demás artículos. Era una Cafetería de categoría y tenía por nombre; Fuente de Soda Limongi. Tenía dos frentes: Uno que daba a la Calle Norte Sur y el otro a la calle que la separaba del Liceo “Fermín Toro”.
Me detuve un rato en la esquina, viendo el entorno, que incluía las escalinatas del Calvario, la Farmacia Latina, la Urbanización El Silencio y la gente que pasaba, autobuses en circulación, vendedores de periódicos, estudiantes que entraban y salían al Liceo “Fermín Toro” y en general, me gustó la ciudad, no obstante el ruido y la cantidad de gente en circulación. Me dio curiosidad por conocer la cuadra siguiente y por la misma acera enfilé mi camino con paso lento y ojos inquisidores.
Donde terminaba la Fuente de Soda Limongi, había un recodo que marcaba un ensanche de la calle. En un local viejo funcionaba una zapatería donde se vendían zapatos de hombre, mujer y niños. A continuación me encuentro con un Edificio de unos 4 pisos, denominado Edificio Meyer, recién terminado, donde la Planta Baja y el Primer Piso tenía un uso comercial y los otros pisos eran apartamentos para alquilar como vivienda. Tenía una entrada ancha y una redoma interior, con un pasillo techado, donde se ubicaban negocios de diferentes tipos. El local más grande, que daba a la calle, se denominaba Almacenes Meyer y vendía toda clase de telas, casimires, sábanas, toallas y en general, telas y mercadería.
Al lado del Edificio Meyer, existía un local con techo de zinc, donde funcionaba un mercado para la venta de artículos de consumo diario: Carnes, pescados, verduras, frutas, aceites, caraotas, arroz, pastas y azúcar, papelón y en general todo lo necesario para la comida diaria. Igualmente había un Restaurant de venta de Comida Popular. Ese local estaba identificado como “El Mercadito de Solís”. Funcionaba solamente en las mañanas y se abarrotaba de gente del pueblo que allí se abastecía. El renglón más solicitado era el pescado fresco, ya que era renovado diariamente y los precios eran populares. Así, el más caro era el mero a Bs. 5.00, el kilo, seguían el pargo y el carite sierra a Bs. 4.oo y de acuerdo con la calidad, el precio bajaba consecuencialmente. El más solicitado era el corocoro que se vendía a Bs. 1.oo el Kilo y si no madrugabas, era imposible conseguirlo.
Al lado del Mercadito de Solis había un Edificio grande, con mucha clientela, ya que era conocido en todo Caracas y allí funcionaba la Panadería Solis, con pan caliente a toda hora y con exquisiteces de pastelería. Para recorrer todos esos inmuebles e identificar los negocios que en ellos existían, seguí caminando por la fachada norte y me detuve en toda la esquina de Solís para ver el panorama. En el frente estaba el local del Diario “El Heraldo” y más adelante. pero en la misma acera, funcionaba el Diario “La Esfera” y muy cerca, las oficinas del Diario “Ahora”. De esa esquina, hacia abajo, comenzaba el barrio llamado Caño Amarillo y en la otra divisé un local donde funcionaba una venta de bicicletas y sus repuestos, propiedad de José Antonio Gil, mejor conocido como “El Mocho Gil”, muy nombrado por su propaganda en radio. Al final de la cuadra se vislumbraba una calle en subida, que daba al Palacio de Miraflores.
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